El título Asesinos Anónimos parafrasea la célebre asociación Alcohólicos Anónimos, con la que estamos familiarizados gracias a la ficción USA. Ya saben, un grupo de hombres y mujeres se reúnen en un local para compartir sus problemas con la bebida y animarse mutuamente a superarlos. Roche, a la postre intérprete y director de la función teatral, concibió un encuentro de indeseables destinado a acabar como el rosario de la aurora. Sánchez Abulí orquesta la reunión con sus habituales juegos de palabras, dobles sentidos y mala baba general, sin olvidar nunca su origen de bambalinas (al que alude explícitamente) y que contagia la puesta en imágenes de Vega. Sin embargo, carece de introspección psicológica. Los personajes resultan superficiales y poco carismáticos. La trama enseguida pone las cartas sobre la mesa, un esquema rutinario, después de todo, y advertimos que no es tragedia sino farsa lo que se representa.
Las figuras de Vega aparecen envaradas. Ni siquiera el uso del claroscuro puede ocultarlo eficazmente. La gestualización raya el histrionismo. Sumados a los elementos antedichos (protagonistas insulsos, situaciones previsibles, etc.), el conjunto exuda una vaga parafernalia de representación, de imitación más o menos simpática, pero artificiosa. Los encuadres potencian la sensación de que los personajes se mueven con afectación desmesurada, como si posaran para la foto en vez de desenvolverse espontáneamente ante el lector, tanto más evidente cuanto más simétrica es la disposición de las viñetas (compruébese, por ejemplo, en el poco natural apretón de manos de la pág.15 o la rotura de la corbata en la pág.23, ambas narradas en una cuadrícula de tres filas y dos columnas). Casi podría decirse que el álbum es “teatro dibujado” en sintonía con la expresión “teatro filmado” con que se califica este problema en las adaptaciones cinematográficas.
En suma, el tebeo, sin tener ningún defecto verdaderamente descalificatorio (y con algunos puntos fuertes como el oído de Abulí para el diálogo), no emociona, se lee como desde fuera de la intriga, una pieza demasiado convencional para la estimable premisa y el talento (que es mucho) de los implicados.