La flexibilidad del mito
«… Y el camino siempre sigue»
La década de los años 80 llegó con grandes cambios para la industria del cómic book en USA. Antes, en la década de los setenta, este tipo de producto se distribuía a los quioscos, supermercados, incluso en pequeñas tiendas de alimentación de todo el país, para que los lectores hicieran buena cuenta de ellos. Los que no se vendían se podían devolver, lo que desmotivaba mucho a las distribuidoras a la hora de entregar los nuevos números (pues cuanto más tiempo tuvieran los cómics en la tienda mayores eran las probabilidades de venta). Para cerrar este círculo los propios tenderos no mostraban interés alguno en aumentar las ventas, pues los cómics estaban ahí, de manera intermitente y si no se vendían, podían deshacerse de ellos.
Con las ventas en pleno declive se viró a un mercado de venta directa en la que las distribuidoras podrían comprar de manera directa a las editoriales títulos específicos y en cantidad concreta a un precio mejorado, con la condición de renunciar a la devolución de los ejemplares que no se vendieran. Con este cambio en el paradigma aparecieron las primeras tiendas especializadas de comics en Estados Unidos que estaban encantadas de poder disponer de números atrasados para dar un mejor servicio a los lectores.
En los ochenta esta tendencia explotó de forma considerable y pocas eran las ciudades que no disponían de una tienda especializada donde poder comprar cómics. Pero los cambios no se iban a quedar aquí. Si antes los números uno eran vistos con malos ojos, por ser algo desconocido para el lector e impredecible ventas, con las tiendas especializadas apareció un nuevo fenómeno relacionado con el coleccionismo de los comics y en concreto con los número uno. Cada vez que llegaba uno a las tiendas estos se convertían en el objetivo de los coleccionistas. Esto generó de inmediato una reacción en las editoriales que vieron la luz a la hora de poder relanzar las ventas de una serie con ventas bajas.
En DC este nuevo escenario ofrecía muchos beneficios. Hasta entonces se había explotado muy poco la figura editorial de las series limitadas, pero con el mercado de venta directa su popularidad creció enormemente y su corta vida editorial dejó de ser un problema. Además, con la aparición de nuevas técnicas de impresión y la inclusión de papel de mejor calidad, los precios podían subir y los márgenes de beneficio aumentar para la editorial.
Las tiendas aportaban un sitio donde esos comics de mejor papel e impresión, pudiera venderse con garantías de fiabilidad a la hora de conseguir el siguiente número, mientras que conservaban intactas sus calidades, por recibir un trato más mimoso por parte de lector y el propio dueño de la tienda. Ya no se veía bien vender un cómic doblado, ajado o descolorido por el sol.
DC empezó a explotar este nuevo sistema lanzando al mercado series limitadas y añadiendo a su catálogo series en un nuevo formato, denominado prestigio, con el ya mencionado papel especial, Baxter, además de darse cuenta como el interés por los tomos en tapa blanda también crecía, lo que hizo que lanzara al mercado más reimpresiones de sus colecciones que su competidora directa, Marvel.
DC empezó también a ofrecer posters, cromos, incluso pequeñas figuras para las tiendas expandiendo, así, su influencia con el objetivo de llegar a nuevos lectores y sobre todo a más adultos. Y fruto de todos estos cambios en 1982 se lanzó al mercado una miniserie de 12 entregas, en la que se reformulaba el mito de Excalibur, bajo el título de Camelot 3000, de la mano de Mike W. Barr y Brian Bolland.
La serie fue concebida inicialmente por Mike W. Barr en 1975, tras la realización de un curso sobre literatura artúrica. Con ello en mente, varios años más tarde, propuso a DC la realización de la obra. Sin embargo, en la editorial no lo vieron claro y desestimaron el proyecto. Un proyecto que si caló en Marvel para ser publicado en una de sus revistas en blanco y negro, pero por la razón que sea, aquello tampoco acabó por materializarse y el proyecto recaló de nuevo en DC. Una DC más receptiva que dio luz verde a la idea y decidió publicarlo en formato maxiserie, con el consabido título deCamelot 3000.
Mike W. Barr (1952) ha trabajado en múltiples editoriales, desde First, Cómico, Marvel, IDW, Dark Horse, entre otras, pero si hubiera que buscar una en la que se pueden encontrar sus mejores trabajos, hay que mirar a DC. Su figura está unida a la de Batman, ya que a mediados de los años 70 trabajó en Detective Comics, para dar el salto en los ochenta a una de las series más asociadas a su nombre, Batman y los Outsiders, junto aJim Aparo y Alan Davis para, a finales de los 80, hacerse cargo de la novela gráfica Batman: Hijo del Demonio y más tarde su continuación, Batman: La novia del Demonio. Ya en los noventa se hizo cargo de un prestigio de Batman, titulado Batman: Círculo Mortal, con dibujos de un inspirado Alan Davis. Su trabajo siempre resulta gratificante, aunque algo irregular, lo que hace que su estela dentro del mundo del cómic no haya acabado de ser especialmente reconocida por los aficionados. Un buen contador de historias, un elegante gestor de grupos, un hombre que supo meterse en la mente de Batman y desarrollar algunas de las tramas más interesantes sobre su figura, que puede ser considerado uno de los grandes escritores del hombre murciélago.
El reto de este proyecto fue la colaboración con Brian Bolland, en la que iba a ser su primera colaboración importante para el mercado americano. Hay que tener muy claro que a principios de los años 80 la logística no era la que tenemos hoy ni había medios digitales que permitieran en el envío de los materiales de forma casi instantánea. Esto llevó a que Barr estregará un guion completo por número a Bolland, para facilitar su trabajo y evitar el enorme problema que planteaba que los separaba un océano. Por ello, Bolland iba a realizar los lápices, que luego serian acabados por entintadores en USA. Pero el dibujante no se sentía cómodo con esta idea, pues consideraba que perdía el control de su trabajo y por ello comenzó a hacer las páginas con el más alto nivel de detalle, para evitar dejar espacio al entintador y no se produjeran reinterpretaciones creativas. Y esto acabó por lastrar a la cadencia mensual de la serie que sufrió considerables retrasos. Tanto fue así que, si el primer número vio la luz en a finales de 1982, la última entrega no llegó a las tiendas hasta abril de 1985. Casi dos años y medio para 12 números. El propio Barr ha comentado en alguna ocasión que el número doce le llevó a Bolland nueve meses dibujarlo.
Brian Bolland (1951) es toda una leyenda del cómic. Empezó a trabajar de la mano de Dave Gibbons, que le recomendó a asociarse a la agencia Bardon Press en 1972, para trabajar en la serie Powerman. Y allí estuvieron ambos hasta 1977 que Bardon les encontró acomodo en una revista, hoy mítica, 2000 AD. Su primer trabajo para esta revista fue la portada de su número 11. Cuando el dibujante de Juez Dreed, Carlos Ezquerra, dejó la serie, Bolland se hizo cargo de esta, hasta que empezó también a compaginar trabajos en 1979 en USA. Al principio fue una portada en Green Lantern #127 para DC Comics, pero pronto llegaron algunos interiores en el Justice League #200. Su siguiente trabajo fue el que nos atañe, Camelot 3000, para acabar bajo los focos cuando en 1989 publicó, junto con Alan Moore, La Broma Asesina, su obra más mediática en USA.
DC Comics lanzó al mercado la serie limitada de Camelot 3000 con algunos atributos físicos que la diferenciaban de otras obras de la editorial. Fue editada pensando ya en el floreciente mercado de venta directa. Se imprimió en papel Baxter e incluso se experimentó con la posible reproducción directa de los lápices de Bolland pero, aunque las cosas hubieran mejorado mucho en términos de imprenta, la tecnología no estaba a la altura y solo dos páginas del segundo número fueron publicadas de esta forma. Otra de sus novedades añadidas de Camelot 3000 era que en sus páginas no había personajes ya establecido o anclados a una continuidad, eran todos nuevos, por lo que la incertidumbre sobre quién podría vivir o morir o fracasar o triunfar, era total. Fue el primer cómic para adultos, rompiendo con la rígida mentalidad que imperaba por aquellos días en la que se los catalogaba como algo solo para niños. Este concepto no solo añadía algo inédito hasta el momento, sino que además generaba el espacio necesario para tratar temas que el Comics Code (que tristemente todavía estaba activo) no permitía que se mostraran. Un importante paso para la industria y el propio cómic como tal en USA.
La serie recuperaba la leyenda de Arturo de tal forma que, en el año 3000, Arturo, vuelve de su reposo eterno para defender a la Tierra del mal que la asola. Pero no solo Arturo vuelve, sino que sus distintos caballeros, aquellos que formaban parte de la Tabla Redonda, reaparecen en nuevos cuerpos que alojan a sus mentes de antaño. Todos regresan para apoyar a su rey en esta nueva batalla, pero el destino parece estar ya marcado y los errores del pasado reaparecen de nuevo.
Barr incrusta la leyenda de Arturo en un nuevo entorno futurista, asentando el mito entre ese nuevo mundo que construye de manera algo superficial, dado que apenas se profundiza en cómo el mundo se gestiona en el año 3000. Se dan pinceladas de ello con la aparición de varios mandatarios, que se muestran atrapados en un estereotipo fascinantemente efectivo, actuando acorde a sus patrones. Arturo asume el mando, sus caballeros parecen ser capaces de hacer lo que la humanidad no ha logrado y hay que dejar que a mente vuele por la historia, sin hacerse muchas preguntas, para que todo funcione adecuadamente. Barr, toma lo que necesita para elabora su historia y como el mismo reconoce, sus conocimientos de los mitos artúricos son limitados y se autodefine como un profano bien informado. Tomar lo justo y necesario para la creación de la obra no limita su alcance, sino que hace que el conjunto se sienta equilibrado.
Hay aspectos de la trama que son muy interesantes y que el paso del tiempo no parece haberles quitado fuerza. El tema de las castas, la aplicación de un castigo atroz a los criminales, la exploración que se hace sobre la identidad de género y como Arturo asume de nuevo su condición de líder, con el peso de la corona y la traición asociados, hacen de la lectura algo interesante 40 años después. La solidez que se muestra en estos puntos contrasta con la casi inocencia con la que se tratan otros aspectos de la historia.
Barr apuesta por el mito eterno a la hora de contar esta historia, condenada a vivir un sinfín de encarnaciones, sin poder escapar de sus propias maldiciones internas. Y aun así triunfar sobre el mal pese a todo. Y aunque la narración global de la historia funciona, la cuestión que se hace el lector a lo largo de su lectura es si la relevancia de la obra, 40 años después, sería tal de haberla dibujado otro artista y no Brian Bolland.
Su estilo de dibujo construye al mito y lo viste de la elegancia tal que es capaz de tapar la simpleza de algunos puntos de la historia, vistiéndola con capas de una trascendencia que la propia trama no tiene. Los diseños de Bolland han aguantado bien el paso del tiempo y su composición de página muestra ciertas tendencias del momento que hoy en día continúan sustentando a la perfección a la historia.
Solo queda decir que en España se editó originalmente por Ediciones Zinco en nueve entregas que formaron parte de las primeras ediciones DC en España llevadas a cabo por esta editorial. Luego se editó en tomo (una de las pocas obras que Zinco recopiló de forma unitaria). Posteriormente se recuperó de nuevo por Planeta y la última edición le corresponde a ECC.
Camelot 3000 viene a demostrar la plasticidad que tiene la leyenda de Arturo, el mito occidental por excelencia, a la hora de poder amoldarlo a cualquier historia. Y es que en su interior se esconde todo lo que hace grande a una historia. Traición, amor, amistad, magia, dolor, drama, la lucha entre el bien y el mal, sacrificio, leyenda dentro de la leyenda… Nada escapa al influjo de Excalibur, la mítica espada que todo lo puede y que continúa fascinando a cada generación.
Lo mejor
• Un Brian Bolland deslumbrante.
• Su carácter pionero dentro dela industria.
• Lo trágico de su historia bien conocida por los lectores.
Lo peor
• Su simpleza en algunas de las tramas propuestas.
• EL paso del tiempo no le acaba de sentar bien a la historia.
Guion - 6.5
Dibujo - 9
Interés - 8
7.8
Historia del cómic.
El valor de esta obra trasciende su propia historia. Hija de un tiempo lleno de cambios, innovadora y atrevida, aun con su simple planteamiento, destaca en su aparado gráfico y en como trata temas que en 1982 apenas tenían espacio en este tipo de obras.
Muy buen artículo. Coincido en la valoración de Mike W.Barr,alguien que siempre daba un tebeo honesto y entretenido, un honrado artesano.
Con respecto a Camelot 3000 también pienso que la valoración sería muy inferior si no hubiera estado dibujada por Brian Bolland. Afortunadamente eso no fue así y podemos seguir disfrutando de un tebeo con un guión correcto y entretenido con sus virtudes y sus defectos, y con dibujo sobresaliente.
Un Brian Bolland sublime. Un 9 para el dibujo me parece una valoración pobre para un trabajo que es simplemente excelso y al que no se le puede poner ninguna pega, máxime teniendo en cuenta lo poco que siempre se ha prodigado Bolland como dibujante regular en una colección de comics.
El guión de Barr es más que correcto, pero sobretodo es un derroche de imaginación en el que más allá de la simplicidad (y eficiencia) de su propuesta narrativa, cabe destacar lo bien que hizo casar los mitos artúricos con la parafernalia futurista. En su dia fué un comic que me marcó (en España lo publicó Zinco al mismo tiempo que obras no menos excelsas como los «Nuevos Titales» de Wolfman y Pérez o el «Atari Force» de Gerry Conway y José Luís García López), capaz de lidiar con temas tan controvertidos en su día como la identidad de género o el romance homosexual, ¿o nadie se acuerda del atrevido giro que dió a la historia de amor entre Tristán e Isolda?
Gran artículo, se agradece.
Recuerdo cuando lo leí hace demasiado tiempo ya, me encantaron los dibujos de Bolland, es increible el trabajo que se manda en este comic, pero la historia en sí no me terminó de convencer, incluso para la época de su edición original me parece muy básica.
Esperaba mucho más la historia, tenía muchos elementos para jugar y lograr desarrollar una gran historia.
Eso si, hay que destacar como un hito cuando toca el tema de identidad de género y la homesexualidad, bien por el autor ahí.
Muy buena reseña Gustavo, y muy valiente. Cuesta quitarse el velo del recuerdo y tratar de ser justos con una obra que nos marcó como (muy jóvenes, suspiro) lectores de cómic. Gracias!