Edición original: Shogakukan – 1972 – 1973
Edición España: Otakuland – 2004
Guión: Osamu Tezuka
Dibujo: Osamu Tezuka
Entintado: Osamu Tezuka
Portada: S. D.
Precio: S. D.
Cuando arrancó la organización de la iniciativa del día de Osamu Tezuka, se me ocurrió que era una buena oportunidad, de acercarme a la obra de quien fuera denominado «dios del manga». Mi primer contacto con sus labores fue, hace ya más de treinta años, cuando en el centro regional de RTVE emitieron, en la primavera de 1987, un puñado de episodios del anime de la Princesa Caballero o, como se le conocía en aquella versión «Chopy y la Princesa». Luego, tuve la suerte de leer su biografía, en aquellos artículos divulgativos que en Forum deslizaban aquí y allá -en este caso, en las ediciones de Epic Comics-. Las circunstancias hicieran que no llegara tiempo de la fecha original pero, las cosas de la actualidad mandaron y la posposición del día dedicado a este buen señor me permitieron no solo colarme en el vagón de cola, sino además, descubrir un tebeo que me ha enganchado, al contener una historia tan absorbente como terriblemente conmovedora
La historia comienza poco después del final de la Segunda Guerra Mundial. Al Japón ocupado por las tropas estadounidenses llega Jiro Tenge, un soldado repatriado desde los campos de concentración de Filipinas. Físicamente, ha perdido un ojo; moralmente, ha dejado tras de sí mucho más. A su regreso, descubre que en su extensa familia -padre, madre, dos hermanos y una hermana- hay una nueva integrante: Ayako, una pequeña de cuatro años que, sin embargo, encierra en su existencia un terrible secreto familiar que, al fin y a la postre, será la ruina del clan. El patriarca Tenge, obsesionado con el honor y el buen nombre de un linaje que se remonta al siglo XVI, como poco, es igualmente un hombre libidinoso y lascivo. Ayako es su hija, sí; hermana menor del retornado Jiro, sí, pero también de su cuñada Sue, la esposa de su hermano mayor, Ichiro. Este hecho es solo uno de los múltiples secretos que el antiguo soldado se encuentra. Desde un principio, queda patente que la guerra ha hecho mella en él, pero las relaciones con familiares no son lo que se dice cordiales. Sakuemon, el jefe del clan, sigue actuando como en los viejos y -para él- buenos tiempos, pero el cambio está en el ambiente. La derrota militar y el gobierno del general MacArthur anuncian importantes cambios y el fin del viejo orden. Así como en el país se avecinan reformas, el padre de familia siente que sus propios hijos empiezan a escapar de su control. Su hija Naoko se ha unido al partido progresista; su hijo Shiro es demasiado inteligente y respondón; su hijo Ichiro parece obedecerle, pero solo debido al interés por la herencia. Solo Ayako arranca de él un gesto vagamente humano, pero esta preferencia también genera y alimenta animadversiones y rencillas. Jiro aparenta cierta distancia respecto de esta familia que no termina de ser funcional y que intenta mantener una apariencia de dignidad, a costa de esconder todo lo que resulta vergonzoso bajo un manto de silencio. Sin embargo, el propio recién llegado tiene un secreto: compró su supervivencia en el campo de concentración a cambio de unirse al contraespionaje y servir al antiguo enemigo y actual ocupante. En su labor como espía, acabará influyendo gravemente en los derroteros de su propia familia. Sus actos desencadenarán una decisión ciertamente inhumana, cuando la pequeña Ayako sea testigo accidental de un hecho que revela inadvertidamente la condición de Jiro como agente de un poder encubierto. Enfrentados a las pesquisas de las fuerzas del orden, los integrantes del clan Tenge harán piña y tomarán una decisión sumamente cruel: Ayako debe desaparecer del mundo, de modo que pasará encerrada casi un cuarto de siglo.
La lectura de la obra me envolvió desde que la empecé y no pude soltarla hasta el final. Tezuka cuenta una historia brutal, conmovedora y desgarrada que, pese a su lejanía geográfica (temporal, no tanto) evoca relatos más cercanos, evocadores de un tiempo en el que la familia era dirigida por el hombre de la casa y el clan era una fortaleza frente a los poderes públicos. Sakuemon Tenge es ese líder que intenta gobernar con puño de hierro las vidas y haciendas de sus familiares, al tiempo que comprueba cómo la fuente tradicional del prestigio de su familia, se desmorona. La derrota en la Segunda Guerra Mundial es el fin de muchas cosas. El aciago sino de Ayako -y su tortuoso crecimiento- evoca otras historias, en las que la hija incestuosa -fruto y prueba del pecado- sufre un atroz castigo. Los dibujos de Tezuka -que uno puede identificar, engañosamente, como propios de relatos infantiles- reflejan con pasmosa crudeza las miserias y podredumbres de una estirpe que, otrora, era poderosa.
De forma paralela a la tragedia de la familia Tenge, encontramos otros hilos argumentales, que Tezuka trenza para explicarnos lo que supuso para el Japón de la posguerra la presencia en su suelo de las tropas y el gobierno estadounidenses. Las miserias particulares del clan de Jiro se ven alimentadas cuando este sirve a unos intereses que no terminan de estar del todo claros, pero que apuntan a los Estados Unidos. La primera misión que tiene como agente está dirigida a abortar las protestas que sindicatos y fuerzas políticas calificadas como «rojas» organizan para intentar evitar un despido masivo de trabajadores del ferrocarril. A modo de apunte, el autor recuerda al lector que, desde 1945, el sino de su país ha estado unido de forma más o menos determinante al de los Estados Unidos, de ahí que acontecimientos como las guerras de Corea o de Vietnam se mencionen como elementos secundarios, aunque importantes, para la trama.
Ayako es, en definitiva, una obra no muy larga, ideal para iniciarse en la lectura de los trabajos de Tezuka, y, sin lugar a dudas, no dejará indiferente por su crudeza y los distintos niveles de amoralidad que, consciente o involuntariamente, tienen sus protagonistas.
Ayako
Guión - 9
Dibujo - 9
Interés - 9.2
9.1
Brutalmente conmovedora
Caída y descenso a los infiernos de un clan familiar