Algún brote verde, pero con regusto rancio.
«¡Nuestros amigos han perdido cualquier atisbo de rebeldía y espíritu crítico!»
Las aventuras del galo más famoso de la ficción nunca han vuelto a recuperar el brillo que tuvieron cuando René Goscinny (1926-1977) era el encargado de escribirlas. Tras su muerte su compañero, Albert Uderzo (1927-2020) tomo el testigo de los guiones, pero la calidad de los mismo fue en caída libre hasta ese despropósito de proporciones bíblicas que es ¡El Cielo se nos cae encima! con el que el creador gráfico de Astérix puso fin a su paso por la serie. Tras él tomaron el testigo el guionista Jean-Yves Ferri (Mostaganem, Argelia, 1959), que había firmado junto a Manu Larcenet la divertidísima La vuelta al campo (Norma), y el dibujante Didier Conrad (Marsella, 1959), conocido por la serie Los Innombrables (Dibbuks) guionizada por Yann. A priori parecían una garantía y juntos crearon los siguientes cinco álbumes de los galos (Astérix y los pictos, El papiro del César, Astérix en Italia, La hija de Vercingétorix y Astérix tras las huellas del Grifo), pero tras un primer álbum que nos hizo concebir alguna esperanza los guiones de la serie se fueron hundiendo en la mediocridad, sin que en ningún momento alcanzaran la chispa y calidad de los del creador de los personajes. Quien sí brillo a gran altura fue el dibujante, que continua a los lápices en la nueva etapa de la serie marcada por la presencia de Fabcaro (Montpellier, 1973) a los guiones, un autor con una gran fama en su país de origen sobre todo por Zaï Zaï Zaï Zaï, pero desconocido en España. Una etapa que comienza con El lirio blanco, el cuadragésimo álbum de la serie que desde hace unos pocos días está disponible en las librerías de todo el mundo con una tirada de 5 millones de ejemplares y traducido a 20 idiomas incluidos el castellano, catalán, euskera, galego y bable.
En El lirio blanco nos encontramos con un Julio César descontento porque las legiones romanas parecen haber perdido su espíritu de lucha, así que convoca a sus mejores generales para buscar una solución. De entre todas las propuestas que recibe la que más le llama la atención es la que le da Viciovirtus, médico jefe de sus ejércitos y gurú de una nueva corriente de pensamiento positivo que lleva por nombre el lirio blanco. Para hacer las primeras pruebas César decide enviarle al campamento de Babaorum, uno de los cinco que rodean la aldea de los irreductibles galos. Allí tratara de, además de elevar la moral de los legionarios, aplacar las ansias de luchas de Astérix y sus amigos.
Tras la enorme decepción que supuso Astérix tras las huellas del Grifo el listón estaba bastante bajo, así que Fabcaro lo tenía bastante fácil para hacer un mejor trabajo y podemos afirmar que lo consigue. Pero tampoco estamos ante un trabajo que vuelva a reverdecer los laureles de la serie ya que no estamos ante un dechado de originalidad ya que no encontramos ante una historia en la que desde Roma se envía a una persona para desestabilizar la armonía reinante entre los habitantes de la aldea y, de paso, hacer un critica a algunos aspectos de la sociedad actual como ya pasaba en joya como Obélix y Compañía, El adivino o La cizaña. Así que la primera impresión es que nos encontramos ante una trama ya vista, aunque a mitad de la obra hay un giro que le otorga algo de originalidad, pero quizás nos toca asumir que la que la fórmula que Goscinny empleaba para la serie está agotada y que solo su genialidad y mordacidad podía conseguir que no nos diéramos cuenta del problema. Igual para futuras ocasiones los autores actuales deberían tratar de explorar nuevos caminos, como hizo Lewis Trondheim en ¡Por Tutatis! (Astiberri) que es la mejor historia de los personajes que hemos podido leer en este siglo, aunque es poco probable que los gestores de los derechos de los personajes lo permitan en la serie principal. Ojalá en un futuro podamos ver una serie similar a Spirou por… en la que disfrutar de obras creadas con más libertad que nos demuestren las posibilidades que todavía encierran los galos creados por Goscinny y Uderzo.
El lirio blanco tiene bastantes aspectos positivos como el trabajo de Conrad que es tan sólido como en los anteriores, aunque la trama no le permite brillar como en los álbumes más viajeros. También hay que poner en valor la capacidad de Fabcaro para replicar los juegos de palabras que tanto gustaban a Goscinny, un sentido del humor lleno de chistes bastante ingeniosos y un guion que no resulta plano y previsible con algún giro inesperado. Además, tenemos una crítica muy afilada a la corrección política imperante y también de la autoayuda y del coaching a través de Viciovirtus, un personaje que representa a la perfección la hipocresía que abundan entre los gurús y charlatanes vendedores de humo que las acompañan.
Pero esos aciertos no empañan la sensación de falta de originalidad de la trama que bebe en exceso de los álbumes anteriores o el tomo bastante rancio y absurdo de algunos de los mensajes que transmite el cómic como poner en cuestión las bondades de una dieta saludable y de la educación a la hora de hablar con las personas con las que no estás de acuerdo que contradicen con el espíritu progresista de las historias de Goscinny. Al igual que sucede con la forma tan machista de reflejar en la segunda mitad del álbum la crisis de la relación entre Abraracúrcix y Karabella que parecen un guiño inexplicable a los lectores más conservadores que creían que el problema de los dos últimos álbumes guionizados por Ferri era la presencia de mujeres fuertes en la trama en lugar de un desarrollo de la historia plano, torpe y poco arriesgado.
Aunque mejora a los dos álbumes precedentes El lirio blanco es un nuevo recordatoria de la orfandad en la que vive Astérix desde la desaparición de ese maravilloso genio que era Goscinny. En cualquier caso, Fabcaro y Conrad firman una historia con aciertos como la chispa de los chistes y juegos de palabras y la crítica a algunos aspectos de la sociedad, pero con un regusto a historia ya leída y un discurso algo carca en muchos momentos.
Podéis ver el cómic-tráiler del álbum pulsando el play:
Lo mejor
• El humor tiene bastante chispa.
• La mordaz critica a algunos aspectos de la sociedad actual como los libros de autoayuda y al coaching.
• El trabajo impecable de Conrad, aunque lo poco viajero de la trama le impida brillar como en anteriores ocasiones.
Lo peor
• La sensación de esquema agotado y repetido que da el planteamiento inicial, pese al giro posterior.
• El argumento tiene algunas lecturas bastante rancias que entran en contradicción con el espíritu avanzada y progresista que eran una de las señales de identidad de las aventuras ideadas por Goscinny.
Guión - 4.5
Dibujo - 7.5
Interés - 4
5.3
Mejorable
Fabcaro mejora a Ferri pero sigue sin estar a la altura de lo que se espera de una aventura de Astérix.
Este ha sido el que menos me ha gustado de las nuevas aventuras modernas de Astérix bajo otros autores. Estaba contento con lo que proponían los álbumes anteriores, pero con este he sentido que le falta mucho diente y que ni siquiera termina de entender lo que pretende criticar. Es superficial y, más allá de ese giro que mencionas, tampoco creo que destaque nada. Demonios, hasta con ese giro había una buena oportunidad de criticar algo o decir algo nuevo dentro del marco de la serie y, nada, no hacen nada con ello. Me parece una oportunidad perdida y un bajón respecto a los de Ferri.
Tenía entendido que la necrofilia es un delito…