Llegados a este punto, Astro City (después de más de quince años de historia) había tenido una existencia turbulenta. Recordemos.
En 1994, Marvels (una revisión a pie de calle de la mitología superheroica) había supuesto un interesante y excelente giro con respecto a la tendencia de la industria. Busiek y Ross apostaron por la humanidad y la inteligencia, frente a la espectacularidad y el vacío.
Apenas un año después, les propusieron realizar Marvels 2. Busiek y Ross decidieron volar libres. Al fin y al cabo, si debían reinterpretar otra vez toda la historia de los superhéroes preferían hacerlo sin restricciones editoriales, a su manera. Así, durante quince años, en tres editoriales diferentes, sobreviviendo a cambios de periodicidad y formato, enfermedades y pérdida de interés general por su propuesta, Busiek y Ross hicieron una declaración de intenciones. Una declaración de intenciones que se definía por una serie de supuestos básicos.
¿Qué supuestos básicos? Un punto de vista humano y cercano de los superseres y de los hombres y mujeres que conviven con ellos; es decir, la vieja fórmula de superhéroes con superproblemas. Una ideología que predicaba a favor del retorno a los “viejos valores americanos”: familia, amabilidad, fraternidad y comunidad. Y por último, y lo más relevante para el tomo del que vamos a hablar, el mundo de Astro City debía ser un mundo que envejeciera al mismo ritmo que nuestro propio mundo.
Ello daba pie a Busiek para hablar del legado, la historia, el envejecimiento…y la jubilación. El Fanfarrón lleva tocando las narices desde las primeras entregas de Astro City. Pero mientras al comienzo de la serie era un joven que hacía honor a su apodo, en los números contenidos en este volumen se trata de un hombre de mediana edad castigado por la vida (aunque sigue llevando su nombre con orgullo). Junto la sin par Trifulca, su pareja y verdadera protagonista de este tomo, debe afrontar que el tiempo ha pasado por encima de él. No será nada fácil.
La jubilación es un tropo muy recurrente en la narratología americana. Algo curioso, teniendo en cuenta que la mitología estadounidense es, como su país, relativamente joven. No obstante, creo que la jubilación al estilo americano tiene más que ver con el desencanto que con el crepúsculo definitivo y total que trae consigo la decadencia. Kurt Busiek, con sus guiones elegantes y bien construidos, se apunta a la larga lista de escritores americanos empeñados en escribir una y otra vez Taxi Driver, pero que todavía se encuentran a unos cuantos siglos de distancia de La muerte en Venecia.
Sus guiones tienen alguna que otra nota disonante. Busiek parece preocupado por no ser catalogado como un escritor conservador por sus conservadoras ideas acerca de las muy conservadores familias y comunidades estadounidenses. Así que de vez en cuando nos topamos con comentarios (sobre la sexualidad femenina o “el sexo desenfrenado, salvaje y sudoroso” de una pareja joven, entre otros) que no pegan ni con cola. Es un detalle menor.
El tomo se completa con una simpática y bonita historia “made in Busiek”. El gorila Baquetas llega a Astro City persiguiendo el sueño de convertirse en una estrella del rock. Un poco como John Voight en Cowboy de Medianoche descubrirá que nada es lo que parece en la ciudad de los sueños y los rascacielos.
En conclusión, nos encontramos con un tomo ejemplar, muy representativo de un Busiek que cada vez más acusa más el paso del tiempo, en el buen sentido del término. Las primeras entregas de esta epopeya urbana mostraban su ímpetu juvenil, su búsqueda personal del sueño (americano) y sus inquietudes con respecto al matrimonio y la paternidad. Estas últimas entregas muestran como una mirada se acostumbra al resplandor de ese extraño horizonte de sucesos que es la muerte y el fin del tiempo.
Es un muy buen tomo, en mi opinión, que muestra las virtudes de alejarse de la continuidad existente entre las grandes compañías para poder elaborar una historia con más flexibilidad temática, al menos dentro del género escogido.