Atomic Robo presenta Aventuras Científicas Reales

 

Guión: Brian Clevinger
Dibujo: Scott Wegener
Edición España: Norma Editorial (2014)
Contiene: Atomic Robo Real Science Adventures Nº 1-6 USA y Atomic Robo Free Comic Book Day 2012 (Red 5 Comics, 2012)
Formato: Tomo Rústica de 136 páginas
Precio: 15,00 €
Valoración:

 

El cómic de aventuras ha sido siempre la amalgama seminal de la que han partido muchas historias y relatos, un género de géneros que parece encontrar su primer gran referente a finales de los años veinte del pasado siglo, concretamente en 1929, cuando la compañía United Feature Syndicate comenzó a publicar en las páginas de sus diarios Tarzán de los Monos, una adaptación del popular personaje creado por el escritor estadounidense Edgar Rice Burroughs en 1912 que sería dibujada y trasladada a las viñetas por el no menos mítico Harold Foster. El éxito de la propuesta daría frutos inmediatamente haciéndose eco de un tipo de literatura calificada comúnmente de escapista que se adaptaba con toda naturalidad a las posibilidades del cómic, creando sus propios héroes y aventureros, protagonistas de historias inspiradas, primeramente, como comentaría el teórico valenciano Pedro Porcel, en las novelas de aventuras y los relatos folletinescos del siglo XIX realizados por autores hoy clásicos como Alexandre Dumas, Julio Verne, Emilio Salgari o Robert Louis Stevenson. De forma paralela, al mismo tiempo que el lenguaje cinematográfico se desarrollaba y el cine de género nacía, el celuloide se acabó convirtiendo en sí mismo en otra gran influencia para el cómic de aventuras, en particular y, también, en general, para la historieta. De alguna manera, el cine y el cómic han vivido una recíproca historia de amor, más o menos consciente o apasionada a lo largo de las décadas, tomando el primero la base de la viñeta como punto de partida para su magia y dejándose embelesar el segundo por la narrativa y la fuerza visual de la gran pantalla.

En las convenciones clásicas del género de aventuras, en su vertiente más pura, hay unas características que normalmente han tendido a perpetuarse en este tipo de historias, la figura del aventurero, casi siempre ligada, aunque con excepciones, a profesiones liberales relacionadas con la ciencia, la medicina o el periodismo; la acción y el suspense de sus hazañas situadas normalmente en escenarios exóticos y sorprendentes; y, por último, un sentido de la maravilla, con una tendencia realista en sus planteamientos de partida aunque no rigurosamente científico ni ajeno a posibles componentes e ingredientes fantásticos. En ese sentido, el Atomic Robo del guionista Brian Clevinger y el dibujante Scott Wegener se adapta muy bien a este tipo de convenciones y premisas, aunque añade al conjunto el amor por la ciencia ficción y la historia de sus autores y unas buenas y surrealistas dosis de humor y parodia, aunque nada desmitificadoras, más bien tributo y homenaje a un tipo de historias que parecían haber caído en desgracia durante esa etapa oscura que fueron los años noventa. En la actualidad, el resurgimiento de este tipo de obra se ha enraizado como nunca en la dialéctica de género, en el cómic de superhéroes, en las historias de misterio y terror, incluso en los relatos de corte negro, siendo su faceta más pura residual, recuperada ya para las nuevas (o viejas) generaciones en el Tom Strong de Alan Moore y el Hellboy del gran Mike Mignola.

El presente Atomic Robo de Brian Clevinger y Scott Wegener podría ser considerado el hijo bastardo de estas obras pero sería terriblemente injusto mantener dicho argumento sin molestarnos en arañar la superficie de esta propuesta porque las raíces de este cómic son más largas, profundas y sólidas de lo que puede dar a entender su sano y ligero sentido de la aventura repleto de intriga, emoción y ciencia. Esto lo hemos podido comprobar en las anteriores miniseries y tomos recopilatorios con las historias de este simpático, entrañable y algo pedante personaje metálico: Atomic Robo y los Científicos de Acción de Tesladyne, Atomic Robo y Los Perros de la Guerra, Atomic Robo y la Sombra de Más Allá del Tiempo, Atomic Robo y Otras Rarezas, Atomic Robo y El Letal Arte de la Ciencia y Atomic Robo y El Fantasma de la Estación X. La última entrega del único robot con «inteligencia automática» de la historia, concebido por la fabulosa mente del inventor y físico de origen serbio Nikola Tesla, lleva por título Atomic Robo presenta Aventuras Científicas Reales, en un claro homenaje, también evidente en las estupendas portadas de Scott Wegener, a las embrionarias publicaciones pulp tan habituales desde principios y hasta mediados de la pasada centuria. En este tomo no tenemos un relato unitario sino una colección de historias cortas guionizadas por Brian Clevinger con los lápices de diversos artistas y colaboradores invitados.

Los seguidores de las andanzas de Atomic Robo ya están acostumbrados a este tipo de historias, siendo conscientes de la irregularidad de los mismas, aunque en este recopilatorio los diversos relatos tienen como temática común el pasado del personaje narrándonos pasajes y vivencias desconocidas, remitiéndonos a sucesos ya conocidos o incluso zanjando aventuras anteriores e insinuando tramas venideras. Entre estos relatos cortos tenemos Blup, dibujada por Paul Maybury, en la que conocemos una investigación realizada por Atomic Robo en 1997 en el Océano Pacífico; La Ciudad de las Calaveras, en la que Chris Houghton ofrece sus lápices para contarnos la lucha de nuestro protagonista contra un mal recuerdo de la Guerra Fría; El proyecto Dédalo, un brevísimo relato de acción con el arte de Zack Finfrock; Cazadores de Monstruos, en base al trazo de Rob Reilly, en la que Atomic Robo requiere la ayuda de unos mercenarios para cazar un monstruo; La división científica más perfecta y Érase una vez en China, con Xevi Benítez y Jim Clark respectivamente, en dos historias ambientadas en la República Popular China; El Experimento Filadelfia de Erica Henderson que narra un peligroso ensayo electrogravítico; La Edad Oscura en la que Zack Finfrock nos presenta la reflexión de Brian Clevinger sobre los cómics de los noventa; o La venganza del Dr. Dinosaur de Yuko Ota y cuyo ilustrativo título habla por sí mismo.

Las historias más interesantes y curiosas de este recopilatorio también son casualmente las más extensas, este es el caso de, por ejemplo, La aerogoleta eléctrica de Tesla, un relato spin-off de Atomic Robo que cuenta con el colorido y animado dibujo de Gurihiru, una aventura situada en 1985 cuando el fantástico Nikola Tesla decide formar parte de un atípico grupo de aventureros y héroes compuesto por George Westinghouse, Charles Fort, Annie Oakley, Wong Kei-Ying, Winfield Scott Lovecraft y Harry Houdini que se hacen llamar Los Centuriones de la Ciencia y viajan a bordo de El Espíritu Intrépido. Por otro lado tenemos Dragón volador metálico, en la que mediante los lápices de John Broglia conocemos como en 1970 Atomic Robo se convirtió en el mejor alumno del mítico Bruce Lee, y Matar a un Gorrión, con el arte de Ryan Cody, situada en 1944, en la Francia ocupada por los alemanes, cuando Virginia Hall, la más peligrosa de las espías aliadas, y El Gorrión, la más peligrosa de los soldados de élite aliados, unen fuerzas para ayudar a la resistencia del país y derrotar definitivamente a los nazis. Por último, en este Atomic Robo presenta Aventuras Científicas Reales, encontramos incluido el Free Comic Book Day 2012, con Scott Wegener recuperando el mando en el apartado gráfico para encargarse del esperado regreso del villano de villanos de la serie, el Dr. Dinosaur, en su nueva tentativa por hacer la vida imposible a Atomic Robo.

Estas historias siguen manteniendo el espíritu de la cabecera concebida por Brian Clevinger y su compañero de juegos Scott Wegener pero hay que reconocer que por muy buena y bienintencionada que pueda ser esta propuesta de relatos cortos no resulta tan satisfactoria como nos gustaría o desearíamos, la mitología de Atomic Robo sigue creciendo en cada entrega pero sus mejores resultados suelen vislumbrarse habitualmente en sus grandes aventuras y de la mano de sus creadores originales. Por supuesto, está bien conocer las interpretaciones y visiones de otros autores, bien atados por los guiones de Brian Clevinger en todo momento, pero estamos ante un personaje relativamente joven que necesita de un mayor rodaje y aventuras tan mayúsculas e imaginativas como las que hemos podido leer en números precedentes porque es en esos momentos cuando Atomic Robo brilla con luz propia. No obstante, tampoco tenemos en Atomic Robo presenta Aventuras Científicas Reales una serie de relatos gratuitos, todos parecen tener su intención, o cuanto menos resultan simpáticos o curiosos, siguiendo sus autores su compromiso de no infravalorar o insultar la inteligencia de sus lectores. Para comprobar esto último sólo hay que tirar de enciclopedia y buscar la mayoría de personajes que hemos mencionado en esta misma reseña y aparecen en el presente tomo recopilatorio para descubrir la buena base de la propuesta de Brian Clevinger y Scott Wegener.

 Reseña de Atomic Robo y Los Científicos de Acción de Tesladyne de Brian Clevinger y Scott Wegener
 Reseña de Atomic Robo y Los Perros de la Guerra de Brian Clevinger y Scott Wegener
 Reseña de Atomic Robo y La Sombra de Más Allá del Tiempo de Brian Clevinger y Scott Wegener
  Reseña de Atomic Robo y Otras Rarezas de Brian Clevinger y Scott Wegener
 Reseña de Atomic Robo y El Letal Arte de la Ciencia de Brian Clevinger y Scott Wegener
 Reseña de Atomic Robo y El Fantasma de la Estación X de Brian Clevinger y Scott Wegener