En 1970
Es en esta época de cambio cuando más lógico es que nazca una obra como Bárbara, una obra experimental que toca temas que indudablemente van destinados a un lector que busca algo que va más allá de un cuya carga dramática recae principalmente en las aventuras y la acción, y lo hace además con mucha contundencia y seriedad, con las ganas típicas de alguien que está intentando encontrar ese nuevo camino por el empezar a dibujar, aunque también con un poco de guasa, como es típico en Tezuka. Bárbara cuenta la historia de la relación entre Yôsuke Mikura, un novelista de prestigio, y Bárbara, una borracha vagabunda que sirve las veces de musa, amante y parásito de Mikura. La obra, a modo episódico a través de distintas vivencias, nos empieza a mostrar la evolución de la relación de ambos personajes, de cómo de un contacto meramente superficial pasamos a una historia de amor y necesidad mucho más intensa.
Tezuka muestra en esta obra esa nueva ambición artística que tal vez aparece más diluida en obras anteriores. En Bárbara se pueden leer temas complejos y muy acordes al intelectualismo generalizado del Japón de los setenta. Estamos en una época en la que los escritores eran celebridades y las novelas vendían mucho más que ahora. Es una época en la que lanovela shishôsetsu, es decir, novelas con personajes claramente inspirados en la vida del propio autor y que se pueden leer como veladas autobiografías (tenemos Indigno de ser humano, de
El personaje de Bárbara solo funciona como potenciador de la historia, ya que su papel es el de mostrarnos la profundidad psicológica del personaje masculino protagonista, mientras que su personalidad no queda muy desarrollada mas allá de su origen misterioso y su afición a la bebida y a juntarse con artistas. Por esto mismo, Bárbara no se lee como un personaje real sino como una personificación de la inspiración y la creatividad, de sus idas y venidas, momentos álgidos y bajos; ella es más un personaje idea que un personaje realista. Pero no solo puede relegarse su papel a eso. Bárbara establece una relación sentimental con Mikura que avanza hasta terminar en puntos de locura. De esta forma, Bárbara representa también una abstracción idealizada del amor y también del arte. Pero es ese aspecto de personaje potenciador de la trama principal, que es aquella que gira alrededor de las inquietudes artísticas y personajes del hombre, lo que nos lleva a una de las facetas más extremas de la obra: la violencia verbal y física sobre la mujer. Estamos en los años 70, e imaginamos un Japón mucho más atrasado en aspectos feministas que ahora, pero Tezuka se muestra ambiguo al retratar a un personaje masculino que agrede con mucha frecuencia al femenino. Se puede ver a lo largo de las páginas lo rastrero y miserable de un Mikura violento y desesperado, un Mikura sin empatía por nadie que no sea é y su arte, pero estos ataques machistas aparecen tan de pasada en la obra y se le presta tan poco caso a sus consecuencias (y no solo eso, sino que Bárbara los acepta sin mucha repulsión) que ese retrato de un Japón patriarcal y machista se queda en eso, en un retrato que no llega a una crítica completa.
En definitiva, Bárbara muestra a un Tezuka experimentativo y en búsqueda de un nuevo enfoque a su obra y su talento, lo que se muestra en la sinuosidad con la que está dibujada gran parte de la obra en concordancia con los elementos fantásticos de la obra, además de tratar temas mucho más cercanos a su experiencia como artista y persona célebre. Una obra, como siempre en Tezuka, donde hay mucho que leer y pensar.
Guión - 7.5
Narrativa - 8
Interés - 8
7.8
Una obra a la que le cuesta arrancar pero que poco a poco a va inundando al lector con miles de preguntas que la convierten en un relato rico y casi épico sobre el sino del artista.