Edición original: Bloodstrike # 26-30 USA (Image comics).
Edición nacional/ España: Aleta ediciones.
Guión: Tim Seely.
Dibujo: Francesco Gaston, Rob Liefeld, Jacob Gear.
Formato: Tomo rústica, 128 páginas.
Precio: 13,95 Euros.
Bloodstrike es uno de esos títulos que Rob Liefeld creó para sus Extreme Studios de Image en los años 90, y que a pesar de que estaban entre los mayores exponentes de los peores y más infames excesos comiqueros de esa década, ha sabido resucitar estos últimos años poniéndolos en las manos de reputados artistas del panorama alternativo. Y así, al igual que Joe Keatinge y Ross Campbell han hecho con Glory, o Brandon Graham y Simon Roy con Prophet, el creador de Youngblood ha contado con la labor de Tim Seely, conocido por obras como Hack’ n’ Slash y sobre todo Revival para retomar la historia de aquel escuadrón de superhumanos paramilitares disfrazados.
El enfoque de Seely no ha sido tan, digamos rupturista con los comics originales como el de Keatinge o Graham. Aunque ha seguido el mismo proceso de extraer las ideas a las que se pudiese encontrar potencial de aquellos tebeos noventeros y seguir adelante con ellas, obviando lo anterior, no ha dejado a Bloodstrike tan radicalmente irreconocible como sus compañeros han hecho con Prophet y Glory. Pero eso no significa que los cambios hayan sido precisamente pequeños: Bloodstrike no ignora su pasado, sino que simplemente es un cómic actual no lastrado por esa estética hipertrofiada y esas historias y diálogos totalmente pueriles y enajenados de sus anteriores números. Sí, de sus anteriores números, porque éste tomo de Aleta ediciones recoge las entregas 26 a la 30 de la colección. De nuevo al igual que en Prophet y Glory, en lugar de renumerar la serie y empezar con un primer episodio de un volumen 2 como es lo habitual, se ha optado por continuar a estos efectos con la serie allí donde se dejó de publicar hace años, aunque los personajes hayan pasado por ese mismo lapso de tiempo del mundo real.
De ese modo, Cabbot Stone sigue siendo el protagonista de la colección, una herramienta de sus superiores sin escrúpulos en el Proyecto Renacimiento (aunque las palabras en inglés sean ligeramente distintas, la traducción al español las deja inevitablemente iguales que el proceso que transformó a Steve Rogers en el Capitán América), una entidad gubernamental norteamericana que resucita superhumanos para cumplir sus más sucias y sangrientas misiones. Y si bien todo esto es básicamente la misma premisa que la de los años 90, lo cierto es que mientras entonces era un mero pretexto para lanzar a los personajes a misiones llenas de violentas splash pages llenas de errores anatómicos y de perspectiva, aquí se exploran de forma mucho más satisfactoria las implicaciones de esta monstruosidad y las conspiraciones y sucios movimientos políticos internos en el seno de tan siniestra agencia. También se profundiza en el personaje de Stone, atrapado en una vacía vida a las órdenes del Proyecto Renacimiento, ya que su disfuncional trayectoria vital le ha llevado a no saber hacer nada más. Tampoco sabe relacionarse con la gente, ni siquiera los antiguos miembros del equipo (Deadlock, Tag, Fourplay y Shogun, ya desaparecidos en los últimos números de la serie en los años 90), los cuales en realidad eran solamente sus compañeros de unidad de combate, no sus amigos.
Para ser justos, hay que decir que Keith Giffen ya trató como argumentista de la serie de 1993 de introducir un mayor peso de todos estos elementos, pero su andadura solo duró del número 4 al 7, quedándose en breve anécdota eclipsada por el terrible apartado gráfico de Richard Horie y Chris Alexander.
Seely en cambio ha tenido ahora muchísima más manga ancha para plasmar con cierta profundidad lo escalofriante de tal organización y de la visión absolutamente nihilista de la vida de alguien como Cabbot, que ha muerto y sido resucitado en múltiples ocasiones y que sabe de primera mano que no hay nada tras la muerte: ni cielo, ni infierno, ni reencarnación, ni purgatorio. El guionista utiliza las sesiones de terapia de Cabbot con sus distintos psicólogos para que éste se sincere sin sentimentalismos y verbalice su perspectiva: “No puede ayudarme. Sé que no hay maravillosa recompensa arriba en el cielo por tener una vida decente. Sé que no hay un castigo abajo en el infierno por ser un auténtico cabrón. Sé sin sombra de duda que no hay dios ni diablo. Sé que solo existe la vida, la muerte…y yo”.
A pesar de todo esto último, tampoco vamos a llevarnos a engaño y decir que Bloodstrike haya dado la vuelta del todo y sea un tebeo existencialista. Como decíamos sigue tratándose de cómic de acción violenta y superhéroes: es solo que siendo un divertimento, está muy bien realizado y no está exento de cerebro. Ni de usar la violencia extrema para en ocasiones soltar perlas de un macabrísimo humor negro.
El Proyecto Renacimiento presentará a un nuevo comando que sustituirá uno por uno a los ¿definitivamente? fallecidos antiguos compañeros de Cabbot. De nuevo se usará el recurso de las sesiones con psicólogos para que conozcamos mejor el escalofriante lado humano de los nuevos Tag, Shogun, Fourplay y Deadlock, recordándonos todo esto un poco a aquel famoso número del Factor-X de Peter David. Su primera acción en combate será contra uno de los personajes más importantes en la vida de Cabbot, al que también conocíamos de la encarnación primigenia de la serie, aunque la óptica desde la que se le presenta es abrumadoramente distinta y lógica. Y no será el único viejo oponente relacionado con el protagonista que veremos en estas páginas.
Hemos hablado de que hay cosas aquí que nos recuerdan a Peter David, pero también las hay que nos traen a la memoria el paso de otros grandes nombres por otras series de culto. La trama del grupo de personas a las que Cabbot conoce en una misión que decide no completar ocultandolo a sus superiores, y que le ofrecen algo de esperanza de que otro mundo es posible es reminiscente del primer Stormwatch de Warren Ellis con el que, bien pensado, éste Bloodstrike de Seely tiene más cosas en común, como el tono en general. También es fácil hacer referencia a la continuación del Supreme Power de JM Straczynski en aquella breve andadura que se llamó simplemente Supreme Squadron.
En lo gráfico Francesco Gaston ofrece un trabajo muy notable, aunque es cierto que sin el excelente color que aplica sobre sus lápices, éstos quedarían demasiado pobres o esquemáticos. Mención aparte merecen las 10 páginas en las que Rob Liefeld hace los bocetos, y en las que el nivel cae vertiginosamente: ni siquiera sus fans podrían defenderlas, ya que apenas es reconocible su característico estilo. Sin embargo, en las otras diez que son obra de Jacob Gear, casi no se nota diferencia con el trazo de Gaston. El volumen de Aleta queda completado con unas páginas con la evolución de los diseños de los personajes y unas palabras en las que Tim Seely expresa su entusiasmo con este proyecto.
En definitiva, estamos ante un tomo que recopila una muy entretenida etapa que saca un producto muy digno de donde parecía que era imposible. Lamentablemente, varias tramas quedan inconclusas y esta andadura de Bloodstrike duró sólo tres números más en Estados Unidos. Es difícil por tanto que estos episodios inéditos sean reunidos en un siguiente tomo.
El recientemente anunciado deseo de Liefeld de que quiere volver a jugar con sus viejos juguetes y de que va a ser él personalmente quien continúe con esta serie (con resultados que probablemente no estén a la altura de lo visto aquí) parece cerrar definitivamente esta visión con cierto toque satírico del pelotón de violentos superzombies disfrazados de una las primeras oleadas de títulos de una Image Comics que ha cambiado con los años el tipo de proyectos que lanza hasta dejarla irreconocible hoy por hoy.