La muerte como otro bien de consumo
En algún momento, todos hemos deseado la vida de otros. Conocer sus lujos, experimentar sus éxitos y saborear los placeres que a nosotros se nos han escapado entre los dedos. Envidiamos. A veces es el dinero de aquellos que pueden permitirse todo lo que se les antoja, a veces es sentirnos deseados y encontrar reciprocidad en la lujuria que sentimos. A veces deseamos experimentar la libertad del bohemio que vive sin ataduras, y a veces, el calor y la compañía de un hogar lleno. El poder, la fama, el reconocimiento… Envidiamos lo que otros tienen, y otros envidian lo que tenemos. Y por el camino, la envidia nos erosiona poco a poco, haciendo que lo que sí tenemos vaya perdiendo su valor hasta transformarse en pura ceniza.
Continuamos con nuestro día indie dedicado a Cullen Bunn, prolífico guionista estadounidense donde los haya que durante los últimos años se ha prodigado en obras hasta el punto de que es raro el mes que no tenemos un nuevo estreno en las tiendas con su firma. El co-creador de Harrow County no ha parado de enlazar proyecto tras proyecto, y su presencia en nuestro país cada vez es más habitual. Sin ir más lejos, en los últimos tres meses han llegado a nuestras tierras hasta un total de ¡cinco! volúmenes en los que el guionista originario de Carolina del Norte está implicado. Uno de ellos se corresponde precisamente con el cierre de una de las últimas obras que Norma Editorial nos ha traído al completo de este autor, y aprovechando el momento especial que nos brinda el haber podido entrevistarlo, vamos a hacer un repaso al completo de esta serie en la que la magia y la muerte no son más que otra moneda de cambio en el oscuro negocio de los vicios. Hablemos de Bone Parish.
Los autores
Se puede decir que durante su carrera, Cullen Bunn jamás ha soltado la pluma. Este guionista estadounidense afincado actualmente en Saint Louis ha recorrido una larga trayectoria haciendo distintos trabajos tanto de editor como de escritor de relatos y de no-ficción en multitud de publicaciones desde los años 90. Compaginando su vocación con diversos trabajos a cada cual más variopinto, Bunn fue haciéndose un hueco en el mundo de la escritura y en 2007 realizó su debut en las viñetas de la mano de Oni Press con The Damned, una obra de horror noir creada junto al artista Brian Hurtt. Precisamente junto a él sería con quien lanzaría la serie que primero lo pondría en el mapa para los lectores: The Sixth Gun, un western sobrenatural que les valdría un puñado de nominaciones a los Harvey y a los Eisner.
A partir de ahí, y gracias a llamar la atención de Marvel, Bunn pudo volcarse a tiempo completo en su labor de escritor desde 2011. Y desde entonces, no ha parado: Oni Press, Marvel, DC, Dynamite, Aftershock, Dark Horse, Image, BOOM! Studios, Valiant… Una gigantesca lista de trabajos, compaginados con novelas, en las que el guionista se ha enfocado principalmente en el terror y lo sobrenatural desde muchos enfoques diferentes, con Harrow County como su más que probable magnum opus junto al brillante Tyler Crook. Una lista que no parece que vaya a frenar, pues para este año ya se esperan al menos hasta 8 estrenos, entre los que destaca su debut en AWA con Byte-Sized, la nueva etapa de Shadowman o la obra de terror infantil The Ghoul Next Door junto a Cat Farris, artista de Mi novio es un oso.
Por su parte, Jonas Scharf se encarga de llevar la batuta artística de una serie que prácticamente supone su gran presentación como autor independiente. Este artista alemán comenzó sus andanzas hace pocos años fundamentalmente dentro de BOOM!, trabajando en Warlords of Appalachia y Power Rangers, y el paso adelante dado gracias a Bone Parish ha servido como reclamo para empezar a atraer la atención de Marvel, donde ha dejado su marca en pequeños encargos como Vengadores de los Baldíos o King in Black: Namor. Al color viene acompañado por Alex Guimarães, colorista brasileño de largo recorrido al que hemos podido ver en Invasores de Marvel y otras series de BOOM!.
La serie
Bone Parish comenzó su publicación en julio de 2018 bajo el cobijo de BOOM! Studios, esa editorial de la que no hemos parado de hablar en el último año por el gran plantel de autores que está consiguiendo reunir entre sus filas. Bunn ya había tenido una buena experiencia en la editorial gracias a The Empty Man, una recomendable serie de terror que acaba de disfrutar de adaptación cinematográfica, y tras visualizar de pronto “mientras estaba en la sección de verduras” la idea de experimentar la vida de los muertos consumiendo sus cenizas, comenzó a dar forma a una historia que, si bien originalmente apuntaba a algo más fantástico e incluso superheroico, finalmente derivó en una trama que bebe en esencia del género de gangsters. Tras cerrar el guion y hacer equipo con Jonas Scharf, Bone Parish se estrenó con un éxito considerable de ventas, logrando rápidamente una segunda impresión tras la primera tirada de 12.000 unidades de BOOM!.
La serie se desarrolló a lo largo de 12 números, y tras conclusión en agosto de 2019 quedó recopilada en tres ligeros tomos. Con esa tranquilidad que confiere el saber que no se ata uno a una licencia demasiado larga, ese mismo año Norma Editorial decidió aprovechar el tirón de su guionista, que estaba cerrando su exitosa Harrow County, y lanzarse a editar esta historia, que ha quedado concluida en nuestro país el pasado mes de febrero.
En Bone Parish viajamos hasta la singular ciudad de Nueva Orleans, donde una nueva droga conocida como la ceniza está causando furor. Una droga fabricada a partir de los restos de los muertos, que permite al consumidor experimentar de la manera más real las vivencias del difunto. Sentir la fama de una estrella de rock, la vida sexual de una celebridad del porno o la opulencia de un millonario… Todo ello al alcance de un puñado de dólares y de un par de esnifadas. Este selecto negocio es controlado por la familia Winters, creadora y distribuidora de la ceniza, pero como no podría ser de otra manera, su éxito los pone en la mira de los grandes capos del narcotráfico del país. Todos quieren ser los nuevos dueños de la droga de moda, ya sea por las buenas o por las malas, pero los Winters no están dispuestos a soltar el pequeño imperio familiar levantado con sus manos.
Como comentaba unos párrafos atrás, la idea original de Bunn se aproximaba más a una historia en la que la ceniza sirviera como una fuente de superpoderes, una raya de los restos del cadáver de un ninja y ¡puf!, durante un rato te conviertes en un asesino letal. Sin embargo, aunque la obra conserva algunos de esos conceptos a lo largo de su desarrollo, en cierto modo podríamos estar hablando de la serie con menos tintes sobrenaturales de la carrera de su guionista (del que ya conocemos su afición por el terror, por lo que ya es decir). Bone Parish es fundamentalmente un cómic de gánsteres, una historia de drogas y mafias clásica en la que podemos encontrar algunos de los elementos más típicos del subgénero, tales como la omnipresente figura de la familia como eje primordial y su lucha por hacerse valer dentro del mundo del hampa como los recién llegados que son. En ese sentido, Bunn no llega a deslumbrar ni a sorprender con un desarrollo muy novedoso, pero consigue engarzar una historia bien construida que cumple como para garantizar que la lectura de los tres tomos se haga fluida y ligera. Tenemos acción, tenemos suspense, pero sobre todo tenemos las clásicas intrigas entre capos del crimen, cruces de intereses que comienzan a discutirse con buenos modales y cortesía y que, pasito a pasito, van aumentando la tensión hasta conducir a una guerra abierta en la que cada vez es más difícil confiar en alguien. Es, a grandes rasgos, una buena historia que acapara los códigos básicos del género.
Esto es algo que aplica de igual modo a la hora de hablar de los personajes. El reparto de Bone Parish es variado y consigue dibujar un mapa de intereses y motivaciones lo suficientemente estimulante como para engancharnos en la lectura. La familia Winters es obviamente el eje protagonista y sobre ella recae el peso fundamental de la trama, con Grace como punta de lanza en una posición que nos puede recordar a la del personaje de Jane Smart en la segunda temporada de Fargo: la de la matriarca de la familia que, ante la pérdida de su marido, reivindica su posición en el negocio como algo mucho más valioso que la simple consorte del difunto capo. Nos encontramos con las habituales dinámicas de lucha de autoridad que se desatan en las familias criminales, en las que las situaciones límite hacen que la ambición se anteponga al amor fraternal, todo ello acompañado por una serie de villanos (si es que se puede poner ese apelativo a alguien en una historia sobre narcos) con un empaque aceptable. La pega sobre todo este trabajo de escritura de personajes es, sin embargo, la misma que ya hemos mencionado para la trama: el trabajo de Bunn es solvente, sus personajes son reconocibles, pero ninguno de ellos consigue tener el carisma suficiente como para quedarse grabado en la retina del lector.
Quizás los elementos más interesantes de la obra giren alrededor de la premisa de esa droga llamada ceniza, pero no en el sentido en el que podríamos esperar. En su uso más funcional para avivar la trama, Bunn decide no profundizar en los secretos y explicaciones detrás de las propiedades prodigiosas de la droga. Por supuesto, a lo largo de la serie vamos aprendiendo sobre ello gracias a pequeñas píldoras de información, muchas de ellas a partir de flashbacks, pero nunca llegamos a tener un establecimiento formal de las reglas que controlan las capacidades de la droga. En su lugar, el guionista de Harrow County prefiere mantener cierta flexibilidad, jugando con el misterio sobre cuánto es ciencia y cuánto magia detrás de su creación y ligándola al misticismo del escenario de su trama, esa Nueva Orleans cuya historia ha estado siempre tan ligada al vudú y a la santería. Esta flexibilidad supone en cierto modo un handicap, porque mientras que por un lado le concede a Bunn más libertad para experimentar con las distintas propiedades del narcótico y aprovecharlas para hacer girar la trama cuando lo necesita, por otro lado dejan cierta sensación de línea narrativa inacabada. Hay ciertos momentos en los que se deja entrever una posible ramificación de la historia hacia el horror que parecen quedar inconclusas cuando el autor decide centrarse finalmente en la parte más terrenal de su trama.
Quizás la parte más interesante de la serie sea a la que pie la premisa de la ceniza de un modo más simbólico. El consumo de la droga sirve en cierto modo como perfecta metáfora de uno de los males que más vivimos en nuestra realidad hiperconectada. La tremenda sobreexposición a vidas ajenas a la que estamos sometidos por las redes sociales es una de esas cosas a las que no queremos dar importancia pero que tiene un peso decisivo en la salud mental de mucha, mucha gente. Cuando nuestros paseos por la red no hacen más que mostrarnos idílicas estampas de personas mucho más guapas, perfectas y exitosas que nosotros, por mucho que no queramos la erosión psicológica termina haciendo mella en forma de frustración y acomplejamiento. La ceniza funciona como gran hipérbole de esto, un vicio que nos da una falsa sensación de placer asomándonos a vidas mejores que las nuestras mientras nos va deteriorando por dentro.
Si nos vamos al apartado artístico, podríamos decir que el trabajo de Jonas Scharf se compenetra muy bien con la labor de su guionista. El artista alemán realiza un trabajo muy solvente que logra mantener una narrativa efectiva y fluida, y si hablamos de diseño de personajes, en general consigue otorgar la personalidad suficiente a sus diseños para mantenernos ubicados a lo largo de la serie. Donde quizás le podemos encontrar más carencias es en el diseño de los fondos, en los que no siempre pone demasiado detalle. En esencia, podemos resumir su labor en el acompañante perfecto para el guion de Bunn: un trabajo con pocos destellos de brillantez, pero solvente y eficaz para que la serie sea totalmente disfrutable. Su presencia viene finalizada por el color de Alex Guimarães, que se centra en mantener la gran mayoría del relato bajo un halo de tonos verdosos y azulados que nos evocan esa imagen algo salvaje y pantanosa de Nueva Orleans, en contraste con los tonos rosas usados para las escenas que implican los efectos de la ceniza.
En definitiva, dentro de la prolífica carrera de Cullen Bunn, Bone Parish se ubicaría en una digna mitad de tabla. Una lectura entretenida, un thriller de traficantes algo genérico pero efectivo, con una premisa sobrenatural que, aunque no llega a explotar todo su potencial, aporta detalles originales a la serie.
Lo mejor
• Lo interesante de la premisa.
• Tanto guion y dibujo están a la altura como para hacer de la serie una lectura muy amena.
Lo peor
• No llega a desmarcarse de un nivel correcto.
• La premisa de la ceniza queda algo infrautilizada frente a al historia de narcos.
Guion - 7.3
Dibujo - 7
Interés - 7
7.1
Entretenida
Bone Parish es una de esas series que no dejan un gran poso, pero que entretienen y dan lo que prometen. Un trabajo medio de Bunn y una interesante presentación de Scharf en nuestro país.
Para mi de las más flojitas de Bunn… Aún así te mantiene entretenido