Atom: The Beginning 4

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Edición original: Atom: The Beginning VOL.4 (アトム ザ・ビギニング), Shogakukan 2016.
Edición nacional/ España: Milky Way Ediciones 2017.
Guión: Masami Yūki y Macoto Tezka (supervisión).
Dibujo: Tetsuro Kasahara.
Traducción: Marc Bernabé.
Formato: Tomo manga rústica con sobrecubierta 196 páginas.
Precio: 8,50€.

 

Temas filosóficos y metafísicos, peleas de robots con un trabajo de diseño envidiable, un humilde y sincero homenaje que hace las funciones de precuela al legendario Astroboy, humor, grandes escenas de acción, un apartado artístico especial, una trama que mezcla con soltura shônen y seinenAtom: The Beginning ha sido para mí una de las grandes sorpresas de este año en el mercado manga español, siendo una obra que entra por los ojos y engancha, con una gran soltura a la hora de afrontar y resolver una narrativa que mal llevada podría terminar siendo repetitiva y con la ambición justa para resultar interesante y algo profunda sin caer en la pretensión. Todo ello con dos autores al frente a los que se le nota el cariño por Astroboy, los robots y lo que han supuesto para el mundo del manga y el mimo que ponen a cada una de las viñetas que componen el tomo. Este tomo 4 de Atom continúa por el buen camino en cuanto al desarrollo y al dibujo y consolida su candidatura como uno de los mangas más interesantes de 2017.

Este cuarto volumen de Atom: The Beginning arranca, como es costumbre, siguiendo en el punto en el que se cortó la línea temporal en el tomo anterior, ya que por el momento está siendo una narración bastante cronológica, que resuelve con celeridad el cliffhanger que remata el capítulo de cierre anterior. En este caso volvemos a encontrar a nuestro querido A-106, Six para los más cercanos, enfrentando a un mastodonte de madera y engranajes llamado Iván, un robot ruso con una IA militar incorporada. Tenma y Ochanomizu ordenan a Six acabar con la amenaza, pero como cada vez es más frecuente que ocurra, el sistema Bewusstsein cada vez más desarrollado del robot hace que pelee de manera contenida, racionalizando el combate e intentando comunicarse con su oponente para no causar daños irreversibles. En este caso Iván parece corresponder a Six, y repite una y otra vez que desee hablar con alguien, que no soporta su soledad. Sin embargo, pese a que una y otra vez Six envía señales de transmisión a corta distancia como hizo en su combate con Mars en el primer tomo, Iván parece no recibirlas y continúa con su perorata sin rebajar ni un ápice su virulencia en combate. Al problema de la dificultad de ganar la batalla luchando a medio gas mientras intenta entablar conversación de Six, se le une la aparición de Skunk y uno de sus lacayos, miembros de la organización enemiga, que parecen monitorizar la contienda para conseguir datos de Six y su composición.

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A-106 es incapaz de llevar la batalla a su terreno e Iván no parece tener ninguna intención de conversar aunque es lo que repite constantemente, así que la creación del Laboratorio 7 está a punto de ser aplastada por la enorme potencia del soldado robótico ruso. Todo parece perdido cuando entra en escena Mars, el robot de la doctora Roro, que se burla de Six por ser incapaz de darse cuenta de que la IA de Iván no es más que un zombi filosófico, que repite una y otra vez las mismas palabras que Six repetía en su combate con Mars en la robolucha. Una vez comprendido esto, y herido en su orgullo por haber sido engañado, Six desata todo su poder y vence con suma facilidad a un Iván que parece adquirir algo de conciencia al final, o quizá solo fuese otro registro introducido en su base de datos, y se despide del mundo alabando la belleza de la luna y deseando estar algún día en ella.
Tras la batalla, Tenma, Ochanomizu y su grupo vuelven al Laboratorio 7 para realizar las reparaciones pertinentes en Six y para seguir trabajando en el siguiente modelo de la serie A10, pero se ven interrumpidos al recibir la visita de su superior, el profesor Saruta. Saruta llega para confiscar la cabeza de Mars que los chicos habían recuperado de su aventura en la isla secreta de Roro, y les amenaza con cortarles el presupuesto y el apoyo ante los otros miembros del comité de la universidad si no mantienen en estricto secreto todo lo ocurrido en la isla y con la cabeza. Six sin embargo sorprende a todo el mundo dirigiendo una pregunta a Saruta sin que nadie se lo haya ordenado: ¿qué es el proyecto T? El proyecto T es una de las últimas palabras que balbuceo Iván, y cuando Saruta se sobrepone a la sorpresa inicial de saber que el robot ha oído acerca de eso, le pregunta si Iván dijo algo más. El robot ruso mencionó también las palabras Namo y Meko, pero Six miente y se calla esa información.

A partir de ese punto el tomo se centra por completo en el trabajo de Ochanomizu y Tenma para crear el diseño del A-107, al que le van a incorporar un nuevo elemento llamado “sensor de muones en U”, aunque Ochanomizu se empeña en llamarlo bumerán. Surge una discusión entre los dos amigos en el que Tenma se queja de que su compañero siempre modifica los nombres que el da a las creaciones para ponerles uno más cercano, más humano, debido a la diferente visión que tienen de su trabajo: el crear una herramienta perfecta enfrentado a crear al amigo perfecto. La discusión se zanja en el taller con la aportación al diseño de Ran, la hermana de Ochanomizu. En estas aparece en el taller la mismísima doctora Roro, para disculparse por el ataque de sus Mars en la isla, argumentando que era una prueba controlada para estimar hasta que punto Six y su Bewusstsein habían desarrollado la capacidad de proteger a otras personas sin necesidad de recibir una orden o llevar programación que le impulse a ello.

Atom_Beginning_4_Mars

Ochanomizu explica aquí el principio fundamental del sistema Bewusstsein, que se basa en darle a la IA la capacidad de tener consciencia de sí mismo, lo que provoca que por extensión logre tener consciencia de que existen otros, con los que tiende a buscar coordinación y desarrolla unos vínculos que le incitan de manera natural a protegerlos. Roro se mofa de esta teoría y del empeño de Ochanomizu de considerar las transmisiones de datos entre robots como conversación, pues para ella no es más que una manera de crackear al rival, introducirle un virus, un código, que altere sus funciones. Ochanomizu monta en cólera antes esto y se recrudece el debate sobre si considerar a las IA’s de alto nivel como un ente con personalidad o un mero objeto.

Finalmente Roro abandona el taller y Ochanomizu y Tenma vuelven a centrarse en el diseño de su próxima creación, de nombre Yuran. Sin embargo, y aunque no lo dice en alto, Motoko se ha cruzado con Roro al salir esta, y ha notado algo raro en ella, algo que le resulta extrañamente familiar… El tomo concluye con la reaparición del conde Bremner, uno de los personajes más descacharrantes de la historia, que planea presentarse con su robot North a un campeonato de robolucha en el que también participará una empresa que sonará a los lectores de Astroboy y Pluto: Heracles.

Atom_Beginning_4_Saruta

Así concluye este cuarto tomo de Atom: The Beginning, que de nuevo vuelve a mezclar esos temas filosóficos y metafísicos que se vinculan con la creación de una IA más cercana a lo humano con unos combates que nos aportan unas geniales escenas de acción, quizá algunas de las más espectaculares de la serie hasta el momento. La capacidad de Masami Yûki a la hora de utilizar esos momentos de pelea para seguir hilando detalles de la trama y aportar un contexto rico y complejo sin perder un ápice de dinamismo y efectismo es encomiable, y hace que pese a que algunos de los temas a tratar puedan parecer densos, todo sea más llevadero y la lectura sea fácil y comprensible. Se puede considerar este manga como “científico” en el sentido de que argumentalmente no hace más que lanzar al lector tesis y postulados y apoya su argumentación con ejemplo no solo narrativos, sino también prácticos, visuales. Un ejemplo es esa teoría del zombi filosófico, que postula la aparición de seres similares al ser humano, ya sea en lo biológico o en su comportamiento, pero que carecen de consciencia propia. Son capaces de aprender de su interacción con su entorno o gracias a aportaciones de sus creadores, pero son entes meramente objetivos, que reaccionan a los estímulos como un ser humano actuaría normalmente, pero sin la subjetividad que da el sentir aquello que te hace reaccionar. Por ejemplo, Iván repite constantemente que no quiere sentirse solo, pero no siente esa soledad, como si le pasaba a Six, lo que provoca que tengan reacciones finales distintas (parar o no de luchar, sentir miedo…) más allá de que la reacción superficial e inicial haya sido similar.

Sin embargo, y aunque la teoría del zombi filosófico esté relacionada únicamente con robots por nuestra prepotencia al considerar nuestra consciencia como superior al resto de las que hay entre seres, ya sean vivos o artificiales, la situación que mueve a Iván a comportarse así guarda también relación con el comportamiento humano, en el sentido de que la IA no para de repetir las palabras y ordenes que sus creadores le han inculcado. Algo que podemos extrapolar en el humano con el aprendizaje que realizamos en nuestra infancia. ¿Decimos y actuamos como lo hacemos por la subjetividad de nuestra consciencia y nuestro albedrío, o estamos también limitados, como las IA’s, por aquello que nos enseñan e “introducen” en nuestro sistema nuestros padres, familiares, profesores o amigos? Al final, como un robot, todos nacemos y nos es dado un lenguaje para comunicarnos y comprender/dar órdenes, unas pautas de comportamiento para reaccionar ante los estímulos, unas limitaciones sociales a este comportamiento aunque nuestra consciencia nos empuje en otra dirección… Y es que la creación de robots, entendida como se vislumbra en Atom: The beginning, no es tan alejada de la “creación” de un ser humano, y no deja de ser el intento de la humanidad de desarrollar un ser humano sin fallas y sin límites ni cortapisas, un organismo artificial que se comporte como nosotros pero sin limitaciones ni errores. El problema viene cuando eso se logra, cuando se consigue un ente perfecto y libre, ya que si no nos obedece o no falla nos causa rechazo como humano, lo aleja de nosotros. Porque un humano sin fallos y que actúa libremente es lo menos humano que hay. Y sin embargo aquí surge otro problema, como apunta la doctora Roro en el volumen: ¿la autonomía es algo que surge de manera innata a partir de la consciencia? ¿Si creamos un robot totalmente autónomo realmente lo es, o estamos coartando esa libertad de base, al crearle así, sin la posibilidad de decidir si quiere ser o no libre?

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En ese sentido anterior, en el tema del lenguaje humano/programación, también se dan algunos postulados en este cuarto tomo, con la importancia de las palabras como elementos de poder. Esto es algo que ya se ha visto en otras obras culturales, como por ejemplo en la Crónica del asesino de reyes de Patrick Rothfuss. Ochanomizu es en este manga la viva imagen del idealismo o conceptualismo, la forma de pensar que afirma que las ideas o conceptos son las que definen la existencia y la forma de ser de las cosas. Es decir, algo no existe hasta que le dotamos de esa existencia, y el dar un nombre a ese algo es una de las formas más fehacientes de reconocer que es y cómo es. El nombre aporta presencia y volumen a entes y objetos y define la manera en que tratamos a ese otro. Si usamos un apelativo cariñoso y familar para alguien o algo, nos será cercano; si por el contrario ponemos un nombre frío y objetivo, el trato será más distante; y si ya usamos referencias peyorativas o discriminatorias, rebajaremos a esa persona u objeto. Sin embargo, en el manga también se trata la concepción de las palabras y la comunicación de manera distinta, según sea entre humanos o entre IA’s. En un caso, si una persona convence a otro de algo a través de su labia y argumentos, lo llamamos persuasión; si por el contrario lo hace una máquina mediante un lenguaje de programación, una línea de código, lo llamamos contagio, virus, crackeo, hackeo… Cuando la realidad nos muestra que, objetivamente, ambas reacciones e intermisiones en un sistema que no es el nuestro se consiguen de la misma forma, introduciendo elementos en el otro mediante un lenguaje que nos permita persuadirle de hacer lo que queramos.

En definitiva, este tomo de Atom vuelve a llevarnos por esos derroteros metafísicos que nos pueden llegar a hacer pensar bastante si nos interesan estos temas. Sin embargo, el manga también piensa en aquellos que no quieren demasiados quebraderos de cabeza en ese sentido, y utiliza una narrativa fluida, que deja caer esos temas y los explica mediante las acciones y la construcción y desarrollo de los personajes, y lo adereza con momentos más relajados, cómicos o de acción pura y dura, sopesando bien los tonos y consiguiendo un gran ritmo. Con esto se consigue una complejidad argumental adecuada, ya que la simpleza de la trama más shônen se compensa con la densidad de la parte seinen, sin que ninguna de las dos partes llegue a su extremo. No obstante, en algunos casos sí que empieza a entreverse algo de repetitividad en ciertos esquemas y algunas acciones o sucesos que pretenden aportar misterio o suspense me parecen bastante previsibles. Pero en general, a nivel de guión, estamos ante una obra bastante sólida, que da lo que promete y que aporta una serie de referencias deliciosas a la obra de la que es precuela, Astroboy, y los elementos necesarios para satisfacer a todo lector que guste de la ciencia ficción y la robótica en el manga.

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Donde más brilla, una vez más, este tomo, es en el apartado artístico y en el diseño, con un nivel de detalle y cuidado en su trabajo por parte de Tetsuro Kasahara que asombra, con gran cantidad de documentación para ser preciso tanto en la parte relacionada con la robótica y la ingeniería como para realizar las oportunas referencias a la obra de Tezuka. En este caso, ese homenaje se rinde con la aparición de Iván, el robot ruso, que hace referencia a la unidad que aparece en el episodio de Iván el tonto de Astroboy, un robot que habitaba en la superficie lunar (el sueño que tiene el Iván de Atom, llegar a la luna) y que está a su vez basado en un cuento del folclore ruso. En cuanto al dibujo y la composición, aunque Kasahara no hace grandes alardes ni revoluciones en la división de viñetas y su reparto por las páginas, si encontramos un gran valor en los diferentes usos de planos, que ayudan a dar dinamismo a la acción, rápida pero comprensible, así como el uso de las luces y sombras para aportar efectismo. Veo un gran trabajo también a la hora de conseguir que los robots transmitan sentimientos y expresiones con sus posturas o con el uso de la tinta sobre ellos, ya que facialmente no tienen ningún tipo de expresividad de apoyo como ocurre con los personajes humanos. Y por último mencionar la delicia que supone que el trabajo de dibujo sea tan artesanal, tanto en personajes como en fondos, con pocas posibilidades de encontrar una línea perfectamente recta o una trama o sombreado excesivamente artificial. Se nota que Kasahara quiere controlar cada detalle del dibujo personalmente y eso se nota en la elevada calidad final.

  Edición original: Atom: The Beginning VOL.4 (アトム ザ・ビギニング), Shogakukan 2016. Edición nacional/ España: Milky Way Ediciones 2017. Guión: Masami Yūki y Macoto Tezka (supervisión). Dibujo: Tetsuro Kasahara. Traducción: Marc Bernabé. Formato: Tomo manga rústica con sobrecubierta 196 páginas. Precio: 8,50€.   Temas filosóficos y metafísicos, peleas de robots con…

Valoración Final

Guión - 8.5
Dibujo - 8
Interés - 8.5

8.3

Otro notable tomo de Atom: The Beginning, que incide en la filosofía y metafísica que vincula la creación de un robot con la vida humana, pero con una narrativa fluida que se apoya en componentes del shônen y la comedia nipona. Todo ello con un excelente apartado gráfico.

Vosotros puntuáis: 7.8 ( 1 votos)
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