Batman & Drácula. Cuando el Caballero Oscuro se convirtió en el Rey de los Vampiros

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Había muchísimos, innumerables temas que podría haber escogido para celebrar este 15 Aniversario de Zona Negativa. Tantos como obras y autores me han marcado durante todos mis años como lector y, posteriormente, como redactor entre las paredes de esta casa. Pero mi personalidad tiene un lado algo sórdido, cosa que me ha llevado a hablar en mi estancia en Zona Negativa de cosas tan escabrosas como asesinos en serie, monstruos y perversiones de todo tipo. No obstante, nunca había tenido oportunidad de hablar propiamente sobre vampiros y hacía tiempo que deseaba hacerlo. Hace ya un par de años firmé una reseña sobre el fantástico Drácula de Robin Wood pero dicha obra se centra en la figura histórica utilizada por Bram Stoker para forjar su leyenda y no hay nada vampírico o fantástico en ella. Estos seres sobrenaturales siempre han despertado mi interés y fascinación, en cualquier medio, por la conjunción de superstición y de anhelos humanos que ha sido capaz de sintetizar a lo largo de los siglos. No por casualidad el primero libro que logró engancharme a la lectura fue el Drácula de Bram Stoker y, curiosamente, mi primer cómic de superhéroes -si exceptuamos a Superlópez de JAN– serían unos números de la Patrulla X que me prestaría un amigo de la infancia en los que los mutantes tenían un (perturbador) enfrentamiento con el mismísimo Rey de los Vampiros.

No sería hasta años después, cuando me convertí en un aficionado a los cómics de superhéroes, enganchado a las historias de mi querido y amistoso vecino Spider-man, cuando descubriría que aquellos cómics habían sido escritos por una leyenda viviente de la viñeta como Chris Claremont. Y si hay una mitología que me resulte igual de atractiva que la de los vampiros es la de los mismos superhéroes y, en ese campo, hay que reconocer que la figura de Batman brilla con una batiseñal propia. Ha sido la intención de juntar estas dos aficiones las que me han llevado a dedicar este artículo al Batman & Drácula de Doug Moench y Kelley Jones, uno de mis placeres culpables, sobre todo porque además tiene mucho de cinematográfico y el séptimo arte supone otra de mis grandes pasiones. Puede que algunos penséis que dada la ocasión había mejores y más grandes obras para elegir, o autores e historias de las que hablar, pero seguro que no habrá mejores y más grandes personajes a los que conocer y estaban reunidos en un mismo cómic lleno de todo tipo de horribles y sangrientos alicientes. Era irresistible para mi persona como la sangre para un vampiro. Y hasta aquí llega todo mi alegato de defensa… ahora, si queréis, pasad, leed por su propia voluntad y cuando decidáis marchar dejad un poco de la felicidad que traéis con vosotros. ¡Muchas felicidades, Zona Negativa!

BATMAN & DRÁCULA. INTRODUCCIÓN Y DECLARACIÓN DE INTENCIONES

«Ya sabes que para algunos… tú no eres real.
Para otros eres bien real… pero totalmente sobrenatural.»

Hace unos años, el novelista Eric Van Lustbader, en una introducción al recopilatorio del Batman & Drácula del guionista Doug Moench y el dibujante Kelley Jones que podemos leer en la última edición de esta obra publicada en nuestro país, se preguntaba si la imperecedera creación de Bram Stoker habría tenido alguna influencia real en la génesis del Caballero Oscuro, «pues, después de todo, aunque Batman es (y siempre ha sido) un campeón de la justicia, ha sido una justicia cruel, de miedo, intimidación y oscura venganza. El propósito de Batman era nada menos que provocar el terror en los corazones de los criminales». Pero no hay constancia, al menos directa y documentada por parte de Bill Finger y Bob Kane, de esa posible relación entre Drácula y el famoso superhéroe de DC Comics pese a algunas semejanzas en su condición de «criaturas de la noche» y como maestros a la hora de generar el terror en sus víctimas. Lo que sí podemos hacer, o al menos intentaremos en este artículo, será echar un vistazo a la posible historia paralela de estos importantes iconos y referentes culturales. Porque aunque Drácula nació a finales del siglo XIX y consiguió atraer al público desde un principio su popularidad comenzó a cuajarse más sólidamente en los años treinta del pasado siglo XX. En esa misma década, como todos sabéis, daba sus primeros pasos Batman que al igual que el terrorífico no-muerto sería perfilado por la literatura de género y el cine de la época.

En este aspecto, no ha habido obra en la que los posibles parecidos de estos personajes hayan sido más transparentes que en la mencionada Batman & Drácula de Doug Moench y Kelley Jones. Esta auténtica serie B en viñetas, homenaje al cine de terror de mediados del siglo XX, no se encuentra habitualmente citada en las listas de las mejores historias del Caballero Oscuro pero no sólo las grandes obras tienen cosas interesantes que decirnos. El valor de un trabajo de este tipo se puede encontrar en su propia historia, en su contexto y en su discurrir por parajes menos transitados de los habituales. El cómic como medio ha facilitado a lo largo de su historia los crossovers más disparatados, encuentros imposibles entre personajes fantásticos, o incluso algunos directamente trasplantados desde la realidad, pero no tantos han sabido realmente dejar huella más allá de la iconicidad de sus protagonistas o de la labor y nombre de los autores encargados de la obra de turno. Por tanto, Batman & Drácula resulta una oportunidad perfecta para profundizar en los orígenes de dos de los más atractivos personajes de la cultura popular contemporánea cuyo peso en la misma ha sido abrumador y desbordante. La fuerza de su seducción ha demostrado en ambos una gran vitalidad, una capacidad de adaptación y evolución que los ha acabado por hacer imperecederos. De mitos han derivado en leyendas y, finalmente, en potentes y referenciales arquetipos de ficción.

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Dos iconos unidos en una sola imagen

Para hacernos una idea de lo que todo esto supone y representa hoy nos adentraremos en el nacimiento del vampiro moderno, remontándonos incluso más allá de la decisiva obra maestra de Bram Stoker. Pero también hablaremos de la ascendencia pulp del Batman de Bill Finger y Bob Kane y nos situaremos en el contexto en el que surge una propuesta tan atípica como Batman & Drácula. Podremos comprobar el viaje personal de estos personajes, el uno completamente aislado del otro, pero también como su configuración como “figuras públicas” ha recorrido en algunos momentos trayectos similares y parecidos. Incluso descubriremos que antes de Batman & Drácula otros artistas y autores ya intentaron establecer alguna relación entre el murciélago y el vampiro. Por fin, cumplidos estos puntos, buscaremos ofrecer una interpretación y análisis de esta trilogía observando las ideas y referencias puestas sobre la mesa por sus creadores y la relación que establecen en Batman & Drácula con sus protagonistas. Este es un viaje lleno de sombras, oscuridad, venganza, sexo, sangre y muerte, elementos y temas todos ellos comúnmente asociados al Señor de las Tinieblas y Rey de los Vampiros que ha poblado de pesadillas durante décadas libros, películas, cómics y videojuegos pero también al Caballero Oscuro y Cruzado Enmascarado que lleva la friolera de 75 años impartiendo una dura justicia en las frías y peligrosas calles de su querida Gotham.

BATMAN & DRÁCULA. PRIMERA PARTE. EL VAMPIRO MODERNO Y EL DRÁCULA DE BRAM STOKER

«Huelo su miedo y es tan dulce.»

La criatura fantástica que se esconde debajo de la palabra vampiro parece haber estado ligada desde siempre al Drácula de Bram Stoker pero esto, por supuesto, no resulta del todo cierto. La figura, mito y superstición del vampiro ha estado presente en el folclore popular desde la antigüedad aunque sería en el siglo XIX cuando la leyenda se convertiría propiamente en un arquetipo relacionado con la literatura gótica y romántica. En calado de la leyenda haría ascender a la misma en décadas posteriores hasta transformarse en una verdadera estrella mediática del cine, la televisión y los cómics. El concepto de vampiro moderno tiene sus orígenes en el siglo XVIII cuando su presencia aún no copaba las páginas de libros y novelas porque sólo era una explicación utilizada por las comunidades europeas a una misteriosa enfermedad: la peste. El temor a esta afección de origen desconocido llevó a las gentes de pueblo y a los habitantes de las grandes ciudades de la Europa occidental a buscar razones y argumentos «racionales» a sus problemas. Los casos de no-muertos que habían regresado a la vida llevándose con ellos a centenares de buenas personas se escuchaban en todos los rincones del continente. De esta manera, incidentes como el protagonizado por Arnold Paole, un bandolero serbio que se había convertido en vampiro a su muerte en 1732 y sembrado el pánico en su localidad natal de Medveja, servirían para propagar con fuerza la creencia en la existencia real de estos fantásticos seres incluso en los círculos más cultos e ilustrados de Europa.

Los tratados, estudios y disertaciones sobre el vampirismo serían corrientes en la época mezclando en ellos sin pudor elementos teológicos, científicos y supersticiosos. El prestigioso escritor, historiador y filósofo francés Voltaire comentaba en un suplemento de su Diccionario Filosófico como curiosamente estos sucesos se encontraban en Polonia, Hungría o Austria pero no se hablaba de vampiros en Londres o París. No obstante, admitía, no sin gran ironía, que en estas dos ciudades habían existido «especuladores, recaudadores de impuestos y hombres de negocios que chupan la sangre del pueblo a plena luz del día, pero no estaban muertos (aunque estuvieran lo suficientemente corruptos)». La controversia y debate público sería el caldo de cultivo del vampiro literario que ya reflejaría Johann Wolfgang von Goethe en 1797 en La novia de Corinto, oficialmente la primera narración europea sobre vampiros e inspirada en un antiguo relato griego de Phlegon de Tralles. Ya en el siglo XIX para seguir la pista a este ser tendríamos que desplazarnos a Ginebra, a la Villa Diodati donde en 1816 se celebraría la famosa reunión en la que se encontrarían Percy y Mary Shelley, Lord Byron y John Polidori y se retarían junto a otros asistentes a escribir historias de terror. La única que cumpliría con el reto sería Mary Shelley al escribir un pequeño cuento que unos años después sería publicado como novela bajo el título de Frankenstein o el Moderno Prometeo.

En esa misma reunión Lord Byron esbozaría algunas ideas para un relato protagonizado por un vampiro que no llegaría a escribir nunca pero de las que su compañero y médico personal, John Polidori, tomaría buena cuenta anotándolas y desarrollando por su cuenta la historia. Esta acabaría viendo la luz en el año 1819 bajo el título de El vampiro y en un primer momento su autoría sería atribuida a Lord Byron. Esto atraería y despertaría el interés de los lectores debido a la fama del autor aunque este se apresurase a desmentir la creación de dicha obra. Este sería el primer paso para el ascenso del vampiro moderno personificado en el aristócrata Lord Ruthven, un personaje cruel y encantador basado en la misma persona de Lord Byron que despertaría inusitada pasión en Europa convirtiéndolo en protagonista de todo tipo de escritos, óperas y obras de teatro. La fama alcanzada por El Vampiro de John Polidori sólo estaba destinada a ser superada por el Drácula de Bram Stoker pese a otras destacadas aportaciones de autores como James Malcolm Rymer con Varney el Vampiro, el estadounidense Edgar Allan Poe que trataría el mito en relatos como Berenice o Ligeia, Sheridan Le Fanu responsable de la no menos mítica Carmilla o incluso el poeta y dramaturgo ruso Alexander Tolstói que se acercó a la literatura de terror en Upuir y La Familia del Vurdalak.

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Ilustración grabado para la historia de Carmilla obra de Sheridan Le Fanu

En dichas obras ya se anticipan ciertos elementos que Bram Stoker recopilaría e introduciría en Drácula como, por ejemplo, el perfil aristocrático del vampiro, la capacidad del mismo para corromper a las personas, su actividad nocturna y su repulsa a la luz del día, su sed de sangre, sus habilidades sobrehumanas y el importante componente sexual y erótico que lo acompaña casi de forma innata. Todas estas características y otras muchas extraídas de numerosas fuentes se aglutinarían en su novela que se publicaría en 1897 dando a conocer a uno de los grandes mitos de la literatura y el cine de terror de todos los tiempos. La inspiración de Bram Stoker surgía de su conocimiento de las antiguas supersticiones y leyendas sobre vampiros que circulaban en Europa oriental pero también de su cercanía a la literatura de la época, desde El Vampiro de John Polidori o Carmilla de Sheridan Le Fanu al trabajo de otros escritores como Charles Nodier, Samuel Coleridge o Teophile Gautier. El impacto de Drácula en la sociedad de la época también se explica por su revolucionaria narrativa, a medio camino de la realidad y la ficción, utilizada por su autor y que apartaba a su obra del resto de interpretaciones del mito del vampiro vistas hasta la fecha. La escritura de manera epistolar ofrecía un punto de vista diferente del tema, trataba el terror de forma más profunda y psicológica dando un mayor espacio y humanidad al grupo de personajes protagonistas y haciendo más fácil al lector conectar con el componente sobrenatural del relato.

No podemos olvidar la aportación que supuso para Bram Stoker el conocimiento de la figura histórica de Vlad Drácula, príncipe de Valaquia de mediados del siglo XV conocido como El Empalador por su crueldad y sadismo tanto para sus enemigos como para sus aliados. Fuera de eso no parece haber mayor relación entre el Vlad Drácula histórico y el personaje de Bram Stoker aunque siempre se haya afirmado, sin constancia real sobre ello, que la personalidad del primero sería la base del carácter inhumano y despiadado del vampiro más famoso de todos los tiempos. Si parece que fue clave la figura de este personaje para la decisión del escritor irlandés para ubicar gran parte de la acción de la novela en Rumanía sirviéndose para ello de varios informes sobre los principados de Valaquia del erudito húngaro Arminius Vámbéry y de la obra La tierra más allá de los bosques publicada en 1888 por la escocesa Emily Gerard en la que ésta exploraba las leyendas vampíricas de esa parte de Europa y su relación cultural con el pueblo gitano y sajón. Este cóctel de referencias, a los que se sumaría también el relato anónimo alemán El extraño misterioso datado de 1860 y la también figura histórica de la condesa húngara Erzsébet Báthory, eclosionarían en una obra calificada por Oscar Wilde como «una de las mejores novelas de todos los tiempos».

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Ilustración para el Drácula de Bram Stoker fechada en 1968 obra de Philippe Druillet

El éxito de Drácula sucedería al que el Lord Ruthven de John Polidori había alcanzado a principios del mismo siglo XIX y se convertiría en todo un fenómeno ya en su época. Los teatros serían los primeros en acoger al personaje y sería el mismo Bram Stoker el encargado de apadrinar su primera representación para así asegurarse los derechos de autor sobre su obra, aunque su amigo y popular actor de la época Henry Irving se negase a interpretar al hoy famoso conde transilvano. Después de la muerte de su creador en 1912 Drácula lograría alcanzar la eternidad gracias a la ayuda de compañero que no había tenido El Vampiro de John Polidori: el cine. No obstante, todo empezó nuevamente en el teatro cuando en 1924, en la ciudad inglesa de Derby, se representó una adaptación de la novela cuyo eco llegaría hasta Broadway de la mano de John L. Balderston y con el actor Bela Lugosi interpretando al personaje principal de la historia. El fascinante trabajo del intérprete húngaro animó a la productora Universal Pictures a financiar en 1931 una versión cinematográfica de la obra nuevamente protagonizada por Bela Lugosi y dirigida por Tod Browning. El mito se había hecho carne y hueso, dejando a un lado aproximaciones apócrifas pasadas como sería el caso del magnífico Nosferatu firmado en 1922 por F. W. Murnau, forjando una imagen icónica que en su evolución se transmitiría a lo largo de generaciones durante todo el siglo XX.

BATMAN & DRÁCULA. SEGUNDA PARTE. EL GÉNERO PULP Y LOS ORÍGENES DE BATMAN

«Puede ver en la oscuridad… lo cual no es un pequeño poder
en un mundo que está siempre sumido a medias en la oscuridad.»

El Drácula de Bram Stoker, el vampiro de vampiros, evolucionaría con la misma sociedad y el cine sería su principal baluarte. De la perturbadora presencia de Bela Lugosi pasaríamos a Christopher Lee, Gary Oldman o más recientemente, en la pequeña pantalla, a Johnathan Rhys Meyers. El rostro de Drácula cambiaría según la época e impulsaría de forma paralela una cierto «culto al no-muerto» capaz de asaltar con fuerza y decisión la literatura, el cine y los cómics. El personaje había nacido en los últimos años del siglo XIX pero había iniciado su conquista del mundo conocido en la primera mitad del siglo XX. Sería también en dicha época, a finales de la década de los años treinta, cuando Bill Finger y Bob Kane darían a luz a otro seductor y devoto de las sombras y la oscuridad: Batman. La primera gran influencia para el Caballero Oscuro, aunque suela ser de perogrullo también se pasa habitualmente por alto. No debemos olvidar que la idea original detrás del personaje era intentar replicar el éxito inicial del Superman de Jerry Siegel y Joe Shuster y, por ende, el entusiasmo de Bob Kane por alcanzar la fama con dicho objetivo en mente fue primordial. Pero la maquinaria se pondría de verdad en marcha con Bill Finger y de un simple boceto de su interesado compañero, un mal calco del Hombre de Acero, surgiría todo un mito que se mostraría por primera vez en público en 1939, en el Detective Comics #27, con la historia El caso del sindicato químico.

Los detalles sobre la creación de Batman son ya muy conocidos, el antifaz ideado de Bob Kane se convertiría en una capucha con orejas puntiagudas y las alas de murciélago se transformarían en una elegante capa escalopada, el personaje se vistió con guantes y se quitó cualquier atisbo de colores brillantes de su atuendo. De un antiguo rey escocés, Robert Bruce, acusado en el siglo XIV de traición contra Eduardo I de Inglaterra, y de Anthony Wayne, oficial de la armada de Estados Unidos durante la Revolución americana, Bill Finger obtuvo el nombre de la identidad civil de su héroe: Bruce Wayne. Las referencias e influencias utilizadas por sus creadores en la construcción de Batman responden a sus propias inquietudes, intereses y gustos y muchos proceden de la cultura popular de su época, tanto del medio audiovisual y cinematográfico como del literario. En el caso de Bob Kane su inspiración se halla en filmes como La Marca del Zorro, producción rodada en 1920 dirigida por Fred Niblo y Theodore Reed y protagonizada por el carismático Douglas Fairbanks, y The Bat Whispers, película de misterio filmada en 1930 por Roland West y basada en la novela The Circular Staircase escrita en 1907 por la pareja formada por Avery Hopwood y Mary Roberts Rinehart.

De la figura de Don Diego de la Vega, la identidad oculta bajo la máscara de El Zorro, el personaje creado en 1919 por Johnston McCulley en las páginas de la revista All-Story Weekly, sacó Bob Kane la doble personalidad de Batman como millonario y justiciero enmascarado. De la mencionada The Bat Whispers surgirían gráficamente conceptos como la capucha del Caballero Oscuro y la famosa bati-señal utilizada por el personaje para comunicarse con el Comisario James Gordon. Las licencias cinematográficas del dibujante se sumarían a las de Bill Finger cuyas aportaciones eran casi plenamente literarias jugando un papel muy destacado las revistas y magazines de género pulp que habían aparecido en Estados Unidos durante el primer tercio del siglo XX popularizando personajes como La Sombra de Walter B. Gibson y el Doc Savage de Lester Dent, Henry W. Ralston y John L. Nanovic. Estas creaciones, junto a otras como el Sherlock Holmes de Arthur Conan Doyle, serían la base utilizada por Bill Finger para dotar a Batman de su particular y compleja personalidad como playboy, luchador, detective y científico. Las revistas y publicaciones pulp, como el mismo guionista reconocería, también serían un importante apoyo a la hora de detallar sus historias y argumentos.

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El Batman de Bob Kaneque nunca llegó a ser gracias a Bill Finger

Las publicaciones pulp eran revistas en formato rústica de consumo popular y accesible para el gran público debido a su precio. Se podría decir que eran el eslabón perdido entre la literatura y el cómic puesto que en sus páginas se solían mezclar relatos de ficción e historietas y grabados que ilustraban el argumento de la historia. En ella florecieron géneros como el terror, la ciencia ficción y la fantasía tomando en herencia el legado de las llamadas dime novels de Estados Unidos y las penny dreadfuls británicas de la segunda mitad del siglo XIX y principios del siglo XX. En las primeras serían habituales los relatos cercanos al género western pero también al detectivesco y romántico, mientras en las segundas, en plena época victoriana, serían también recurrentes los relatos de terror y suspense. En publicaciones de éxito como The Strand Magazine nacería el mencionado Sherlock Holmes de Arthur Conan Doyle pero también sería un lugar de paso para autores tan importantes y aplaudidos como H.G. Wells, Agatha Christie, Rudyard Kipling o Edgar Wallace. La fama de estas publicaciones fue favorecida por el desarrollo de las comunicaciones y la imprenta dando lugar indirectamente al concepto de novela moderna que la literatura gótica exploraría en el siglo XIX. En ellas se cocinaría a fuego lento el mito del vampiro y se prepararía el ascenso del Drácula de Bram Stoker.

Es decir, como decíamos en la introducción, la literatura de género tendría un papel decisivo tanto en la creación de la criatura de Bram Stoker como en la definición del Batman de Bill Finger y Bob Kane haciéndose eco de relatos, historias, personajes y temáticas muy conocidas en sus respectivas épocas. En definitiva, en los orígenes de Batman sus creadores no parecieron tener en cuenta, al menos de forma consciente, a Drácula aunque en relación al mundo del cómic no serían tampoco Doug Moench y Kelley Jones los primeros en establecer una relación (y si ampliamos a otros medios en el siguiente apartado conoceremos algún curioso antecedente). En este caso tenemos que adelantarnos hasta los años setenta cuando Dennis O´Neil -editor en 1998 de Batman & Drácula: Niebla Carmesí– y Neal Adams se encontraban en pleno proceso para redefinir al Caballero Oscuro de cara a los nuevos tiempos y liberarlo de varias décadas de historias absurdas que habían minado su atractivo. La inspiración para el diseño gráfico de este nuevo Batman, más ligado a sus primeros tiempos, tendría ahora sí en Drácula un referente sobre todo a la hora de definir su atuendo y su capa. El personaje daba así un gran paso para recuperar esa oscuridad y figura dramática de sus primeros cómics. Esto sería llevado al extremo a finales de los años ochenta por la influencia del trabajo de Frank Miller y también por la visión cinematográfica de Tim Burton.

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Portada mítica -y vampírica- de Neal Adams para Batman #227

BATMAN & DRÁCULA. TERCERA PARTE. EL CONTEXTO Y ANTECEDENTES A BATMAN & DRÁCULA

«A partir de ahora…
nadie está a salvo.»

Hasta el año 1971 la censura del Comics Code Authority se centraba en las escenas de crímenes, sexo y terror, evitando cualquier rastro de depravación, perversión o sadismo en las páginas de los cómics estadounidenses. Esto suponía también prohibir la aparición en las publicaciones que llevaban su sello de criaturas sobrenaturales como licántropos, muertos vivientes o vampiros. Sería a partir de este momento cuando su legislación se hiciese algo más permisiva permitiendo a Marvel Comics editar en 1972 una serie como La Tumba de Drácula que acabarían por encumbrar Marv Wolfman y Gene Colan después de unos titubeantes inicios. La cabecera gozaría de un importante éxito en la década de los setenta y el vampiro más famoso de todos los tiempos se pasearía por series derivadas como Nightstalkers, Blade o, posteriormente, Dracula: Lord of the Undead. Pero antes de todo esto Roy Thomas y Gil Kane ya habían desafiado indirectamente la autoridad moral del Comics Code Authority creando en 1971 en las páginas de The Amazing Spider-man # 101 a Morbius el Vampiro Viviente. Este hecho animaría a la editorial estadounidense a lanzar una serie regular de terror que finalmente, después de barajar varias opciones, se decidió estaría protagonizada por Drácula al ser un personaje mucho más conocido y sabiendo que sus derechos eran de dominio público.

En pocos años el hijo literario de Bram Stoker cruzaría su camino con algunos de los más emblemáticos personajes de la Casa de las Ideas como Spider-man, los X-Men o el Doctor Extraño ganándose su propio lugar en las publicaciones de Marvel Comics. Por otro lado, el éxito de Drácula no se limitaba sólo a los cómics, el cine de terror de la época seguía contando casi cada año con alguna cinta o filme protagonizado por el apodado Señor de las Tinieblas. La mayoría de ellas estarían producidas por la hoy mítica Hammer Productions que con títulos como Las cicatrices de Drácula, Los ritos satánicos de Drácula, El poder de la sangre de Drácula o Drácula vuelve de la tumba harían inmortales a Christopher Lee en el papel de Drácula y a Peter Cushing como su archienemigo el Doctor Van Helsing. Pero no deja de ser llamativo como mientras el personaje de Bram Stoker seguía más vivo que nunca en DC Comics no se hiciese amago de interés por adaptarlo o utilizarlo de alguna manera en sus publicaciones. La primera piedra para la llegada de Drácula a DC Comics se produciría en 1989 cuando el equipo formado por el guionista Brian Augustyn y el dibujante Mike Mignola firmasen para la compañía estadounidense un one-shot titulado Batman: Gotham a luz de gas. En ella se presentaba una historia alternativa del Caballero Oscuro fuera de continuidad, una reinterpretación del mito en clave victoriana, con Jack el Destripador como antagonista de lujo, en la que se recuperaba el tono más pulp del personaje nacido hacía cincuenta años atrás.

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Portadas de la cabecera la Tumba de Drácula de Marvel Comics
y el one-shot Batman: Gotham a luz de gas de DC Comics

El superhéroe de DC Comics viajaba a la época en la que Bram Stoker había escrito su obra maestra. La publicación de Batman: Gotham a luz de gas produciría un pequeño terremoto, la historia pronto se convertiría en una pieza de culto y, retrospectivamente, en el pistoletazo de salida del sello Elseworlds de la editorial. En estas publicaciones, catalogadas en años venideros como manifestaciones del multiverso, los personajes de DC Comics vivían historias situadas en líneas y realidades alternativas que nunca hubiesen sido posibles en la continuidad tradicional. La primera obra en llevar el logo Elseworlds en la portada aparecería en 1991 con el título de Batman: Holy Terror, trabajo firmado por Alan Brennert y Norm Breyfogle, y ese mismo año el prolífico guionista Doug Moench y el dibujante Kelley Jones publicarían la primera parte de la trilogía Batman & Drácula titulada Lluvia roja. El destino de dos de los más famosos personajes de ficción se encontraba en una obra que sería la excusa perfecta de Doug Mounch para rendir tributo a las producciones británicas de la Hammer. Pero más allá de los homenajes, guiños y referencias el escritor estadounidense había vislumbrado una interesante manera de relacionar al superhéroe y el vampiro más célebre de todos los tiempos. En 1994 el mismo equipo creativo lanzaría una secuela, Tormenta de sangre, y años más tarde, en 1999, cerrarían la trilogía con el episodio titulado Niebla carmesí.

No obstante, Doug Mounch y Kelley Jones no se pueden llevar el mérito de ser los primeros en reunir a los dos personajes en una misma historia, porque ese reconocimiento corresponde al artista y cineasta Andy Warhol. Este promotor de la corriente pop art dirigió y produjo en 1964 Batman Dracula, un filme de bajo presupuesto sin la autorización de DC Comics en la que su responsable expresaría su devoción por estos personajes y por los seriales de los años cuarenta en los que había debutado el Caballero Oscuro en el medio cinematográfico. La película se exhibió de forma limitada en las exposiciones de Andy Warhol, para evitar conflictos, pero parece ser que su estética camp y el tema principal del filme compuesto por Velvet Underground podrían haber sido una influencia directa para la serie de Batman de los años sesenta protagonizada por Adam West y Burt Ward. Esta producción se creía perdida hasta el pasado 2006 cuando se pudieron ver algunas tomas y escenas de la misma en el documental Jack Smith and the destruction of Atlantis dirigido por Mary Jordan y producido por Tongue Press Productions. También habría aún otro antecedente a Batman & Drácula, igualmente cinematográfico, la producción filipina de 1967 Batman fights Dracula de Leody M. Diaz que intentaría aprovechar el éxito del citado Batman televisivo de los años sesenta. En todo caso, estos enfrentamientos previos del Señor de las Tinieblas contra el Caballero Oscuro no han tenido ninguna repercusión directa o indirecta en el trabajo posterior de Doug Moench y Kelley Jones.

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Fotografía de 1967 publicada por Esquire Magazine con Andy Warhol y la cantante alemana Nico caracterizados como Batman y Robin en plena fiebre batmaníaca por el Batman de Adam West

La mitología de Batman & Drácula no ha tenido un gran impacto en continuidad del Universo DC debido a lo extremo de su planteamiento, como suele suceder con las historias publicadas en el sello Elseworlds, pero sí hemos podido ver en los años últimos algunos guiños y homenajes a la obra en otras cabeceras de la editorial. Este es el caso del Superman/Batman Vol. 1 #25 firmado en 2006 por Jeph Loeb y Ed McGuinness en el cual el «Batman vampiro» aparece en un momento de la trama junto a otras versiones alternativas del personaje. También podemos citar Justice Society of America Vol. 3 #5 publicado un año después y con Geoff Johns y Fernando Pasarín como principales responsables de un relato en el que el Batman de Doug Moench y Kelley Jones se convierte en la pesadilla de un recluso del Asilo Arkham. En fechas cercanas a la salida al mercado de este número y coincidiendo con una nueva edición de la trilogía original dentro de la colección Tales of the Multiverse Dan Didio comentó que la obra se situaba en una de las tierras alternativas del nuevo Multiverso (previo al relanzamiento de The New 52). Entre otras historias inspiradas por Batman & Drácula tenemos relatos aparecidos en DC Infinite Halloween Special, Batman: Gotham Knight o Batman: The Brave and the Bold. Finalmente, a nivel cinematográfico tenemos la adaptación como película de animación The Batman vs. Dracula dirigida por Michael Goguen y cuyo parecido, narrativo y gráfico, con la obra original en la que se inspira resulta total y completamente nulo.

BATMAN & DRÁCULA. INTERLUDIO. BIOGRAFÍAS DE LOS SOSPECHOSOS HABITUALES

«Aún no te convence lo sobrenatural, ¿eh?
No es lo bastante racional…»

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El guionista y escritor estadounidense Doug Moench, nacido en Chicago (Illinois) en 1948, ha demostrado a lo largo de su carrera ser todo un todoterreno trabajando en novelas, cuentos, artículos periodísticos, guiones para cine y televisión y, por supuesto, en multitud de cómics. En este campo debutaría profesionalmente en los años setenta trabajando en cabeceras como Eerie y Vampirella para saltar inmediatamente a Marvel Comics donde recalaría en series como Chamber of Chills, Werewolf by Night, Astonishing Tales y Master of Kung Fu. En estos primeros tiempos crearía personajes como el Caballero Luna junto a Don Perlin o Deathlok en colaboración con Rich Buckler. Especialmente destacada sería su relación con el dibujante Paul Gulacy con el que se encontraría en la mencionada Master of Kung Fu y con el que crearía series como Six from Sirius, Slash Maraud o S.C.I. Spy. En DC Comics trabajaría desde principios de los años ochenta y hasta mediados de la década en la cabecera de Detective Comics pero sería su segunda etapa escribiendo a Batman durante los años noventa la más recordada por los aficionados al ser uno de los guionistas firmantes de La caída del murciélago y uno de los padres del villano Bane. En la disciplina de DC Comics también escribiría Omega Men, The Spectre, Electric Warrior, Lords of the Ultra-Realm y la mencionada Slash Maraud. En la línea Elseworlds a parte de Batman & Drácula también ha sido responsable de historias como Batman: Book of the Dead, Batman: Brotherhood of the Bat o Batman: Haunted Gotham.

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El artista estadounidense Kelley Jones nacido en Sacramento (California) en 1962 empezó su andadura en el mundo del cómic a principios de los años ochenta en Marvel Comics en la cabecera Micronauts, primero como entintador y, posteriormente, como dibujante oficial de la serie. También se encargaría durante su estancia en la Casa de las Ideas de títulos como Air Raiders, Comet Man o Dino-Riders. En sus primeros trabajos para DC Comics se encuentran un par de números de Manhunter, un annual para The New Teen Titans y un par de historias de Deadman en la que realizaría un polémico rediseño del personaje. En la década de los noventa colaboraría con Neil Gaiman en The Sandman en algunos números adscritos a los arcos argumentales de País de Sueños y Estación de Nieblas. Luego llegarían sus primeros trabajos con Doug Moench en la serie regular de Batman y en el sello Elseworlds con Batman: Dark Joker – The Wild y la primera entrega de Batman & Dracula. En los últimos años hemos podido verlo como autor total en la miniserie The 13th Son para la editorial Dark Horse Comics, poniendo los lápices al Batman: Gotham After Midnight del guionista Steve Niles y volviendo a colaborar con Doug Moench en la cabecera Batman: The Unseen.

BATMAN & DRÁCULA. CUARTA PARTE. DESANGRANDO LA HISTORIA DE DOUG MOUNCH Y KELLEY JONES

«Puede que Bruce Wayne esté muerto…
pero Batman vive… para siempre.»

La historia planteada por Doug Moench y Kelley Jones en la trilogía de Batman & Drácula viene a ser un relato de suplantación y corrupción. La suplantación se produce a varios niveles, partiendo desde la misma motivación de Batman, un personaje definido tradicionalmente por su búsqueda constante de justicia que esconde bajo sus acciones un oscuro, real e insatisfecho deseo permanente de venganza. Por su parte, Drácula encarna el mal puro, la no-muerte del cuerpo y el alma, un ser nacido del odio y el rencor que arrebata la vida a través de la sangre y sobrevive para extender su corrupción. De esta manera, el enfrentamiento entre estos dos extraños y atípicos púgiles está destinado al desastre y la tragedia absolutas porque Batman acabará suplantando el poder y la figura de Drácula como Rey de los vampiros y, en consecuencia, sus ideales y principios sobre la justicia y su misión personal serán adulterados hasta convertirse en una versión grotesca y extrema de los mismos. De esta manera, como comentaba el compañero Sergio Robla hace ya unos años en su reseña de esta obra que podéis leer completa aquí mismo, «el título de Batman & Drácula es impreciso, puesto que solamente se ajusta al primer episodio del tomo, pero el personaje del mítico vampiro será el catalizador de todo el drama que se desarrollará en la historia completa». Para llegar a este punto sus autores se sirven de un espejo deformante a través del cual establecen con una sencilla naturalidad similitudes y coincidencias entre el vampiro y el superhéroe de DC Comics.

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El hambre de justicia de Batman irá convirtiéndose, poco a poco, en una sed de sangre

El éxito de la autoimpuesta misión de Bruce Wayne, como ya contó en su origen Bill Finger y acabó por perfilar Frank Miller en los años ochenta en la seminal Batman: Año Uno, está íntimamente relacionado con su capacidad para generar cierto miedo primitivo entre los delincuentes de las calles de Gotham. La teatralidad de su indumentaria imitando las formas de un murciélago, su astucia e inteligencia, su predilección por la actividad nocturna, su ascendencia y pose aristocrática, su tendencia a la soledad y su desdoblamiento de personalidad son detalles que entablan una «lejana familiaridad» con la figura icónica del chupasangres de Bram Stoker. Los dos son representantes de un linaje lleno de oscuridad y secretos, se recluyen en sus castillos al llegar el día, seducen y engañan a sus víctimas, culpables en el caso de Batman y no siempre del todo inocentes en el de Drácula, aparecen y desaparecen en la niebla y son amos y señores de la noche. La paradoja provoca que el superhéroe no tenga poderes más allá de su inquebrantable y proverbial fuerza de voluntad e instinto de superación mientras el vampiro posee todo tipo de recursos sobrehumanos que le convierten en un adversario insuperable cuyo mayor poder es que «nadie cree en su existencia».

Pero como ya hemos dicho el Drácula de Doug Moench sólo aparece en el primer acto de la historia titulada Lluvia roja y Kelley Jones no lo representa con la figura clásica asumida por el público porque en Batman & Drácula es el Caballero Oscuro el que asume la iconografía y las formas del vampiro mientras su enemigo recuerda al Jerry Dandridge interpretado por Chris Sarandon en 1985 en la original Noche de miedo. El conflicto entre las dos partes resulta inevitable cuando Drácula decide instalarse en la ciudad de Gotham y sus acólitos comienzan a vampirizar a sus habitantes. Esta Gotham recuerda aquí al Londres victoriano, oscuro, tenebroso y eternamente neblinoso, ligado a la imaginería vampírica del personaje y recurrentemente adoptada también por las historias de Batman. El álter ego de Bruce Wayne, dibujado con una curiosa y desmesurada cornamenta por Kelley Jones, apela a su mente racional, heredada más directamente que nunca del Sherlock Holmes de Arthur Conan Doyle, negándose a aceptar la premisa fantástica y paranormal en la que se ve envuelta su vida. Finalmente, el héroe deberá hacer un sacrificio para vencer a su adversario, Drácula será derrotado con sus mismas armas pero eso supondrá el inicio de la maldición para Bruce Wayne.

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El Drácula de Kelley Jones en plena transformació

¿Desaparece entonces el villano de la ecuación? No exactamente. La idea con la que juegan Doug Moench y Kelley Jones en las continuaciones de su epopeya, Tormenta de sangre y Niebla carmesí, es la de transfigurar a Batman en el heredero del Señor de las Tinieblas, ocupando su lugar en la galería de monstruos clásicos de nuestro acervo popular y estrechando los lazos con la iconografía ligada al mismo. Lo podemos comprobar con detalles nada gratuitos como la Mansión Wayne retratada por los lápices de Kelley Jones, un remedo del castillo del Conde Drácula en Transilvania que visitaba el agente inmobiliario Jonathan Harker en la novela original de Bram Stoker, o la nueva condición y poderes de Batman que junto a su indumentaria nos trasladan una imagen muy similar a la vista en películas clásicas de la Hammer. En un primer momento este nuevo Batman consigue dominar su sed y se sirve de sus dones para continuar con su misión acercándose más al vampiro contemporáneo, humanizado, con conciencia e incluso cercano a los cánones superheroicos, un perfil introducido por los escritores de terror estadounidenses de los años setenta como Fred Thomas Saberhagen, Poppy Z. Brite o Anne Rice. La degeneración de estos nos ha llevado a las visiones más actuales del Crespúsculo de Stephenie Meyer o Los misterios de los vampiros del sur de Charlaine Harris en la que se inspira la exitosa serie de televisión True Blood concebida por Alan Ball.

Pero volviendo a la historia, en Tormenta de sangre hallamos a un Batman que reniega de su nueva condición, una muestra más de ese vampiro atormentado del que también se haría eco Francis Ford Coppola en 1992 en su adaptación del Drácula de Bram Stoker. La línea divisoria entre el héroe y el antihéroe -tan popularizado en los años noventa- comienza fatalmente a desdibujarse. En este capítulo de la tragedia Batman debe hacer frente a su archienemigo por excelencia, un Joker más aterrador que nunca cuya imagen, como no podía ser de otra manera, nos remite en sus primeras apariciones al Dr. Van Helsing interpretado por Peter Cushing en las películas de la Hammer. La corrupción de los posicionamientos clásicos tanto de la mitología de Drácula como de la de Batman son evidentes dándole una curiosa vuelta de tuerca a los relatos habituales del personaje ahora convertido en monstruo y enfrentando a su antiguo villano que asume la parafernalia cristiana y los hábitos del héroe -el cazavampiros- aunque no ejerza en la práctica. De hecho, el plan del Joker pasa por convertirse en el líder de un grupo de vampiros supervivientes al holocausto de Lluvia roja con el objetivo de hacerse con el poder en Gotham. La lucha de Batman en este pasaje resulta más personal y letal de lo que lo era con Drácula encontrando un importante aliado en Selina Kyle, una monstruosa y erotizada mujer gato emparentada con el mito del hombre lobo.

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El Joker hace acto de presencia en Tormenta de Sangre para volver a poner a prueba a Batman

La asociación licántropa tampoco resulta extraña, a fin de cuentas el nombre civil de la ladrona felina creada por Bill Finger y Bob Kane en 1940 deriva de la deidad lunar griega Selene y Doug Moench asume las consecuencias de la forma más literal posible. La aliada del Caballero Oscuro además de elevar exponencialmente el contenido erótico y sexual del relato -tan atado con el mito del vampiro moderno- actúa como regulador del ansia de sangre de un héroe que se empeña pese a las evidencias en representar el papel de hombre de ciencia. El alma de Bruce Wayne continúa intentando sobreponerse a su condición pero Batman tiene el control en su forma más física y aterradora. El final de Tormenta de sangre lleva al personaje a su conclusión lógica desde el punto de vista del relato vampírico renunciando a su último resquicio de humanidad al beber la sangre del Joker. El antiguo héroe de Gotham acaba definitivamente con su acérrimo enemigo pero queda consumido por el mal puro del villano logrando con su muerte una victoria que ni Drácula había podido alcanzar. Esto obligará al Comisario James Gordon y el siempre fiel Alfred Pennyworth a clavar una estaca en el pecho de Batman. Posteriormente, en Niebla carmesí, Doug Moench y Kelley Jones presentan el capítulo final de su terrorífico relato en el que Batman se transforma en un violento espíritu de venganza incrementando hasta lo impensable las dosis de gore y acción de la historia.

La orgía de sangre da comienzo en Niebla Carmesí cuando el Comisario James Gordon y Alfred Pennyworth vuelven a reunirse para devolver su no-vida a Batman que permanece en animación suspendida debido a la estaca que ellos mismos le clavaron en el corazón en Tormenta de sangre. El motivo de tan arriesgada decisión viene motivado por la decadencia y corrupción en la que se ha visto sumida la ciudad de Gotham desde la ausencia de su principal protector y después de haber sido tomada por los principales enemigos de Batman. Pero nada queda ya de Bruce Wayne en el ser resucitado, ya no hay dualidad en su personalidad, ahora sólo queda un monstruo con los ojos inyectados en sangre, con sus facciones deformadas y más cercanas a las de un murciélago que a las de un hombre. Esta bestia casi incapaz de razonar, vive dominada por el odio y una terrible sed de sangre. El Caballero Oscuro pasa de ser un antihéroe al verdadero villano de la función, sólo queda Batman y la venganza como justicia. Esto desemboca en una auténtica cacería siendo sus antiguos enemigos las víctimas que son representados por Kelley Jones en las páginas de Niebla carmesí en sus formas más macabras y grotescas como si de verdaderos iconos del cine de terror se tratasen. La personalidad de Batman se ha mimetizado en la de Drácula y El Pingüino, Hiedra Venenosa, El Espantapájaros o El Acertijo acaban siendo el alimento de un implacable Caballero Oscuro.

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La transformación vampírica de Batman le otorgará los poderes que nunca llegó a tener como superhéroe

La antigua reticencia auto-impuesta de Batman de no matar, en ausencia de Bruce Wayne, pasa a mejor vida, recreándose su álter ego en la muerte y la sangre, no sin un cierto toque de ironía y humor negro con la que colaboran los guiones de Doug Moench. En referencia a esto, volviendo sobre lo dicho por Sergio Robla respecto a la obra, resulta llamativa la extraña evolución de la saga que «mientras argumentalmente se vuelve gradualmente más insustancial, y los grotescos dibujos de (Kelley) Jones se vuelven más torpes (el cambio de entintador, de Malcolm Jones III a John Beatty no ayuda en absoluto), (Doug) Moench lo escribe cada vez mejor». En este punto, el camino seguido por el personaje persigue derroteros parecidos a los del Drácula de Bram Stoker. Los guiños y referencias son obvios como esa visita al Asilo Arkham que retrotrae al pasaje de la novela original del escritor irlandés en el que aparece el lunático R. M. Renfield. «Vete a casa. Tu trabajo ha terminado». Ese es el mensaje que con sangre dejará Batman al Dr. Amadeus Arkham dentro de la cabeza decapitada de uno de los reclusos. La justicia ha dado paso a una venganza cruel y desmedida, desatada después de años de contención y ni siquiera los antaño aliados y amigos de Bruce Wayne serán capaces de escapar a ella. En los estertores finales de este drama Doug Moench desmonta pieza a pieza toda la imaginería clásica asociada al personaje de Bill Finger y Bob Kane con la muerte del Comisario James Gordon y el posterior hundimiento de la fastuosa Mansión Wayne.

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Un descontrolado Batman haciendo estragos entre su galería de villanos

El sacrificio de Alfred Pennyworth al permitir a su antiguo amo beber su sangre permitirá a este librar su última batalla contra Killer Croc y Dos Caras. El vampirizado superhéroe lo tiene muy claro: «Ahora soy muerte y asesinato, viviendo de la sangre de otros, y no se puede permitir que exista… para cazar y matar, una y otra vez». La única alternativa que le quedará a Batman será inmolarse bajo la luz de los primeros rayos de sol de la mañana. La capucha y la capa será el único rastro que quedará del antaño superhéroe, una imagen de gran poder simbólico que parece transmitir una conclusión parecida sobre la inmortalidad del Caballero Oscuro a la que llegaría tiempo después, en el año 2009, el guionista y escritor Neil Gaiman en Whatever Happened to the Caped Crusader? (aunque exceptuando al carácter cíclico al que se haría alusión en dicha historia). El telón de la obra cae finalmente con una ilustración de Kelley Jones acorde a lo que hemos visto en el resto de la trilogía, unos lápices en los que se mezcla lo grotesco y lo caricaturesco y otorgan una personalidad muy marcada al conjunto. El guión de Doug Moench, lleno de rabia y malas intenciones, malsano en su esencia, lleno de amor por el género de terror y la serie B, acaba por definir un espectáculo a mayor gloria de dos de los más grandes personajes que ha producido la ficción fantástica en los últimos siglos aunque sea Batman el que acabe por centrar toda la atención en su historia de suplantación y corrupción ligada a la mitología vampírica que nadie mejor que Drácula ha sido capaz de encarnar.

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r7varola
r7varola
Lector
4 octubre, 2014 18:58

No hay palabras para describir semejante obra y la reseña le hace justicia. Un texto para atesorar. Mi comic favorito de la vida,si hay dos personajes que amo, sin duda son estos dos, si hay un Batman que me alucina, es el de kelley Jones. Gracias infinitas a mi hermano por regalarme la edición de zinco en mi 13 cumpleaños, en esos años el precio de esta obra era prohibitivo para mi semanada

Arturo Porras
4 octubre, 2014 21:21

A sus pies, sr. Pardo. Tremendo repaso a al figura del vampiro, mezcla maravillosa de literatura y cómic. Y no menos brillante análisis de la obra en cuestión, que un servidor no ha tenido la suerte de catar pero que va a ponerse a buscar como un loco. Que grande ZN!!!

Dynamo
Dynamo
Lector
5 octubre, 2014 7:36

Asombroso artículo señor Pardo. Enhorabuena. Dracula será de los pocos personajes que se puedan mover indistintamente entre Marvel y DC.

Juan Luis Daza
Autor
7 octubre, 2014 0:20

Una reseña tan elaborada, documentada, en la que se habla con verdadero conocimiento del origen de dos de mis personajes de ficcion favoritos y que me ha gustado tanto que consigue algo impensable para mí, nada mas y nada menos que el hecho de que me plantee hacerme con un cómic dibujado por mi odiado Kelley Jones.

Me quito el sombrero.

Truvor
Truvor
Lector
7 octubre, 2014 10:56

Impresionante artículo, Jordi. Genial tu repaso a la figura del vampiro y la reseña de esta obra.
Me gusto bastante cuando la leí, hace ya muchos años. Sobre todo a nivel de guión. Una historia dura y valiente, muy distinta a lo que acostumbramos de ver. De hecho creo que el artículo destripa demasiado, a pesar de tener varios años es una lectura atemporal, y cualquiera puede acercarse hoy día a conocerla. Yo desde luego la recomiendo. El trabajo del dibujante ya es otra cosa. A pesar de ofrecer una imagen de Batman tan potente, es demasiado irregular y confuso. Seguramente sea mejor ilustrador que dibujante de cómics a mi entender. En todo caso es una obra, que si bien no es de sobresaliente, si es notable. Para mi gusto, un peldaño por encima de la sobrevalorada Luz de Gas.

Juan Luis Daza
Autor
7 octubre, 2014 12:27

En lo único en lo que no concuerdo con Jordi es en lo de que los primeros números de La Tumba de Drácula son titubeantes, aunque Marv Wolfman fue el que encumbró la colección con sus guiones el trabajo de escritura se Gerry Conway y Archie Goodwin en esos primeros cómics me gusta más incluso que el de Wolfman, por tener un aroma mucho más clásico.