Batman: El asesino del vertedero

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Edición original: Batman #414, #421-422 (DC, 1987-88).
Edición nacional/ España: Batman vol.2 nº22, 29-30 (Zinco, 1989-90).
Guión: Jim Starlin.
Dibujo: Jim Aparo, Dick Giordano, Mark Bright.
Entintado: Mike DeCarlo, Joe Rubinstein, Steve Mitchell.
Color: Adrienne Roy.
Formato: Grapa 24 págs.
Precio: 125 ptas c/u.

 

En 1989 las series de Batman copaban los primeros puestos de las listas de venta de cómics en Estados Unidos. La creación de Bob Kane (y Bill Finger) estaba en boca de todos. Se había desatado la «batmanía» de resultas del estreno del largometraje de Tim Burton protagonizado por Jack Nicholson, Michael Keaton y Kim Basinger. El hombre murciélago lideraría durante años y aún hoy conserva su posición de privilegio, convertido en el emblema de DC Comics y en su franquicia más rentable. En 1989 muchos achacaron este poderío a la maquinaria de promoción del film de Warner Bros., apurándose a pronosticarlo «flor de un día». Los vaticinios pasaban por alto un detallín de nada: la película no era el desencadenante sino la consecuencia, tal vez la más aparatosa consecuencia, de hecho, del resurgir del cruzado de la capa.

En efecto, unos años antes, en 1985, DC Comics, la compañía que llevaba publicando a Batman y a Superman desde fines de los años ’30, había decidido que el peso de (casi) 50 años de historietas lastraba las posibilidades de desarrollo de su negocio. La solución a este problema es bien conocida: Crisis en Tierras Infinitas. Doce cuadernillos escritos por Marv Wolfman e ilustrados por George Perez (el equipo responsable del éxito Los Nuevos Titanes) que reseteaba -más o menos- el campo de juegos de este universo de ficción. Lo que, por supuesto, incluía a Batman, con su popularidad recuperada gracias a El regreso del Señor de la Noche, la hipnótica crónica de Frank Miller sobre el declive del héroe. El mismo Miller -con la espectacular colaboración de David Mazzucchelli a los lápices- se encargó de remozar los orígenes de Bruce Wayne y su alter ego en otro de los hitos en la carrera del personaje: Año Uno. La revisión de Miller causó tal impacto que, casi 30 años después (incluido otro reinicio, además), aún se puede seguir su rastro en las cabeceras que se publican mensualmente. Tim Burton, el propio director de Batman. La película, admitió su deuda con la visión oscura -que él interpretó «gótica», acorde a sus intereses- de los aportes de Miller, ya citados, y del genial Alan Moore (en La broma asesina, acompañado por un majestuoso Brian Bolland).

Durante todo este proceso hay un nombre en la sombra: Denny O’Neil. El escritor, de capa caída en sus trabajos para Marvel Comics, la compañía rival (un Daredevil que es un pálido reflejo del de Miller; un Invincible Iron Man que es un pálido reflejo del de Bob Layton, David Michelinie y John Romita Jr.; etc.), vuelve a la empresa que había cobijado sus días de gloria años atrás con Superman vs. Muhammad Ali (1978), un proyecto tan aparentemente demencial como óptimo su resultado; Green Lantern & Green Arrow (1971-72), para la que escribió historias tan celebradas como el descubrimiento de la drogadicción de Speedy; y el mismo Batman (1968-69), para el que concibió uno de sus últimos villanos clásicos (Ra’s al Ghul); asistido en todas ellas por un pletórico Neal Adams, entonces el ilustrador de referencia en el mundillo. O’Neil, nada más volver a la casa regentada por Jenette Khan (la excelente y poco acreditada presidenta de DC Comics entre 1981 y 2002), reflota un personaje del co-creador de Spider-Man, Steve Ditko (The Question, con el que reverdecerá laureles) y, más importante aún para la razón de este texto, tomará las riendas de las series de Batman como editor y, por tanto, responsable último del devenir del personaje en sus dos cabeceras de entonces: Batman y Detective Comics.

O’Neil, gran conocedor de las peculiaridades del vigilante enmascarado de Gotham, quiere visiones novedosas, como la que ha traído Miller. Alan Moore, enfrascado -gracias a una llamada telefónica de Len Wein– en sus obras ya clásicas (La Cosa del Pantano, Watchmen, V de Vendetta), representa el nuevo estándar de revolución creativa en el mundo de los cómics. Queriendo repetir la jugada, O’Neil mira a la Gran Bretaña y contrata a John Wagner y Alan Grant, creadores -juntos o por separado- de gran parte de los contenidos del 2000AD (incluido el inimitable Juez Dredd), para escribir Detective Comics, apoyados en el apartado gráfico por un novato (pero resultón) Norm Breyfogle. En Batman, sin embargo, tiene más problemas. Barrunta que figuras de prestigio consolidado se turnen en arcos argumentales independientes, concepto que poco tiempo después alumbraría Leyendas de Batman, con talentos como Grant Morrison, Doug Moench, Paul Gulacy, Bryan Talbot, Matt Wagner, Howard Chaykin, Gil Kane, Jose Luis Garcia Lopez o el mismo O’Neil. Como demuestran las mediocres sucesoras de Año Uno, el editor, evidentemente, buscaba seguir la estela de la obra maestra de Miller y Mazzucchelli. Es aquí donde entra Jim Starlin, apodado Mr. Muerte por su tendencia a finiquitar los héroes a su cargo (véanse Capitán Marvel y Warlock, entre otros). Pero dejemos que lo explique él mismo: «En realidad lo que me propusieron inicialmente fue que escribiera la miniserie ‘Las 10 noches de la bestia’. A Denny O’Neil le gustó. Su idea era convertir la colección de Batman en una sucesión de miniseries dentro de la serie, cada una con un equipo creativo diferente. Lo que sucedió es que hice el primer par de números de ‘Las 10 noches de la bestia’ y entonces me dijeron que necesitaban un fill-in para el nº 414, porque Aparo iba a volver a dibujar la serie. Así que escribí la historia y después hice otra con otro dibujante, que no llegó a completarse y que debe andar algo así como perdida en el limbo. Así que en realidad no es que me nombraran guionista regular, sino que las cosas vinieron así.» [Extracto de The Comic’s Buyer Guide traducido por Henry Bridges para Batman nº 22, pag.16. Ed. Zinco, 1990]

Starlin acabaría firmando un puñado de historias del personaje, algunas muy populares, todas controvertidas: La secta (también conocida por su título inglés The Cult), Muerte en la familia (con el final de Jason Todd -el 2º Robin- a manos del Joker), la citada (y muy querida por mí) Las 10 noches de la Bestia, algún cruce con el evento que tocaba (Millenium)… Pero la más injustamente minusvalorada, a la par por crítica y afición, corresponde al tríptico titulado de forma oficiosa El asesino del vertedero, que comprende los Batman #414 (diciembre de 1987) y #421-422 (julio-agosto de 1988) de la serie USA.

Batman #414 (Diciembre 1987)

Confiesa Starlin que se trataba de un fill-in para preparar el regreso al título de Jim Aparo, uno de los artistas fundamentales en la historia de DC Comics. ¡Esos tiempos en que el número «de relleno» era tan interesante (o más) que el episodio regular! ¡Víctimas! -así se llama el capítulo- es una de las entregas más convincentemente escritas de la colección. Una trama cruda, desoladora, de culpa, decepción y fracaso, compuesta en los tintes ominosos (y machistas) que alimentaba el conservadurismo de Ronald Reagan y la tensión apocalíptica entre los bloques de Oriente y Occidente.

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«Era solo otra víctima anónima, asesinada por motivos no aclarados«, reza el texto, con Batman de pie, acechante, sobre una chimenea de Gotham City. Para el nobel Gabriel García Márquez lo difícil es siempre la primera frase. Sigámosle la corriente. La primera frase, la primera viñeta, ha de establecer el tono del relato. Starlin refleja la sordidez del crimen, claro, también la tristeza, la soledad, la fragilidad de la vida. Una partida que el héroe no puede ganar porque cuando actúa ya la vida se ha perdido: queda un cuerpo despedazado al que nada importa ya. Aquí no se trata de ser más listo (o más fuerte, o más rápido) que el villano de turno, como tantas otras veces, antes y después, sino del cansancio y la desesperación del héroe ante una situación injusta e irreversible. Siempre habrá otra víctima, por otros motivos. Batman sólo puede detener al culpable.

Starlin enfoca a las personas. Instintivamente entiende que Batman es un icono (o, si lo prefieren, el juguete de la editorial): poco se puede cambiar en él, en definitiva. Pero el héroe patrulla una ciudad, Gotham City, habitada por gente a la que le pasan cosas. Y en unas pocas páginas crea a Kate Babcok, una mujer admirable y trágica, nacida para ser fileteada por un asesino estúpido, sin glamour de supervillano, solo un tarado con un cuchillo y su odio.

Como se ha dicho, el número fue escrito expresamente para Jim Aparo, magnífico artista infravalorado donde los haya, quien, en aquellos años, esto es innegable, asumía una lenta decadencia. El entintador Mike DeCarlo, capaz de enturbiar incluso los lápices de George Perez (véanse Los Nuevos Titanes o Crisis en Tierras Infinitas y comparénse, si no me creen, con los elegantes pinceles de Dick Giordano o Romeo Thangal), la empeora. Si miramos las planchas por encima, nos desagrada un vago estatismo que podríamos confundir con decrepitud o desgana, alejadísimo de los escorzos de inspiración «nealadamsiana» de sus preciosos Brave and the Bold en los ’70. Por fortuna, retiene su certera narrativa. Aparo no necesita una splash-page para emocionar y removernos las entrañas. Con una pequeña viñeta, en la página 08, nos estremece. Tal es así que Jerry Bingham la homenajeará en la cubierta del capítulo siguiente de la saga (una portada magnífica que, sin embargo, resulta más poética que desgarradora, incapaz de transmitir el escalofrío del original). Pero no adelantemos acontecimientos. Tan apabullante imagen marca el tempo de la historieta. Reaparece en la página 15, en una poderosa composición con reminiscencias de Steranko (sin la filigrana psicodélica, claro es); luego en la página 18, donde en tres viñetas confronta la vida (la mujer segura y radiante), el recuerdo (la foto del atestado policial) y la muerte (el cadáver en el vertedero) de Kate Babcok. Asumiendo las deficiencias mencionadas, Starlin encuentra en Aparo el mejor aliado posible para su relato seco y deprimente. Pocas veces Batman se ha mostrado más falible -más humano- que en estas producción de Starlin y Aparo.

¡Víctimas! hubiera sido candidata ideal para mi sección oficiosa de números únicos (y ya van unos cuantos) si no fuera porque, unos meses más tarde, con Starlin asentado en el título, obtendría continuación y conclusión definitiva, como he anticipado ya.

Batman #421-422 (julio-agosto de 1988)

Starlin y Aparo entregan las maravillosas cuatro partes de Las 10 noches de la Bestia (Batman #417-420 USA). El escritor precisa ideas frescas para continuar. Entonces vuelve la vista sobre el asesino del vertedero, desconocido y libre al final del Batman #414. Hora de atar cabos sueltos. Por desgracia, Aparo se ausenta. Regresará más adelante para ilustrar la agonía de Robin en Muerte en la familia. Dick Giordano (entintado por Joe Rubistein) y Mark Bright (entintado por Joe Rubinstein y Steve Mitchell) cogen el testigo en Batman #421 y #422, respectivamente.

«No, no me gusta demasiado mezclar villanos con Batman. Prefiero hacer historias de crímenes con un componente de terror.» – Jim Starlin

Batman contempla un tablero en la oficina del Comisario Gordon. Pegadas con chinchetas, las fotos de las diez víctimas conocidas del asesino del vertedero se despliegan: rostros anónimos hasta que los alcanzó la muerte. Apenas hay pistas: una furgoneta vista ocasionalmente y poco más. Con el título Elmore y su dama, Starlin retoma el caso. Pero algo falla. Ha cambiado el enfoque. Las víctimas quedan relegadas en el juego deductivo. El escritor olvida el motivo de la fuerza del relato anterior. Descuida incluso a su creación, Kate Babcok, a quien erróneamente asigna como 5ª víctima (en vez de 4ª, según él mismo estableció en Batman #414). En La caza, el capítulo final, la psicología del criminal, tópica en exceso, y la apuesta por un desenlace presuntamente transgresor -seguidor, en cambio, de las tesis de la «retribución», tan en boga en la década de Charles Bronson y compañía- dejan un sabor agridulce. ¿Qué ha pasado?

Obvio es, Starlin contemplaba desde el principio la secuela. El propio final abierto lo delata. También otros indicios, como el cambio de vehículo en la primera parte, ahora inteligentemente explicado. Pero ha perdido intensidad, como si hubiera contado lo que quería y quedara solo el tramite de acabar y recoger los bártulos. La lectura se sustenta en la inercia de los hallazgos anteriores, que evitan el desplome de interés. Sin embargo, los elementos nuevos, como el indigente Elmore (en quien se atisba una crítica a la economía despiadada), lucen poco. No seducen. ¡Víctimas! salía de las tripas. La secuela deriva entre la investigación policial convencional y la apañada novela de tesis.

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Ni Giordano ni Bright conjuran una imagen perdurable. Tal vez aquí radique el problema esencial de la continuación: la ausencia de Aparo. Era buena la prosa de Starlin en ¡Víctimas!, si bien tropezaba en algunas grandilocuencias propias de la época y afectaba de un ramalazo machista a un Batman que declamaba «Afortunadamente, Kate tenía más agallas que la mayoría de las mujeres» o que «Si hubiera tenido más sentido común habría atendido a razones.» (sic) Aparo, bendito sea, salvaba los muebles. Con sus dibujos, Batman y su entorno adquirían un carácter a la vez trágico y cotidiano que potenciaba la estructura de redundancias tétricas que buscaba Starlin. Y luego estaba esa imagen. Esa imagen que vale por un tebeo, por muchos tebeos. Nada especial aportan ni Giordano ni Bright. Nada especial excepto señalarnos que, aún en horas bajas, Aparo seguía siendo un maestro. Pero eso ya lo sabíamos.

La trilogía del asesino del vertedero arranca con la fuerza de las mejores historias de Batman. Pierde fuelle en los dos tercios finales. Con todo, sigue siendo una aventura estupenda, superior a muchas con más galones. Solo ha sido publicada una vez en España, hace 25 años, por Ediciones Zinco. Una reedición, acompañada de otro material de Starlin y Aparo (¿alguien ha dicho Las 10 noches de la bestia?), sería muy bien recibida.

Curiosidades

El hoy popular autor Cels Piñol, colaborador de esta página, aparece en la edición española de los tres números de la saga. En el nº 22 (Batman #414) como lector agraciado en el sorteo de Direct Currents; en el nº 29 (Batman #421), firmando como Ñolo una caricatura de Green Arrow; y en el nº 30 (Batman #422), como responsable del fanzine KIUSAP C.O. nº 4, dedicado a la censura en el cómic USA, anunciado en la sección DC Connection.

  Edición original: Batman #414, #421-422 (DC, 1987-88). Edición nacional/ España: Batman vol.2 nº22, 29-30 (Zinco, 1989-90). Guión: Jim Starlin. Dibujo: Jim Aparo, Dick Giordano, Mark Bright. Entintado: Mike DeCarlo, Joe Rubinstein, Steve Mitchell. Color: Adrienne Roy. Formato: Grapa 24 págs. Precio: 125 ptas c/u.   En 1989 las series…
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r7varola
r7varola
Lector
25 agosto, 2015 2:43

Una gran reseña de una época a la que le tengo muchísimo cariño, pues mi primer cómic de batman fue precisamente «Las 10 noches de la Bestia» y 25 años después sigue estando entre mis favoritos. Lamentablemente la historia reseñada no la tengo, sería bueno que ECC pudiera rescatarla, aunque es una pena que no la haya dibujado completa Jim Aparo. Ya sería hora de un Grandes Autores de Batman: Jim Aparo

TheQuestion
TheQuestion
Lector
25 agosto, 2015 17:45

Con ECC perderemos grandes historias al no tener claro cómo meterla en un volumen de los puñeteros ‘Grandes autores’. En este aspecto les gana por la mano Panini. Es impensable que ECC pueda publicar un puñados de números seguidos de una misma colección, simplemente porque sea de un personaje y no porque la puedan etiquetar por sus autores.

AD
AD
Lector
En respuesta a  TheQuestion
25 agosto, 2015 22:12

Pues un tomo con esta historia, «Las 10 noches de la bestia» y «Las muchas muertes de Batman» quedaría bien majo.

AD
AD
Lector
En respuesta a  Javier Agrafojo
26 agosto, 2015 8:54

Hostias, claro, estaba pensando en las grapas de Zinco, «Muerte..» la publicaron fuera de la colección y me ha bailado.
Igualmente, metería lo de Byrne como bonus track de ese tomo de Starlin, más que nada porque son tres numerillos sueltos.
(aunque los de ECC preferirán meterlo en un tomo en tapa dura con cuatro dibujos de Byrne y clavar 12 pavos)

Dynamo
Dynamo
Lector
25 agosto, 2015 18:09

Muy buena reseña, parece que le haya cogido prestado el cuchillo al asesino para diseccionar el cómic.

zorel
zorel
Lector
25 agosto, 2015 20:18

Recuerdo haber leído hace tiempo el primer número de dicha saga gracias a Zinco. Y creo que debió haber terminado ahí…

zorel
zorel
Lector
En respuesta a  Javier Agrafojo
26 agosto, 2015 17:11

Exacto. Perdón si no me expliqué bien. Hay veces que una historia no necesita un final redondo. Con que hubiese quedado en el momento en que Batman se decide a buscar al verdadero asesino y lo hubiesen dejado en ese momento creo que la historia hubiese sido mejor…

Valdi
Valdi
Lector
27 agosto, 2015 17:57

Da gusto leer reseñas y artículos del trabajo del gran Aparo. No suelo comentar mucho en la pagina, pero cada vez que sale algo del autor, y mas con entradas tan buenas como esta, siempre me animo a hacerlo.
Sobre un tomo con Las Diez Noches de la Bestia (mi favorita del personaje) y otras historias como esta, me temo que ya le hice la petición a ECC hace años y no se mostraron muy entusiastas…pero nunca se sabe.
Un saludo y gracias por la reseña.