En Zona Negativa dedicamos este día a la figura de Osamu Tezuka, el Dios del manga y padre del cómic japonés moderno, sin duda una de las figuras más influyentes que el país del sol naciente ha dado al mundo. En este mes de noviembre, el día 3 concretamente, se cumplían 90 años del nacimiento de ese genio con boina que puso patas arriba el mundo a mediados del siglo XX y que otorgó a Japón una identidad cultural a la que agarrarse tras el traumático paso por la Segunda Guerra Mundial. Un conflicto que, como a la práctica totalidad de los autores nipones, influyó a un nivel altísimo en la confección de sus obras, tanto en temática como en el mensaje de las mismas. Y en este día tan especial para los aficionados del cómic, no podemos pasar de puntillas por el manga que inauguró la leyenda de Tezuka, la historia y el personaje que puso a la historieta japonesa en el mapa internacional, que sentó las bases del manga moderno y que marcó profundamente a varias generaciones de autores y lectores. En este artículo hablamos de
Ambassador Atom, la primera aparición de Astroboy
Podéis leer los primeros pasos que llevaron a Tezuka a la creación de Astroboy en la biografía que hemos preparado la ocasión, pero en estos párrafos vamos a centrarnos en la figura de ese peque robot humanoide, de aspecto infantil que se ha convertido en uno de los personajes más importantes en la historia de Japón y de la cultura popular contemporánea. Después de cosechar sus primeros éxitos con La nueva isla del tesoro, Kimba y un buen puñado de obras con marcada tendencia hacia la ciencia ficción más clásica, el genio de Osaka, casi recién salido de la universidad y dando sus primeros pasos como artista en Tokyo, decide en 1951, publicar una historia que cambiaría su vida y la de muchos para siempre. En ese año la revista Weekly Shōnen Magazine de Kodansha comienza a editar
En esta primera historia que sentaría las bases del futuro manga, la Tierra del futuro recibe una vista de unos aliens que vienen de otra Tierra, idéntica a la nuestra pero con la particularidad de que está situada en el pasado. Pero esa Tierra ha sido destruida por una explosión y sus antiguos habitantes, que han llegado ahora a esa Tierra futurista, se han visto obligados a pasar años y años a la deriva en el espacio. En un primer momento las relaciones entre humanos y foráneos parecen cordiales, pero la imposibilidad de la Tierra para proporcionar alimento y subsistencia para todos los habitantes provoca que el conflicto entre unos y otros se desate. Comienza una caza a los extraterrestres que termina por provocar un conflicto de escala mundial. En ese ambiente de guerra surge la figura de Astroboy, un pequeño androide que se convierte en la última esperanza de la Tierra, y que tiene la misión de negociar una salida pacífica con los nuevos habitantes del planeta.
En estos primeros compases de Astroboy ya podemos ver algunos de los temas que marcarían la futura obra de Tezuka, con la presencia de la ciencia ficción, la tecnología, las diatribas espacio-temporales, los conflictos que podríamos denominar raciales, pero que guardan tremendas reminiscencias con lo generado en la Segunda Guerra Mundial y, por supuesto, ese repudio a la guerra y los riesgos y el peligro que las armas o la explotación de la naturaleza y sus recursos podría traer al mundo. Tezuka desarrolla esta historia por encargo de su editorial, que buscaba un nuevo shônen de éxito, y Osamu creó la misma teniendo en cuenta la fascinación y la atracción que sentía la sociedad japonesa por la nueva ciencia y la aparición de la energía atómica.
Sin embargo, en esta primera iteración sobre el personaje, la realidad es que Astroboy no era ni siquiera un personaje principal. Jugaba un papel importante en la trama pero no dejaba de ser un personaje de apoyo para Kenichi, el humano protagonistas de la obra. Ambassador Atom no tuvo un éxito arrollador durante su serialización entre abril de 1951 y marzo de 1952, pero la aparición de la figura del pequeño Astroboy tocó alguna tecla, algún resorte interno que los lectores japoneses desconocían que tenían y su popularidad empezó a subir hasta el punto de encontrar un buen puñado de cartas de fan alabando al personaje o pidiendo saber más sobre sus aventuras. Esa reacción popular cambió la mentalidad del editor jefe de Tezuka en ese momento, Takeshi Kanai, que llegó a la conclusión de que si bien los mangas de larga duración tenían que enfocarse sobre todo en lograr un gran argumento, las historias que se iban a serializar semana a semana en revistas tenían que dejar caer el peso protagónico en el héroe de la historia. Y en ese momento no había ningún personaje principal con tantas probabilidades de que una buena y popular historia como Astroboy.
Astroboy, el robot más poderoso de la Tierra
Con los consejos de Kanai, Tezuka se embarca en el proyecto de rediseñar al personaje de Astroboy, para darle una personalidad más humana, más empática hacia los lectores, y le convierte en un héroe que lucha por la justicia en ese eterno dilema entre el bien y el mal que, sin embargo, Tezuka siempre trató con ciertos matices. Comienza así la serialización de
Astroboy es, sin ningún género de duda, la obra más conocida de Osamu Tezuka, y una piedra angular para la concepción del manga moderno. Es también uno de los mejores ejemplos de la enorme capacidad de Tezuka como escritor, dibujante y narrador, con una habilidad pocas veces vista para contar una historia dirigida a niños o jóvenes y al mismo tiempo incluir temas vitales y espinosos para la sociedad de la época, mandando un mensaje de esperanza y de bondad a los lectores. El manga original fue de los mayores éxitos de Tezuka, hasta el punto de conseguir crear un personaje icónico, un héroe para cualquier japonés. Astroboy traspasó fronteras, no solo artísticas y culturales, sino también territoriales, siendo un auténtico embajador del Japón de la postguerra. Astroboy supuso un hito en el mundo de la ciencia ficción y de la robótica y fue capaz de personificar en sus capítulos a la traumada sociedad japonesa que salió del conflicto de la década de los 40. Tezuka fue capaz, con su manga, de transformar el horror y el pánico que la sociedad sentía por la energía atómica, en una admiración y una mirada de esperanza hacia un futuro tecnológico, con ese átomo que tanto había robado hasta ese momento a los asiáticos y que tanta incertidumbre generaba de cara al futuro convertido en un faro de luz que nos guiase a una sociedad que jamás tuviese que verse envuelta en conflictos tan cruentos.
Astroboy, como muchos ya conoceréis, es un manga de ciencia ficción cuya trama nos sitúa en un mundo futurista donde humanos y robots conviven en su día a día. La figura central de la historia es Astroboy (Atom en su versión original) un pequeño robot androide que se acabará convirtiendo en el héroe más poderoso de la tierra. Astroboy llega a contar con muchísimas características técnicas a lo largo de los capítulos con 100.000 caballos de potencia, jets que le permiten tener la capacidad de volar, rayos y luz en sus ojos, una enorme capacidad auditiva, traducción instantánea de cualquier lenguaje, armas que salen de sus caderas, una IA que le hace capaz de determinar si una persona es buena o mala, la posibilidad de viajar en el tiempo… Un montón de capacidades que, sin embargo, siempre quedan opacadas por la capacidad de Astroboy de entender e incluso sentir emociones similares a las humanas, y un enorme grado de empatía que le permite tener una poderosa escala de valores morales que le convierte en el paladín de la justicia. No hay problema que Astroboy no pueda resolver, y si bien en la mayoría de las historias tiene que recurrir a la fuerza o la tecnología (no olvidemos que al fin y al cabo esto es un manga juvenil), el mensaje que deja Tezuka es siempre el intentar comprender al adversario y llegar a una solución pacífica y dialogada sobre cualquier conflicto.
Más allá de la apariencia y configuración de Astroboy, la historia del manga, presentada en capítulos aparentemente autoconclusivos pero que muchas veces llevan un hilo narrativo coherente que los entrelaza, arranca con la figura del Dr. Umatarô Tenma. Tenma es el director general del Ministerio de Ciencia japonés, el estamento encargado de la producción y control de la tecnología y la robótica que son el pilar central de la sociedad futurista que nos sirve de contexto. Tenma es un personaje presentado como un genio, aparentemente buena persona pero con una gran ambición por el progreso. La vida de Tenma da un giro de 180 grados cuando su hijo Tobio sufre un accidente y fallece. Roto de dolor, el doctor trata de refugiarse en su trabajo, y llega a la conclusión de que tiene que crear un androide a imagen y semejanza de su hijo para llenar el vacío que le ha quedado. De este modo nace Astroboy, un pequeño robot al que Tenma introduce rasgos de la personalidad de Tobio y le adopta como a su propio hijo.
Tenma trata a Astro como si fuese su descendiente, pero pronto las cosas se tuercen. El doctor se va dando progresivamente cuenta de que una máquina no es capaz de suplantar la presencia de un ser vivo, ya que no puede crecer, ni sentir ni seguir comportamientos humanos, así que lo repudia y se lo vende a Hamegg, el cruel dueño de un circo robótico. Gracias a sus capacidades técnicas, Astro se convierte rápidamente en la gran atracción del mismo, y Hamegg trata de explotar la gallina de los huevos de oro con comportamientos abusivos y esclavistas contra el androide y el resto de sus compañeros mecánicos. Hamegg no es capaz de verlos nada más que como máquinas, como algo que el humano ha creado para que este a su servicio, y que no tiene otro cometido en la vida que obedecer.
La suerte de Astro cambia cuando aparece en el circo el profesor Ochanomizu, el nuevo jefe del Ministerio de Ciencia, un hombre compasivo y con más distancia de miras, que al ver a actuar al androide comprende que es mucho más que un robot, convenciendo a Hamegg para que se lo entregue. Ochanomizu adopta a Astro como si fuese un hijo, convirtiéndose tanto en su amigo como en su tutor y protector. El profesor comprende rápidamente la capacidad que tiene el robot para sentir y pensar como si fuese un humano, y por ello comienza a darle una familia, creada también mediante tecnología: su padre y su madre, su hermana, Uran, y su hermano, Cobalt. Astro consigue incluso ir a la escuela con el resto de niños humanos, donde conocerá al profesor Mustachio, uno de los personajes más recurrentes del manga.
Poco a poco las aventuras de Astroboy irán subiendo de categoría, y si en un primer momento se enfrenta a diatribas propias de un pequeño robot que se relaciona con el mundo a pequeña escala (algo similar a lo que vemos en Doraemon), poco a poco la intensidad va en escala, introduciendo conflictos espinosos y problemas vitales que se alejan bastante de lo que alguien espera encontrar en un manga juvenil. Una gran mayoría de las historias de Astroboy si siguen esa línea juvenil, presentando historias ligeras de ciencia ficción que llegan a tener incluso toque de humor. Expediciones espaciales, viajes en el tiempo, luchas contra invasiones alienígenas, combates contra malvados humanos que quieren el control o la destrucción del mundo… Todo lo que se os pueda ocurrir en un shônen en el que todo fuese blanco y negro, bien contra mal en el más puro sentido de la palabra. Sin embargo, Tezuka no se conforma con lanzar ese mensaje infantil y sencillo, que busca más el entretenimiento y la fascinación que el aprendizaje y el entendimiento, la expresión de lo que el autor lleva dentro y quiere transmitir con su obra.
Y es ahí donde surgen el resto de historias de Tezuka en Astroboy, un manga en el que no es oro todo lo que reluce, y que bajo su apariencia fantástica y fresca esconde argumentos tristes y depresivos, pero tratados siempre desde la óptica de la esperanza. Ya desde el primer momento vemos que Tezuka no nos pone fácil el tragar con el inicio, en el que ya tenemos la muerte de un niño que pasa desapercibida por la inmediata llegada de nuestro héroe que opaca todo lo demás. Ya desde esos primeros compases Tezuka nos lanza esas cuestiones morales a la cabeza, con Tenma usando al robot para satisfacer una de sus necesidades y que al verla insatisfecha lo deja tirado como basura. Comienza ese dilema moral entre que es lo que hace al humano ser humano y porque el robot, si es capaz de funcionar igual que él, no puede serlo también.
Un manga más profundo de lo que parece
Tezuka nos sitúa en Astroboy en un mundo en el que la tecnología robótica, con Astro a la cabeza, ha alcanzado tal nivel de avance que amenaza con cambiar radicalmente la sociedad y la cultura humana tal y como la conocemos. Muchos humanos pierden sus trabajos ya que las empresas prefieren utilizar máquinas a las que tratan como poco más que esclavos, en el mejor de los casos, lo que hace que los habitantes de la Tierra miren con reticencia, en muchas ocasiones, a sus compañeros mecanizados. Y por otro lado, ese avance tan espectacular en las IA y en el desarrollo de sentimientos y pensamientos propios por parte de los robots, provoca también que surjan tensiones a la hora de considerar o no a los droides como otra especie más, como individuos de pleno derecho en la sociedad, con todos los deberes y beneficios que eso conlleva. Con ese caldo de cultivo, no es raro ver a Astro envuelto en historias donde se relaciona con sociedades en las que un robot ha sido elegido presidente del gobierno y tiene que protegerle ante la ira de su creador; interactuar con un robot que pide tener derecho al voto; robots que han creado una especie de sindicato para liderar una revolución para mejorar sus derechos y condiciones de trabajo; incluso grupos terroristas que ven en la violencia la única salida a sus problemas.
Astroboy y esta temática es usada por Tezuka como una alegoría de los conflictos raciales, los prejuicios, la intolerancia, el abuso de poder y la explotación, la corrupción política, la conflictividad que trae la automatización y la dificultad de reorganizar el mercado laboral… Temas todos ellos muy alejados de lo que podríamos esperar en un shônen, y que de hecho están tratados de tal manera que el adulto se da cuenta de lo que en realidad está leyendo, pero que para el niño no deja de ser un pretexto para que Astro se enfrente al enésimo robot que se ha vuelto loco o humano que odia a los robots por motivos de venganza, ansia de poder o similares. Tezuka nos muestra una cruda realidad, sin ocultar en todo momento que el ser humano, en esencia, es uno de los seres más egoístas y cruel con su propia especie. El hombre es un lobo para el hombre, como dice la frase clásica, y en este mundo futurista que nos plantea Osamu, cuando los robots empiezan a volverse más y más humanos provocan el pistoletazo de salida para que la humanidad se vuelva contra ellos, y para que ellos mismos comiencen a realizar acciones que con su mera programación robótica ni siquiera llegarían a plantearse.
Esto entronca con uno de los paralelismos que tiene la obra de Tezuka con la obra de Isaac Asimov, uno de esos momentos en que autores contemporáneos entre sí comienzan a producir acerca de una misma temática en un mismo momento, llegando a conclusiones similares desde inicios distintos, sin que haya constancia de referencia alguna entre ellos. Ambos tratan en sus obras primordialmente esa relación entre robot y humano, analizando los conflictos que tendría esa interacción pero también los enormes beneficios que podría traer al mundo la existencia de creaciones como Astroboy. Tezuka llega también a plantear algo similar a las tres leyes de la robótica, pero desde un punto de vista diametralmente opuesto, ya que considera esas normas como una serie de valores que los robots terminan dándose a sí mismos cuando son conscientes de sí mismos y de la sociedad que les rodea al mismo nivel que un humano. Los robots de Tezuka gozan de un libre albedrío físico e intelectual enorme, logrado a través de la experimentación y la intuición, y visto siempre desde el punto de vista más positivo.
Y es que pese al planteamiento de todos esos conflictos que podrían surgir entre humanos y máquinas, Tezuka siempre deja patente en su relato que el entendimiento y la aceptación, la armonía entre los dos grupos, es siempre posible mediante el diálogo, la empatía, el altruismo y la capacidad de ceder hasta llegar a un punto común. Algo que se puede extrapolar a conflictos bélicos, raciales y de clase que tanto influyeron a Tezuka en una obra que es hija de su tiempo, y que tiene sus raíces en el trauma que dejo la Segunda Guerra Mundial en los japoneses, y la necesidad de estos de superarlos a través de una reconstrucción cultural y social, necesidad que queda patente en Astroboy constantemente con esa luz de esperanza que Tezuka usa como moraleja en cada capítulo.
Pero la Segunda Guerra Mundial no influyó únicamente en Astroboy en los niveles de conflicto y resolución de los mismos. La contienda trajo consigo la puesta de largo de la capacidad destructiva del poder atómico, en Japón especialmente (y por desgracia), y el átomo es la génesis del personaje de Astro. Sin embargo hay cosas más profundas en ese trauma generado por la destrucción y el horror que el lanzamiento de las bombas de Hiroshima y Nagasaki dejó en los nipones a mediados de los 40. Ellos más que ninguno sabían de primera mano el peligro y la devastación que podría traer consigo el amenazante invierno nuclear que pendía sobre las cabezas de la humanidad durante esa temprana Guerra Fría. Y eso, unido a la íntima relación que la cultura japonesa ha tenido siempre con la naturaleza hace que Tezuka, al igual que muchos autores orientales, tengan una especial sensibilidad a la hora de representar el drama de la extinción del mundo y la raza humana.
De este modo, vemos en Astroboy un buen puñado de historias en las que vemos a la humanidad pendiente de un hilo; a razas alienígenas que han tenido que huir de su planeta natal porque este ha sido destruido por la guerra o el armamento; al peligro de la superpoblación, la deforestación, la sobreexplotación de los recursos, la contaminación… Un puñado de temáticas en las que Tezuka advierte y trata de enseñar, para que no se vuelvan a cometer los mismos errores que en el pasado, para que los niños y mayores que lean las aventuras de Astro y compañía se conciencien y empiecen a valorar un poco más aquello que tienen y parece inagotable, pero que realmente siempre está en la picota. Por culpa nuestra, de la propia humanidad. Y relacionado con ello, con esa culpabilidad que el humano debería sentir por lo que hace con su planeta y por las horribles creaciones que han traído mal al mundo de su mano, y que también en cierto modo sienten los japoneses por su paso por el conflicto mundial, encontramos una historia muy interesante, Un crimen cometido hace 100 millones de años, que resume muy bien el sentir de Tezuka a la hora de crear a Astroboy como una especie de guía y manera de expiar los pecados morales de la humanidad hasta ese momento. En esa historia encontramos a Astroboy relacionándose con una raza alienígena que vuelve a la Tierra para terminar con un error que cometió muchos años atrás: enseñar a un primate a hablar, andar, usar el fuego… Es decir, a acabar con el error de crear al ser humano que, en el futuro, terminaría por poner en riesgo la vida de todo el universo. Una declaración de intenciones de Tezuka que da la de arena con la introducción de Astroboy, que hace entrar en razón a los invasores, y les convence de que podemos mejorar.
La vida de Astro después de Kodansha
Al mismo tiempo que se publicaba Astroboy en la Shônen de Kodansha, el manga comenzó también a serializarse por Mushi Productions en un mensual bajo el nombre de Mighty Atom Club, desde agosto de 1964 hasta mayo de 1966. Un total de 9 capítulos a lo largo de esos meses en los que no siempre aparecía el personaje de Astro y que se superponía a la publicación principal de Kodansha. Más tarde, en enero de 1967, Atom comenzó a publicarse en el Sankei Newspaper, bajo el título de
The Astro Boy Chronicles seguía un ritmo de aparición de una página al día, durante todo el año, todas las semanas excepto los lunes y las festividades próximas al año nuevo nipón. La única excepción se produjo en una de esas festividades de año nuevo, cuando se publicó la historia El tren bomba, de 8 páginas en total. En total, durante los dos años que duró la serie, se publicaron 18 arcos del manga, que se fueron uniendo a modo de capítulos. Ambas versiones de la historia de Astroboy (Mighty Atom Club y The Astro Boy Chronicles) siguieron siendo escritas y dibujadas por Tezuka, y con una estructura narrativa similar a la original, pero con ciertas modificaciones, como una mayor manga ancha a la hora de usar el contexto espacio-temporal para dar la posibilidad al autor de experimentar con la relación entre humanos y robots en diferentes épocas.
Una vez que The Astro Boy Chronicles también finalizó tras la quiebra del Sankei Newspaper, en la década de los 70 Astroboy comenzó a publicarse a modo de oneshots, apareciendo en revistas como Big Comic, Monthly Shônen Magazine, y Monthly Shônen Jump, entre otras. Ya en los años 80, coincidiendo con el estreno de la segunda serie animada del personaje, aparece un nuevo manga de Astroboy en la revista Second Grader, un magazine mensual que buscaba enseñar y animar a los jóvenes estudiantes a interesarse por la lectura. Por ello, las historias son mucho más simples e infantiles que en el manga original, menos cruentas y con temas menos densos y matizados. En total fueron 15 capítulos de la serie que finalizaron con la última iteración de Tezuka sobre el personaje con
Valoración Final
Guión - 10
Dibujo - 10
Interés - 10
10
Obra Maestra
Imposible valorar cuantitativamente una obra como Astroboy, la piedra rosetta del manga moderno. Incluso el término obra maestra se queda corto. Un manga que todo el mundo debería leer.
Magnífico artículo cuya valoración comparto plenamente. Esta serie es una auténtica maravilla, una caja de sorpresas en forma de antología de ciencia ficción, por su variedad de temas tratados, que destaca en la relación humano – robot en toda su amplitud. Me gustaría añadir el goce visual que además supone contemplar a Tezuka dibujar todo lo imaginable e inimaginable con esa sencillez, versatilidad narrativa y limpieza propia de un genio; los diseños, la maquinaria, los robots, planetas, ciudades, seres… Una verdadera delicia.
Excelente reseña!!! No puedo dejar de nombrar a la serie de animación que ayudó a popularizar al personaje mucho antes de que desembarcara el manga en Occidente. En Argentina, durante los años 70, se realizaron historietas locales, sin ningún tipo de licencia y ninguna calidad, tanto en los guiones como los dibujos
¡Hola! Excelente artículo, tengo pendiente leerlo con calma.
Pregunta: ¿alguien sabe cuántos volúmenes va a tener la colección de integrales Planeta?
Gracias de antemano
Son 7 volúmenes de unas 600 páginas
Muchas gracias Nippur 😉
No vi el dato en el artículo pero la web de Planeta sí lo especifica: Astro Boy nº 01/07