“¡Esto es América! Un lugar de tozuda confianza…donde tanto los jóvenes como los viejos pueden soñar y vadear a través de los acontecimientos, ¡y tienen la oportunidad de dar sentido a la vida! Doscientos años de viejas ideas en mentes jóvenes…Doscientos años de superación. Ese es el estilo de un gran país y de un gran pueblo, que permanecerá unido ante las adversidades del futuro”
Con estas palabras cerró Jack Kirby una de sus últimas historias con El Capitán América. Frank Miller no expresó de forma tácita que quería decir el Capi cuando en Born Again decía ser “solo fiel al sueño”, pero podemos intuir que ese sueño era el sueño de Kirby: el origen de América.
Si dejamos de lado la desastrosa política de Estados Unidos en materia de asuntos exteriores, la decadencia hacía la que parece precipitarse con lunática alegría y los miserables años finales de Jack “el franco veterano de guerra” Kirby, creo que esas ideas son todavía hoy muy válidas para cualquier hombre, mujer o país de este planeta. Creo que esas ideas fueron capitales para liberar al ser humano de la tiranía de la superstición, el despotismo y el abolengo. Y creo que Busiek también lo cree.
Lo ha dejado claro en todas y cada una de las páginas de Astro City, y de manera muy concreta en grandes epopeyas como la protagoniza por El Agente de Plata (trasunto del propio Capitán América). En este tomo vuelve sobre este tropo en la historia de El Astronauta (fundador de Astro City y el personaje al que está dedicado el número 100 de la colección).
El Astronauta tiene mucho de Tony Stark, y por tanto mucho de Howard Hughes. Figura inmortalizada por Scorsese y DiCaprio en El Aviador (y por Dave Stevens y Joe Johnston en The Rocketeer, película y cómic que a mí personalmente me encanta) Hughes es una de las figuras más misteriosas, complejas y poliédricas de América.
Visionario, multimillonario, inventor, excelente cineasta y fantástico aviador…Hughes acabó sus días preso de la más absoluta demencia, encerrado en una habitación con cientos de botes llenos de orina. O al menos eso cuenta la leyenda. Hughes padecía un trastorno obsesivo compulsivo, eso está claro, pero nunca sabremos a ciencia cierta que pasaba por la mente de un hombre tan genial como lunático.
El cielo es el límite comienza como un comentario y como un homenaje meta-textual al origen y a los héroes de la Edad de Oro. La expansión de la mafia que se produjo (paradójicamente) tras la derogación de la ley seca, conduce a que las élites de la ciudad (todavía no) llamada Astro City necesitan incorporar a nuevos policías a sus filas. Cuanto más vistosos, más dinero; cuanto más dinero, más éxito demostrarán tener las políticas del New Deal.
Y el más vistoso y más adinerado de los super-héroes es el astronauta: un visionario inventor protagonistas de cientos de aventuras y romances en miles de planetas desconocidos, tan antiguos que parecen no tener comienzo ni fin. El Astronauta no copia los inventos extraordinarios que encuentra en sus andanzas, sino que los filtra a través de una mente peculiar para crear artefactos y maravillas totalmente novedosas. Además, hace suya la frase de El Capitán América al proclamar: “Si nos lo proponemos, no hay nada que no podamos hacer”.
El Astronauta vivirá su propio martirio al negarse a donar las patentes de sus inventos al ejército estadounidense en plena 2ª Guerra Mundial, temeroso de la que hecatombe que su decisión pudiera liberar sobre la faz del mundo. El héroe pronto será olvidado…aunque todavía guarde un as bajo la manga.
Todo contador de historias debe afrontar tarde o temprano dos cuestiones esenciales. En primer lugar, debe decidir su postura respecto al amplio abanico que abarca todas las posturas entre dos extremos definidos por el arte y el comercio. En segundo lugar, debe decidir su relación con la forma y el contenido, y supeditar necesariamente el uno al otro. Pero elija lo que elija (producir en serie o concebir obras de carácter personal, que la forma prime sobre el contenido o que el contenido prime sobre la forma) su elección significará que debe tomar partido, como debe tomar partido El Astronauta.
No hay decisiones incorrectas, mientras esa decisión sea conducida mediante la pasión y la verdad. De qué tipo de verdad estamos hablando, eso yo no puedo decirlo. Depende de cada uno nosotros. En cuanto a Kurt Busiek hace mucho que encontró su pasión y su verdad. Y su verdad se llama: ¡América!
*La semana que viene se publicará la segunda parte de este artículo, que incluirá comentarios sobre el resto de historias contenidas en este tomo. Por razones puramente emotivas se ha decidido dedicar un artículo entero a esta historia.
La historia del Astronauta es una de las mejores de la colección moderna de Astro City. Merecía la pena dedicarle una reseña así que muchas gracias.
Muy de acuerdo contigo