Edición España: Ediciones Alternativas – diciembre 2012
Guión: Daniel Camino, Sergio Arrocha, Nano Barbero, Juanan Rodríguez, Joel Pérez
Dibujo: Luis Suárez, Sergio Arrocha, Nano Barbero, Juanan Rodríguez, Joel Pérez, Víctor Arrocha, Vannin Ceruzzi, Kelly Nantes
Entintado: Luis Suárez, Sergio Arrocha, Nano Barbero, Joel Pérez, Víctor Arrocha, Vannin Ceruzzi, Axel Hernández, Kelly Nantes
Portada: S. D.
Precio: Tomo en tapa blanda
Los fanzines han sido desde siempre un medio de difusión del cómic y de fogueo de nuevos valores a tener en consideración. Con mucha ilusión y pocos medios un puñado de amigos con aficiones comunes deciden afrontar la aventura de lanzar una publicación que en la mayor parte de los casos suele acabar clasificada en el apartado “pecadillos de juventud” pero que en una pequeña proporción acaba siendo el prólogo de andanzas con un recorrido más largo. Después de varios años bien se puede etiquetar el catálogo del sello palmero Ediciones Alternativas dentro del segundo apartado, aunque lo cierto es que su evolución aún no ha concluido. Esta empresa lleva desde mediados de la década pasada publicando las inquietudes “viñetísticas” de jóvenes y menos jóvenes autores de la isla bonita, teniendo entre sus vehículos más destacados la serie Awara Comics.
La colección recoge en sus distintas entregas un conjunto de obras cortas que combinan ilustración, tebeo y relato corto y ha ido evolucionando desde el fanzine puro y duro de blanco y negro y grapa a un formato más profesional y cuidado, donde queda patente la labor de uno de sus valedores, el autor palmero Joel Pérez. En este octavo número encontramos a un precio razonable seis historias cortas y un mini-portafolio de ilustraciones donde lo primero que hay que destacar es la calidad de una edición que, no obstante, se ve empañada por la presencia de erratas tipográficas y faltas de ortografía que afean un tanto el resultado final, principalmente por ser del género de “no las vimos en todas las revisiones y nos saltaron a la cara en cuanto tuvimos la edición en las manos”.
Pasando a las distintas historias hay que destacar que, siendo cada una de su padre y de su madre, presentan en conjunto una sucesión de altibajos que hacen que la lectura se asemeje un poco al paseo por una montaña rusa. Trabajos de nivel netamente profesional aparecen junto a aportaciones de periódico colegial, como suele suceder con una publicación colectiva más pensada para dar rienda suelta a la creatividad de los autores de la comarca que a imponer unos estándares para la dura competencia en el sector.
Las llamas de Helam (Daniel Camino, Luis Suárez) es una historia de fantasía heroica / espada y brujería que los autores han adaptado a partir de una idea original de Eduardo Martín. Un espadachín cuyos rasgos evocan los de Conan de Cimmeria se enfrenta a una bestia salvaje en medio de un bosque nevado. El dibujo presenta un nivel que para nada desmerece al de otros autores que ya se decían en exclusiva al mundo del tebeo, pero la historia está más que manida. A destacar el magnífico trabajo del ilustrador Luis Suárez, cuyo estilo recuerda lejanamente al de Paul Grist.
Los pinifrikis ya no van al colegio (Joel Pérez) es un conjunto de tiras cortas de lo que se presenta como humor absurdo y acaba derivando en viñetas incomprensibles y con poca o ninguna gracia. En aquellos casos en los que el chiste puede ser captado se acaba uno encontrando con anécdotas que están un poco vistas. El dibujo emula un poco el estilo “super-deformed” de algunos manga y animes pero por el tamaño de reproducción resulta en algunas tiras un tanto confuso.
Mi dulce niña (Sergio Arrocha Lorenzo) es un intento de tebeo dibujado según la estética del manga que alberga una historia que pretende ser deprimente y amarga. El relato contiene un clásico desenlace inesperado / paradoja que, no siendo original, pretende dar un golpe de efecto que descoloque al lector. Sin embargo el nivel gráfico es muy bajo, pues los juegos de luces y sombras no ocultan ni de lejos las carencias de las que adolece la labor del ilustrador.
Apokaliptika (Juanan Rodríguez, Nano Barbero) es una historia de cuatro páginas en la que los autores vuelcan uno de los mitos / miedos recurrentes de su generación: el pánico a una guerra nuclear y sobre todo a sus consecuencias. El cómic plantea un final que puede considerarse tanto abierto como cerrado, en función de que el tándem responsable del mismo tenga interés en volver a él. En la parte gráfica queda patente la formación y la experiencia que destilan los que probablemente son los autores más veteranos de cuantos publican aquí, aunque la historia no es ningún prodigio de originalidad y traerá a la mente de los lectores unas cuantas parecidas provenientes del cine y la televisión.
Los insorructos (Víctor Arrocha, sobre una idea de Joel Pérez) es otra sucesión de tiras pretendidamente cómicas que se centran en las desventuras de Nahera, una universitaria recién titulada que busca trabajo. Un dibujo muy pobre refleja una sucesión de chistes que se mueven entre lo malo y lo gastado. La anécdota del JASP que acaba sirviendo hamburguesas ha sido objeto de traslación al campo de la tira desde que existen los periódicos universitarios y éstos decidieron albergar una sección de humor.
Träume (Joel Pérez, Vannin Ceruzzi) es el prólogo de una historia con “continuará” que presenta elementos de intriga hospitalaria. El Doctor Lev Geschlafen es un psicólogo especializado en psicoanálisis que es contratado en un gabinete especializado y recibe el encargo de tratar a tres pacientes de una edad aproximada a la suya. Desde un principio las cosas olerán mal. Una premisa interesante, buenas ilustraciones y una mala documentación en la que se confunde la Psicología con la Psiquiatría y se mete en danza esa práctica pseudocientífica conocida como psicoanálisis.
Pequeña galería (Kelly Nantes) es un conjunto de ilustraciones de corte erótico-festivo cuyo denominador común es la adaptación a dicho ambiente de las protagonistas de cuentos infantiles clásicos. El resultado es correcto pero hubiera mejorado mucho si las imágenes se hubieran reproducido en su color original o se hubieran elaborado pensando directamente en una publicación en tonos de gris. Además, el estilo no aporta nada que no se haya visto reiteradamente en el trabajo de infinidad de ilustradores que van desde Luis Royo a Victoria Francés. Imágenes un poco vistas para una idea muy vista.
Con su octava entrega Awara Comics ha alcanzado un punto en el cual se hace inevitable la toma de decisiones de cara a su evolución. A nivel formal la calidad de la publicación es notable pero ello trae consigo la necesidad de determinar si el contenido debe seguir el mismo camino (aumentando progresivamente la exigencia de calidad a quienes deseen publicar bajo ese sello) o dar un paso atrás y volver a los orígenes plenamente fancineros, manteniendo la filosofía de ser el vehículo de promoción y práctica de jóvenes con inquietudes literarias e ilustradoras. Enfrentarse a la página en blanco hace consciente al autor novel de lo difícil que puede ser intentar arrancar una sonrisa –si hablamos de humor-, contar una historia en cuatro páginas o llevar a imágenes esa idea que merodea por la cabeza, pero ahora que se acerca a las dos cifras Awara Comics se aproxima también a esa encrucijada en la que se apuesta o se pasa, se crece o se estanca. Veremos qué da de sí el número nueve.