Visiones y emociones
Volvemos al mundo de Black Hammer con un nuevo tomo de un sìn-off con el que Astiberri parece haber pisado el acelerador, pues el primer número de este Black Hammer: Visiones había llegado hace apenas unos meses. La serie limitada, que llega a su fin con este segundo recopilatorio, resultaba un ejercicio curioso pues Jeff Lemire y Dean Ormston dejaban sus creaciones totalmente en manos de extraños para que los manejasen a su antojo. Sí, es cierto que este universo ha tenido muchas miniseries asociadas, pero Lemire siempre estaba con un ojo encima, ya sea como guionista o co-guionista, sin embargo aquí tenemos una antología con nombres muy importantes en el mundo del cómic, donde el guionista canadiense se ha limitado a mirar cómo otros juegan con sus juguetes.
Si en las cuatro primeras historias teníamos nombres como Geoff Johns, Chip Zdarsky o Mariko Tamaki, agarrense a los asientos, pues las cuatro de este segundo tomo no se quedan cortas, hasta tal punto que no cuesta nada considerar que este tomo es algo mejor que el anterior, el cual ya de base no estaba nada mal.
La segunda parte de Black Hammer: Visiones tiene al menos dos elementos que la hacen más atractiva que su predecesor, a saber, el dibujo y los personajes. Sí, el apartado gráfico en general es superior, aunque el anterior tenía un par de joyas había otras dos que simplemente no estaban mal, aquí no se puede decir lo mismo y los cuatro destacan con su propio estilo, además de tener a David Rubín en la última de las historias, lo que ya son palabras mayores, no en vano se está convirtiendo en uno de los dibujantes más importantes del panorama independiente USA de la actualidad.
Luego está el tema de los personajes, el primer volumen se adentraba en contarnos partes de la vida de personajes que resultaban protagonistas en la serie principal, Golden Gail, Madame Libélula, Abraham Slam y más, pero siempre hablando de esos que estaban encerrados en la granja en esos primeros tomos que tanto nos sorprendieron. Era interesante, sí, pero Black Hammer es más que esos personajes y este segundo tomo se atreve con otros que hemos visto de secundarios o en spin-offs. Pero no nos adelantemos, vayamos uno a uno.
Abren fuego Kelly Thompson, Leonardo Romero y Jordie Bellaire, con una historia que se resume en una palabra: “Batman”, o incluso en tres “Retorcer a Batman”, y vaya si lo hacen. No es una historia innovadora, se podría leer como un Elseworld del famoso murciélago, pero su trabajo con Revientacráneos es muy fino. Thompson sabe decir las palabras justas, aprovechando todas las historias que conocemos entre Batman y Catwoman para que nos imaginemos lo que sucede, dejando mucho peso sobre un Romero que se antoja sublime a nivel narrativo, potenciado por una Bellaire que escoge tonos apagados para darle un toque más años cincuenta, acercándose al pulp pero yendo directos al corazón. Un número autoconclusivo a la altura de la serie de Revientacráneos, que resultaba uno de los mejores spin-offs de este universo.
Después es el turno de Cullen Bunn, y ¿qué escoge? Pues se va a lo suyo, al terror con un atractivo (en sentido figurado) personaje como es Louise, conocido como Cthu-Lou, en una época previa al nacimiento de su hija, a la que conocimos en otras series. Aquí Bunn explora su relación con el dios primigenio que le dio sus poderes, “El que tiene muchos ángulos”, solo que Bunn se va más al humor que al terror cósmico, facturando un pequeño relato curioso y muy entretenido, con un dibujo de Malachi Ward y Matthew Sheean que acompaña muy bien a la historia, aunque en algún momento adolece de algo de estaticidad. También es cierto que tener un colorista de la talla de Dave Stewart ayuda mucho. Puede que no sea el mejor relato del tomo, pero tiene fuerza y hace pasar un buen rato.
Ms Rayo de Luna pasa a primera línea en la tercera historia, que es la menos dramática pero la más reflexiva. Un equipo formado por Cecil Castellucci (Shade, Batgirl) al guion y Melissa Duffy (Girl on film, Hole in the ground) como dibujante, con otro gran colorista como es Bill Crabtree, nos invita a ponernos en la piel del típico personaje que baila entre el figurante y el secundario, al que solo recurren las editoriales para ciertos eventos, haciendo que su personalidad cambie a gusto del consumidor. Todo ello nos da para pensar ya no solo en la narrativa del cómic en sí, sino también en las editoriales y hasta la vida misma, con un dibujo algo más underground que, si bien no es el más bonito del tomo, encaja muy bien en la historia que nos cuenta.
El broche de oro lo ponen otros dos monstruos, el famoso guionista Scott Snyder (Batman, Nocterra) y el no menos famoso dibujante David Rubín (El Fuego, Cosmic Detective). Esta historia rivaliza con la primera para acuchillarnos el pecho, con un desarrollo espectacular y unos personajes que usan tanto el imaginario colectivo como la realidad para lograr una potencia impresionante. Venganzas y personalidades de moralidad dudosa vuelven a verse con los lápices del autor gallego que siempre impresiona con sus páginas. Desde luego es lógico que vuelvan a contar con él en este universo porque lo que toca lo convierte en oro. Sin desmerecer a Snyder, los dos toman puntos en común que hemos visto en sus propios trabajos, con mucho gusto, todo sea dicho.
Las dos historias que se sitúan en medio son buenas, interesantes y divertidas, a la altura de las cuatro del anterior tomo, pero la primera y la última elevan este volumen por encima del otro, incluso por encima de algunas de las miniseries del universo Black Hammer.
Lo mejor
• Que sean otros personajes, más allá de los protagonistas de la serie principal, los que cogen las riendas.
•El primer capítulo y el último, dos grandes historias que golpean fuerte.
• Es superior al anterior volumen.
Lo peor
• Las dos historias intermedias no son malas, de hecho son mejores que otras de este mismo universo, pero tampoco están a la altura de la que abre y de la que cierra el tomo
Guión - 8.5
Dibujo - 8.5
Interés - 8.5
8.5
Visión
Cuatro historias de personajes diferentes, donde dos de ellas entretienen y nos hacen reflexionar, pero las otras dos están impresionantes.