«Cojamos una pala»
Por segunda vez en un corto plazo de tiempo vamos a hablar de una obra de Kay O’Neill. Si hace dos semanas os traíamos una reseña de La Sociedad de los Dragones de Té, esta vez toca hablar de Bahía Acuicornio, publicada también por Oni Press en el mercado norteamericano en 2018 y por La Cúpula en España en 2019. De este modo, continuamos con lo que se va a convertir en un repaso de todos los trabajos de O’Neill de los que podemos disfrutar por estos lares hasta la fecha en orden cronológico. Con suerte, llegaremos al final sin morir de cuquismo por el camino.
Lana es una niña que vuelve al pueblo costero en el que nació para ayudar con los estragos que ha causado la última tormenta. Este regreso la hará experimentar muchas cosas: se dará cuenta de que echa de menos el océano, recordará lo mucho que le gusta estar junto a su tía y se topará con una colonia de acuicornios a los que comenzará a cuidar. Sin embargo, Lana tendrá que hacer frente al hecho de que no puede quedarse allí para siempre y, sobre todo, a la amenaza de una nueva y enorme tormenta que obligará a los personajes a replantearse aspectos clave de sus vidas.
Bahía Acuicornio es una obra que mantiene la mayoría de las características fundacionales con las que O’Neill conquistó a sus lectores en La Sociedad de los Dragones de Té. Y al igual que dicha obra, construye su trama alrededor de un mensaje reivindicativo. Si en la anterior nos hablaba sobre la importancia de valorar el pasado y qué se puede aprender de ello, en esta ocasión encontramos un mensaje abiertamente ecologista que se centra en la importancia de cuidar el pasado.
La forma en que la obra expone ese mensaje ecologista resulta muy acertada porque no solo trata de mostrar los efectos devastadores que una falta de cuidado medioambiental a largo plazo puede tener en la vida de las personas, sino que sobre todo intenta exponer una situación que lleve al lector a la conclusión de que debe respetar su entorno por una mera cuestión de empatía; una cualidad tan poderosa como, a menudo, infrautilizada.
Para ello, O’Neill recurre a su imaginación y nos saca una sonrisa con la creación de algunos seres tan bonitos como curiosos. Por un lado, tenemos los acuicornios, unas pequeñas criaturas mágicas que viven en el arrecife de coral situado en la costa de su pueblo. Al principio de la historia, Lana se encontrará con uno de estos acuicornios y, al darse cuenta de que está herido, lo recogerá para cuidarlo, desconocedora todavía de lo que las ha provocado. Por otro, conoceremos a una única criatura marina de aspecto y comportamientos casi equivalentes a los humanos que guarda algún tipo de relación con la tía de Lana y se acabará convirtiendo en otro personaje de mucha relevancia para la trama.
Así, las dos criaturas funcionan en conjunto para transmitir el mensaje de la obra a la perfección. Si los acuicornios son los seres vivos que muestran de primera mano el sufrimiento causado por los actos de las personas que no respetan su hábitat, la criatura marina representa la personificación de dicho sufrimiento, como si el océano en sí mismo tomara forma humanoide para hablar con los habitantes del pueblo y hacerlos entrar en razón. Lo hace, además, desde el diálogo sosegado y la alusión a la empatía, y no como la clásica figura divina que carga contra la humanidad para castigarla por sus errores.
Es más, ese es otro de los puntos que considero acertados de este enfoque: aquí no se pinta a las personas como seres horribles que están destruyendo el mundo desde su egoísmo mientras ignoran por completo las consecuencias, sino que se da una justificación para las difíciles decisiones por las que se ha optado hasta llegar a una situación crítica. Aunque hayan sido las decisiones equivocadas, en todo momento se han tomado con buena voluntad.
Asimismo, el enfoque no deja de lado dos aspectos fundamentales que alejan su mensaje de la inalcanzable utopía y lo acercan a la realidad de cada individuo mediante el reconocimiento de sus altos ideales. Principalmente, se admite que ni la forma de actuar de un solo individuo ni la de un solo pueblo, por muy bienintencionada que sea, va a suponer una diferencia palpable en una crisis medioambiental de escala global. No obstante, también se señala que esa no es ni mucho menos una excusa por la que deberíamos dejar de esforzarnos personalmente. En palabras de la joven Lana: “Aunque otra gente dañe el arrecife, no está bien que lo hagamos nosotros”.
Si bien el mensaje de concienciación medioambiental es lo que mueve la trama de este cómic, el núcleo emocional que motiva los actos de los personajes a lo largo de sus páginas es otro. Más concretamente, el vacío que nos dejan nuestros seres queridos cuando se van y cómo afrontarlo. Todos los personajes principales se enfrentan a una pérdida personal de algún tipo y todos la sobrellevan de formas distintas.
Merece ser destacado el hecho de que el vacío que dejan estas pérdidas en las vidas de los personajes no se trata solo mediante los eventos de la historia y el diálogo, sino que se recurre brillantemente a otros recursos narrativos que aprovechan las posibilidades del cómic como medio para hacernos sentir ocasionales punzadas en el corazón de maneras ciertamente originales que serían dignas de un análisis técnico más detallado.
Un ejemplo de ello lo tenemos en la página número 35 del cómic (podéis encontrarla justo encima de estas líneas). La pérdida que Lisa debe afrontar en esta historia es la de su madre, fallecida cuando ella era más pequeña. Desde entonces, la joven se ha sentido sola y necesitada de ayuda. Sin embargo, ese sentimiento se ve mitigado cuando vuelve a su pueblo gracias a la presencia de su tía, quien le ofrece el cuidado y el apoyo que tanto echa de menos. Por eso, cuando su padre le dice que pronto volverán a la ciudad, su mente se ve invadida por el vacío que su madre ha dejado en ella, algo que se aprecia claramente tras las tres primeras viñetas.
En la cuarta viñeta, el padre se sitúa a la izquierda de la página para darle las buenas noches a su hija. En la siguiente viñeta, posicionada a la derecha, Lisa se las devuelve. Después, al seguir nuestros ojos el orden natural de lectura, nos encontramos con un espacio vacío justo debajo de la viñeta en la que el padre da las buenas noches. Y a la derecha, también justo debajo de la viñeta en que la hija las devuelve, solo vemos a Lisa en silencio, cabizbaja. Literalmente, está triste ante el vacío de su madre, que está representado mediante el propio espacio vacío que se deja entre las viñetas mencionadas.
Para concluir, Bahía Acuicornio supone una evolución total respecto al trabajo que Kay O’Neill realizó en La Sociedad de los Dragones de Té. La trama está más definida y el dibujo se pierde menos en multitud de planos detalle preciosistas para pasar a contar una historia narrada con gran precisión visual. Todo ello desemboca en un ritmo de lectura más inmersivo y un mayor impacto emocional. En definitiva, se trata de una obra más pulida que amplifica la ya impresionante capacidad de O’Neill para ofrecernos adorables pildoritas de amor en forma de cómic.
Lo mejor
• Una lectura adorable.
• Narrativa visual precisa y original.
• El mensaje ecologista y cómo se transmite.
Lo peor
• Sigue leyéndose en un suspiro.
• El final podría haber dedicado algo más de tiempo a cerrar todas las tramas.
Guion - 8
Dibujo - 9
Interés - 8
8.3
Acuicornio
En Bahía Acuicornio, O’Neill da un paso adelante respecto a su anterior trabajo para ofrecernos otra adorable pildorita de amor en forma de cómic. Esta vez con sabor ecologista.