Autores invitados HCCM’17 – Paul Gulacy

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Los días 10, 11 y 12 de noviembre en el Pabellón 5 de IFEMA (Feria de Madrid) se celebrará la primera edición de Héroes Comic Con Madrid, con cientos de actividades e invitados nacionales e internacionales en torno al mundo del cómic, la televisión, el cine o el cosplay, en toda una oferta amplia del mundo del entretenimiento para toda la familia. La lista de invitados internacionales del cómic es la mejor que ha habido en un Salón del cómic en Europa hasta la fecha. En (HCCM’17) se darán cita los siguientes autores internacionales: Frank Miller (invitado por ECC Ediciones y autor del cartel de esta edición), Bruce Timm, Fabian Nicieza, Paul Levitz, Paul Gulacy, Paul Renaud, Chelsea Cain, Kate Niemczyk, Phil Jimenez, Mark Brooks, Mark Chiarello, Brian Azzarello, Bill Sienkiewicz, Arthur Adams, Joyce Chin, Olivier Coipel, Kevin Maguire, Greg Rucka, Declan Shalvey y Jordie Bellaire (estos tres últimos invitados por Norma Editorial), así como los actores Ingvil Deila y Stefan Kapicic. Desde Zona Negativa queremos dedicarle una cobertura especial a HCCM’17 y para ello a modo de cuenta atrás os traeremos cada día hasta el comienzo del festival un análisis de la vida y obra de los autores internacionales invitados. Hoy es el día de… Paul Gulacy.

Paul Gulacy

Imaginemos que somos un chaval de Youngstown, Ohio, en plenos años sesenta. Acompañamos a nuestra madre al supermercado y tratamos de escabullirnos de nuestras obligaciones con respecto a la compra, embobados en el stand dedicado a las revistas de cómic. No son un elemento extraño, reconoces muchas de ellas, pero una te llama la atención por su impactante portada… Nick Fury, Agent Of S.H.I.E.L.D. El efecto llamada es inmediato, te dispones a abrir sus páginas y su interior es todavía más estimulante. Jim Steranko, lees en los créditos. Y desde ese momento decides que tu futuro en la vida es hacer esto mismo. Más o menos acabamos de narrar el cómo le llegó la vocación al protagonista de nuestra historia, el artista Paul Gulacy. Hemos seguido el desarrollo literal de lo que él mismo le contó a John B. Cook en el número siete de la revista Comic Book Artist. Sin lugar a dudas, una inspiradora visión la que le llevó a querer dedicar su vida al lápiz. Conozcamos un poco mejor al dibujante.

Gulacy, a la izquierda, junto a su ídolo, Steranko, en el centro

Paul Gulacy nace el 15 de agosto de 1953 en una pequeña ciudad del estado de Ohio. A pesar de ser de “provincias”, podríamos decir, pronto entabla contactos con paisanos que le van a ser muy valiosos. Lo primero y más importante es tener una formación, hecho que obtiene al licenciarse en The Art Institute of Pittsburgh. Rápidamente, se pone en contacto con otro vecino de Youngstown, Val Mayerik, que ya estaba colaborando en Marvel Comics. Mayerik se había formado en el taller de otro oriundo de Ohio, Dan Adkins, y le presenta a Gulacy. Será éste el que le oriente en el negocio; del tipo de dibujo que se estilaba en las dos majors americanas y le ponga en la senda del buen profesional, además de presentarle a su ídolo de juventud, el mismo Steranko en persona. Trabajando como el asistente de Adkins, y alentado por su entonces maestro, Paul decide enviar una muestra de seis páginas a Marvel Comics. Esa muestra podría haber acabado en el cubo de la basura como tantas otras, si no hubiera sido por Doug Moench, guionista con gran proyección en la editorial. El entonces director artístico, Marv Wolfman, no vio nada interesante en ellas. Pero Moench no paraba de alabar el talento para la narrativa del desconocido dibujante. Wolfman le comento a Doug que si tan bueno le parecía, le preparara una historia para probarlo. Resultado, Roy Thomas como editor jefe le emplazaba para un trabajo pagado en la compañía. Su primer encargo fue una historia corta, preparada por el ya citado Doug Moench, para el magazine de los vampiros, ya saben, Vampire Tales. Pasó el corte y pronto fueron llegando las primeras asignaciones: una historia protagonizada por Morbius en Adventure into Fear#20 o un fill in en Daredevil#108, todo ello datado en 1974. Fue ese mismo año su momento de eclosión, debido a una colección muy particular.

Hay que tener en cuenta que Paul era un recién llegado y agarraba cualquier encargo con algarabía. Roy Thomas le cita para hablarle de una serie en la que el artista titular, Jim Starlin, ha tenido que abandonar por otros proyectos. El título concreto era Shang-Chi, Master of Kung Fu. Gulacy conocía el fenómeno de las artes marciales que estaba asolando el país pero ni mucho menos era un experto. Su entrada como dibujante (Master Of Kung Fu#18) es un momento convulso, pues la exigencia era máxima debido a la fiebre por Bruce Lee y demás aspectos del Kung Fu. Otro dato relevante es que se sabía que el guionista titular, Steve Englehart, tampoco iba a durar mucho, por lo que Gulacy tuvo que lidiar con una marejada artística hasta la llegada de Doug Moench, tras la salida de Englehart y la espantada de Gerry Conway. Ambos conectaron desde el minuto uno; eran creadores entusiastas de la cultura pop surgidos en los setenta y tenían bastante en común, lo que sin duda les hacía la pareja perfecta. Moench introduce un fuerte componente reflexivo en la serie, una suerte de filosofía oriental que se asocia con el personaje; Gulacy consigue revolucionar la narrativa con su particular visión cinemática de la acción. Sin duda, se aprecia la influencia de Steranko, pero el dibujante sabe aportar aspectos de su propia cosecha, con unos impecables diseños de página que se convertirán en marca de la casa. Conseguirá introducir una visión muy cinematográfica, con unas composiciones que se inspiran en la cámara panorámica, estableciendo una división en paneles totalmente rompedora, al descomponer la acción en variadas partes. Cada viñeta de una página es parte de un collage mayor. Además, fue unos de los primeros dibujantes en el mainstream en proponer rostros populares para sus personajes de cómic. En su periplo conjunto, la colección se convierte en todo un referente, ganando distintos premios y totalmente consolidados en ventas. Pero la exigencia para el dibujante titular fue demasiada, a pesar de contar con variados episodios de relleno, para poder respirar. Llegado a un punto, un número tan redondo como Master of Kung Fu#50, decidió dar un paso atrás y continuar en otros proyectos menos asfixiantes. Todavía se mantendría unido a la serie, realizando de forma ocasional algunas portadas. Y en Marvel, trabajos puntuales como un número de la adaptación al cómic de The Logan Run (el #6, para ser concretos) y una colaboración en el western Rawhide Kid#147. Poca cosa para uno de los profesionales más demandados del momento.

La narrativa del dibujante explota en Shang-Chi, Master of Kung Fu

La razón para esa escasez de producción no provenía de la falta de interés de las editoriales en el artista. Gulacy ha comentado en alguna ocasión, en tono jocoso, que podía haber ganado mucho dinero siguiendo la estela de los superhéroes. Pero en realidad no era lo que le estimulaba. En una fecha tan temprana como 1978, decidió salirse la senda, que volvemos a reiterar, no era muy prometedora fuera de las dos grandes, Marvel y DC. Sea como fuere, su camino se cruzó con otro hijo de los setenta y escritor de talento, Don McGregor. Un guionista con mucho que ofrecer y bien cabreado con la industria. Tras su abrupto cese en Marvel Comics, decide buscar otra forma de publicar una idea que llevaba un tiempo barruntando, una versión afroamericana de un aventurero al estilo del que interpretaba Errol Flynn en las pantallas. Presentado en principio como nombre en código Dagger, luego reconvertido en Sabre, no consiguió una manera idónea para dar salida a sus aspiraciones. Pero esto sí era que era algo que ilusionaba a Gulacy, una idea original con un fuerte trasfondo, y se asoció a McGregor. Todo bien, muy idílico, pero seguían sin tener editorial donde publicar. Aquí entra en acción Dan Mullaney, un veterano aficionado que se lio la manta a la cabeza y fundó Eclipse Comics, una de las pioneras en los ochenta en el terreno que podemos calificar de independiente.

Sabre: Slow Fade of an Endangered Species es el título final de la obra, revelado en 1978, fecha de portada. Los autores utilizan los rudimentos de la ciencia ficción para narrar un futuro postapocalíptico donde enmarcar las peripecias de los héroes de la función. Pero los dos creadores no se quedaron en una visión superficial de ese futuro, sino que introdujeron un conflicto político, ya que este mundo está gobernado por un poder fascista encarnado por el malvado Overseer, en cuya oposición se sitúa nuestro afro protagonista. Para Paul representa un paso adelante en su evolución artística. Mucho mejor en la narrativa gráfica y mucho mejor en las composiciones de página. Nos hallamos ante uno de los grandes pináculos creativos de su carrera. Esta obra, más allá de su calado y fuerza artística intrínseca, es importante a nivel editorial. Su formato de publicación es el de Novela Gráfica, un par de meses antes de la salida a la luz de Contrato con Dios de Will Eisner. Se puede considerar la primera en el mercado americano, un espacio del que no sabían salir del típico comic-book. No solo eso, fue un producto distribuido exclusivamente a través de tiendas especializadas. Sin duda, un hito en la historia del tebeo norteamericano y Paul Gulacy tuvo mucho que decir en ello. Sabre tuvo una continuación en 1982, pero nuestro dibujante solo se hizo cargo de unos pocos números, teniendo que continuar sus pasos otros nombres como Billy Graham o José Ortíz

Sabre, aventuras postapocalípticas

A primeros de los años ochenta, Gulacy se decantó por la editorial Warren, en la que trabajó largo y tendido en un buen grupo de revistas, básicamente con la temática del horror por bandera: Eerie (Blood in Black Satin, de nuevo junto a Moench, es una pequeña historia que solo se puede catalogar de auténtica joya), Creepy o Warren Presents tienen representación de su arte. Siguió paseando su talento por todo tipo de independientes (AC Comics, Capital Comics, Dark Horse y, sobre todo, Eclipse), aunque no dudó en volver a trabajar para Marvel, eso sí, en revistas antológicas o para el sello Epic. Aquí volvió a unirse a su antiguo colega, Doug Moench, para dar forma a Six From Sirius (fecha de portada, 1984), una serie limitada donde se recuperaba el aroma a Master Of Kung Fu, solo que ahora la temática era la ciencia ficción, un género muy querido para el guionista. En principio, el bueno de Doug nos introduce en una guerra entre imperios pero no hay que ser muy avispado para ver que ese conflicto nos suena de algo. En este caso hacía referencia a la reciente Guerra de las Malvinas. Dos potencias enzarzadas en una batalla por un territorio de escaso valor. Además, como extra añadido, aporta el componente religioso. Intrigas políticas, cuestiones económicas, dilemas morales…todos los ingredientes apuntaban a una trama de corte adulto, mucho más de lo habitual en la casa madre, Marvel Comics. Gulacy en este caso utilizó el recurso de las viñetas de estilo pictórico, casi murales en papel, donde vemos desplegar toda la parafernalia pseudocientífica. Un recurso no tan habitual en el dibujante pero igualmente efectivo en cuanto a composición. La buena acogida del proyecto propició una continuación, apenas un año después.

Su reencuentro con Doug Moench fue muy provechoso y comenzaron una serie de colaboraciones, esta vez en DC Comics. Trabajaron mucho con Batman, con recordados arcos como Presa y Terror, o Forajidos. Los editores les dieron instrucciones para reintroducir en la mitología del Hombre Murcielago aspectos tan curiosos como el Batmobil o la Bat-Señal, cosa que Moench y Gulacy hicieron de la manera más creíble, dentro de que hablamos de un cómic basado en pura fantasía. Pero su más recordada aportación conjunta en la Distinguida Competencia no se trata de un tebeo de superhéroes, sino que hablamos de algo muy distinto, una colección conocida como Slash Maraud (fecha de portada, 1987-88). Una historia apocalíptica, con invasiones extraterrestres como leit motiv principal, en una obra cuyo tono y ambiciones sobrepasaba la media de lo que se publicaba en aquellos días. La cercanía con cierta década de infausto recuerdo hace que su estilo sea más bien chulesco, con el típico tipo duro como protagonista. Eso, unido a la clara estética que mezclaba las habituales pelis de acción de los ochenta con un entorno de invasiones extraterrestres, daba lugar a un arte muy particular.El artista volvió a su alabada narración gráfica de corte cinematográfico, añadiendo intrigantes diseños. Durante la década de los noventa mantuvo esa recién iniciada colaboración con DC, aunque casi sin salir del entorno de Bruce Wayne, exceptuando alguna cosa suelta en Green Lantern o en la JSA.

Paul Gulacy nunca fue un entusiasta del género del superhéroe. Por eso, llegado el momento, prefirió invertir su tiempo en licencias. Así, lo tenemos en los noventa como asiduo en adaptaciones de éxitos cinematográficos como Terminator, Predator o la misma Star Wars. También colaboró en Acclaim Comics, donde co-creo junto a Mike Baron la serie The Grackle in Double Cross, una cabecera de corte policiaco. Un intento de seguir la estela de megabombazos de aquellos días tales como Sin City o Balas Pérdidas. Baron monta una trama con todos los elementos típicos del noir, a saber, policias de moralidad dudosa, intereses políticos y hampones dispuestos a todo. El dibujante optó por ceñirse al dibujo en blanco y negro, que se ajusta muy bien a la temática, solo que en esta ocasión el trabajo del entintador, Charles Yoakum, es bastante importante pues decide jugar con las variantes de grises para lograr los diversos efectos. Por lo demás, las consabidas bondades en la narrativa gráfica de Gulacy se aprecian en toda su grandeza. Otras colaboraciones en ese sello serían Turok, Dinosaur Hunter, o Eternal Warrior, aportaciones mucho más convencionales que este proyecto, sin duda, de cariz más personal. Si algo ha marcado a Gulacy en su etapa de madurez es que siempre se ha asociado a títulos de corte oscuro, tal y como lo comentó a Ed Catto en una reciente entrevista en 2016: «ciertamente, no soy conocido por mi contribución al Capitán América«, haciendo referencia a esos personajes de raíz sombría, casi bichos raros, en sus propias palabras.

Interior de Slash Maraud

Conforme avanzamos en el tiempo su aportación al medio se va haciendo más esporádica. Solo acomete proyectos que le interesan per se, más allá del aspecto monetario. Como parte de su última producción podemos nombrar una combinación entre ciencia ficción y espías en S.C.I. Spy (publicado en 2002 bajo el paraguas de DC Comics) o una mini serie en la línea MAX de Master of Kung Fu, de nuevo junto a Doug Moench (fecha de portada, 2002). En 2007 se documenta una última colaboración con Marvel Comics al hacerse cargo de una limitada de cuatro números con miembros del Escuadrón Supremo, Hyperion vs. Nighthawk.En 2015, Dark Horse recuperó un comic-book publicado por Warren en los setenta, The Rook, cuyo principal motivo era seguir las peripecias de sus protagonistas en unos impresionantes viajes por el tiempo. Para su relanzamiento se pensó en la dupla creativa compuesta por Steven Grant, al guion, y Paul Gulacy, al dibujo. No cabe duda de que su ritmo de publicación ha descendido pero nuestro artista no ha dejado de trabajar durante estos años. Quién sabe si dentro de poco volveremos a deleitarnos con su creatividad en alguna de las dos grandes.

Este es, de una manera muy breve, el bagaje profesional de Paul Gulacy. Un dibujante que aportó tanto a la narrativa gráfica en los setenta, que nunca será bien ponderado; que supo conjuntar de una manera tan eficiente la idiosincrasia del cómic con los métodos narrativos del cine; y que no dudó en homenajear a los grandes el celuloide aportando reconocibles caras a sus personajes. Un artista que no se dejó engullir por las grandes compañías del comic-book y que trató de generarse un camino propio en la industria. Y sobre todo, es ese niño que siempre quiso ser Jim Steranko y al final consiguió el respeto merecido por ser Paul Gulacy. Y eso, señoras y señores, es algo digno de alabar.

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nenoskoda
nenoskoda
Lector
2 noviembre, 2017 19:41

Me parece una gran noticia!

Recuerdo que de crío no me gustaban sus números de de Shang Chi. La influencia de Steranko todavía era muy patente y para mí todo lo que se alejara un poco Buscema, Adams o Byrne me echaba para atrás.

lo redescubrí en la edición española de de Epic y en Creepy, pero sobre todo por sus impresionantes portadas para Aventuras Bizarras y el dibujo para esa serie de una historia protagonizada por la Viuda Negra con Michael Caine y Humprey Bogart de invitados especiales.

Desde entonces he conseguido casi todos sus trabajos para Marvel, DC, Dark Horse e independientes y, a pesar de un cierto estatismo cada vez más acentuado, es uno de los dibujantes americanos que más valoro.