Segunda y última parte del díptico que analiza las principales versiones de Batman de los años setenta, la década de la recuperación del Caballero Oscuro.
Estamos en 1977. Batman sigue sin estar de moda. Tampoco es que importe mucho pues su salud ha mejorado. Se encuentra mejor consigo mismo. Unos años antes, Dennis O’Neil y Neal Adams habían hecho un buen trabajo devolviendo al murciélago a su hábitat natural y confrontándolo con otras criaturas de la noche. No obstante, el Guardián de Gotham estaba lejos de la cumbre.
Los cómics de superhéroes, por su parte, siguen su evolución. Nadie puede dudar que las cosas han cambiado. Los mutantes ya se hacen notar. Han debutado personajes como Lobezno o el Castigador, precursores de lo que está por venir. El giro social producto de los vientos de cambio de los sesenta va dejando poco a poco lugar a un recrudecimiento de los planteamientos narrativos. Más pesimistas, más agresivos, más desencantados. Los años ochenta están al caer. Y con ellos, ya sabemos: Alan Moore, Frank Miller y una reelaboración descarnada del paradigma superheroico.
Sí, es cierto: Star Wars salvó a Marvel ese mismo año. Superman romperá las taquillas al año siguiente, en lo que en parte supondría el canto de cisne al liderazgo del Hombre de Acero en el género superheroico. Ya no era el indiscutible nº 1 de antaño. En breve será desafiado en su propia casa por su mejor amigo. La semilla está siendo plantada en 1977.
Parece que siempre decimos lo mismo, pero es que es verdad: los años setenta no son buenos tiempos para la industria, atravesada por una nueva recesión de la que sólo empezará a salir a finales de la década. Para DC es una época de crisis y reestructuración. Al poco de iniciarse la década se consuma lo que venía anunciándose desde finales de los sesenta: Marvel ha superado su cuota de mercado y se ha convertido en la editorial más fuerte de la industria. Comenzará así una retahíla de estrategias para recuperar su posición: jubilar a los viejos autores de la Golden y la Silver Age, incrementar el número de páginas de los cómics, diversificar contenidos y personajes o inundar el mercado con nuevos títulos. A nivel corporativo se impone una reorganización. En 1976 la empresa madre, Warner Communications, renombra la editorial con su ya popularizada denominación, pasando a ser oficialmente “DC Comics Inc.” Se adopta la versión más mítica del logo «DC bullet». Jenette Kahn se convierte en Publisher y Joe Orlando enExecutive Editor. Kahn no proviene del mundo del cómic, ni como autora ni como aficionada. No obstante, su nombramiento cambiaría la historia de la editorial. Junto con Dick Giordano y Paul Levitz sentará las bases de la moderna DC. Pero los inicios fueron muy poco prometedores.
Una de las primeras cosas que hace Kahn, y una constante en sus primeros años, es tratar de atraer el talento marvelita a DC. Uno de los primeros en comprobarlo es Steve Englehart. Englehart, que ha ganado reconocimiento por su trabajo en Capitán América y The Avengers, ha acabado su trabajo en Marvel con algún que otro roce con Gerry Conway, otro enfant terrible de la Casa de las Ideas ascendido a Editor en Jefe en los años de locura en el Bullpen. Duraría menos de un año. Kahn no se lo piensa, llama a Englehart y le propone “hacer lo mismo que has hecho en los Vengadores pero con la Liga de la Justicia”. Acepta. En principio el compromiso es por un año. Englehart quiere dejar los cómics y de hecho se va a embarcar en un largo viaje por Europa con su mujer. Sólo pone como condición: la ocasión de escribir a su personaje favorito, Batman. Kahn acepta y le da el título peor vendido de Hombre Murciélago: Detective Comics.
En un principio, su dibujante va a ser un joven llamado Walter Simonson. Sin embargo, por diversas circunstancias Simonson se cae a los dos números y le sustituye el que hasta entonces era el colorista, un semidesconocido Marshall Rogers.
Así, queda cerrado un equipo creativo con Englehart en los guiones, Rogers en los lápices y el color y Terry Austin en las tintas. Este equipo duraría exactamente seis ejemplares. Suficiente para hacer Historia.
Rogers y Englehart nunca llegan a verse mientras colaboraron. De hecho, ni siquiera hablan entre ellos. Englehart ya está en Europa, ha depositado guiones completos de los números a los que se ha comprometido siguiendo el método DC y se ha olvidado del asunto.
En todo caso, la intención de Englehart es clara: quiere un Batman que continúe directamente el de los primeros números de Bob Kane y Bill Finger. No tanto un Batman gótico que confronte con criaturas misteriosas en entornos lúgubres como el de O´Neil y Adams, sino uno que pelee contra gangsters y corruptos en un fondo urbano.
Aquí reside la principal diferencia entre el back to basics de O’Neil y Adams y el de Englehart y Rogers. El primero era un retorno al “clima”, al “ambiente” de misterio y un tanto macabro del primer Batman y su figura como criatura de la noche y no tanto como superhéroe al uso. También ese Batman, como se comentó, tenía elementos sobrenaturales, pero su orientación básica era la de un luchador contra el crimen. Batman es un justiciero fuera de la ley, misterioso, oscuro, vengativo y netamente urbano. Con Adams era más una figura espectral. Así, se le verá balanceándose entre los edificios o asomado a las azoteas, no en castillos o agazapado entre ramas quebradizas.
Cuando hablamos del Batman de Englehart y Rogers, o «la Saga del Detective Oscuro», como la llamaremos aquí, hablamos tan sólo de seis números, del Detective Comics #471 al #476 a los que se añaden una especie de prólogo (#469-470) con Simonson y Al Milgrom a los lápices y un epílogo en los números 478 y 479 con guiones de Len Wein pero todavía con Rogers a los lápices. En total diez números publicados entre marzo de 1977 y abril de 1978.
Un apunte interesante: los episodios tienen 17 páginas. Como ya se ha dicho, son tiempos de recesión, y el resto de páginas del cómic hasta las 21 tradicionales son ocupadas por publicidad. El reto es comprimir la acción sin desmerecer la historia y mantener un ritmo que permita aunar el crescendo dramático con los necesarios momentos de sosiego.
La Saga tiene una estructura bastante marcada, con tres hilos claramente diferenciados que transcurren en paralelo, aunque se cruzan en múltiples ocasiones y se resuelven sincrónicamente en el clímax final.
Por un lado, tenemos el desfile de enemigos tan propio de cualquier buena saga superheroica. Por estas páginas vamos a ver al Dr. Fósforo, el Pingüino, Deadshot y el Joker más Clayface III. En muchos casos, las acciones de uno, conducen a la aparición del siguiente, en una continuidad muy fluida y natural. Por otro lado, tenemos la trama centrada en el villano principal, que no es otro que Rupert Thorne, personificación del vínculo corrupto entre la política y los bajos fondos en Gotham. Y, por último, tenemos la trama romántica entre Bruce Wayne y Silver St. Cloud.
Sin embargo, hay otro personaje que sobresale y que es el detonante de los sucesos que conducen al clímax de la Saga, que no es el oponente principal pero tampoco es un enemigo de un solo número. Se trata del profesor Hugo Strange y va a ser uno de los núcleos de la historia.
Vayamos con el desarrollo de la Saga.
En los números 469 y 470 se nos presentan tres personajes. Dos de ellos serán básicos en el relato, Rupert Thorne y Silver St. Cloud, y otro no pasará de ser el detonante, el Dr. Fósforo.
Thorne es presentado como el presidente del Consejo Municipal de Gotham. No es el alcalde, sino que parece ser una especie de portavoz del órgano ejecutivo del municipio. Digamos un concejal de gobierno con competencias de tipo representativo. También nos queda claro que es la cabeza de los bajos fondos de la ciudad. Aparece como una figura ya consolidada, al que todos conocen, incluido Bruce Wayne.
Silver aparece en una fiesta de alta sociedad dada por Wayne como habitual tapadera para una misión de Batman. Allí flirtean de manera bastante directa, pese a que Silver parece estar emparejada. También nos queda claro desde el principio que es observadora y atenta al detalle: en seguida intuye que Wayne no es como aparenta y detecta un descuido por su parte (pelo mojado: la misión de Batman incluía submarinismo).
En cuanto al Dr. Fósforo, resulta ser un empresario de la energía atómica que había construido una central gracias a Thorne y sus prácticas corruptas. Un accidente lo convierte en un ser ígneo que busca venganza contra la ciudad. Fósforo presiona a un ex-socio, otro empresario convertido en concejal afín a Thorne, para que el gobierno municipal prohíba las actividades de Batman. Esta va a ser la principal consecuencia de la acción corruptora de Thorne: Batman vuelve a ser un proscrito, como en sus orígenes.
El Cruzado de la Capa confronta con Fósforo después de que éste cometa dos brutales crímenes: envenenar el agua de Gotham (un clásico) y gasear a todos los espectadores de un concierto de rock (en la historia no se le da mucha relevancia, pero puede que Fósforo liquidara a diez o quince mil personas de una tacada: ni el peor Joker). Al final Fósforo muere de manera horrible y accidental (otro clásico) y Batman sentencia: «¡Si alguien se lo merecía era él!» Desde luego estamos ante un Batman vengativo en grado sumo.
Pese a la derrota de Fósforo, las consecuencias de sus actos conducen los acontecimientos por sorprendentes derroteros.
Por un lado, Wayne acude a una clínica para clientes muy selectos y con un estricto sentido de la confidencialidad con el objetivo de curar discretamente las heridas de su lucha con Fósforo, no sin antes decírselo a Silver, con la que ya parece tener una relación. La clínica resulta ser una tapadera del profesor Hugo Strange, que hace acto de presencia en el número 471. Strange convierte a su acaudalada clientela en sus conocidos hombres-monstruo mientras saquea sus fortunas. Cuando Batman lo descubre ya es tarde, Strange le derrota y descubre su identidad secreta.
Por otro lado, animado por la presión que Fósforo ejerció sobre su ex-socio, Thorne decide acabar con Batman y fuerza su maquinaria política. El municipio cita al enmascarado para que dé cuenta de sus actividades (esa escena es bastante boba: mientras Batman persigue a un delincuente, un funcionario aparece de la nada y le da una citación) y ante su incomparecencia (está prisionero de Strange) lo declara fuera de la ley.
Entramos de lleno en el nudo de la Saga. Siguiendo su plan, Strange suplanta a Wayne, vacía sus cuentas y vende sus activos. Sin embargo, se topa con Silver y, pese a que sale como puede de la situación forzando una ruptura, no consigue engañarla. Silver se pone en contacto con Dick Grayson y le advierte de que algo malo le ocurre a Bruce.
Mientras tanto, Strange está dispuesto a sacar el máximo partido a su recién encontrado tesoro y organiza una puja por la identidad de Batman. En la cita para cubrir la cantidad mínima se pueden vislumbrar entre sombras a Thorne, el Pingüino y al Joker. A la salida de la puja, los hombres de Thorne acribillan a los hombres-monstruo de Strange y lo capturan. Pese a torturarle, Strange se niega a revelar la identidad de Batman. Es un momento intenso y genialmente desarrollado. Strange afirma: «¡el secreto de la identidad de Batman es el fruto de mi genio! ¡hay que ganárselo! (…) ¡Para descubrirlo deberás derrotarle a él y no a mí!», grita mientras resiste la paliza de los gorilas de Thorne. El profesor se nos revela como un personaje con dignidad y potencial, con un extraño sentido de la lealtad pero muy interesante. «¡Fui un imbécil al pensar en vender el secreto! ¡Batman es demasiado bueno para ti, no le llegas ni a la suela del zapato! ¡Él y yo somos iguales!», son sus últimas palabras. El secreto de la identidad de Batman parece que sigue a salvo. Desconcertado, Thorne desprecia la lealtad de Strange hacia su enemigo y sentencia sarcástico: «uno casi pensaría… ¡que él era Batman!», dando sentido al título de número 472: «¡Yo soy Batman!». Esto dará que hablar.
Paralelamente, en la clínica, Robin rescata a Batman y Alfred, que había sido conducido allí por Strange y acaban con el resto de los hombres-monstruo. Sin embargo, no pueden evitar que antes del rescate éstos ataquen a Silver, que había ido a la clínica intuyendo que allí se encontraba la raíz del problema. Una nueva demostración de la perspicacia y arrojo de Silver.
Los números 473 y 474 sirven de calma antes de la tormenta. Vemos como Robin ayuda a Batman a capturar al Pingüino y vuelve con los Titanes, dejando a su mentor sólo frente a las maquinaciones de Thorne; como éste recibe dos visitas del fantasma de Strange, que le advierte de una tercera y letal aparición; y como la relación entre Bruce y Silver se afianza. Pero esta mujer es demasiado espabilada incluso para Bruce Wayne: tras presenciar la derrota de Deadshot a manos de Batman y clavar sus ojos en el Caballero Oscuro se da cuenta de lo que al resto pasa inadvertido: Bruce Wayne es Batman. Puede que la forma de descubrirlo parezca absurda: una mirada escrutadora. Luego «se explica» de manera harto convencional que Silver, mujer enamorada, se sabe de memoria las facciones de su amado, por lo que no puede ocultarse de ella con una máscara que deja libre media cara (cuando Silver clava sus ojos en Batman, éste se encuentra a no menos de diez metros). Prefiero pensar que Silver es una persona tan perspicaz e intuitiva que sencillamente descubre la verdad evidente que muchas veces esconde un secreto aparentemente inescrutable. En todo caso, Englehart y Rogers le dan una gran verosimilitud al dramático final del número 474.
La tormenta se desata en los poderosos números 475 y 476. Y no sólo en sentido figurado. La atmósfera de Gotham se carga de electricidad. Batman, consciente de que Silver le ha descubierto decide afrontar la situación, pero sólo consigue precipitar la marcha de ésta sin que entre ellos queden las cosas claras. El Joker, cuya presencia se lleva anticipando varios números, hace acto de presencia como sólo él puede hacerlo: atrayendo tantas miradas como desconcierto. Su plan: marcar el pescado con su veneno de la risa, legalizarlo como marca registrada y pedir derechos de autor. Brillante. La SGAE perdió un genial directivo con el Joker. Por último, las apariciones de Strange han dejado a Thorne al borde del colapso. Otro empujoncito le viene de la mano, ¡cómo no!, del Joker. Haciendo uso de su legendaria capacidad para perturbar la mente de cualquiera, el Joker advierte a Thorne que sabe lo de Strange y que no permitirá que nadie descubra nunca la identidad de Batman. «¿Tú le… proteges?», grita Thorne mientras piensa «¡igual que Hugo Strange!».Thorne no entiende nada. Pero no es lo mismo: Strange admiraba sinceramente a Batman, al que consideraba intelectualmente su igual. El Joker no admira a Batman, está obsesionado con él, piensa que es de su propiedad. El Joker tiene la necesidad de confrontar con Batman, de medirse a él. De tenerle todo y sólo para él. No es extraño que en la versión de Frank Miller lo llamara «querido». «¡El Joker se merece a Batman!», se carcajea. Los motivos de uno y otro oponente del Hombre Murciélago se escapan a un criminal convencional como Thorne.
La tormenta ya ha estallado. Thorne no puede más y huye de la ciudad. En plena carretera encuentra a Silver, que también se ha marchado precipitadamente, escapando de su relación imposible. «Mientras esté con la chica no me pasará nada», piensa, confiando en el código de honor de Strange. Mientras, el Joker va liquidando funcionarios de la Oficina de derechos de Autor en vivo y en directo como represalia por no concederle sus derechos de marca registrada sobre los peces-joker. En un nuevo intento de asesinato, Batman descubre al Joker disfrazado de policía y se entabla la lucha final, retransmitida por todos los medios de la ciudad. Enterados por la radio del coche, Thorne y Silver discuten acaloradamente a cuenta del papel de Batman como justiciero y Silver acaba en la cuneta tratando de regresar a Gotham y temiéndose lo peor. Mal movimiento de Thorne: sin Silver, Strange aparece una última vez y Thorne sufre un colapso: acude a la comisaría más cercana y confiesa «todos sus crímenes desde los días de la Prohibición».
Finalmente, Batman derrota al Joker, aunque éste burla una vez más a la muerte y Silver aparece para presenciar la victoria. Por fin aclaran las cosas: sabe quién es y pese a que lo ame, no puede permanecer al lado de alguien que arriesga su vida cada noche frente a semejantes lunáticos.
La tormenta pasa, la proscripción es revocada. Batman desaparece. Solo. Todo ha terminado.
Los números 478 y 479, además de presentar a Clayface III, exploran las consecuencias de la ruptura entre Bruce y Silver, con un Batman iracundo y amargado que incluso culpa a sus padres de no poder tener una vida normal. Jamás había orientado su ira contra sus padres. En ese momento Bruce Wayne está más cuerdo que nunca. Pero dura poco, la Batseñal recorta el cielo y Batman debe volver a inspirar temor en el corazón de los criminales. Su cruzada prosigue.
La Saga aportanuevos personajes y revisa algunos veteranos. Entre los nuevos ya se ha hablado de Rupert Thorne y Silver St. Cloud.
Thorne no pasa de ser un jefe mafioso arquetípico. Tal vez demasiado expuesto por su cargo público. Su presencia encaja perfectamente con el fondo de ciudad el crimen que se identifica con Gotham. Los villanos de tipo mafioso son necesarios para una serie como Detective Comics. Sin embargo, la figura del gran hombre de la mafia de Gotham había sido tan aleatoria como secundaria durante décadas. Thorne es el primer «padrino» reconocible y carismático del bajo mundo de Gotham.
Es interesante que al final se muestra incapaz de entender lo que ocurre a su alrededor. Los villanos del tipo Strange o el Joker albergan motivaciones y emplean métodos que se le escapan. Al margen de si era la intención de Englehart, el choque entre dos mundos, el de los excéntricos psicópatas y los convencionales gangsters, queda bien plasmado. Al hilo de esto, cabe pensar en Rupert Thorne como un anticipo de Carmine Falcone: un mafioso tradicional desbordado por una legión de rarezas desequilibradas.
Silver supone uno de los mejores intereses románticos de la serie. Es representada como una mujer reservada, fuerte e inteligente. Una mujer enamorada de Bruce Wayne y no de Batman, como era el caso de Talia o de Catwoman (o incluso Kathy Kane), y capaz de descubrir su identidad secreta, lo que nunca hicieron Julie Madison ni Vicky Vale (ni Kathy Kane). Su relación se plasma de manera bastante adulta con referencias obvias a su contenido sexual. Esto no era precisamente moneda común en los comics de superhéroes de la época. Todas las parejas superheroicas presentaban una imagen de estricta castidad, incluso las casadas o con hijos.
Con el Dr. Fósforo tenemos un supervillano convencional sediento de venganza, sin más trascendencia. Si acaso aporta un incremento de la brutalidad y la locura en el villano medio de la galería de Batman.
En cuanto a las revisiones de antiguos personajes, destaca por encima de todas la de Strange. Dadas sus escasas y lejanísimas apariciones (tres de hacía casi cuarenta años) el profesor era un personaje lo suficientemente básico como para que se le pudiera llevar en cualquier dirección. En origen fue un científico loco calvo sin más. Igual que el Ultra-humanita, Lex Luthor o el Dr. Muerte, el auténtico primer supervillano que tuvo Batman (Detective Comics #29, 07/1939). Con su aspecto de Moriarty, el Strange de esta Saga se eleva como un digno oponente intelectual de Batman.
No nos queda claro si su motivación es simplemente robar una fortuna y darse la gran vida, como así parece en alguna viñeta, o más bien infiltrarse en el tejido del poder en Gotham, en su vertiente financiera y política, para dominar la ciudad, como se puede concluir de otras escenas. De todas formas, una vez derrota y desenmascara a Batman, parece asumir que era realmente el Caballero Oscuro el que gobernaba la ciudad «de día y de noche» con su doble identidad. En este punto sus motivaciones parecen cambiar y orientarse a sustituir de manera literal a Wayne/Batman y ocupar su trono como auténtico dueño y señor de la ciudad. No deja de haber un inquietante componente psicológico en este «sustitucionismo»: el reconocimiento y admiración de Strange por Batman acaba con la asunción de su identidad como manera de vencerlo y a la vez de admirarlo (¿oísteis Sergei Kravinoff y Otto Octavius?).
La relevancia de Strange en la Saga ha quedado consagrada en el título oficial adoptado por ésta desde hace décadas: «Strange apparitions».
El Pingüino apenas sufre variaciones. En el momento que se publican estos episodios era un enemigo venido a menos. Tradicionalmente había sido considerado el «nº 2» en la Galería de Villanos. La serie de TV fue la cúspide de su popularidad y quizá de su sobreexposición. Sin embargo, a medida que Batman y su mundo evolucionaban hacia ambientes oscuros y cierto realismo Cobblepot iba quedando en fuera de juego. Este número se ciñe a los lugares comunes de vanidad y motivos aviares que siempre aparecían en las historias clásicas del Pingüino sólo que con una exposición y desarrollo más actuales.
Con Deadshot estamos ante un rediseño en toda regla. Su única aparición databa de Batman #59 (06/1950) y fue añadido in extremis por Englehart ante la necesidad de dilatar un poco más la historia. Por otro lado, tanto este número como el del Pingüino marcan un perfecto punto desosiego en el desarrollo de las tramas principales que prepara el terreno para el desenlace final.
El rediseño de Deadshot lo convierte en una auténtica máquina de disparar y aunque no deja de tener un aire estrafalariamente comiquero, con esa mirilla en el pecho y esos colores, es el colmo de la discreción comparado con el frac, sobrero de copa y antifaz de su aparición original.
En lo que respecta al Joker, estamos ante una de sus versiones por excelencia. Decíamos que la versión de Adams tenía un aspecto setentero más que ceñido a la imagen clásica. Aquí tenemos una imagen totalmente fiel al patrón comiquero clásico de gangster extravagante con su chaqué, su peculiar lacito alrededor del cuello, gabardina, sombrero de ala ancha y guantes. Alto y esbelto, elegante y estiloso, la versión de Rogers actualiza la versión clásica.
En cuanto a su caracterización, estamos ante una de las versiones que mejor han plasmado la naturaleza del personaje. Vanidoso, egocéntrico, amoral, imprevisible, aterrador, pero, sobre todo, cada vez más consciente de ser y representar lo opuesto al Hombre Murciélago. Vimos que el Joker de O´Neil y Adams ya era consciente de que su confrontación con Batman era algo más que un juego de «policías y ladrones», sino una batalla llena de significado y trascendencia. El Joker de Englehart y Rogers da un paso más en esta dirección y sigue apuntando a la mutua dependencia entre el Payaso del Crimen y el Caballero Oscuro. El Joker siempre ha sido más consciente del vínculo que les une que el propio Batman.
Nunca un plan del Joker había sido tan disparato, tan irracional y a la vez tan ocurrente y atractivo como el de los peces-joker. Aquí realmente se consagra el principio de «los crímenes del Joker sólo tienen sentido para él», rompiendo con los delitos de motivos bufonescos, tan típicos de otras épocas. Si O´Neil y Adams recuperaron al loco homicida, Englehart y Rogers lo elevan a algo más. Agente del caos, se dice ahora. Desde entonces, y siempre que esté en buenas manos, el Joker se va a mover definitivamente en otra liga, sus crímenes van a ser algo más: un desafío al orden político, social y psíquico de una ciudad siempre desquiciada y al borde del suicidio colectivo. Por supuesto, semejante amenaza contiene a su vez una inevitable provocación al supremo guardián del orden y la cordura en la ciudad.
El antagonismo entre ambos alcanza otra dimensión tras esta Saga, dando lugar a las mejores historias de esta fascinante enemistad.
Mención especial merece el cameo del Jefe O´hara, salido de la serie de televisión que hace su debut en el cómic en el número 470.
Englehart buscaba conectar su visión de Batman con la original de Kane, Finger y Robinson. Para ello se valió de varios recursos: guiños, homenajes, referencias o revisiones de elementos de las primeras aventuras del Hombre Murciélago.
Para empezar, el texto de entradilla de cada episodio está inspirado en los que aparecían en los cómics de los años cuarenta, así como las frecuentes alusiones a «The Bat-Man» más que a «Batman» (inapreciables en la versión en castellano), tal y como ocurría en los primeros cómics.
El carácter de Batman, frio, amenazante, rayando en la crueldad, también le vincula con la versión original. La sentencia de “nadie se lo merecía más que él” tras la muerte del Dr. Fósforo recuerda mucho al “un final apropiado para él” con el que Batman despachó la muerte de culpable del caso del sindicato químico en su primera aparición en Detective Comics#27 (05/1939). Es un regreso no sólo a la atmosfera oscura, sino al carácter oscuro de Batman. No estamos ante el superheroico «Mejor Detective del Mundo» sino ante el vengativo «Detective Oscuro».
No sólo el héroe sufre esta revisión retro, también los villanos. El modus operandi del Joker parece calcado al que ejecuta en el mítico Batman #1 (03/1940),su primera aparición. Mensaje en los medios (antes radio, ahora televisión), amenaza y muerte por envenenamiento usando algún truco químico. Incluso en ambas apariciones se disfraza de policía.
Queda claro que el Joker no es sólo un personaje hambriento de protagonismo, como buen actor cómico, sino todo un estratega de los medios. Este proceder ha quedado tan vinculado al Payaso del Crimen que ha trascendido los cómics, como veremos.
Sin duda, la recuperación del profesor Hugo Strange, visto por última vez en Detective Comics #46 (12/1940), es lo más característico de este afán retro. Este tipo de dilatadísimas ausencias aportan interrogantes en términos de continuidad. En principio y como no existía versión de Strange en Tierra Uno, sus apariciones de los años cuarenta valen tanto para la continuidad de Tierra Uno como de Tierra Dos, adonde en teoría pertenecían. De esta manera, retoma el uso de los hombres-monstruo ya vistos en el mencionado Batman #1.
Otro simpático guiño al pasado se puede encontrar en los nombres de diversos personajes y localizaciones de Gotham: Broome, el socio francés de Wayne por John Broome, los Jardines Fox por Gardner Fox, Galerías de Exposición Reed por David V. Reed o el Edificio Ellsworth por Whitney Ellsworth. Todos son autores de la Golden y la Silver Age de Batman. También introducen una máquina de escribir gigante (Detective Comics #474), en lo que es una alusión directa al gran Bill Finger. Aquí Englehart y Rogers inician una tradición que todavía dura: las localizaciones de Gotham reciben el nombre de antiguos autores de Batman.
En todo caso, no es la estricta continuidad lo que busca Englehart (pese a detalles como la referencia a Julie Madison), sino la conexión entre su versión y la original a nivel de personajes, ambientes y tramas. En alguna ocasión ha afirmado que escribió su etapa «como si todo lo ocurrido tras la etapa original de Kane. Finger y Robinson no hubiera existido». El ejercicio se resiente no solo por la difícil continuidad deceíta sino también por detalles como que un personaje del peso de Thorne aparezca de la nada y todos ya le conozcan pese a que hayan pasado más de 400 números sin que los lectores sepamos de él. Es el problema de siempre de DC. Estas cosas quedan un poco raras.
Esto le ha dado un extraño estatus a la Saga, situada en algunos aspectos en un limbo en cuanto a continuidad. Pese a que algunos personajes introducidos han sido reutilizados (no así Silver St. Cloud salvo rarísimas excepciones), no han terminado de insertarse en el Bat-universo de las series regulares (Thorne ha sido desplazado por Carmine Falcone como histórico Jefe del hampa de Gotham).
La Saga ha quedado casi como una historia aparte. Esto la ha beneficiado a la hora de su proyección en el tiempo. Es un ejemplo temprano de una visión de autor que se incrusta en la serie regular dejando una etapa prácticamente autocontenida y de difícil encaje en el decurso de la serie. Puede que los problemas que Englehart tuvo con DC y cómo, según él, le impidieron volver a escribir Batman, tuvieran algo que ver.
En esta etapa, Marshall Rogers hizo su trabajo más reconocido. De nuevo estamos ante una imagen que marcó época. Su dibujo es algo tosco sí se le compara con el de Adams. En todo caso, se percibe que Rogers va soltándose en cada número y al final de la Saga nos deja sus mejores páginas.
Con Rogers tenemos un Batman un tanto rígido comparado con el de Adams, pero con una presencia igualmente imponente y amenazante, incluso más. Las orejas de murciélago de la capucha se alargan al extremo y le dan el innegable aspecto de unos cuernos demoníacos. La capa adopta unas dimensiones imposibles. No tiene la ligereza en el vuelo de la de Adams, pero la silueta que conforma con los cuernos de la capucha convierte a Batman definitivamente en una sombra nocturna. La capa acaba monopolizando la figura de Batman, como se ve en las poses de balanceo, vigilia o cuando le cubre totalmente, dándole la poderosa presencia de un monolito.
Es curioso cómo desde Adams la capa pasa a ser un elemento fundamental en la silueta del Hombre Murciélago. Durante décadas se había limitado a ser un añadido rígido y sin ninguna gracia de la capucha, de dimensiones ridículas (a veces parecía que le llegaba hasta las rodillas) y que rara vez le cubría por completo. Adams recuperó la capa como sucedáneo de las alas de murciélago, tal y como la dibujaron Kane y Robinson al principio. Rogers amplifica esta senda, augurando la época de las enormes capas que se verían a finales de los ochenta.
La representación de Bruce Wayne es importante, al tener parte del protagonismo de la Saga. Su aspecto es el de un apuesto y elegante bon vivant al que se le ensombrece el rostro cuando se tensa o cuya figura proyecta la sombra de Batman. Justo cuando la relación con Silver empieza a suponerle un conflicto con su doble vida ella descube su secreto, por lo que no podemos explorar la tensión entre sus identidades y como se hubiera desarrollado, un tema generalmente marginal en la trayectoria del personaje.
Rogers era estudiante de arquitectura. Su formación en ese campo se nota en la ambientación: los fondos son uno de los puntos más fuertes de su dibujo. Tanto los edificios como los interiores son tremendamente realistas y tridimensionales. La ambientación urbana no puede estar más conseguida.
Esta ambientación es decisiva para apreciar la visión de Rogers. Si tuviera que elegir una página que resuma las visiones de Batman de Adams y Rogers, del primero seleccionaría la portadilla del Batman#234, el número de la reaparición de Dos Caras. De Rogers elegiría la portadilla de #476: con un Batman en lo alto de un edificio, listo para lanzar su bat-cuerda, mientras las banderas ondeas en una atmósfera cargada de electricidad, preludiando la inminente tormenta. Toda la fachada, ventanas y edificios contiguos son plasmados con gran detalle.
Rogers también parece un dibujante dado a las bromas con los lectores y en este caso contaba con la complicidad del entintador Terry Austin. Como marca personal, encaja muchas de las onomatopeyas en objetos de la decoración o parte de los fondos, añade una silueta de Popeye en la escena con los pescadores del #476, o utiliza objetos figurativos para mandar mensajitos tipo «¡no se pierda los dibujos de Marshall Rogers!» y cosas así.
En cuanto a la narrativa, sin duda le favorece el hecho de contar con un guion compacto y perfectamente estructurado. Cada número individual va hilvanando perfectamente las distintas tramas de la Saga, pero sin dejar de contar una historia distinta en cada uno.
Al ser un trabajo según el «método DC» hay que suponer alguna responsabilidad de Englehart en la planificación de las escenas. Al contar con tan poco espacio, las páginas están aprovechadas al máximo. Esto se nota en el uso de las viñetas: superponiendo unas sobre otras para hacer avanzar dos escenas sincrónicamente, rompiendo una en varias imágenes minúsculas para condensar múltiples acciones, etc. Al margen de estos recursos destinados a facilitar la narración, también recurre a otros en busca de la espectacularidad, la broma o sencillamente romper la monotonía de la cuadrícula, como viñetas circulares, elementos figurativos que hacen de marco (la capa de Batman) o personajes que «pasan la página».
La planificación de las páginas, en todo caso, da escenas memorables. Una de ellas es la de la tortura de Strange en el #473, sobria y repetitiva como la lacónica pregunta de Thorne («¿Ya estás dispuesto a hablar, Hugo?»). Sólo se nos muestra a Thorne, mientras las onomatopeyas nos indican la brutal paliza que está recibiendo Strange.
Lo que podría ser la secuencia inicial del #475, compuesta por las diez primeras páginas, no pueden ser mejores: página1-espectacular portadilla, página 2 y 3-discusión Batman/Silver, página 4-la huida de Silver, página 5-las dudas de Batman, página 6-se descubren los peces-joker, página 7-Gotham despierta con la amenaza y el Joker entra en escena, páginas 8 y 9 soliloquio del Joker y amenaza a G. Carl Francis. El ritmo es acelerado, cada última viñeta deja en suspenso la acción o adelanta lo próximo.
En este espectacular inicio destaca la recordadísima escena de la aparición del Joker en la Oficina de Derechos de Autor de Gotham, con una viñeta vertical de cuerpo entero del Joker para deleite de los fans (he perdido la cuenta de las veces que la he dibujado), seguido de su conocido soliloquio y el asesinato por un motivo absolutamente absurdo de un esbirro. Por cierto ¿podría ser este el inicio de esa tradición del Joker de asesinar a sus esbirros por cualquier nimiedad o como parte de sus planes?.
También se destaca la última aparición de Strange y el colapso de Thorne en el #476, con cinco viñetas horizontales donde vemos la reacción de Thorne ante el fantasma a través de sus ojos reflejados en el espejo retrovisor del coche.
Por último, aunque podría señalar alguna más, otra de mis favoritas es la muerte de G. Carl Francis, el director de la Oficina de Derechos de Autor. Toda la meticulosidad del trabajo de vigilancia de Batman comprimido en unas minúsculas viñetas totalmente ilustrativas, que acaban con un Batman tenso y turbado por sus propios problemas. Finalmente, la secuencia se cierra con el veneno del Joker actuando lentamente en el rostro de su víctima.
Desde muy pronto, esta etapa quedó calificada como la del «Batman definitivo», la mejor versión del personaje. Semejante juicio valorativo no puede dejar de resultar polémico.
Han pasado cuarenta años desde que estos cómics fueron publicados. Hemos visto multitud de versiones del Hombre Murciélago, algunas sublimes otras vergonzosas. Batman se ha convertido en un icono transmedia que domina la televisión, el cine o los videojuegos. Ha conquistado el medio que le vio nacer convirtiéndose seguramente su personaje más reconocido y exitoso.
Esto era impensable hace cuatro décadas, cuando no dejaba de estar a la sombra de Superman en una DC que pugnaba por salir de la decadencia. La etapa de Englehart y Rogers puso su pequeño granito de arena para que esto pudiera pasar. Fue como un muestrario super-condensado de todos los elementos gráficos y narrativos necesarios para componer un Batman actual: una mole urbana decadente, crimen organizado, corrupción política, una legión de psicópatas, un amor imposible y un hombre excepcional condenado a contener el caos sacrificando su humanidad para dar vida a una sombra justiciera.
A pesar de su brevedad, la etapa contó con unos hilos argumentales que le daban tanto profundidad como cohesión. Frente a la fragmentada «no-etapa» de O´Neil y Adams, más visual que argumental, aquí tenemos una historia cerrada, compacta, con variados ingredientes bien ensamblados.
A su vez tenemos un novedoso tratamiento de la continuidad, totalmente alejado de la multiversidad deceíta. Se trata de una continuidad basada tanto en las tramas principales como las secundarias, tanto en las hazañas heroicas como en las vivencias personales.
Esto y el toque humanizador que aporta el romance entre Bruce y Silver le da un ligero aire marvelita: justo lo que pretendían en DC cuando contrataron a Englehart. La cosa no debió pasar desapercibido a la vieja guardia deceíta que según parece acusó a Englehart de «no saber escribir Batman» e impidió su regreso a la serie.
Sin embargo, la etapa tuvo un impacto innegable.
Para empezar, sus tramas fueron seguidas con reelaboraciones más o menos profundas en las etapas que le siguieron. Seguramente fue la época que más romances ha tenido Wayne/Batman en su dilatadísima historia: la reaparición de Selina Kyle (que se da en el epílogo de la Saga), su relación intermitente con Talia, el debut de Nocturna o la reaparición de Vicky Vale.
El uso de la continuidad se acentuó ensamblando los dos títulos del Hombre Murciélago como si fuera una sola colección.
Una revisión más ajustada se realizó en la etapa de Gerry Conway a principios de los ochenta, con la recuperación de Strange y Thorne y la trama de corrupción política, que en este caso alcanzó a la alcaldía e hizo caer al Comisario Gordon. Incluso añadiendo otros elementos extraños y sobrenaturales en la onda de los hombres-monstruo como vampiros, fantasmas o el regreso del Monje Loco.
La estructura de la Saga, por otro lado, ha devenido en la fórmula «desfile de villanos + trama mafiosa», adoptada y explotada hasta la saciedad por Tim Sale en trabajos de estructura bastante similar como son Long Halloween (1996-1997), Dark Victory(1999-2000) y Hush (2002-2003), añadiendo el componente whodunit.
Para los cómics, por tanto, esta etapa conectó definitivamente al personaje con sus raíces, sirvió de puente entre los años cuarenta y los inminentes ochenta, echando a un lado todos los elementos Silver Age de los cincuenta y los sesenta, que serían encerrados bajo siete llaves hasta la llegada de Morrison.
En otras palabras: conectó al personaje con su pasado y lo proyectó al futuro, desbrozando el terreno para la llegada de la visión que se convirtió en canónica durante décadas y aun hoy sigue siendo la caracterización más celebrada del Hombre Murciélago. En 1986 Frank Miller nos ofreció un Batman totalmente acorde con el espíritu de su tiempo, ajeno y deudor a la vez de las versiones anteriores. Sin la rehabilitación que tanto O´Neil/Adams como Englehart/Rogers hicieron al Guardián de Gotham es difícil de creer que The Dark Knight Returns hubiera sido posible.
Pero si hablamos del impacto de esta Saga hay que hablar de una persona clave en la historia reciente del Hombre Murciélago: Michael Uslan. Uslan, productor cinematográfico, ha afirmado repetidamente que fue esta saga la que le convenció de la viabilidad de una película de Batman.
Tras el éxito de Superman: the movie (1978), Uslan trató por todos los medios de sacar adelante el proyecto de un film de Batman basado en la etapa de Englehart. Incluso contrató al guionista para que aportara dos tratamientos argumentales. Irónicamente, uno de sus principales obstáculos fue el recuerdo de la serie televisiva de Batman, de enorme arraigo entre público y productores. Con la deriva cómica que empezó a padecer la saga cinematográfica de Superman (véase Superman III, 1983), la viabilidad de una película oscura y urbana de Batman era sistemáticamente cuestionada.
Felizmente, el proyecto acabó saliendo adelante en 1989 coincidiendo con el 50º Aniversario de Batman. Si bien el trabajo de Englehart fue rechazado, diversos elementos del mismo pasaron a engrosar el guion definitivo de Sam Hamm, como la ausencia de Robin, la trama mafiosa (cambiando a Thorne por Grissom), el romance de Wayne y no de Batman (cambiando a Silver por Vicky Vale) o el famoso «compuesto binario» del Joker que sólo mata si se mezclan sus elementos.
Aun con el transcurso de los años, aun se detectan ecos de la etapa de Englehart/Rogers en las películas más recientes. Hasta en la celebradísima Trilogía de Nolan (2006-2012), vemos un Joker que anuncia sus crímenes por televisión y se disfraza de policía para cometer uno de sus asesinatos.
Después de tantos años, podemos hacernos una idea de la trascendencia que tuvo la primera película del Hombre Murciélago. Fue la consagración del Batman actual, el entierro (casi) definitivo de la versión pop (ese Schumacher ¡ay!). Las visiones sombrías de los setenta (O´Neil/Adams y Englehart/Rogers) o las brutales de los ochenta (Miller/Mazzuchelli, Grant/Breyfogle o Starlin/Aparo) no dejaban de ser desconocidas para el gran público que retenía en su memoria la imagen de un Batman colorido, fondón y autoparódico. Sin embargo, el film popularizó masivamente una imagen oscura, taciturna y verosímil del personaje. Batman acabó así enterrando a Superman y se convirtió en el héroe de un tiempo que todavía es el nuestro.
Tan sólo por la influencia que tuvo la Saga a la hora de motivar la primera película, creo que no es exagerado afirmar que el ascenso de Batman a los altares de la ficción popular contemporánea no hubiera sido posible sin Strange apparitions.
Así, el Detective Oscuro enterró al Mejor Detective del Mundo y despejó el terreno para que emergiera el Caballero Oscuro.
Por cierto, recientemente se ha recopilado esta etapa por parte de ECC en un único tomo. Por si os ha picado la curiosidad.
Guion - 8.5
Dibujo - 8.5
Interés - 9.5
8.8
¿Definitivo?
No sé si el Batman definitivo, pero sí el decisivo para entender el ascenso del personaje y su consagración como solitario justiciero urbano condenado a enfrentarse al crimen organizado y a una legión de psicópatas
Fabuloso artículo, me encantó. Felicidades al redactor, muy bien documentado.
Bravo, Juan. Genial artículo y análisis. Me ha gustado mucho además que señales un par de puntos:
1- La escasa utilización de Rupert Thorne a posteriori , excepto en la comentada etapa de Gerry Conway. Hugo Strange ha tenido más predicamento, entre su recuperación por parte Doug Moench y Paul Gulacy en Presa y su aparición en el videojuego de Arkham, pero Thorne apenas ha sido visible en los cómics. Sin embargo, sí era el Boss mafioso por antonomasia en la excelente serie de animación de Paul Dini y Bruce Timm, apareciendo en numerosos episodios. Off topic, pero yendo en esa línea: también me gustó mucho que en Batman TAS se usase al alcalde Hamilton Hill de la etapa Conway, relacionado con el entramado de poder de Thorne en Gotham.
2- «¿oísteis Sergei Kravinoff y Otto Octavius?» Bravo de nuevo. Una vez leí que por lo visto JM DeMatteis ofreció inicialmente la idea tras La última cacería de Kraven a DC como una historia de Batman; que se la rechazaron y entonces la recicló para Spiderman. Francamente, fue lo mejor que podía haber sucedido. Si hubiese sido para el hombre murciélago, hubiese resultado redundante en una medida dado este arco con Hugo Strange. Y que se diese con Peter Parker contribuyó a generar un relato atípico para el tono general de historias del personaje, que pasó a ser una de sus más memorables historias. Quizás para Batman, hubiese pasado más desapercibida.
De nuevo, reiterar mis felicitaciones. Textos así son, entre otras muchas cosas, por lo que me enorgullece colaborar en esta página.
Gracias por tus palabras, Sergio.
Con respecto a lo que dices:
1.- Sí es cierto que Thorne y, sobre todo, Silver, apenas han sido utilizados después de la saga. No sé si la mala salida de Englehart tiene que ver. De Thorne en BTAS, la verdad es que sólo le recuerdo en el origen de Dos Caras, sustituyendo a Maroni, de alguna manera. No sé si salió en más episodios.
2.- Parece ser que el origen de La Última Cacería de Kraven fue una imagen que tuvo DeMatteis de un superhéroe saliendo de la tumba. Lo intentó con Batman, pero no recuerdo porqué no salió adelante. Al final salió lo que todos conocemos… una historia que algunos consideran contra-natura del Trepamuros, una claudicación ante la moda grimm and gritty del momento y pura Bat-ploitation.
Si se tiene la edición de Planeta, ¿vale la pena decantarse por la de ECC? Es que sus portadas con lo de ‘Grandes autores’ me tira siempre para atrás
Yo diría que no. La portada del tomo es la misma en ambos casos, sólo cambia que la mancheta está arriba o abajo.
Si no recuerdo mal, la edición de ECC tampoco tiene las portadas. Vienen los 10 números de la saga a pelo más la misma intro de Englehart del tomo de Planeta. Tampoco viene la secuela «Batman: Dark Detective» ni el relato en prosa de O´Neil y Rogers que sí vienen en la de Planeta y que, aunque la primera no es gran cosa, tiene el interés de ser una secuela. Y el relato pues está bien pero sólo pinta algo en el tomo por estar dibujado por Rogers.
A nivel de reproducción, aunque parezca increíble, creo con total franqueza que la reproducción que apareció en Clásicos DC de zinco es la mejor. Ni la edición de Planeta ni la de ECC han podido corregir un desagradable efecto borroso en algunas páginas. El color de la de zinco, por otro lado, parece recoloreado. Creo que es porque se basaron en la reedición de «Shadow of the Batman», que me parece que estaba hecho con papel baxter.
Hola! Aunque llevo años siguiendo Zona Negativa es la primera vez que me animo a comentar. El motivo es que he leído este artículo con mucha atención y es francamente estupendo, lo he disfrutado mucho. Desconocía los problemas de Englehart con la «vieja guardia» de DC y resulta irónico unir esto y los roces con Conway, puesto que autores posteriores como Len Wein, Michael Fleisher o el mismo Conway retomaron su fórmula (cuando no directamente los mismos hilos) de esta breve pero intensa etapa. Creo que no es exagerado decir que, más allá de la influencia sobre la pantalla grande, esta saga supuso un pilar fundamental para el Batman de la Bronze Age, y por tanto para el Batman TAS. Por lo demás me gustaría señalar tres puntos como complemento al texto y a los comentarios del hilo:
1- Decir que está en un limbo de continuidad siempre me ha parecido exagerado. Sin ir más lejos, en Detective Comics #471 se hace referencia al plan de Ra´s al Ghul que supuso su regreso (Detective Comics #444-448, de enero a junio de 1975) tras su detención en Batman #244 (septiembre 1972), y en Detective Comics #474 Robin se dirige al último número del primer volumen de los Jóvenes Titanes (Teen Titans #53, febrero 1978).
2- Respecto a Rupert Thorne. Su única aparición Post-COIE que yo conozca es en la continuidad entre «Crisis Infinita» y «Flashpoint», en Detective Comics #825 (enero 2007) donde debe afrontar la venganza del Doctor Fósforo mientras cumple condena en Blackgate (donde dicen ha estado todo ese tiempo). A mayores hay una referencia en continuidad posterior a Hora Cero en JLA/JSA: Virtue & Vice (enero 2002) donde se hace referencia a la campaña del concejal Thorne Jr para la alcaldía de Gotham. Hay otra referencia más con Harry Thorne, «candidato de los restos de la conspiración Thorne», en Dark Detective#1 (julio 2005). Si alguien conoce alguna más le agradecería que me la dijera!
3- Sobre el título: yo siempre la conocí como «El Batman Definitivo» (título condenado a desaparecer por lo subjetivo del término), quedándose «Strange Apparitions» a raíz de la publicación en TPB del mismo nombre. Sin embargo según ha dicho el mismo Englehart para él es el primer acto (de tres) de una obra llamada «Dark Detective». La segunda parte, publicada en 6 números de julio a septiembre de 2005 es una rareza, por lo que supone de incorporación de elementos fuera del canon de la época respecto a la infancia de Bruce y su actividad como Batman (Liebowitz, Joe Chill, los Saqueadores de Peniques) y aparición de fallos de continuidad (Dos Caras desfigurado cuando ya había sido intervenido por Thomas Elliot), así como reutilización de temáticas como la persecución policial (por el comisario Akins), reinterpretación de villanos (como el Espantapájaros) y recuperación/»puesta a punto» de villanos caídos en el olvido (Doctor Doble X). La tercera parte, que nunca llegó a ser publicada, era aún más extraña, recuperando a Polilla Asesina y Dala Vadim y con extrañas reinterpretaciones de Pingüino y Deadshot.
Por último, creo haber detectado una posible errata en el texto. Donde dices Tim Sale creo que quieres decir Jeph Loeb, que es el guionista acreditado de las tres historias. Sale no tiene nada que ver con «Silencio».
Perdón por la extensión del texto. Espero seguir encontrando joyas como ésta por la página. Saludos!