Se acabó la magia.
Lo que en el primer tomo se sostenía gracias al ágil, aunque algo confuso, planteamiento de Marguerite Bennett, en este segundo tomo recopilatorio de la serie se produce el derrumbamiento total y absoluto del interés que el lector podría tener por la colección.
La acción continua donde se dejó y con el grupo ya compuesto y bajo las órdenes de Amanda Waller, las Bombshells hacen frente a la una amenaza venida de las sombras con el objetivo de dominar el mundo que anda sumido en la Segunda Guerra Mundial. Y no hay mucho más, puesto que a eso se dedican las casi doscientas páginas a narrar un enfrentamiento tras otro, repartidos por Gotham, Grecia, Berlín y Londres, para dejar claro que los grandes puntos fuertes de la obra pasan a ser sus grandes debilidades.
Bennett quiere y persigue crear algo especial y, sin embargo, en este segundo tomo se pierde el fondo debido a la forma, dejando un maniquí desnudo en el que lo que se quiere transmitir, el valor innegable de la mujer en la sociedad, se transmite de forma poco elegante, machacona, atornillándolo sin dejar que fluya a través de la trama y vaya empapando paulatinamente al lector o la lectora. El efecto de esta forma de narrar es que el lector se emborracha, se dispersa, se pierde, no en la trama que es sencilla y poco ambiciosa, sino del propio mensaje que al final acaba por ser poco más que ruido de fondo y no ese resonar rítmico e intenso que sería deseable.
La guionista de Batgirl se permite insertar momentos claves dentro de la insulsa trama con los que dar espacio a cada una de las protagonistas y profundizar brevemente en su caracterización. Un esfuerzo loable, pero que no fructifica, puesto que todo ocurre in media res y por tanto adquiere un tono artificial, salvo en el trabajo que desarrolla con Stargirl y Supergirl, que directamente es excesivo de lo forzado que resulta. Se puede pensar que a fin de cuentas las protagonistas son viejas conocidas de los lectores, Wonder Woman es Wonder Woman, Mera es Mera, Stargirl es Stargirl… y así todas las demás protagonistas, con un ejercicio de diseño retroactivo mirando a las modas de los años cuarenta. Y así es, ellas son ellas en todo momento, pero no hay cohesión, no hay complicidad en la acción ni en los momentos que comparten, por lo que aun siendo ellas se echa de menos una dedicación extra a dar más espacio a algo que ayude a percibir que se está frente a un cómic verdaderamente relevante y no solo apostarlo todo al peso específico inercial de cada una de las protagonistas dentro de la historia.
Una verdadera lástima, puesto que el potencial, sin duda, era enorme.
La escritora de Tierra 2 sí conjuga bien la imagen de la mujer independiente, capaz y segura de si misma, con su parte emocional bien marcada y es que creer en una misma y en su potencial, no est reñido con el sacrificio, el deseo y el amor. Una balanza bien equilibrada, pues es sencillo encontrarse obras en las que para mostrar a las mujeres como fuertes e independientes, se recurre a la banalización haciendo que se comporten como hombres, cuando eso resulta del todo insultante. Y en esto Bennett apunta, tensa el arco, respira pausadamente, se concentra y dispara una certera flecha que acierta con precisión milimétrica en el centro de la diana.
Ya se ha dicho que el fondo se pierde en la forma, quedando todo metido en un todo del que cuesta poder rescatar puntos fuertes a los que aferrarse. La narración continúa siendo un caos, con diálogos reiterativos, donde la acción resulta del todo anticlimática, poco relevante e incluso insignificante, pues no se transmite épica alguna y la amenaza resulta superficial en su manera de exponerse. Si se lanza la caña y se tiene la perseverancia de llegar al final del tomo, el lector o lectora, se va a encontrar con la puntilla de un final que quiere resultar dramático, en clave de sacrificio, que se queda en nada por el tratamiento tan superficial que hace Bennett de la situación. Un final reflejo de todo lo narrado.
Si se centra la atención en el apartado gráfico de la obra, tenemos un importante baile de dibujantes, todas y todos muy solventes, que de forma individual brillan, pero que reunidos bajo el formato tomo acaban debilitando al conjunto de la obra. Laura Braga o Marguerite Sauvage son dos de las ilustradoras que más sobresalen a los lápices, quedando ensombrecidas por ese conglomerado heterogéneo que implica tener seis dibujantes en un solo tomo. Seis dibujantes implican seis formas distintas de narrar y por tanto seis formas diferentes de percibir la historia, lo que debilita aún más a la historia.
El primer tomo nos trajo un soplo de aire fresco con una reinterpretación visual muy potente de las grandes heroínas de DC, así como el principio de una aventura que parecía esconder algo serio… y, sin embargo, su continuación ha resultado ser un certero tiro en la nuca a una serie que se ahoga en sus intenciones y mal resultado en lo técnico. Una verdadera pena.
Decepción.
Guion - 4
Dibujo - 6
Interés - 4
4.7
Un segundo tomo que pierde la frescura y naturalidad dle primero, dejando por el camino todos sus puntos fuertes. Un trabajo pobre, forzado y farragoso.