Caballero Luna 1. Cuenta atrás hacia la oscuridad

 

Edición original: Marvel Comics – agosto 1975 – febrero 1982
Edición España: Panini Comics – diciembre 2015
Guión: Doug Moench
Dibujo: Don Perlin, Gene Colan, Keith Pollard, Bill Sienkiewicz
Entintado: Howie Perlin, Don Perlin, Tony DeZúñiga, Frank Giacoia, Mike Esposito, Bill Sienkiewicz, Bob McLeod, Klaus Janson, Tom Palmer, Dan Green, Frank Springer
Color: Phil Rache, Irene Vartanoff, Steve Oliff, Olyoptics, Bob Sharen, Carl Gafford, Don Warfield, Roger Slifer, Christie Scheele
Portada: Bill Sienkiewicz
Precio: 39,95 euros (tomo en tapa dura de 648 páginas de la colección Marvel Héroes)

 

Una de las asignaturas pendientes de la publicación de los tebeos de Marvel en España ha sido una edición completa de las aventuras del Caballero Luna contadas por Doug Moench y Bill Sienkiewicz. La colección en la que el ilustrador pensilvano explotó todo su talento y el escritor illinoense sentó las bases definitivas de una de sus creaciones más atractivas. Larga ha sido la espera de una parroquia que ha tenido que conformarse con recopilaciones puntuales en colecciones genéricas como Clásicos Marvel o Selecciones Marvel o una miniserie en la controvertida línea de las Bibliotecas Marvel. Pequeñas dosis que simplemente, alimentaban el ansia y el deseo de tener más y más. Por fin, al fin, podemos disfrutar del primer tomo recopilatorio dedicado a las andanzas de Lunita.

Este monumental tomazo que bien podría servir de mancuerna, comienza con un completo artículo introductorio en el que se exponen datos interesantes sobre el origen y creación del personaje y su entorno, y en el que se ha colado alguna de esas erratas que afean un poco un trabajo bastante completo de contextualización para la afición más novata. Estamos hablando de una historia que comienza hace cuarenta años y evoca unos tiempos de gran riqueza creativa en la casa de las ideas. Los superhéroes habían perdido fuelle y, parafraseando a Gil Kane, era la hora de otros experimentos: monstruos, bárbaros, héroes callejeros y empijamados de corte más realista. Sería en una de estas colecciones de este pelaje –Werewolf by night- en la que un equipo configurado para salvar la serie se sacó de la manga un nuevo personaje que, muy pronto, superaría a su primer adversario. Doug Moench y Don Perlin presentaron al Caballero Luna como un mercenario experto en todo tipo de técnicas de matar que era enviado por un consorcio empresarial para capturar a Jack Russell, el licántropo marveliano. Siguiendo una larga tradición del género, quien empezara como villano cambiaba rápidamente de bando y pasaba al campo de los antihéroes. Pese al rudimentario diseño de Perlin (que nunca contó con un excesivo favor por parte de la parroquia y por estos pagos recibió notorios palos cuando los Nuevos Defensores complementaban la colección de los Vengadores Costa Oeste) el personaje resultó lo suficientemente atractivo como para protagonizar un par de aventuras en solitario y dar pronto el salto a proyectos mayores.

Después del origen del buen Caballero, llegan una serie de aventuras publicadas en una revista dedicada a Hulk y surgida a raíz del éxito de la versión televisiva del personaje. Las andanzas de Luna complementarían las del coloso esmeralda, y ambos personajes llegarían a cruzarse de forma puntual y casi inconsciente, pero ésa no era la noticia, sino la aparición de un joven talento que imitaba primorosamente el estilo de Neal Adams. Bill Sienkiewicz era su nombre, y muy pronto empezaría a jugar con la libertad que daban un personaje y una colección (la cabecera propia que a renglón seguido ganaría el personaje). Después de Perlin y de un par de ilustradores tan conocidos como clásicos –Gene Colan, Keith Pollard- el estilo del caballero de impronunciable nombre empezó a dar a los personajes creados literariamente por Moench la imagen que les caracterizó definitivamente y a hacer, en definitiva, historia del tebeo.

Aquí encontramos todos los elementos que constituyen el núcleo duro del personaje, hasta el punto de que son muy raras las ocasiones en las que un guionista que no haya sido Doug Moench haya podido manejarlas en condiciones óptimas. Tenemos ya la cuádruple personalidad que tantos quebraderos de cabeza da al protagonista: el antiheroico Caballero Luna, el mercenario Marc Spector, el taxista Jack Lockley, el millonario Steven Grant. Tenemos también la presencia de Marlene Alraune, eterno interés sentimental que sufre los vaivenes del cacumen de Luna. Tenemos la cafetería de Gena y a sus colaborativos hijos, donde Lockley suele recabar información del bien informado vagabundo Crowley (en la tradición de las series policíacas de los setenta como Baretta o Starsky y Hutch). Todo esto aparece en la primera aventura en solitario del Caballero Luna, pero será “Sienki” el que les dé el aspecto gráfico definitivo. De igual modo, solamente Moench parece saber cómo mover al personaje en ese filo de la navaja que lleva al trastorno de identidad disociativo. Un cambio de atuendo y de entorno y una nueva personalidad toma el mando.

Cuando Forum publicó en la cabecera Clásicos Marvel dos números dedicados a esta etapa del Caballero Luna, un artículo de acompañamiento hablaba de lo que había supuesto Bill Sienkiewicz en la historia del cómic de superhéroes. De cómo había empezado copiando al maestro Adams y cómo, poco a poco, había empezado a imponer un estilo en el que, jugando con la tinta, transmitía todo tipo de sensaciones a la afición lectora. Su talento –siempre polémico- explotaría definitivamente con su controvertido paso por la colección dedicada a los Nuevos Mutantes, pero aquí están las bases de esa eclosión. Solamente don Bill consigue que cada una de las tres personalidades civiles de Luna refleje unos caracteres distintos; su dibujo de Marlene transmite sensualidad; su diseño de Crowley evoca una mugre distinguida (con mosca incluida). Todo eso mediante el juego de las luces y las sombras que, en las aventuras que se recopilan aquí, gana muchísimo tanto en la reproducción en blanco y negro como en el color que le da el talentoso Steve Oliff. No siempre actúa aquí como ilustrador completo el caballero, pero la presencia de entintadores de la talla de Klaus Janson o Tom Palmer permite tener la experiencia de ver en acción a profesionales de un marcado estilo sobre los lápices de alguien que también tiene uno propio, personal e intransferible.

En resumidas cuentas, tenemos entre manos un auténtico clásico que se aleja del género para presentar un personaje más cercano, realista y en el que se da esa rara y buena combinación de escritor, ilustrador y creación adecuados.