Cuando un trabajo como Astérix en Hispania fue editado por primera vez en el año 1969 dentro de las páginas de la mítica revista Pilote los galos de Armórica ya llevaban una vida editorial de ocho exitosos años a manos de sus creadores, el añorado guionista René Goscinny y el recientemente desaparecido dibujante Albert Uderzo, este último al que dedicamos el presente ZNDay en Zona Negativa. Trece entregas entre las que podíamos encontrar obras maestras como Astérix Gladiador, Astérix y los Normandos, El Combate de los Jefes, Astérix y Cleopatra, Astérix Legionario, El Escudo Arverno o Astérix y los Juegos Olímpicos, sólo pequeñas muestras de la interminable cascada de obras capitales que los dos creadores de la colección facturaron desde 1961 a 1968. Pero cuando la década de los 60 daba sus últimos estertores de muerte llegó el álbum que nos ocupa, no sólo uno que puede codearse con los mejores de la historia de Astérix el Galo, sino posiblemente de los más divertidos jamás realizados por el tándem Goscinny/Uderzo.
Por todos es sabido que una colección como Astérix el Galo suele mantener la alternancia de un álbum cuya trama se desarrolla en la aldea de Armórica con otro en el que los protagonistas viajan a alguna ciudad cercana o país lejano. En esta ocasión a Astérix, Obélix e Ideafix les tocaba dar con sus huesos en otra nación, y no una cualquiera, la nuestra para más señales. El título del álbum ya lo deja claro, Astérix en Hispania tiene lugar, mayormente, en nuestro país y como era de esperar las situaciones humorísticas y desopilantes se suceden en sesión continua. A pesar de que por aquel entonces la manera de trabajar de René Goscinny y Albert Uderzo cuando los aguerridos galos salían de su localidad era por todos conocida no fueron pocos los carcas ofendidos con la España que se retrataba en las cuarenta y ocho páginas de las que constaba el presente álbum, diferenciándose poco de la real de la época por mucho que trataran de negarlo.
El punto de arranque de Astérix en Hispania tiene lugar cuando una aldea de Hispania localizada entre Munda (Montilla, Córdoba) e Hispalis (Sevilla) gobernada por el jefe Sopalajo de Arrierez y Torrezno resiste, al igual que nuestros galos, a la expansión del Imperio Romano de Julio César. Ante una situación tan molesta para los romanos estos toman la decisión de secuestrar a Pepe, el hijo del jefe, para devolvérselo sólo cuando entregue las armas y se rinda ante Roma. Pepe, niño caprichoso y malencarado, es llevado al campamento de Pastelalrhum, pero Astérix y Obélix interceptan al destacamento, rescatan al niño y lo llevan a la aldea de Armórica. Una vez allí los centuriones romanos intentan recuperarlo para mantener su extorsión de cara a Sopalajo de Arrierez y Torrezno y con ello conseguir someterlo a él y al resto de sus compatriotas. Los galos se sienten en deuda con sus vecinos hispanos y por ello tratarán de devolver al problemático infante a su país de origen. Pero como era de esperar el mayor número de problemas lo proporcionará el mismo Pepe por su carácter irascible y consentido.
Una de las mayores virtudes de René Goscinny como narrador, de la que era cómplice su inseparable Albert Uderzo, fue siempre su inagotable capacidad para aglutinar todos los tópicos adscritos a las culturas de los distintos países a los que viajaban Astérx, Obélix e Ideafix y parodiarlos hasta extremos en los que más que confirmar su supuesta veracidad acababa exagerándolos e incluso criticándolos, aunque no dejaba de haber algo de verdad en esos aguijonazos hacia alemanes, belgas, británicos, hindúes y, por supuesto, españoles. En el año 1969 era inevitable que los dos autores franceses hicieran visitar a los galos nuestras tierras y hacer befa y mofa de los cambios sociales en los que se aventuraba una España en la que el el régimen dictatorial de Francisco Franco comenzaba a coquetear con cierto aperturismo muy relacionado con el sector turístico y cómo nuestras ciudades costeras se convertían durante las vacaciones en el destino preferido de los extranjeros deseosos de pasar unos días de asueto para desconectar de su vida laboral diaria.
René Goscinny y Albert Uderzo apelan a caricaturizar todas las señas de identidad culturales y el folclore adscritos a España recurriendo al flamenco, los bandidos, el Quijote, la buena comida, la diferencia de acentos dependiendo la zona de país por el que nuestros protagonistas transitan, la continuada celebración de festividades autóctonas parecidas las unas a las otras o el sencillo, pero muy efectivo, uso de esos «¡Olé!» que espetan todo los personajes hispanos en cualquier contexto. Si a eso sumamos la divertidísima y socarrona idea de sintetizar todo nuestro país en un pequeño niño de carácter insoportable que se aguanta la respiración cuando no consigue lo que quiere, hábito que tomarán como suyo también Obélix o Ideafix en situaciones puntuales, a un servidor no le queda más remedio que quitarse el sombrero ante semejante despliegue de gags, diálogos y situaciones estrambóticas. Pero no se quedan Gosciny y Uderzo con las ganas de lanzar un par de pullazos a sus compatriotas con esos galos viajando con sus «caravanas» a las zonas paradisiacas de Hispania creando embotellamientos en las carreteras desembocando en acaloradas discusiones entre los conductores.
Para culminar semejante cénit del humor y la narrativa secuencial, a la palabra escrita y el ritmo endiablado de de René Goscinny se suma un Albert Uderzo en pleno apogeo de sus aptitudes artísticas. Desde Astérix el Galo hasta Astérix en Hispania el francés no sólo había evolucionado y aclimatado su trazo a las distintas aventuras de los galos, sino que en 1969 ya encadenaba una manita de obras maestras a los lápices que se mantendrían al máximo nivel con álbumes posteriores como La Cizaña, Astérix en Helvecia o ese clásico incontestable titulado La Residencia de los Dioses. Diseño de personajes, pasajes de acción repletos de dinamismo, suma inteligencia a la hora de extrapolar el folclore español al contexto espaciotemporal de la serie o una consecución de viñetas impecable con las que el francés se confirmaba como uno de los mejores ilustradores que ha dado la historia del cómic a nivel mundial y al que todavía le quedaban por componer un buen puñado de joyas, sobre todo, junto a su inseparable amigo René, hasta que este nos dejó en 1977.
Aunque dentro de la edad dorada de la colección francesa, aquella en la que sus dos creadores colaboraban codo con codo para ofrecer con cada nuevo álbum uno más brillante que el anterior, hay mejores obras que Astérix en Hispania un servidor guarda un especial cariño a la odisea de nuestros amigos para devolver a Pepe a nuestro país y su padre, el impertérrito e imbatible Sopalajo de Arrierez y Torrezno, impidiendo a Julio César y su ejército salirse con la suya una vez más. En este día especial dedicado a una figura capital como la de Albert Uderzo, que, con mayor o menor acierto, luchó por mantener vivos a Astérix, Obélix y el resto de habitantes de Armórica después del fallecimiento del gran René Goscinny a un servidor sólo le queda dar las gracias al maestro por ser el artífice de algunos de los momentos más inolvidables de mi infancia y adolescencia cuando me descubrió, junto a otros autores españoles y europeos, el mundo del cómic y que en el mismo no toda la Galia está ocupada, porque existe una aldea de irreductibles galos que resiste todavía y siempre al invasor.
VALORACIÓN GLOBAL
Guión - 9.5
Dibujo - 9.5
Interés - 9.5
9.5
¡Olé!
La visita de Astérix, Obélix e Ideafix a nuestro país desemboca en uno de los más divertidos trabajos de la etapa de la serie firmada por René Goscinny y Albert Uderzo
Un buen resumen de uno de mis álbumes favoritos. Siempre me acuerdo del gag en el que van en carro por la carretera española, Asterix se queja de los baches y el conductor le indica que ya las están reparando: se ve a un solitario trabajador llenando los baches de piedras. De todos modos una duda y quizás corrección: el nombre del padre de la criatura , ¿no era Sopalajo? En el artículo usas por todos lados Solapajo, que pierde el juego de palabras evidente (a menos que sea un plato que no conozco, je, je). No tengo el album a mano. Compruébalo, por favor.
Puedo confirmarte que el nombre es Sopalajo de Arrierez y Torrezno.
¡Gracias por comentar, gente!
Increíble, porque siempre he leído «Solapajo» pensando que era algún juego de palabras con «solapa». Gracias por la corrección que, como bien decís con lo de «Sopa al ajo», tiene más lógica que mi «invento». Mañana arreglo la errata.
¡Un saludo!