Orgulloso heredero del mejor cómic underground.
«¡Aquí se viene otro cómic auto vergonzante y neurótico al estilo Crumb>! Sólo que… ¡peor dibujado, menos divertido y mucho más caro!»
Simplemente con ver una página de cualquiera de los cómics más personales de Adrián Bago (Valencia, 1989) es posible observar que entre sus referentes se encuentran autores como Crumb, Clowes, Burns, Martí, Nazario, Doucet, Blutch… es decir, la crema y nata del cómic underground mundial. Con la seguridad que da haber conseguido crear un estilo propio y a diferencia de lo que muchas veces vemos en otros autores, el autor de Sicofante (Autsaider) no tiene ningún problema en abrazar esos referentes para crear historias en las que el sexo, la política, el humor y los abusos que encontramos en todo tipo de relaciones humanas son las señas de identidad. Ya saben de ficción o autobiográficas se trata de historias muy personales, pero llenas de guiños a sus maestros. Unas características que están muy presentes en las historias que podemos encontrar en su último trabajo, Ateo de uno mismo. Una obra que recupera el formato revista que tan en auge estuvo en los años noventa con cabeceras como Love & Rockets, Palokaville, etc.… como ya sucedía con su anterior trabajo Bibelots. Ambos están publicados por Autsaider, la editorial patria que más firmemente apuesta por el cómic underground.
En Bibelots teníamos varias historias de ficción y una en la veíamos un episodio de su infancia, un relato autobiográfico que se continua en Ateo de uno mismo donde Bago nos ofrece varias historias sobre el comienzo de su adolescencia. Un difícil transito marcado por el despertar sexual, el onanismo desenfrenado, los complejos sobre su cuerpo, los cómics, los abusones… Unas circunstancias con las que gran parte de los lectores de generaciones similares nos podemos sentir claramente identificados, pero contadas con una total falta de pudor y un sentido del humor nada complaciente consigo mismo que nos recuerda a las de Robert Crumb, no solo por la temática, también por un estilo en el que encontramos muchos de los códigos gráficos y estéticos de su obra como la narrativa comprimida que permite contar mucho en muy pocas páginas, el uso de frecuentes tramas manuales, el estilo semi-realista, el uso de onomatopeyas y una abundancia de los hoy casi en desuso globos de pensamiento y textos de apoyo.
Como en los grandes clásicos del género nos encontramos con unas historias que podríamos calificar de costumbrismo sucio que Bago usa para exorcizar algunos de sus traumas juveniles en los que vemos la frustración y desconcierto que experimento en esos años. Pero en lugar de optar por una historia dramática o con moralina nos encontramos con una obra con un patina de humor un tanto negro en la que el autor no se toma muy en serio a sí mismo, aunque sin quitar gravedad a lo que nos está contando.
Aunque el grueso del cómic está dedicado a historias de carácter autobiográfico que junto a lo que hemos podido leer en otros trabajos nos permiten desentrañar la vida del autor, también nos encontramos con Elán Negativo. Una historia de ficción de dos páginas en la que vemos un estilo de dibujo diferente, algo más caricaturesco y con un muy buen uso de los grises. Esta protagonizada por un rotulista con ese aureola de perdedor que vemos en algunos de los protagonistas de las historias breves de Clowes, aunque sin resultar tan grimoso. A través del personaje principal podemos ver la inquietudes y amenazas a las que se enfrentan las profesiones artísticas con el auge de la tecnología. Un compromiso político que siempre está presente en todas sus obras, aunque muchas veces no sea el tema principal.
Ateo de uno mismo consolida a Adrián Bago como uno de los autores que mejor han sabido integrar la influencia del cómic underground del s.XX, pero sin perder de vista la realidad en la que vive. Unas historias en las que relata su vida que le hermanan con el gran Ramón Boldú, el gran referente del cómic autobiográfico patrio.
Lo mejor
• La sinceridad que destilan sus páginas.
• La capacidad de reírse de sí mismo.
• La expresividad de sus personajes.
Lo peor
• Se hace corto y queremos saber mucho más del Adrián Bago adolescente.