Seguimos con nuestra tarea de reseñar, agrupados por sagas, los diferentes arcos argumentales que
Para aquellos lectores recién llegados es necesario señalar que existe una primera entrada, a modo de presentación, en la que comentamos todo lo referente al contexto exterior (editorial) e interior (histórico y filosófico). Recomendamos encarecidamente su lectura antes de lanzarnos a comentar, tomo a tomo, el desarrollo de la serie para tener una idea previa de la misma.
Llegamos al arco final de Bokko, la épica historia de
Cerrábamos la anterior saga de manera desconcertante con el
A parte de este descubrimiento, Ge Li y sus amigos también conocen la existencia de una nueva remesa de langostas negras con las que la división de insectos de Xue Bing planea una nueva plaga sobre Zhao (al igual que hicieron con el reino de Han, ahora provincia del pujante reino de Qin). No obstante, poco pueden hacer nuestros protagonistas excepto volver a Zhao y poner en marcha la defensa de su capital, pero la situación se vuelve harto complicada. El rey de Qin ha mandado
Somos testigos de una nueva y sorprendente maniobra de evasión propuesta por el autor, muy en la línea de las anteriores en cuanto a acción pero sorprendente en cuanto a planteamiento. Durante este proceso, nuestro trío conoce a Niang, una joven espía intrépida y de una destreza sin paragón. Un nuevo personaje protagonista que se suma al grupo de Ge Li y que le será de especial ayuda al Mo Zhe.
Cruzar la frontera entre el reino invasor de Qin y el defensor de Zhao será otra de las extremas vicisitudes a las que se enfrentará Ge Li. Es como si Mori nos recordarse a cada salto de página la tenacidad, el ingenio y la habilidad del monje para superar lo adverso. A estas alturas, al lector no le puede caber duda alguna sobre la heroicidad del protagonista.
Finalmente, tras llegar sanos y salvos al reino de Zhao, Ge Li plantea al máximo general del reino comenzar a planear la defensa de la capital, a lo que éste procede de buen grado, pero cuya aceptación no tendrá la misma recepción entre los soldados. Cerramos este octavo tomo con una nueva trama a resolver, pues un anciano de la ciudad confiesa al monje
Con el noveno volumen volvemos a una de las constantes de la historia:
El reino invasor de Qin comienza a acosar la capital, y Ge Li tiene que apañárselas para repeler estos ataques de guerrilla mientras calma los ánimos contrarios a su persona en la ciudad. Pese a todo, lo que más preocupa al monje es
Y lo cierto es que el problema de las langostas se cierra pronto. Aunque ocupa el último tercio de este volumen, el que nuestro protagonista sea prácticamente el único que encuentra un uso práctico a la pólvora es toda una ventaja. De esta manera, tras arrasar toda la remesa de insectos, Ge Li retorna triunfal a la capital pero
Nos preocupaba la existencia de ciertos elementos fantásticos que, de no ser manejados correctamente, podrían suponer una tara de cara a la rigurosidad histórica del texto. Pero lo cierto es que, aunque sean unas ideas algo peregrinas, Mori las despliega de una forma que bien podría ser real. Ni tan ancho ni tan largo, el autor cierra el noveno tomo con la mortal existencia de un
Armas químicas en el período de los Reinos Combatientes de la China del 400 al 200 a. C. ¿Es posible? Sí ¿Fue real? Seguramente no. Estamos ante una de esas licencias ficticias que los autores se han tomado para bañar la historia con ciertos elementos fantásticos que añaden un punto extra a la faceta bélica de la obra. Resulta que la división de Xue Bing, el Mo Zhe corrupto archienemigo de Ge Li, ha conseguido extraer la esencia venenosa de ciertas sustancias extraídas de plantas e insectos para convertirla en polvos, similares al polen, que sueltan al viento cuando éste va directo a la capital de Zhao.
No nos encontramos ante los componentes químicos y fulminantes de las guerras modernas, sino ante una especie de arma química primitiva compuesta por alérgenos naturales, pero son capaces de mermar las capacidades militares y defensivas de la ciudad asediada de una manera efectiva. Esta idea es algo que, debemos reconocer, le vine de perlas a Bokko. Muy en la línea de lo que propone su historia, tanto en su planteamiento como en su ejecución.
Los ataques químicos cesan, como también se interrumpen los ataques de guerrilla por parte del ejército de Quin, quien se repliega para forma un ataque final. Ge Li debe organizar la defensa definitiva, pero tras la muerte del máximo general
Si el noveno tomo ponía sobre la mesa ciertos elementos narrativos ya vistos con anterioridad en la obra, de alguna manera recurrentes en su esencia, el décimo vuelve a lo mejor de todo ello.
Este décimo tomo aglutina lo mejor de Bokko. Estamos ante una síntesis de la esencia temática y narrativa de la obra.
No vamos a desvelar aquí, por cierto, quién padece una de las muertes más tristes y emblemáticas de la serie. Pero será algo que afectará a nuestros protagonistas y que los lanzará a los compases finales de la obra.
Y llegamos al número once, el último volumen de esta apasionante historia. Y lejos de presentar una última batalla épica, tal y como cabría esperar de la trama, Mori nos cuenta otra cosa. De lo otro ya hemos tenido suficiente.
Nos encontramos ante un tomo dispuesto a cerrar todas las líneas argumentales planteadas hasta ahora, por partes:
Ge Li logra rechazar los ataques del ejército de Qin, y este parece alejarse del campo de batalla, para alegría de los habitantes de Zhao. Pese a ello, al monje esta huida le parece sumamente sospechosa y decide no bajar la guardia. No obstante, lejos de encontrar entendimiento entre los habitantes, hartos de la guerra que los ha asaltado durante semanas, sólo encuentra desprecio.
«Tú eres un simple soldado… Sólo puedes convertirte en héroe en el campo de batalla. Confiarán en ti y te respetarán solo en la guerra. Pero cuando ésta termina, no eres más que un estorbo, una presencia incómoda… Y dirigirás tus pasos hacia una nueva batalla, en busca de una gloria siempre efímera. Esa estúpida repetición es tu vida.»
Esto es algo que hemos conocido de forma implícita a lo largo de Bokko. Ge Li es un Mo Zhe idealista que se entrega en cuerpo y alma a sus dogmas, que no son otros que los de poner fin a las guerras. Pero para ello no le queda otra que participar en los conflictos, aunque sea de forma defensiva, pero uno tras otro.
Volviendo al destino del reino de Zhao, las sospechas de Ge Li eran ciertas. El ejército de Qin no se había retirado del todo y asesta un golpe mortal a la capital, ayudados por la última arma secreta de Xue Bing: una plaga de gusanos, parecidos a las sanguijuelas, que proliferan de manera feroz. La capital sufre una plaga de gusanos sin precedentes, y las montañas de invertebrados se cuenta por centenares. La defensa ha quedado reducida al ridículo y el ejército invasor arrasa la ciudad.
Hideki Mori resuelve esta última batalla en tan sólo una doble página. Una panorámica de Han, la capital arrasada de Zhao, sobre la que se puede leer «Han Dan cayó tres días después».
Alguien consigue rescatar a Ge Li y a sus amigos de la ciudad arrasada de Han Dan, no diremos quién, pero parece ser que algunos Mo Zhe sí que eran fieles a la orden.
Pese a todo,
La historia se cierra con una pregunta, alternada con viñetas de ejércitos antiguos y modernos:
Una reflexión necesaria, a modo de denuncia, que cierra este manga de manera ejemplar, denunciando el pasado bélico del mundo a través del ejemplo de Japón.
Las ultimas viñetas muestran el descubrimiento de los guerreros de terracota en el sigo XX y, centrándose en la figura que guarda un aspecto idéntico al del monje guerrero, se nos plantea una última pregunta:
«Ge Li, tal vez las disputas sean consustanciales al ser humano. Tu sacrificio no equivale sino a tirar una gota de agua sobre las llamas de un devastador incendio. Esa es la triste realidad… ¡Pero tu empeño no puede acabar en una gota de agua! ¡¡Despídete de este infierno sumido en las guerras y haz que florezca en otro lugar la semilla de un nuevo mundo!! Un mundo justo y sin guerras… ¡Tú puedes sentar las bases de ese ideal! Comenzarás roturando en la nada, como si trabajaras este desierto. Y tardarás en ver los frutos, pero tu esfuerzo no será en vano… Porque diez años, cien años, mil años más tarde… ¡Habrá emergido una gran nación poblada por millones de hombres que, como las infinitas estrellas que jalonan este cielo inmenso, podrán brillar de orgullo y regocijarse en la prosperidad del seno que los acoge!»
Por poner algún punto negativo, podemos decir que esta última parte de la trama peca de la celeridad propia de este tipo de publicaciones marcadas por serializaciones y fechas límite. Se introduce alguna línea narrativa que no tarda en cerrarse, así como algún personaje secundario que un primer momento parece dado a tener un papel más importante y luego no queda en nada, pero no llega a ser algo que desmerezca el conjunto final.
En definitiva, estamos ante un