Pasión. Venganza. Justicia. Filos acerados brillando bajo la luz de la luna. El orden y el caos tejiendo su danza de sombras. Avatares de una espada memorable/Partitura para un castillo caído es un libro de HIRATA Hiroshi que está embebido de todos estos elementos, y también de una extraña poética.
Hiroshi Hirata nació en Japón en 1937. Quedó huérfano muy joven, y se vio obligado a trabajar para mantener a sus hermanos. Al mismo tiempo, colaboraba con revistas underground sin recibir, por supuesto, ninguna remuneración. Esta situación se mantuvo durante muchos años, hasta que poco a poco comenzó a recibir encargos más «serios».
Hirata pertenece a la generación de la postguerra japonesa, esa que sufrió en la infancia la vergüenza de pertenecer a una nación orgullosa pero derrotada, y a la que pertenecían figuras como Yukio Mishima (admirador de Hirata) o Kazuo Koike, creador de El Lobo Solitario y su cachorro, tristemente fallecido hace unos días.
Hirata es considerado, junto a este último y Goseki Kojima, el fundador del gejika o manga para adultos. De hecho, su tratamiento gráfico y narrativo y el de Kojima es muy similar. Pero en lo que más se asemejan es en su manera de abordar la épica guerrera e histórica, una sensibilidad (por primera vez en la historia del manga) realista y madura. Herederos de Orestes, de Ford y Kurosawa, la venganza es un eje central en su producción literaria.
Este trío comparte también la pasión por la recreación histórica. Es absolutamente imposible no leer sus historias, y no sumergirse en la época en la que se ambiente su historia.
El Lobo Solitario y su cachorro y Satsuma Gaiden (la obra magna de Hiroshi Hirata) fueron los primeros mangas en llegar a Estados Unidos, de la mano de grandes revolucionarios de las formas y maneras narrativas como Frank Miller o Stan Sakai. Sencillamente, ya no existen autores como Hirata, Koike y Kojima.
Como ocurre con el comic americano y el europeo, la historia del manga está apuntalada con varios hitos memorables: Astro Boy, El Lobo Solitario y su cachorro, Akira, Dragon Ball, Death Note…y, como ocurre también con el comic americano y el europeo, la historia del manga cuenta con un buen número de obras seminales pero desconocidas. Es encomiable la labor que realizan algunas editoriales españolas por recuperar estos tesoros perdidos. La publicación de Avatares de una espada memorable y Partitura para un castillo caído por parte de ECC se encuadra dentro de esta dinámica.
Quizá sea apropiado que así sea, puesto que, como nos dice la contraportada de Orgullo de samurái (otra de las obras maestras del autor), “Hirata nos cuenta hazañas que la historia no registra, protagonizadas por hombres con alma de leyenda”.
Avatares de una espada memorable comienza con un grupo de soldados atacando a un hombre tullido y tuerto. El ataque es interrumpido por una princesa (que parece tener alguna relación con el tullido) y por un sensei que salva al hombre. Ya a salvo, el sensei pide al tullido que le cuente su historia.
La historia puede resultar un tanto sencilla, pero la épica que acompaña al relato junto con la empatía que se genera en el lector al contemplar a dos hombres que mantienen la integridad y la entereza a pesar de las injusticias que les atenazan justifica más que de sobra su lectura.
El apartado gráfico es simplemente divino. Hirata consigue transmitir más con cuatro trazos utilizados con inteligencia que la mayoría de dibujantes con cientos de páginas. La influencia de Hugo Pratt se deja sentir en las perfectas composiciones y en el magistral uso de la escala del plano.
La transición entre Avatares de una partitura memorable y Partitura para un castillo caído es como mínimo curiosa. En lugar de estar planteadas como dos historias independientes, una transición de dos páginas las conecta, como si de una pausa publicitaria se tratase. El propio autor aparece para invitar a los lectores a comer unas galletas mientras esperan. Lo más curioso es que esta interrupción no desentona para nada, situada como está en medio de páginas repletas de épica, acción y drama.
Partitura para un castillo caído es la mejor de las dos historias. Es una auténtica articulación de las ideas del autor acerca de la ley, la moralidad y la justicia. Es una auténtica articulación de las ideas del autor acerca de la ley, la moralidad y la justicia. Es una historia universal, que en esencia cuenta la caída en desgracia de un vasallo que toca una melodía prohibida con su caracola; una melodía que solo puede interpretarse cuando el castillo del señor ha caído en manos del enemigo, y que es por tanto un señal funesta.
Sorprende que una obra como Partitura para un castillo caído fuera dibujada en 1965, puesto que su narrativa no solo está a años luz de cualquier comic de su misma época, sí no también de cualquier obra que este ahora mismo en los anaqueles de las librerías.
El título de Partitura para un castillo caído es profético y metafórico. Al final de la historia, el protagonista trae la desgracia a su familia, a su castillo, a su señor feudal y a él mismo; pero nunca queda claro a quien considera Hirata culpable de la debacle. ¿Son las absurdas normas de una sociedad retrograda el origen de la decadencia o es el romántico protagonista el responsable del caos?
Son varios los factores que convierten a Hirata en un maestro en su arte. Su línea, en apariencia simple, trazada con pincel grueso permite deleitarse en los miles de detalles que componen sus viñetas: instantáneas construidas a partir de un arduo proceso de documentación histórica que se extiende, en ocasiones, a lo largo de años.
Esa atención al detalle también está presente en la construcción de la psicología de sus personajes. Una psicología que no excluye ningún detalle de lo que Hirata entiende como humanidad: amor, lealtad, odio, envidia, pasión y salvajismo. Un salvajismo que no impide a Hirata filtrar una curiosa y romántica lección en su obra: por muy salvaje que fuera la época de los samuráis, siempre será más humana que la que a nosotros nos ha tocado vivir.
Gracias por el artículo. Satsuma Gishiden (Gaiden?). Obrón maestrón. Si Koike/Kojima es el lirismo en el Japón feudal el maestro Hirata es la fisicidad, la pureza, el honor y la justicia. Es una suerte de Buscema/Alcalá en un sólo pincel, que resulta en auténticos grabados en viñetas de enorme fuerza y dinamismo. Recomendaría acercarse a sus obras consagradas antes de apreciar en su dimensión sus obras primeras
Hola, Albier Zot, gracias por el comentario. No se me había ocurrido la comparativa con Buscema pero tienes toda la razón.
Saludos.
Este tomo me gustó mucho. De hecho, es lo que he leído de Hirata que mas me ha gustado. Su dijo es muy bueno, pero sus guiones (sobre todo el de Satsuma) se me hacen aburridisimos