Bokko 8 – 11. La guerra

Llegamos al final de uno de los mejores manga históricos que ha dado el cómic

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Seguimos con nuestra tarea de reseñar, agrupados por sagas, los diferentes arcos argumentales que Hideki Mori plantea en su manga histórico Bokko.

Para aquellos lectores recién llegados es necesario señalar que existe una primera entrada, a modo de presentación, en la que comentamos todo lo referente al contexto exterior (editorial) e interior (histórico y filosófico). Recomendamos encarecidamente su lectura antes de lanzarnos a comentar, tomo a tomo, el desarrollo de la serie para tener una idea previa de la misma.

Aviso de Spoilers: El artículo que sigue a continuación trata el desarrollo minucioso de la obra que pretende analizar y por lo tanto, pese a que no se presentan grandes spoilers, puede enturbiar la lectura de la misma.

Llegamos al arco final de Bokko, la épica historia de Ken-ichi Sakemi adaptada por Hideki Mori.

Personajes que hacen su aparición en esta saga
Ge Li es el héroe de esta historia. Un decidido guerro-monje Mo Zhe que hará lo necesario por mantener el equilibrio de la paz gracias a su inteligencia e infalible astucia. Superviviente nato, nuestro protagonista es un estratega soberbio que prefiere la defensa al ataque y que posee una gran destreza en el combate cuerpo a cuerpo.
Yun Jing. Joven con dotes de guerrero habilidoso y compasivo que decide seguir a Ge Li en su misión por hacer frente a Xue Bing. Pronto se convertirá en un apoyo leal e incondicional para el guerrero-monje Mo Zhe, el primero en mucho tiempo.
Lan Zhu. Excéntrico lider de Los Ratones, la resistencia que sigue defendido al devastado reino de Han de la tiranía de Qin. Busca vengar la muerte de su mujer, torturada y ejecutada durante la invasión de Han. Tras los acontecimientos acaecidos en la capital, se unirá a Ge Li y a Yun Jing para poner fin al avance del rey Zheng.
Niang. Joven asesina con dotes de espía, posee unas habilidades innatas para la infiltración y la lucha cuerpo a cuerpo. Busca venganza por la muerte de su hermana, violada y asesinada por uno de los generales del ejército de Qin. Se unirá a nuestros protagonistas, siendo de gran ayuda para el Mo Zhe a lo largo de esta parte final.
Xue Bing. Enigmático y de semblante siniestro, Xue Bing es otro miembro de la orden Mo Zhe a la que pertenece Ge Li. Es el responsable tanto de la corrupción presente en Mo Jia como de la alianza de la orden con el ejército de Qin. También ha creado un grupo de guerreros/escoltas de élite que parecen tener un control total sobre los insectos.
Enmascarado. Uno de los escoltas de élite de Xue Bing. Misterioso y enigmático, aparece en momentos claves para enfrentarse a nuestros héroes. Aunque todo indica que bajo la misteriosa máscara se encuentra una persona que conoce, e incluso siente compasión, por Ge Li.
Zheng. Rey de Qin y futuro primer emperador de China. De nariz afilada y mirada penetrante, las memorias históricas lo describen como un hombre dueño de un corazón frío, falto de compasión, fiero y despiadado. Retará a Ge Li a que defienda el reino de Zhao.
Si Lu. Amigo de la infancia de Ge Li, es el único que le ayuda a su regreso a Mo Jia. Se especializó en la agricultura y la entomología, siendo uno de los principales responsables de la cría de langostas negras con las que Xue Bing llevará acabo un aterrador plan.
Chang Hu. General del ejército de Zhao. Si bien al principio pide ayuda a Ge Li para defender su capital del ataque del ejército de Zheng, pronto comienza a dudar. Su confianza hacia el monje sufrirá altibajos, lo que le llevará a una serie de equívocos que marcarán el destino de Han Dan, la capital del reino.
Fu Chen. Autoproclamado líder de los barrios marginales de Han Dan. En realidad es un espía de Qin que busca llevar a cabo una rebelión que haga mella en las defensa de la capital propuesta por Ge Li. Mezquino y sucio, sus habilidades de seducción no tardarán en poner a un buen número de habitantes en contra del monje y sus amigos.

Comentarios detallados sobre la saga

Cerrábamos la anterior saga de manera desconcertante con el descubrimiento de una figura idéntica a Ge Li entre los soldados de terracota del mausoleo del rey de Qin. Lo que había comenzado como una misión de reconocimiento e infiltración en las filas enemigas tras aliarse con el reino de Zhao, acaba siendo una revelación sorprendente que comienza a configurar el final de la historia.

A parte de este descubrimiento, Ge Li y sus amigos también conocen la existencia de una nueva remesa de langostas negras con las que la división de insectos de Xue Bing planea una nueva plaga sobre Zhao (al igual que hicieron con el reino de Han, ahora provincia del pujante reino de Qin). No obstante, poco pueden hacer nuestros protagonistas excepto volver a Zhao y poner en marcha la defensa de su capital, pero la situación se vuelve harto complicada. El rey de Qin ha mandado sitiar su propia capital con el fin de cazar a todos los espías de reinos enemigos (Ge Li no es el único) y esto pone contra las cuerdas a nuestros amigos.

Somos testigos de una nueva y sorprendente maniobra de evasión propuesta por el autor, muy en la línea de las anteriores en cuanto a acción pero sorprendente en cuanto a planteamiento. Durante este proceso, nuestro trío conoce a Niang, una joven espía intrépida y de una destreza sin paragón. Un nuevo personaje protagonista que se suma al grupo de Ge Li y que le será de especial ayuda al Mo Zhe.

Cruzar la frontera entre el reino invasor de Qin y el defensor de Zhao será otra de las extremas vicisitudes a las que se enfrentará Ge Li. Es como si Mori nos recordarse a cada salto de página la tenacidad, el ingenio y la habilidad del monje para superar lo adverso. A estas alturas, al lector no le puede caber duda alguna sobre la heroicidad del protagonista.

Finalmente, tras llegar sanos y salvos al reino de Zhao, Ge Li plantea al máximo general del reino comenzar a planear la defensa de la capital, a lo que éste procede de buen grado, pero cuya aceptación no tendrá la misma recepción entre los soldados. Cerramos este octavo tomo con una nueva trama a resolver, pues un anciano de la ciudad confiesa al monje el auténtico pasado secreto de Zheng, el rey de Qin, lo que explicaría su encarnizada intención de arrasar Zhao. Una nueva incógnita que se abre ante nosotros y que, aún resultando pretenciosa o innecesaria, supone un aliciente que refuerza las líneas narrativas principales.

Con el noveno volumen volvemos a una de las constantes de la historia: Ge Li tiene que ganarse la confianza del pueblo al que pretende defender, quien lo pone a prueba de manera constante. Aunque al principio puede parecer algo reiterativo o cansino, lo cierto es que al autor no le faltan nuevas ideas con las que poner al héroe contra las cuerdas y la aparición de nuevos personajes no deja de interesar al lector.

El reino invasor de Qin comienza a acosar la capital, y Ge Li tiene que apañárselas para repeler estos ataques de guerrilla mientras calma los ánimos contrarios a su persona en la ciudad. Pese a todo, lo que más preocupa al monje es la existencia de una nueva remesa de langostas negras, e inicia un plan para acabar con ellas antes de que alcancen su fase adulta.

Y lo cierto es que el problema de las langostas se cierra pronto. Aunque ocupa el último tercio de este volumen, el que nuestro protagonista sea prácticamente el único que encuentra un uso práctico a la pólvora es toda una ventaja. De esta manera, tras arrasar toda la remesa de insectos, Ge Li retorna triunfal a la capital pero la sombra de Xue Bing es demasiado alargada como para escapar de ella.

Nos preocupaba la existencia de ciertos elementos fantásticos que, de no ser manejados correctamente, podrían suponer una tara de cara a la rigurosidad histórica del texto. Pero lo cierto es que, aunque sean unas ideas algo peregrinas, Mori las despliega de una forma que bien podría ser real. Ni tan ancho ni tan largo, el autor cierra el noveno tomo con la mortal existencia de un arma química utilizada por la división de los insectos sobre la capital de Zhao.

Armas químicas en el período de los Reinos Combatientes de la China del 400 al 200 a. C. ¿Es posible? Sí ¿Fue real? Seguramente no. Estamos ante una de esas licencias ficticias que los autores se han tomado para bañar la historia con ciertos elementos fantásticos que añaden un punto extra a la faceta bélica de la obra. Resulta que la división de Xue Bing, el Mo Zhe corrupto archienemigo de Ge Li, ha conseguido extraer la esencia venenosa de ciertas sustancias extraídas de plantas e insectos para convertirla en polvos, similares al polen, que sueltan al viento cuando éste va directo a la capital de Zhao.

No nos encontramos ante los componentes químicos y fulminantes de las guerras modernas, sino ante una especie de arma química primitiva compuesta por alérgenos naturales, pero son capaces de mermar las capacidades militares y defensivas de la ciudad asediada de una manera efectiva. Esta idea es algo que, debemos reconocer, le vine de perlas a Bokko. Muy en la línea de lo que propone su historia, tanto en su planteamiento como en su ejecución.

Los ataques químicos cesan, como también se interrumpen los ataques de guerrilla por parte del ejército de Quin, quien se repliega para forma un ataque final. Ge Li debe organizar la defensa definitiva, pero tras la muerte del máximo general el ánimo de los habitantes de Zhao le es más contrario que nunca.

Si el noveno tomo ponía sobre la mesa ciertos elementos narrativos ya vistos con anterioridad en la obra, de alguna manera recurrentes en su esencia, el décimo vuelve a lo mejor de todo ello.

Corrupción e incompetencia de los altos mandos, falta de fe en el monje, revueltas internas que hacen peligrar todo el plan defensivo de la ciudad… Hideki Mori repite los mecanismos narrativos más emblemáticos de la historia, por última vez, y los desarrolla de la mejor forma posible. Lejos de parecer cansino, pues ya hemos visto a Ge Li en circunstancias similares alguna que otra vez, las circunstancias no dejan de parecer nuevas y el imaginario del autor para plantear contrariedades no deja de tener fin.

Este décimo tomo aglutina lo mejor de Bokko. Estamos ante una síntesis de la esencia temática y narrativa de la obra. Espías infiltrados, duelos en la noche, planes asaltados por contrariedades constantes, heroicidad, épica y la guerra, la maldita guerra, sucia y descarnada. Algo que merece ser leído, y no contado.

No vamos a desvelar aquí, por cierto, quién padece una de las muertes más tristes y emblemáticas de la serie. Pero será algo que afectará a nuestros protagonistas y que los lanzará a los compases finales de la obra.

Y llegamos al número once, el último volumen de esta apasionante historia. Y lejos de presentar una última batalla épica, tal y como cabría esperar de la trama, Mori nos cuenta otra cosa. De lo otro ya hemos tenido suficiente.

Nos encontramos ante un tomo dispuesto a cerrar todas las líneas argumentales planteadas hasta ahora, por partes:

Ge Li logra rechazar los ataques del ejército de Qin, y este parece alejarse del campo de batalla, para alegría de los habitantes de Zhao. Pese a ello, al monje esta huida le parece sumamente sospechosa y decide no bajar la guardia. No obstante, lejos de encontrar entendimiento entre los habitantes, hartos de la guerra que los ha asaltado durante semanas, sólo encuentra desprecio. Se produce entonces uno de los diálogos internos más emblemáticos de la obra, espoleado por el archienemigo de nuestro protagonista.

«Tú eres un simple soldado… Sólo puedes convertirte en héroe en el campo de batalla. Confiarán en ti y te respetarán solo en la guerra. Pero cuando ésta termina, no eres más que un estorbo, una presencia incómoda… Y dirigirás tus pasos hacia una nueva batalla, en busca de una gloria siempre efímera. Esa estúpida repetición es tu vida.»

Esto es algo que hemos conocido de forma implícita a lo largo de Bokko. Ge Li es un Mo Zhe idealista que se entrega en cuerpo y alma a sus dogmas, que no son otros que los de poner fin a las guerras. Pero para ello no le queda otra que participar en los conflictos, aunque sea de forma defensiva, pero uno tras otro. El héroe que busca la paz, condenado a no encontrarla nunca. La guerra es algo que parece no tener fin, algo propio de un mundo que no ha dejado espacio para héroes como el nuestro.

Volviendo al destino del reino de Zhao, las sospechas de Ge Li eran ciertas. El ejército de Qin no se había retirado del todo y asesta un golpe mortal a la capital, ayudados por la última arma secreta de Xue Bing: una plaga de gusanos, parecidos a las sanguijuelas, que proliferan de manera feroz. La capital sufre una plaga de gusanos sin precedentes, y las montañas de invertebrados se cuenta por centenares. La defensa ha quedado reducida al ridículo y el ejército invasor arrasa la ciudad.

Hideki Mori resuelve esta última batalla en tan sólo una doble página. Una panorámica de Han, la capital arrasada de Zhao, sobre la que se puede leer «Han Dan cayó tres días después».

La historia, el pasado, es inmutable y lo que fue será para siempre. Esto es algo que los autores de Bokko han respetado al máximo, con suma rigurosidad histórica, y lo cierto es que el reino invasor de Qin llevó a cabo su propósito de unificar China bajo un único reino soberano. La realidad no permitía un final feliz, esto era algo que cualquier lector conocedor de la historia china podía prever desde los primeros compases de la obra, aunque la forma de contarlo nos ha embargado hasta el final. Y de qué forma.

Alguien consigue rescatar a Ge Li y a sus amigos de la ciudad arrasada de Han Dan, no diremos quién, pero parece ser que algunos Mo Zhe sí que eran fieles a la orden. Ge Li no estaba solo. Y esto es algo que premia tanto al monje, que ha padecido tanto, como al lector, que ha sido testigo de ello.

No estamos ante un final feliz en lo general, pero los autores se han esforzado por darnos algo satisfactorio en lo puntual. El monje y sus amigos consiguen dar unos últimos golpes de guerrilla (lo que se les da tan bien) y consiguen mermar de gran manera al ejército invasor. Cada personaje logra conseguir su venganza y, de alguna forma, conseguir la paz que tanto anhelaban, aunque suene contradictorio. Ge Li, por su parte, consigue derrotar a Xue Bing, poniendo fin a la corrupción que transformó a Mo Jia, aunque de ésta ya no queda nada.

Pese a todo, el avance del reino de Qin por unificar China es imparable y nuestros héroes ya no tienen espacio en este nuevo mundo. El monje y sus amigos deciden emigrar al este ¿Adivináis dónde? Exacto. A Japón. A un Japón primitivo, eso sí, y es entonces cuando nos damos cuenta de lo avanzada que estaba China en aquellos momentos con respecto a todo el mundo. Ge Li lleva consigo dos semillas: la del arroz, y la de la vida que nace de la guerra. Tenemos un guiño histórico a cómo pudo llegar el preciado cereal al archipiélago asiático.

La historia se cierra con una pregunta, alternada con viñetas de ejércitos antiguos y modernos: ¿Qué habría opinado Ge Li de este país (Japón) que tantas caras a mostrado a lo largo de la historia?

Una reflexión necesaria, a modo de denuncia, que cierra este manga de manera ejemplar, denunciando el pasado bélico del mundo a través del ejemplo de Japón.

Las ultimas viñetas muestran el descubrimiento de los guerreros de terracota en el sigo XX y, centrándose en la figura que guarda un aspecto idéntico al del monje guerrero, se nos plantea una última pregunta: ¿Qué imagen se habrá proyectado en los ojos de Ge Li al ver la luz dos mil años después?

«Ge Li, tal vez las disputas sean consustanciales al ser humano. Tu sacrificio no equivale sino a tirar una gota de agua sobre las llamas de un devastador incendio. Esa es la triste realidad… ¡Pero tu empeño no puede acabar en una gota de agua! ¡¡Despídete de este infierno sumido en las guerras y haz que florezca en otro lugar la semilla de un nuevo mundo!! Un mundo justo y sin guerras… ¡Tú puedes sentar las bases de ese ideal! Comenzarás roturando en la nada, como si trabajaras este desierto. Y tardarás en ver los frutos, pero tu esfuerzo no será en vano… Porque diez años, cien años, mil años más tarde… ¡Habrá emergido una gran nación poblada por millones de hombres que, como las infinitas estrellas que jalonan este cielo inmenso, podrán brillar de orgullo y regocijarse en la prosperidad del seno que los acoge!»

Por poner algún punto negativo, podemos decir que esta última parte de la trama peca de la celeridad propia de este tipo de publicaciones marcadas por serializaciones y fechas límite. Se introduce alguna línea narrativa que no tarda en cerrarse, así como algún personaje secundario que un primer momento parece dado a tener un papel más importante y luego no queda en nada, pero no llega a ser algo que desmerezca el conjunto final.

En definitiva, estamos ante un arco argumental excelente que sabe cerrar las diferentes líneas narrativas propuestas por los autores de una forma ejemplar. Manteniendo al máximo el rigor histórico, Mori ha sabido cómo articular una serie de elementos ficticios que invitan a llevar a cabo una lectura apasionante que no defraudará al aficionado al cómic.

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