Edición original: Calavera Lunar num. 237 (Camaleón Ediciones, 1996).
Autor: Albert Monteys.
Color: B/N.
Formato: comic book.
Precio: 250 pts.
Siguiendo el ejemplo del compañero Daniel Gavilán (no se pierdan su imprescindible sección Clásicos en Grapa), hoy voy a escribir sobre un único número de una serie. En concreto, del episodio 237 de Calavera Lunar. ¿Por qué este número?, os preguntaréis. ¿Acaso el 237 de Calavera Lunar es comparable a hitos como el 3 de All Star Comics, el 50 de Amazing Spider-Man o el 137 de Uncanny X-Men? ¿Qué tiene el número 237 de Calavera Lunar que no tenga el 1, el 10 o el 150? Pues, para empezar, existencia, dado que el número 237 de Calavera Lunar es, por desgracia, el único episodio jamás publicado de tan señalada cabecera. Sí, sí. No os estoy tomando el pelo. Sólo existe un capítulo de Calavera lunar y es el 237. ¿Cómo es posible?
Calavera Lunar es creación de Albert Monteys. Para muchos, la sola mención de este nombre ya os sugerirá la jugada. Monteys, junto a José Miguel Álvarez, Ismael Ferrer y Alex Fito, integraba el colectivo La Penya, responsable de la publicación Mondo Lirondo. Monteys era, también, colaborador habitual de la revista El Jueves, de la que llegó a ser director entre 2006 y 2011. Recientemente, aquí se glosó una de sus últimas obras. Así la cosa va quedando más clara, ¿verdad?
Pese a haberse escrito y dibujado en apenas 10 días, con objeto de presentarse en el Salón del Cómic de Barcelona (donde Monteys obtuvo el premio al autor revelación), Calavera Lunar es una de las parodias/homenaje al género de aventuras superheroicas más inteligentes y concienzudas nunca realizadas. Uno de sus aspectos más destacables es el conocimiento profundo que el autor muestra de las peculiaridades de nuestra subcultura del consumismo tebeil. Que la historieta ahora, gracias al término Novela Gráfica y a las primorosas ediciones que se estilan en nuestro país, ha devenido en objeto con cierto empaque cultural no tiene vuelta de hoja, pero la mayoría de los aquí presentes nos aficionamos a pie de calle, con cuadernillos que, además de la aventura de nuestro personaje favorito, incluía otras secciones como correos de los lectores, resúmenes, logos, tiras de humor (¿alguien ha dicho Tumbita?), anuncios de otras publicaciones, llamadas a números anteriores, etc. Calavera Lunar los reproduce todos y en cada uno deja su apunte irónico, no exento de ternura. En particular sus burlas a esa especie de religión que el aficionado llama “continuidad”, presentes ya desde la osadía de numerar un número único, atacan con brillantez el concepto desde la vulgaridad (y vulnerabilidad) de su serialización industrial, a la vez que nos explica maravillosamente por qué los tebeos de antes se entendían mucho mejor sin necesidad de haber empezado por el principio. Y es que, con la mano en el corazón, ¿necesitamos saber realmente que Calavera Lunar aprendió a fabricar su arsenal con palillos en el episodio “Calavera Lunar hace un curso de armamento con palillos”?
Monteys demuestra una pericia sin igual en lo que podríamos llamar la “métrica” del humor. Es decir: en el tempo del chiste, y no sólo en su agudeza. Las situaciones pueden ser ocurrentes y divertidas, pero lo que las vuelve irresistiblemente ingeniosas es el dominio de los recursos narrativos. Extrae oro puro de la cuadrícula 3×3 (sí, la misma de Watchmen) con un dibujo escueto y eficaz, atento a las expresiones y al golpe de efecto. Hay verdadera narración y no el encadenamiento de gags de la escuela Bruguera. No sucumbe al chiste por el chiste y cada broma añade una capa al personaje. Al final, aún cuando nos hemos reído con este extraño esqueleto enfundado en traje de astronauta (inspiración nacida de un Argamboy, según confiesa el autor), también sentimos su hondo patetismo.
Se podría pensar que, siendo un número único, apenas daría tiempo a presentar al personaje principal, pero gracias a la trampa de la (falsa) continuidad disfrutamos de un buen puñado de personajes y situaciones, desde Zit al Niño Mina, desde la soledad de una nave en el espacio hasta la concurrida guarida de unos terroristas interplanetarios que vuelve a demostrar que, si se quiere, dan para mucho las 20 páginas de rigor. Pese a la notable asimilación de la narración foránea, un detalle nos muestra que, sin lugar a duda, el autor es radicalmente autóctono: nadie en las Américas hubiera titulado el número 237 de cualquier serie con un castizo “Canallas del abismo”.
Calavera Lunar (al menos su emblemático número 237) fue publicado en 1996 por Camaleón Ediciones al precio de 250 pts. ejemplar. Si su delicioso contenido fuera recuperado en el futuro, me permito sugerir un papel de mayor gramaje, pues la edición manejada transparenta un tanto. Y, por pedir, ¿para cuándo el Giant-Size (que sabemos que hay por ahí material publicado en la revista gallega BD Banda)?
Es uno de mis autores favoritos de El Jueves (ahí-ahí con Paco Alcázar) y su Ser un hombre es una genialidad enorme. ¿Por qué no sabía yo de esto? Ays… De todas formas, Javier «Dientes largos» Agrafojo, ¿por qué? ¿Por qué nos torturas con grandes obras irrecuperables a las que no podemos acceder? Gracias por descubrírnoslas, ofcors, pero ¡cabrón! nunca podremos leerlas 🙁
Pero con hamor berdadero 😀
LO TENGO FIRMADO!!!!!
LO TENGO FIRMADO!!!!!
BIBA CRISTO REY!!!!
Y tengo el disco de «Calavera Lunar canta en el espacio»!
Firmado: Migue, 6 años
Sobre las virtudes de Monteys, poco cabe añadir. Es uno de los mejores historietistas de nuestro país, aunque tenga la etiqueta de humorista gráfico por su labor en el jueves. Cada obra suya es una delicia, y esta calavera lunar tiene una pinta estupenda. Lástima que a mí se me pasó en su época y no la pude catar.
No obstante, yo animo a seguir reseñando obras antiguas (pero no demasiado) en esta y similares secciones.Al contrario que Reverend, pienso que es una gran oportunidad, porque anima a recorrer mercadillos y tiendas de segunda mano en busca de cosas que a lo mejor pasarían desapercibidas de forma injusta. Es decir; seguro que si cualquiera de nosotros vamos a una tienda de segunda mano y vemos LA CALAVERA LUNAR en la sección de ofertas a un euro, diremos, «qué mala pinta». Sin embargo, después de haber leído la reseña lo veremos como una oportunidad inmejorable. Y con ello, pues igual además adquirimos más cosas «viejas» cuyo único delito es no ser novedad.
Esta sección debería estar prohibida, hasta el momento van solo cómics que en su momento me quise comprar, no pude y ahora son casi inencontrables.
Monteys es un crack, ya incluso cuando tenía su página en la revista de rol líder. Allá por el cretácico.
Gracias, chicos. Entiendo cómo os sentís. A mí me pasa a menudo con la sección de Enrique Ríos. ¿Habéis visto las maravillas que saca? ¡Envidiaaa!
Es cierto que algunas de las obras reseñadas son difíciles de encontrar hoy día. En esos casos me lo tomo como una llamada de atención para una reedición futura. Otras veces aún están disponibles, precisamente por haber pasado desapercibidas en primer lugar. Como bien dice Spirit, a quien debo agradecer su persistente apoyo, se trata de quitarnos un poco las anteojeras de las novedades y darnos cuenta (yo, el primero) de que hay muchas cosas por ahí que merecen la pena aunque no revolucionen la blogsfera ni salgan en el telediario. Si con mi granito de arena colaboro a esa causa, bien pagado estoy.
En este ejemplo concreto, ¿quién nos dice que, visto el interés, una editorial se anime a publicar un nuevo volumen de Monteys con el material disperso de Calavera Lunar? ¡Yo sería el primero en agradecerlo!
Si hacen una recopilación de material disperso antiguo lo compro con los ojos cerrados.
Muy muy bueno, me encanta Monteys, la verdad, y este es un muy buen trabajo.
En todo caso, no puedo menos que recomendar el que para mí es un comic incluso bastante superior, y del que el autor formó parte. Hablo de Mondo Lirondo, y su epílogo Mondo Lirondo Returns, con dibujos elegantes y perfectos y un guión sorprendente con humor salvaje desternillante.
Lo bueno es que Mondo Lirondo aun se puede encontrar en las librerías especializadas recopilado por Astiberri-Caramba.
Para mí una auténtica joya de 10, de los comics que atesoro con más admiración y cariño.