No hay mito más potente y arraigado en el colectivo occidental (con permiso de la Atlántida) que el de la existencia del Santo Grial, la copa con la que Jesucristo bendijo el vino durante la última cena. Un objeto al que se le atribuyen cualidades milagrosas, que se mantiene oculto, y cuya leyenda se llega incluso a mezclar con otras de carácter tan fantástico como la de Arturo y la, también mítica, espada Excalibur. Y es que no hay mejor ejercicio narrativo que tomar dos conceptos, opuestos a poder ser y unirlos en una historia con la esperanza de poder narrar algo nuevo y atractivo. Tal vez es lo que Chuck Dixon pensó cuando miró hacia la leyenda del Grial y consideró interesante unirla a la mitología del Caballero Oscuro en un ejercicio de guion sin repercusión y recuerdo efímero.
Dixon es sin duda un guionista cuya carrera está muy ligada a la del Hombre Murciélago y su microcosmos, siendo uno de sus trabajos más destacables la serie de Nightwing, donde demostró todo el potencial que Dick Grayson poseía apartado de la sombra de Batman. Dixon ha jugado a contarnos el Año Uno de Robin, de Batgirl y fue el encargado de consolidar al tercer Robin, Tim Drake, en el Universo DC, así como de crear a uno de los villanos más contundentes de la franquicia, Bane, que desencadenaría una de las sagas más recordadas de Batman titulada La Caída del Murciélago. Un más que considerable CV en DC, además de un sinfín de otras obras en Marvel y Eclipse, que vienen a consolidar a Dixon como un escritor capaz y solvente.
Sin embargo, en la carrera de todo creador de historias siempre hay puntos negros, historias creadas de forma alimenticia, escritas en piloto automático, gracias al conocimiento del personaje, que no muestran tener un valor intrínseco más allá de la mera curiosidad del aficionado por saber el resultado de la mezcla de conceptos tan diametralmente opuestos como los ya mencionados el Santo Grial y Batman. Y es que de eso va este especial, de Batman y el Grial, del Grial y Batman, de su posesión, su codicia y las guerras que desata entre los que conocen su leyenda y anhelan conseguirlo para perpetuarse en el tiempo.
Dixon plantea que la familia Wayne forma parte de ese legado, de esa estirpe ancestral, encargada de vigilar y custodiar el Grial y evitar que caiga en malas manos. Manos que Dixon decide que sean las de algunos de los villanos de Batman, así como una Hermandad (que no puede faltar en este tipo de historias). Son los elementos con los que elabora esta aventura de reducidas miras, sin ambición alguna, con la que trabajar de forma muy tangencial el concepto de la inmortalidad, el poder y el sacrificio. Y por tangencial hay que entender que no existe un verdadero propósito de ello y las ideas están, pero solo para ser nombradas y no desarrolladas en detalle y profundidad. El guionista de Nightwing se lanza de lleno al uso de los distintos elementos que rodean a Batman para ir contando una historia que se sustenta en unos diálogos resultones, algo manidos, pero que funcionan lo suficiente como para no dejar que la desidia acabe por poseer al lector.
A la labor de Dixon, se suma lo que de verdad hace que este especial sea relativamente interesante, su dibujante John Van Fleet que, con su estilo a medio camino entre el grafiti y lo pictórico, intenta levantar el anodino planteamiento del escritor de Robin. Su trabajo es notable en la composición de página, su juego entre luces y sombras y el toque geométrico que imprime a sus dibujos, que centran la atención en unas viñetas carentes de fondos en el ochenta por ciento de la obra.
Un esfuerzo que no se traduce en una mejora para el conjunto.
Batman es un personaje muy flexible, polivalente, que se adapta bien a casi cualquier propuesta, como demuestra este especial, pero que el protagonista sea versátil no justifica lanzarlo de bruces contra cualquier escenario esperando que lo pueda sostener por si mismo. Dixon peca de simplificar lo que quiere contarnos y lo hace simplemente porque no hay historia que realmente valga la pena contar.
El concepto mítico del Grial y Batman no justifican este trabajo que resulta más oportunista que necesario y se olvida tan pronto como se cierra el tomo. Dixon en horas bajas, relajado y sin intención de asombrar a nadie, salvo tal vez a si mismo por ser capaz de escribir algo así y que se lo publicaran.
Pues para mí fue una lectura muy placentera. No todos los comics son watchmen! Dixon coge una premisa que toca de manera superficial para ofrecer entretenimiento mainstream… vamos, lo que ha hecho siempre, adornandolo con personajes o situaciones recurrentes en el como los Manklin o su Ubu o su Pingüino. Un producto de su tiempo. Como punto fuerte: una de las mejores apariciones de ra’s al ghul post-coie, con una relación con Talia distinta a la de una versión enfermiza de los Borgia que instauró Morrison. El dibujo mejora el resultado dándole una atmosfera especial. Podría oasar perfectamente poe una historia de batman tas. Yo le veo su encanto, aunque igual sosólo se lo veo yo!