Barry Allen, el mayor de los héroes

Hace poco más de una semana, Geoff Johns parecía afirmar que Barry Allen era el mayor de los héroes. Aquello levantó ampollas entre los aficionados, tanto por el miedo de algunos a una resurrección del personaje como por lo aparentemente exagerado de tal aseveración.

Debo decir que yo mismo lo valoré un tanto así, incluso a pesar de que Barry Allen había sido mi héroe preferido de la infancia. Lo conocí en las páginas del Círculo Justiciero que editaba Vértice, primero en dibujos de Mike Sekowsky y después de Dick Dillin.

Tenía un disfraz diferente y atractivo y su habilidad no nos quedaba tan lejos a los niños que – como yo, por aquel entonces – teníamos facilidad para echarnos unas carreras. Me resultaba difícil imaginar que podía volar, pero que corría como Flash era algo que me figuraba a menudo. La velocidad de Flash: eso sí que era alucinante. El pobre Mercurio no le llegaba ni a la suela de los zapatos. Barry podía correr por encima del mar, generar torbellinos con sus brazos, subir por la pared de un rascacielos y vibrar hasta resultar inalcanzable. Encima, sus poderes le permitían ver cosas que los demás no podíamos ver y viajar a lugares que a los simples mortales nos estaban vedados; otras Tierras, otros mundos, otros momentos. Barry era genial… hasta que ya no lo fue tanto.

Zinco nos lo presentó en guiones de Cary Bates y dibujos de Don Heck – primero – y de Carmine Infantino – después – en historias que no aguantaban el ser comparadas con los Titanes de Wolfman y Perez o Los 4 Fantásticos de Byrne. Tiempo después de su muerte en Crisis en Tierras Infinitas, hablando sobre su posible vuelta en el arco The return of Barry Allen, Mark Waid explicaba que Barry era un personaje plano y sin gracia, incapaz de resultarle atractivo a las nuevas generaciones de lectores. Imagino que incluso algunos de los que lo habíamos querido tanto cuando niños nos creímos un poco lo que decía Waid. Quizás Barry no era tan guay. Quizás por eso, hace nada, nos extrañamos de las palabras de Johns, cuando éste dijo que Barry era el mayor de los héroes. Pero… ¿acaso no lo es? Desmarcándome de los comentarios de Mark Waid, desmarcándome todavía más del pobre trabajo realizado con Barry por DC en las postrimerías de su propia serie, decido secundar la opinión de Johns. Y es que… ¿dónde reside la heroicidad? ¿Qué es lo que la define? Según ya nos avanzaba Johns en la saga El secreto de Barry Allen, ¿por qué Barry es “el grande”?

Por un lado, Barry Allen dio verdadero inicio al regreso del cómic de superhéroes en la Norteamérica de 1956. Un género aletargado tras la Caza de Brujas, demasiado vinculado a los Estados Unidos de la Depresión o a la Segunda Guerra Mundial, encontraba nuevas posibilidades de expresión gracias al genio de «Julie» Schwartz y a las potencialidades del género para vincularse con el fantástico más desbocado. Barry, aquel asombrado personaje capaz de ver el mundo a cámara lenta, de sacarse un disfraz de un anillo, resultaba de lo más apropiado para romper la barrera del tiempo, viajar hasta el futuro y convertirse en destacado representante de la humanidad ante seres de lo más variopinto. Las viñetas se llenaron de fantasía, tras la estela de alguien que podía llegar más lejos que nadie… o al menos, más rápidamente.

Debemos considerar, además, que el linaje es una de las nociones constitutivas más particulares y celebradas de la actual DC Comics. Un mismo nombre, distintos portadores, todos continuadores de un mismo linaje, de unos ideales concretos. Y si el linaje es una de las características más definitorias del Universo DC, la herencia de Flash, tal como se concreta en la relación de Barry Allen y Wally West, es la que mejor ejemplifica esa nota característica del universo superheroico más longevo de todos cuantos existen. Barry es el mentor por excelencia, la persona integra y entregada, el maestro sereno, afable incluso, el mejor ejemplo a seguir. Así lo percibíamos, de forma implícita, en los cómics de la Silver Age. Y así nos lo mostró Geoff Johns de manera clara cuando estuvo a cargo de la cabecera del Velocista Escarlata. Barry es la estrella que atiende al niño admirado, que comparte con él sus dones, que le guía hasta la edad adulta y que luego deja que corra su propia carrera. Ni Aquaman con Aqualad, ni Ted Knight con Jack Knight, Ni Green Arrow con Speedy, ni Batman con su infinidad de pupilos, han tenido la delicada ejemplaridad que Barry llegó a tener con Wally. Si hablamos de linaje en el cómic de superhéroes, debemos hablar de DC Comics y debemos hablar de Barry Allen.

Por último, atendiendo ya a lo que atañe directamente al talante heroico, debemos percatarnos de los rasgos distintivos de Barry Allen. Por un lado – no hay duda – en su día fue uno de los personajes más importantes de una de las más grandes editoras de cómics del mundo. Tras Superman, Batman y Wonder Woman, trinidad icónica que trasciende las fronteras culturales del Noveno Arte, Barry formaba parte del grupo de héroes que estaban en primera línea. Una vida modélica como héroe, no exenta de sacrificios, marcó su existencia. Pero fijémonos ahora en un detalle. Dicen que una historia no se puede valorar por entero hasta que llegamos a su final. Eso también es algo que le aplicamos a las personas. Nuestras vidas son un relato y nuestra muerte, con todas sus circunstancias, condiciona el valor global de ese relato. No importa sólo cómo vivimos. Importa también cómo vivimos hasta el momento de nuestra muerte. Y, por supuesto, cómo morimos. A tenor de eso, tenemos que Barry Allen murió ofreciendo su vida para salvación del multiverso. Él sabía que lo que precisaba hacerse para destruir el cañón de antimateria del Anti-Monitor le costaría la vida y, a pesar de eso, no se detuvo. Se lanzó a la carrera, solo, para salvar no un mundo, sino infinitas Tierras, contra un enemigo que precisaría de todos los héroes unidos para ser derrotado. Barry Allen, uno de los superhéroes más importantes, tuvo la muerte más relevantemente heroica de cuántas el género ha ofrecido (no duden en corregirme si me equivoco) y se convirtió así, después de una gran carrera, en su sprint final, en el mayor de los héroes.

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