Bob Fish

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Edición original: Bob Fish (Les Humanoïdes Associés, 1981).
Edición nacional/ España: Bob Fish (Eurocomic, 1985).
Guión y Dibujo: Yves Chaland.
Color: Bitono.
Formato: Tomo rústica, 48 págs.
Precio: 400 pts.

 

Al poco de estrenarme como reseñista en Zona Negativa, escribí sobre la obra más emblemática del malogrado Yves Chaland (Francia, 1957-1990), muerto en accidente de tráfico a los 33 años. Se trataba de Freddy Lombard, publicado por Glénat, actual EDT, en dos tomos que recogían los cinco álbumes originales de la serie. El fracaso de esta recuperación truncó la posibilidad de seguir con el compendio en volúmenes del resto de material del autor, del que, aparte los mencionados, solo conozco otros dos libros: Adolphus Claar, editado por Norma Editorial en 1985, y Bob Fish, publicado en el mismo año por Eurocomic. En la revista Metal Hurlant serializaron las tiras de Albertito (Le Jeune Albert) a partir del nº 20, pero no me consta su salida en álbum.

El amoral Albertito, luego llamado Al Memory, una especie de Tintin retaco cruzado con el Pirluit de Peyo, es, precisamente, el auténtico protagonista de Bob Fish, nombre que alude a un popular detective privado (¡cuenta con su propia revista de cómics!) o, más en razón, la burla de uno, según los cánones paródicos. Tras un prólogo vibrante entre el futurismo y la charlatanería (a medio camino entre la representación de las teorías de Darwin y las reflexiones conductistas de La naranja mecánica), la historia arranca años después con el secuestro del hijo de un empresario multimillonario, el señor Swartenbroeckx, y se complica con toda suerte de lances, incluso fantásticos, que recorren un amplio espectro de tópicos de la ficción de género: el mad doctor, la fórmula peligrosa, sicarios característicos, crímenes horrendos, sectas misteriosas, un comisario negligente (por no decir: estúpido), una femme fatale nada fatale, etc. Como un niño travieso, Chaland disfruta lanzando al aire los juguetes de otros para ver cómo se estrellan contra el suelo en la mejor tradición de superioridad posmodernista.

Se nota que el autor está configurando su estilo. Por un lado, el constante flujo de referencias, casi mareante: Hergé, por supuesto, al que roba los debates entre el angelito y el diablillo que imitan, vulgarmente, la conciencia, o la reproducción de estereotipos y fisonomías racistas habituales de los años ’30 y ’40, incluidas la caricaturización de los negros (como el mayordomo Bulu-Bulu) o la desconfianza pulp hacia los orientales; secundarios que parecen calcos de otros vistos en la Escuela de Marcinelle, abanderada por Franquin o Peyo, estrellas del semanario Spirou (compruébese en págs. 19-20); persecuciones por los tejados evocadoras del Spirit de Will Eisner (pág. 26); gags en una tira de tres viñetas a la manera de los clásicos de la prensa norteamericana (pág.03); el sueño que concluye al caer de la cama como en Little Nemo in Slumberland de Winsor McCay (pág. 13); un ricachón excéntrico obsesionado con los gérmenes en la senda del millonario Howard Hughes; una pin-up permanentemente semidesnuda llamada Linda; etc.

Por otro lado, la insistencia en repetir recursos narrativos «marca de la casa», como las viñetas circulares, los insertos de elementos que denotan el paso del tiempo (campanas, relojes, etc.) o el uso dramático de onomatopeyas para construir acciones fuera de campo. Chaland alardea de estas y otras opciones como si tuvieran más sentido por sí mismas, por sus cualidades estéticas o rítmicas, que por su función discursiva, configurando un envoltorio brillante pero hueco y caprichoso, donde las peripecias se suceden con dinamismo pero sin un verdadero impacto emocional. Y eso que el autor no se frena ante llamativos arranques de crueldad como la tortura gratuita a un compañero de clase de Alberto. En Bob Fish no hay héroes. Todos son unos caraduras mezquinos, como Alberto o el propio Bob Fish, o unos simples también mezquinos, como el comisario o los gemelos siameses Piet y Toone (trasunto criminal de los Hernández y Fernández de Las aventuras de Tintin).

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La historia principal, titulada Bob Fish contra los gemelos siameses, se extiende hasta las 34 páginas. Completa el álbum un relato de 11 páginas protagonizado por Alberto, donde la sombra de Will Eisner es más acusada, tal vez porque en este caso la diana de la burla es un superhéroe nocturno tipo Batman, llamado -por si hubiera dudas- El Murciélago. Ácida reflexión sobre el mercado contractual USA, donde el éxito de los personajes no redunda necesariamente en el beneficio de sus creadores, las características técnicas no difieren, en lo esencial, de lo apuntado más arriba, si bien los referentes han sido adecuados al nuevo asunto, convirtiendo al magnate en un émulo del Tío Gilito, con su cámara rebosante de billetes, oro y joyas, y al sacrificado autor en un desgraciado superhéroe de opereta.

Chaland murió cuando trabajaba en el que habría de ser el segundo capítulo de la serie, de modo que su personaje, Bob Fish, quedaría confinado a esta única y entretenida aventura.

  Edición original: Bob Fish (Les Humanoïdes Associés, 1981). Edición nacional/ España: Bob Fish (Eurocomic, 1985). Guión y Dibujo: Yves Chaland. Color: Bitono. Formato: Tomo rústica, 48 págs. Precio: 400 pts.   Al poco de estrenarme como reseñista en Zona Negativa, escribí sobre la obra más emblemática del malogrado Yves…
Guion - 6
Dibujo - 6
Interés - 7

6.3

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