Edición España: Ediciones IDEA – 2005
Guión: Eduardo González
Dibujo: Eduardo González
Entintado: Eduardo González
Portada: Eduardo González
Precio: 9,95 euros (tomo recopilatorio en tapa blanda)
A veces es buena cosa mirar la vista atrás para contemplar la trayectoria de un determinado autor, serie o proyecto y comprobar cómo las expectativas generadas se han ido concretándose (o no). En el caso de Eduardo González y de sus Becarios, confieso mi debilidad por el hecho de que el autor haya reflejado de forma tan magistral el ambiente universitario de unos años –los noventa- en los que la educación superior aún no conocía el proyecto “Bolonia” ni la cantidad de consecuencias que tendría la adaptación al EEES. En estos días en los que parece que existe un especial interés en cargarse el sistema público de educación (y con ello el derecho universal a una formación y a una cultura que es esencial para la existencia de una sociedad responsable y dotada de pensamiento crítico) no he podido evitar el deseo de revisar la primera recopilación de las tiras que don Eduardo realizó en sus inicios como historietista en la prensa tinerfeña.
¡Este título es mío! fue un libro muy especial por diversas razones. En primer lugar, porque es obra de Eduardo González como autor completo; en segundo lugar, porque abarca todos los ejemplares de la tira semanal publicada durante la mitad de su existencia en 2*C, el suplemento cultural de La Opinión de Tenerife (cuando esta cabecera era algo más que un cajón desastre de notas de agencia, contenidos genéricos y similares); en tercer lugar y al hilo de lo anterior, porque permite disfrutar de la evolución del bueno de Edu como guionista y como dibujante. Su lápiz y su pincel han sabido dibujar en tono de humor y con mucha mala uva, un fresco de lo que es la vida en una universidad –para ser exactos, la Universidad de La Laguna- a través de los tópicos que anidan en sus distintos estamentos: el catedrático inaccesible, el ayudante patoso, el estudiante reivindicativo, el despistado, el friqui, el eterno habitante de la cafetería… el personal de administración y servicios en permanente estado de fuga. Edu dedica un apartado especial a la Facultad de Bellas Artes, por la que pasó hace ya unos cuantos años. En ese lustro, autor y personajes crecieron, maduraron y pasaron por todas las fases de la enseñanza: los difíciles comienzos, el esfuerzo por mejorar y la llegada a una meta que en realidad, es sólo el punto de partida para una nueva etapa de la vida. El padre de estos sufridos becarios ha logrado arrancar más de una sonrisa y una carcajada con las ocurrencias de sus entrañables muchachos, pero sobre todo ha conseguido generar las miradas de incredulidad de lectores que dicen para sí que aquello les ha pasado a ellos. ¿Copia la ficción a la realidad o sucede a la inversa? Repasando otros materiales del autor para documentar este artículo me encontré con otra de sus genialidades: el Festifloro.
Durante el período estival, Eduardo realizaba sus pinitos como autor completo en otra tira, La venta de Floro, y abandonaba las temáticas de actualidad a favor de una trama continuada que abarcaba el mes de agosto. Floro, un ventero del mercado de Santa Cruz de Tenerife, chicharrero a muerte, intentaba siempre dar el “superpelotazo” que le permitiera salir de los apuros económicos y aquel estío tocó montar uno de aquellos macro-eventos musicales que abundaban como champiñones en los días de vino y rosas. La presentación de la iniciativa se reseñaba así:
Demencial ¿no es así? Años después, la historia se repetiría… en el mundo real. Ibáñez no es, pues, el único “profeta” entre los autores patrios.
Capote: «tipical canrys pelotazos» , uno se acuerda cuando en Fuerteventura se celebraban unos conciertos presuntamente gratuitos (los mismos «triunfitos» se pasaron todos por la isla en el verano del 2002, recién salidos de la «academia»dando conciertos gratuitos en una época en que en el resto de España la entrada a sus conciertos costaban una pastizabal), y digo presuntamente, porque aunque no te cobraran entrada en la puerta, los artistas si cobraban, del Ayuntamiento, esto es, del dinero del ciudadano, es decir, que estabamos pagando el concierto todos de nuestro bolsillo aunque no fueramos al concierto……….y bueno, de eso hemos llegado a la actualidad, cuando nos estan cobrando entrada para ir a oir a la típica orquesta de pueblo en la fiestas locales.
Lo triste es que la gente sigue sin saber relacionar aquellas lluvias con estos barros.
Yo leí a Eduardo González en la época que estuve estudiando y trabajando en Tenerife, pero claro, sigo más a Padilla ¿lo conoces? otro genial humorista gráfico que trabaja en los periódicos de la Provincia de acá, y que también ha sabido catar muy bien a la oligarquia «constru-gobernante» que sufrimos en nuestro archipiélago.
Conozco el trabajo del gran Padylla y es uno de los mejores viñetistas de actualidad que he visto nunca.