Edición original: Corpse on the Imjin and other stories by Harvey Kurtzman (Fantagraphics, 2012).
Edición nacional/ España: ¡Cadáver en el Imjin! y otras historias bélicas de Harvey Kurtzman (Norma, 2014).
Guión: Harvey Kurtzman.
Dibujo: Harvey Kurtzman, John Severin, Alex Toth, Russ Heath, Dave Berg, Gene Colan, Ric Estrada, Johnny Craig, Joe Kubert, Reed Crandall.
Color: B/N y Color (Marie Severin).
Formato: Tomo cartoné 228 págs.
Precio: 25€.
Harvey Kurtzman (Nueva York, 1924-1993) es uno de los mejores y más influyentes autores de la historia del cómic norteamericano. Al mismo tiempo, es probable que bastantes (acaso la mayoría) de lectores de esta página no hayan leído jamás uno de sus tebeos. ¿Cómo es esto posible?
Bueno, la trayectoria editorial de nuestro país es -digámoslo finamente- «peculiar». Contamos con varias ediciones de los WildCATs de Jim Lee y, sin embargo, aún no hemos visto completo el Popeye de E.C. Segar. Podría argüirse que aquí lo que gustan son los superhéroes y, sin embargo, se desconocen mayoritariamente el Plastic Man de Jack Cole o la Doom Patrol de Drake y Premiani. Podría aducirse que en España reina Marvel Comics y, aún así, sorprendernos de que el buque insignia de esa compañía, Los 4 Fantásticos de Lee y Kirby, jamás haya sido publicado al completo respetando su tamaño y color originales. ¿He de seguir?
Como es sabido, el nombre de Kurtzman despuntó asociado a la editorial EC de Bill Gaines, que dominó la primera mitad de la década de los ’50 con sus títulos de terror, suspense, humor, ciencia ficción y bélicos hasta que la ola de conservadurismo -que desembocaría en la Caza de Brujas y las listas negras anticomunistas- se cebara en sus publicaciones, con el libro La seducción del inocente, de Fredric Whertham, y la creación del Comics Code Authority, como tristes mojones. Superficialmente, podría achacarse a esta circunstancia la ausencia de sus títulos en español. A fin de cuentas, la censura franquista habría impedido en su día el desembarco de sus páginas llenas de sangre, monstruos y adulterios, y más tarde, desde finales de los ’70 en adelante, con los Creepy o Rufus campando a sus anchas por los kioscos, tal vez los dichosos fotolitos no estuvieran disponibles… cosa improbable, por otro lado, si recordamos la reedición The Complete EC Library en los primeros años de la década de los ’80. Ni el éxito de la película Creepshow, evidente homenaje de Stephen King y George Romero a las cabeceras terroríficas de la EC (cuyos réditos facturaron Warren y Toutain) ni, poco más tarde, la serie de tv Historias de la cripta, de título homónimo a una de las cabeceras de Gaines, propiciaron que algún editor se animase a traer el material original a nuestro país. Fue la editorial Planeta, promediada la primera década del siglo XXI, la que, al fin, saldó esta deuda histórica en su sello Biblioteca Grandes del Cómic EC. En formato reducido, sí, en blanco y negro, ¡cómo no!, medio siglo más tarde, que se dice pronto, los tebeos que marcaron a generaciones de lectores y profesionales se estrenaron en nuestro país. No es raro, pues, que aficionados curtidos hayan ignorado la relevancia de Kurtzman casi hasta el día de hoy.
Es más: estoy seguro de que muchos -aquellos que, por desgracia, nunca han leído a Kurtzman- están dispuestos a jurar que exagero. Que vale, será bueno, pero ¿cómo va a ser uno de los autores más influyentes del cómic USA?
No lo digo yo. Lo dice Alan Moore, que lo considera uno de los genios del siglo XX. Lo dice Archie Goodwin, que escribió la imprescindible Blazing Combat con el ojo puesto en el Two-Fisted Tales y el Frontline Combat de Kurtzman. Lo dice Gil Kane, que lo considera uno de los pocos talentos verdaderos con que ha sido agraciado el mundo del cómic. Y Richard Corben lo señala como uno de sus maestros, igual que Art Spiegelman o Robert Crumb, a quien, por cierto, descubrió para su revista Help!. En los ’50 fundó MAD, la publicación satírica más popular del mundo anglosajón. En los ’60 concibió la tira de humor Little Annie Fanny que albergó la revista Playboy hasta que su autor decidió darle carpetazo en 1988. No acaba ahí la cosa: ayudo a Dan Barry en las tiras diarias de Flash Gordon, en la que es, sin duda, la mejor etapa del personaje desde la de su creador, Alex Raymond (muchos piensan que incluso por encima). Colaboró con los mejores talentos de la época, de John Severin a Alex Toth pasando por Wallace Wood, Joe Kubert o Frank Frazetta. El prestigioso premio Harvey, galardón creado por Gary Groth y que se concede por votación de los profesionales del medio, se llama así en su honor. ¡Incluso presentó entre sí a dos miembros de los Monthy Python (John Cleese y Terry Gilliam)!
Además, escribió algunos de los más increíbles relatos bélicos jamás publicados. Una cuidada selección de ellos, extraída de las dos cabeceras de esta temática que el propio Kurtzman editaba para EC (o sea: Two-Fisted Tales y Frontline Combat), se encuentra en ¡Cadáver en el Imjin! y otras historias bélicas de Harvey Kurtzman.
¡Cadáver en el Imjin! y otras historias bélicas compila 11 narraciones escritas y dibujadas por Kurtzman (incluyendo, además de la que presta su título al volumen, Escombros, El gran «Si», o la favorita del autor, Explosión aérea) y 13 relatos escritos por Kurtzman y dibujados por lo más granado del plantel de artistas de EC (con la excepción de Wallace Wood -aventuramos- a la espera de recopilación propia), lo que supone titanes como Alex Toth, John Severin, Joe Kubert, Gene Colan, Johnny Craig o Reed Crandall, entre otros. El volumen se completa con la reproducción en color de todas las portadas que firmó para Two-Fisted Tales y Frontline Combat, remasterizadas para la ocasión por Marie Severin (la colorista original), elocuentes artículos sobre el autor y la editorial EC y una entrevista a Kurtzman realizada entre 1979 y 1982, con motivo de las reediciones de sus obras por parte de Russ Cochran.
En aquellos días, primerísimos ’50, Kurtzman soñaba con un cómic de aventuras en la estela del Captain Easy o el Wash Tubbs de Roy Crane, pero entonces llegó la guerra de Corea y todo cambió. El cómic bélico, luego de su rápido declive tras la victoria sobre Japón y Alemania, volvía a estar de moda. Kurtzman, sin embargo, aborrecía las mentiras de la propaganda, que cosificaba al enemigo y glorificaba su exterminio bajo la bandera del patriotismo. Su retrato del conflicto habría de recalcar el absurdo de la muerte, reivindicar la valía de la vida humana y dramatizar la campaña militar enfocándola en soldados corrientes y no héroes puros e invencibles. Sus historias, más que antibelicistas, son humanistas, preocupadas por el dolor que causan las guerras. A este enfoque, Kurtzman añade una preocupación por la verosimilitud que le obliga a documentarse con rigurosidad, tanto en libros y periódicos como en testimonios de combatientes e incluso en la propia embajada coreana.
Kurtzman insufla un ritmo característico a sus historias, basado en la repetición de elementos simples (verbales o iconográficos) y en una línea gruesa y depurada hasta el esquema. La tensión de sus figuras, con ojos desorbitados, bocas desencajadas y posturas retorcidas (a la manera de Eisner) y su cuidadoso emplazamiento en el encuadre, desnudo de ornamentos, vehiculan un mensaje impactante, de fuerza primordial, que no siempre sortea la moralina (¡Enemigo!, por ejemplo). Sus piezas más logradas (Cadáver en el Imjin, El gran «Si»), cadenciosamente hipnóticas, resultan inolvidables, casi míticas, superando con mucho la adscripción a un género en pos de su universalización, o sea, rebasando el ejercicio narrativo más o menos hábil para mostrarnos un fleco de la condición humana. «Debería haberlo hecho más veces, porque cuando una historia te hace sentir la humanidad de alguien, te afecta, y realmente funciona«, explica Kurtzman a propósito de El gran «Si». «Y no hay nada que puedas hacer con más intensidad que hacer que la humanidad de tus personajes afecte al lector.»
Salvo en la página inicial de cada historieta, con un panel de dos tercios de la plancha donde se incluye el título, la distribución de viñetas reproduce un molde regular de tres filas. El ritmo descansa en el contenido de la viñeta, más que en el tamaño y disposición de estas. Muy a menudo, el plano fijo concentra la acción en el movimiento de la figura, o la cámara se acerca o se aleja en zoom de tres viñetas consecutivas. Las sombras constituyen otro ingrediente paradigmático de la gramática Kurtzmaniana: más densas en el elemento principal, disminuidas y casi inexistentes en los secundarios. Los detalles del escenario, si no cumplen una función concreta, apenas se sugieren con una pincelada.
Lleva un tiempo comprender que el personal y meditado trazo de Kurtzman, su estudiado primitivismo, su amalgama de realismo y caricatura, es un arma eficacísima. Para Kurtzman, «un buen dibujo es el que dice mucho con poco«. Su aparente tosquedad llama la atención entre los colosos del lápiz que le rodean, de un virtuosismo -para entendernos- más estándar (con la posible excepción de Toth). El caso es que, a pesar de entregar meticulosos bocetos a cada uno de sus colaboradores, grandísimos artistas todos ellos, el resultado rara vez brilla a la altura de las obras de Kurtzman en solitario, más concisas, brutales y auténticas, también con un sentido del humor más descarnado (Muerte a manos de los jíbaros, por ejemplo). Sus portadas, egregias muestras del olvidado arte de sugerir una historia en un único plano, magnetizan la mirada, poseedoras, además, de un grafismo innovador que sigue arrebatando a los cultivadores de esta disciplina (¿verdad, Frank Miller?)
De entre los colaboradores recogidos en este volumen, Severin y Graig, habituales en la plantilla de la editorial EC, son los más próximos y fieles al estilo Kurtzman, si bien Toth logra asimismo una mímesis notable en el relato Ciudad moribunda, antes de adentrarse en sus habituales juegos de claroscuros en las dos historias de aviones (Thunder Jet y F-86 Sabre Jet). Kurtzman, diabólicamente exigente con sus artistas, rechaza a todo aquel que se toma libertades con sus elaboradas planificaciones, lo que explica que muchos no continuasen tras una o dos entregas, pese a realizar, a menudo, un trabajo soberbio (¿cabría esperar menos de algunos de los mejores ilustradores del siglo XX?) Es lástima, por cierto, que las páginas de Reed Crandall para Memphis carezcan de la impecable reproducción del resto del volumen, pues aunque el guion no es de los más atinados de Kurtzman, la conseguida imitación de los grabados del siglo XIX vale mucho la pena.
¡Cadáver en el Imjin! y otras historias bélicas, al contrario de lo anunciado en contraportada, no reúne todas las historias que Kurtzman escribió (o dibujó) para las cabeceras Two-Fisted Tales y Frontline Combat, por lo que sería deseable un segundo volumen. En cualquier caso, la magnífica selección y la excelente reproducción la convierten en la mejor aproximación posible en nuestro idioma a este genio de la historieta.
Edición original: Corpse on the Imjin and other stories by Harvey Kurtzman (Fantagraphics, 2012). Edición nacional/ España: ¡Cadáver en el Imjin! y otras historias bélicas de Harvey Kurtzman (Norma, 2014). Guión: Harvey Kurtzman. Dibujo: Harvey Kurtzman, John Severin, Alex Toth, Russ Heath, Dave Berg, Gene Colan, Ric Estrada, Johnny…
¡Cadáver en el Imjin! y otras historias bélicas de Harvey Kurtzman
¡Cadáver en el Imjin! y otras historias bélicas de Harvey Kurtzman
2015-04-06
Javier Agrafojo
Guion - 9
Dibujo - 9
Interés - 10
Vosotros puntuáis: 9.1 ( 1 votos)
Excelente reseña Javier, como siempre, y excelentes cómics, imprescindibles para todos aquellos que gusten del genero bélico. Aquí un enamorado de EC que espera que se siga publicando mas material de la editorial de Bill Gaines.
Ya que estamos, agradecerte que me descubrieras el Blazing Combat, un tomo que he disfrutado como niño con piruleta nueva
Gracias, Arturo! Qué bueno era Archie Goodwin y que poco se le recuerda…
Excepcional e imprescindible. Y excelente edición de Norma, hay que decir. Hay que señalar que cómics como estos muestran que el Noveno Arte fue capaz de introducirte en el campo de batalla con una profundidad y realismo que, bajo mi punto de vista, el cine no logró hasta el Soldado Ryan.
Si algo criticaría a Kutzman en estos relatos es que, pese a su pretendida neutralidad, al final los norcoreanos nunca dejan de ser malvados. Pero bueno, bastante atrevido era para su época.
Sí, los norcoreanos son simpre el enemigo, pero relatos como «¡No matarás!» igualan bastante las cosas. Es difícil más crítica en tiempo de guerra, sobre todo en aquellos tiempos, teniendo en cuenta que Kurtzman apoyaba la intervención. Kurtzman no era antibelicista, como pudiera serlo el Kubrick de «Senderos de Gloria».
La edición es magnífica. Ojalá siga Norma con la colección, que ya tiene un segundo volumen dedicado a las historias de crímenes de Wally Wood, otro genio.
Lo tengo en la lista de la compra, sí 😉
aún no me lo he pillado, lemmy. a ver si viene un mes flojo y me hago con él de una vez, que hace meses que lo tengo en la lista de la compra.
articulazo, como siempre, sr. agrafojo
(l.m.l.l.)
Seguro que te encanta. En cuanto lo leas, deja por aquí un comentario, si puede ser. 😉
Seguramente lo compre esta semana. Yo he tenido la suerte de acceder a los trabajos de EC cómics gracias a la Biblioteca Regional de Murcia. Ando con la new direction y lo cierto es que los estoy disfrutando muchísimo.