Bola Ocho 10 de Daniel Clowes
«Recordad lectores de Eightball… ¡Ponéis palote a Dios!»
Cuando en febrero de 1993 vio la luz el décimo número de Bola Ocho con el final de Como un guante de seda forjado en hierro habían aparecido unos presuntos fragmentos del cráneo de Adolf Hitler en un tintero del Archivo Estatal de Rusia y se había producido un atentado terrorista en el World Trade Center de Nueva York.
Tras una estupenda portada en la que el final de las surrealistas desventuras de Clay Loudermilk tienen gran protagonismo nos encontramos con Grip Glutz y Chopito Cuatrifolio, una parodia de la serie de dibujos animados de bajo coste aparecida a principios los años sesenta sobre un aviador que vivía aventuras por todo el globo junto con un niño y un perro. En la media página que tenemos de historia vemos como Clowes arroja toda su mala leche sobre esos héroes presuntamente sin tacha que no tenían ningún reparo ético en poner en peligro las vidas de sus niños ayudantes durante sus aventuras.
Después llega el plato fuerte de esta entrega ya que por fin conocemos el final de Como un guante de seda forjado en hierro que nos regala un final críptico lleno de misterios sin resolver y que está a la altura de todo el desarrollo de la serie. La forma en la que Clowes ideó el serial sin un plan fijo y sin conocer el mismo el rumbo y el final provoca que su desarrollo sea muy irregular, algo que se aprecia mucho más cuando se lee de un tirón. Sin embargo, al leerlo de forma espaciada esa sensación de desconcierto se convierte en una virtud que junto a la sensación de que cualquier cosa era posible en el siguiente capitulo ha provocado que estuviera ansioso por leer una nueva entrega. Como en las historias del tristemente desaparecido David Lynch al finalizar la obra quizás tenemos más preguntas que respuestas, pero la fascinación que ha ejercido mientras la leíamos hace que cada minuto que hemos empleado en perdernos en sus páginas sean puro oro. Algo que en una época en la que la gran mayoría de las historias resultan huecas y predecibles es toda una bendición. Además, se trata de una historia que en muchos sentidos prefigura lo que nos vamos a encontrar en la trayectoria del autor capaz de reflejar como pocos la perturbación y la sordidez que esconde el irreal sueño americano. Algo que hemos podido ver en prácticamente todas las historias de estos primeros diez números de la serie. Casi todas están protagonizadas por un elenco de perdedores que son incapaces de establecer unas relaciones sociales de mínimos pese a la cómoda cotidianidad de clase media de suburbios en la que viven. Un vistazo a la parte menos glamurosa del neoliberalismo yanki que se convirtió en el perfecto caldo de cultivo de lo que está viviendo ahora mismo el país. Si hay algo que brilla en cada entrega de las desventuras de Clay Loudermilk es la capacidad del Clowes para regalarnos personajes secundarios antológicos que protagonizan fascinantes historias breves dentro de la dispersa trama principal. Además, de ver como va depurando estilo gráfico. En definitiva, estamos ante una serie que se convierte en el perfecto prologo y escuela de aprendizaje para sus trabajos largos posteriores que nos dejan claro que lo mejor estaba por llegar, pese al brillo que tiene la serie por momentos.
Tanto Dickie, viejo asqueroso fetichista del acné como La cita glamurosa del joven Dan Pussey son dos historias de humor de media página en las que vemos a Clowes cultivar diferentes tipos de humor. En la primera nos encontramos con algo escatológico y grotesco y en la segunda con una nueva visión crítica sobre el mundo de los cómics, en este caso sobre la burbuja cultural en la que viven algunos de sus lectores. El humor también es está presente en Pogeybait, compadre de Zubrick, la segunda aparición de estos singulares personajes. En ella el patetismo y estupidez de los protagonistas habituales del autor de cichago alcanza un nuevo nivel.
El otro punto de gran interés de esta entrega es Un mensaje para la gente del futuro, la historia que cierra el número. En sus páginas Clowes vuelve a aparecer como narrador en una historia comienza reflexionado sobre porque hace cómics para terminar por convertirse en una mordaz y certera crítica a la sociedad del momento, dos de los temas recurrentes de estas primeras entregas. Siempre desde una marcada misantropía y falta de fe en el ser humano. Todos dibujado con sus habituales líneas limpias y con unos diseños retro-futuristas y un uso del color que nos recuerdan a las historias de ciencia-ficción de la EC que dotan al conjunto de un delicioso toque naif.
Entregas anteriores:
Primera parte.
Segunda parte.
Tercera parte.
Cuarta parte.
Quinta parte.
Sexta parte.
Séptima parte.
Octava parte.
Novena parte.
Nos vemos la semana que viene con el análisis del undécimo número de la serie aparecido en junio de 1993 con el comienzo de Ghost World