Las periodicidades, y especialmente, las esperas que generan para aquellos que seguimos una serie de cómic, son las mayores enemigas del lector. Sobre todo si son totalmente inesperadas y por causas ajenas al desarrollo habitual de la obra. Desde el pasado mes de diciembre de 2017 no podíamos echarle el guante a
Antes de arrancar como tal, hay que arrojar algo de luz al hecho que ha provocado que hayamos estado más de medio año en el dique seco de las aventuras y desventuras de Tenma, Ochanomizu, Six y compañía. Y en esta ocasión hay que “echarle la culpa” al sistema de licencias de cómic japoneses, las exigencias editoriales y el copyright. Como muchos sabréis, y otros no tanto, a la hora de adquirir la posibilidad de editar un manga fuera de las fronteras niponas, las editoriales extranjeras (española en el caso de Milky Way) tienen que enfrentarse a diversas exigencias de todo tipo, ya que los nipones en muchas ocasiones no ponen nada fácil la salida al mundo de algunas de sus obras, por exitosas que sean. Problemas con el formato elegido, necesidad de aprobar una traducción exacta del título, tipografías, portadas… Las editoriales encuentran mil y un escollos, coste monetario aparte, a la hora de adquirir licencias y poder publicarlas en nuestro país. En el caso que nos atañe, la editorial Shogakukan es la propietaria de los derechos de Atom: The Beginning, y, como en otros muchos mangas, tuvo a bien vender dichos derechos en lotes. Es decir, Milky Way tuvo la posibilidad de adquirir el permiso para publicar hasta el tomo número 5 de la serie y tuvo que negociar de nuevo con la casa madre para continuar con el resto. Esa negociación y ciertos problemas con el copyright derivados de la misma es la que ha provocado el retraso de la llegada del tomo 6, que finalmente llegó a buen puerto antes de comenzar el verano. Por fortuna, la publicación original no ha avanzado mucho en este tiempo y la serie continúa abierta con 8 volúmenes en el mercado. Veo importante mencionar estos detalles, estas dificultades a la hora de obtener licencias y poner en nuestras estanterías las ediciones tal y como quieren las editoriales españolas, para que valoremos un poco más el enorme trabajo que se lleva a cabo, y la enorme suerte que tenemos actualmente de recibir tanto material y de tantísima calidad.
Cuestiones técnicas aparte, lo cierto que es había unas ganas tremendas de seguir leyendo esta gran historia que por el momento tenía todo lo que los aficionados de la ciencia ficción, el mundo mecha y los “intensitos” de la metafísica podíamos pedir. Podéis leer la reseña del tomo 5 para refrescar la memoria sobre el punto en que dejamos esta serie de artículos, pero grosso modo podemos decir que en diciembre del pasado año nos quedamos a las puertas de un nuevo arco marcado sobre todo por el protagonismo que recibió Yuran/A-107, la nueva creación del Laboratorio 7 dirigido por Tenma y Ochanomizu. Tras las diversas crisis existenciales de Six y las dudas de sus creadores acerca del funcionamiento de su versión del Sistema Bewusstsein que configura su IA, los dos muchachos deciden utilizar a Yuran en la World Robot Battling, una competición de robótica dotada de gran prestigio internacional y por cuya participación han sido dotados de un gran presupuesto por parte de la Universidad, lo que hace que el Laboratorio 7 necesite demostrar más que nunca.
Sin embargo, nada más llegar a tierras australianas, lugar donde se celebra el evento, la realidad oculta comienza a salpicar a la cara en el lector, y lo que en un primer momento podría parecer una loable iniciativa para promover el crecimiento tecnológico y la investigación universitaria, así como la cooperación internacional, es en realidad un escaparate para la creación y venta de robótica destinada a fines bélicos, el principal motor de la economía mundial en el contexto temporal en el que se sitúa nuestra historia. De este modo vemos que todos los participantes están más enfocados a la potencia y capacidad de ataque y defensa que a la inteligencia artificial y a las aplicaciones de valor para la humanidad, salvo el caso de Yuran, que es un híbrido entre ambos campos. Esto le conferirá una ventaja especial a la hora de participar en la competición, ya que esta va a ser sutilmente diferente al clásico combate entre mechas al que estábamos acostumbrados hasta ahora.
En su defecto, en este sexto tomo nos encontramos ante una modalidad muy de moda actualmente gracias al mundo de los videojuegos: una battle royale. En una battle royale, los 100 participantes (pueden ser más o menos, pero esta cifra redonda suele ser la más común) pelean hasta ser el último en pie. En el caso de la World Robot Battling no es algo tan extremo, aunque el objetivo final sigue siendo ser el que prevalezca a los demás. Pero en lugar de a tortazo limpio, la idea es que los robots partan en una especie de carrera desde la línea de salida hasta una zona delimitada en la que hay una serie de testigos que se tienen que recoger y retornar al inicio, sumando con ello puntos. Comienza habiendo 10 testigos y en las 10 rondas que dura la prueba, el número de testigos se va reduciendo hasta que en la última solo hay uno. Todo esto parece pan comido para Yuran, ya que gracias a su potencia es capaz de ser la primera en llegar a la zona delimitada y con su inteligencia es capaz de elaborar mejores estrategias que sus rivales, llegando incluso a ir “de sobrada” al sentirse superior a los demás.
Sin embargo todo cambia a partir del segundo relevo, cuando los participantes que ya cuentan con un testigo en su haber (entre los que se encuentran, aparte de Yuran, Mars (robot de la Dra. Roro), North (del Conde Bremner) o una versión mejorada del Ivan ruso) cuentan con un retraso inicial de 30 segundos en la salida. Esto hace que a la llegada de Yuran a la zona de los testigos se vea inmersa en una batalla campal con los demás participantes, a los que en principio parece derrotar con bastante suficiencia, pero contras los que finalmente sufre un gran contratiempo: el Sistema Bewusstsein que le había conferido ventaja hasta ahora, se convierte en un hándicap. Y es que Tenma y Ochanomizu habían incluido variaciones en las variables de este, concediéndole a Yuran la posibilidad de odiar y temer, algo que pensaban que le conferiría una ventaja competitiva única. La realidad es que, como cualquier joven que se enfrenta a la presión de un evento de esa magnitud, el miedo a morir y la necesidad de ser mejor que los demás hace que su voluntad se rompa, y quede tirada en el suelo a merced de sus rivales, llorando y suplicando ayuda a su “hermano” Six.
Six, como suele ser habitual en él, corre raudo en ayuda de Yuran, pese a las diferencias que surgieron entre ellos en el tomo anterior, solo para que descubramos que Tenma ha sido previsor y le ha instalado un dispositivo de detención de emergencia que solo puede activar y desactivar él. Esto provoca una reacción inesperada en Yuran, que al ver como Six no acude en su ayuda cuando sí lo hizo con otros robots que no conocía de nada desata un odio desmedido que obliga a actuar a las fuerzas de seguridad del evento. La cosa se va de las manos a la organización, que se ven obligados a recurrir a la tropa de robots Balt de la empresa Heracles, mientras el público es evacuado con emergencia ante el peligro que suponen una serie de robots militares descontrolados.
Sin embargo nuestros protagonistas se ven atrapados en mitad de la línea de fuego. Tenma corre a buscar a la desaparecida Dra. Roro solo para encontrase con Hoshie, la nieta del profesor Saruta, que también parece haberse esfumado; Ochanomizu entra en pánico buscando a Tenma para que vuelva a activar a Six, pero por el camino sufre un choque con la Dra. Roro que nos hace descubrir su secreto oculto que cambiará, sin duda, ese arco argumental por completo; y Ran y Motoko, que comienzan a trabajar contrarreloj para conseguir que Six vuelva a estar operativo y salve el día. Todo ello con el contratiempo final que les proporciona la propia Dra. Roro, ordenando a su Mars destruir por completo a una desbocada Yuran.
Este sexto volumen ha hecho que el retorno de Atom: The Beginning llegue con más fuerza que nunca. Como habréis podido observar o intuir en el argumento del mismo, creo que este es el tomo más puramente shônen de los que han llegado hasta ahora, con elementos muy ochenteros y noventeros que giran en torno a ese gran torneo de robots que se disputa durante los cinco capítulos que completan el índice. El hecho de recurrir a un torneo de estas características y el enclave elegido para ello, en ese entorno desértico, junto con algunos elementos como el comentarista, algunos protagonistas entre el público observando el evento al mismo tiempo que los demás están en la arena, con pensamientos e interacciones aisladas entre ellos… Todos estos elementos evocan inevitablemente al manga en el que casi todos pensamos cuando oímos la palabra “torneo”: Dragon Ball. Y la verdad es que el planteamiento y el ritmo narrativo de este tomo son muy similares a lo que podemos observar en esos arcos del cómic de Toriyama, incluidas ciertas situaciones cómicas entre algunos personajes.
Creo que le ha sentado muy bien a este tomo el hecho de rebajar el contenido metafísico y filosófico, y esas continuas preguntas sin respuesta que se iban realizando alrededor del tema de la inteligencia artificial, el qué significa ser humano, el corazón, la mente, etc… Por el contrario, este tomo, salvo algunas pinceladas que comentaré a continuación, se centra exclusivamente en la acción, y no tenemos para nada una trama densa. Hay ciertos elementos de ancla que sirven para dar continuidad a arcos argumentales ya abiertos, pero el grueso de la narrativa, el gran foco, está puesto sobre Yuran y su participación en esa battle royale robótica que termina por irse de las manos. Por ello, encontramos una lectura muy fluida, muy rápida y ágil, con grandes momentos de acción y unas escenas donde prima la habilidad de Kasahara para dominar la narrativa visual y el dinamismo en la transición de viñetas.
La única mención que podemos lanzar en este volumen acerca de los profundos temas sobre los que suele girar la obra sucede en el momento en que Tenma desactiva a Six y Ochanomizu le echa en cara que les den autonomía y libertad a las creaciones para luego restringir sus acciones a aquellas que le vienen bien a él. Una frase que, al igual que en el tomo anterior con la relación fraternal de Yuran y Six, nos lleva a meditar sobre la idea de familia y educación de la descendencia, siendo en este caso Tenma el que representa la figura del padre que educa a su hijo en la importancia de ser libre y actuar de acuerdo a unos valores, hecho que luego limita cuando el niño hace algo que no le gusta. O incluso, yendo un poco más allá y tocando ese aspecto teológico que la obra presenta con el hecho de estos inventores que juegan a ser dioses creando vida y conciencia, esa relación tan típica en la teología entre un Dios que nos concede el libre albedrío, para luego limitarlo con una serie de normas y mandamientos. Varias líneas de pensamiento para aquellos que quieran ir un poco más allá de lo que aparenta en el argumento, pero que en este tomo no dejan de ser más que granos de arena en un desierto de acción.
Los guiños al Astroboy original siguen presentes, destacando sobre todo la presencia del robot YGER (BTR), que aparecía en la serie original de Astroboy en el capítulo Su alteza DeadCross, y el descubrimiento de que Tom, el gato robótico de Ran, está basado en el personaje de Atom Cat, creación también del maestro Tezuka. Menciones específicas aparte, hay que señalar el gran trabajo de ambos autores a la hora de no solo tomar como referencias fidedignas elementos muy concretos de la obra original, sino de ser capaz de incluir en su propio contexto sin despeinarse, sintiéndose a la vez parte original de esta nueva historia, pero sin perder esa conexión con el pasado. La habilidad de Yūki y Kasahara, con la supervisión de Macoto Tezka, está siendo intachable, y todo un ejemplo a seguir a la hora de presentar o traer obras clásicas a los tiempos contemporáneos.
Por otro lado, uno de los elementos más importantes en un volumen con tantísima acción es el apartado artístico, y una vez más Kasahara cumple con creces. No solo en los espectaculares diseños y en su manera de disponerlos por las páginas, sino especialmente es su capacidad para dotar de un movimiento natural a sus creaciones, de una personalidad y expresividad muy característica pese a estar hablando de creaciones robóticas que en muchas ocasiones solo tienen rasgos faciales que se intuyen o que surgen por una suerte de pareidolia. Se puede apreciar su trabajo artesanal en cada viñeta y en cada línea, y su mimo por cuidar los detalles. El tratamiento que da a los fondos deja caer un gran esfuerzo y dedicación por crear unas escenas vivas y llenas, ya que por vacía que este la viñeta en sí, siempre es capaz de añadir unas líneas, un par de personajes terciarios, un efecto o una textura que le otorga otro nivel. Y ni que decir tiene que el desempeño en las escenas de acción es también más que correcto, consiguiendo una sólida facilidad de seguimiento gracias al uso de unas líneas cinéticas nada exageradas, naturales y fundidas con la escena.
Atom: The Beginning vuelve con más fuerza que nunca, en uno de sus tomos más relajados y centrados en el aspecto shônen de la obra de los que hemos leído hasta ahora, perfecto para una buena lectura veraniega, gracias al dinamismo y la rapidez de lectura que consigue. Un volumen en el que destaca sobre todo el buen hacer de Kasahara a la hora de componer escenas de acción y que supone una alegría por ver de vuelta una obra de esta calidad tras más de medio año sin disfrutarla, y que sirve de tentempié para el séptimo tomo que se encuentra ya a la vuelta de la esquina.
Valoración Final
Guión - 8
Dibujo - 8.5
Interés - 8.5
8.3
Regresa Atom: The Beginning y vuelve con más frescura que nunca. Un sexto tomo que deja de lado los contenidos más metafísicos de su historia para centrarse en el shônen y la ciencia ficción robótica pura y dura.