Batman: Cacofonía

 

Edición original:Batman: Cacophony USA.
Edición nacional/ España: ECC Ediciones.
Guión:Kevin Smith.
Dibujo:Walt Flanagan.
Entintado:Sandra Hope.
Color:Guy Major.
Formato:Cartoné, 144 págs. A color.
Precio:15,95 euros.

 

Kevin Smith no es un autor cualquiera.

La gran inmensa mayoría de los que conocemos a Kevin Smith lo conocimos antes en otra de sus facetas, la de director de cine, disfrutando de obras de minúsculo presupuesto en la que su humor friki, mezclado con humor negro y en más de una ocasión escatológico, nos arrancaban algo más que una sonrisa. Sus diálogos resultaban chispeantes, era como ver una película de Tarantino donde los mafiosos, pistolas y sangre a borbotones, se cambiaban por jóvenes con aspiraciones poco realistas de la vida, sueños truncados y sueldos miserables. Mallrats, Clerks… son una muestra del buen hacer de Smith en eso de contarnos algo que puede parecer tonto, pero tras la capa de óxido se esconde un mensaje que te deja marcado. Smith madura con Persiguiendo a Amy y nos muestra un mundo más complejo, mucho más difícil de entender y donde las relaciones entre las personas son las que nos hacen vivir, asentándose como un director a tener en cuenta y logrando que los aficionados adoren a dos de sus personajes más peculiares, Jay y Bob el silencioso. Un director de cine que vuelca sus dos pasiones en todos sus trabajos: los comics y el hockey.

Pero debemos centrarnos en su carrera como guionista de comics donde empezó en Marvel con trabajos tan relevantes como Daredevil, para la nueva línea Marvel Knight, seguido de una miniserie de La Gata Negra. Pero no tardaría en dar el salto a DC donde se haría cargo de traernos de vuela a Oliver Queen, no solo a la grandeza que merecía, sino de la misma muerte en la que estaba sumido el personaje.

Tras estos trabajos Kevin Smith se alejó de los comics de superhéroes y no regresaría hasta esta miniserie que nos atañe, Batman: Cacofonía.

La obra en sí misma resulta un tanto desconcertante. Por un lado, tenemos un guion correcto, con más ambición que resultados reales, que mantiene un buen ritmo a lo largo de toda la historia y que es capaz de mantenernos lo suficientemente atentos como para no aburrirnos. Por otro lado, algo rechina una y otra vez a lo largo de la lectura, de forma que lo anterior termina por desvirtuarse y generar esa sensación de que algo no marcha del todo bien.

Batman y el Joker. Su enésimo enfrentamiento en las calles se ve aderezado por la aparición de un personaje de nuevo cuño, creación del propio Smith en su etapa en Green Arrow, denominado Onomatopeya, cuyo objetivo es el de asesinar a Batman. Por tanto, en un lado del cuadrilátero tenemos al Joker, mientras que en el otro tenemos a Onamotopeya, un nuevo villano potencialmente temible y en medio de ambos, Batman. Cada pieza está en su sitio y tan solo queda poner en marcha este escenario.

Primer problema, Onomatopeya no está a la altura de desafío que Smith quiere contarnos. Segundo problema, el Joker no llega a resultar muy convincente, siendo su caracterización simplona, payasa y con diálogos que poco o nada tienen que ver con un personaje perturbado hasta la médula. Smith se esfuerza en que todo funcione aportando diálogos muy dinámicos e ingeniosos, pero pecando en muchos casos de excesivos. Un Joker con incontinencia verbal y un nuevo villano que solo repite los ruidos que le rodean, no acaban de funcionar adecuadamente por el enrome desequilibrio que existe entre ambos personajes.

¿Y qué hay de Batman?

Smith consigue plasmar toda la mitología del personaje, aun reduciendo todo su entorno de secundarios a Alfred y a unos breves cameos de Gordon, al mostrarnos a Batman en su faceta de detective, con sus elementos más identificativos alrededor, mientras intenta dar sentido a la situación en la que se encuentra inmerso. Un sentido que no llegará hasta el último número de la miniserie que recoge este tomo y que llega en forma de conversación entre Batman y el Joker. Un sentido que Smith busca intentando escribir esa conversación truncada que Alan Moore nos mostró en La Broma Asesina, logrando un más que aceptable resultado. Su disección de la relación enfermiza que existe entre ambos enemigos resulta muy lúcida, con independencia de si uno está o no de acuerdo con ella. No se le debe quitar mérito alguno a como Smith entiende, no a los personajes en si mismos, sino la relación que los une.

Un tercer número que salva la historia de acabar siendo una más entre tantas, pero que no logra repuntar el conjunto hasta hacerlo globalmente atractivo. Y es que una historia no puede sostenerse tan solo por atesorar en su interior dos o tres momentos particularmente interesantes, precisando de más cohesión y caracterización a la hora de elaborar toda la trama.

En cuanto al apartado gráfico solo se puede explicar la presencia de Walt Flanagan al dibujo por la amistad que le une a Kevin Smith. Su trabajo es lamentable se mire por donde se mire. Su caracterización se aleja mucho de ciertos cánones establecidos en cuanto a los rasgos más característicos de los personajes, llegando a caer en el exceso anatómico con demasiada facilidad. De todo su trabajo se salvan dos o tres escenas capaces de mostrarnos la fuerza que la historia precisa. Por tanto, la discordancia entre dibujo y guion es enorme y esa falta de sincronismo acaba por pasarle factura al conjunto de la obra.

En definitiva, una obra correcta en cuanto a lo que se nos cuenta, con un excelente final, pero con un desarrollo algo presuntuoso y forzado, dando la impresión de que todo es una simple excusa para llevarnos hasta esa conversación. Y es que algo así ya lo hemos leído antes.