Capitán América de Mark Gruenwald nº 1: Se ha hecho justicia

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Edición original: Marvel Comics – febrero 1985 – enero 1987
Edición España: Panini Comics – junio 2018
Guión: Mike Carlin, Mark Gruenwald
Dibujo: Paul Neary, Mike Zeck
Entintado: Dennis Janke, Joe Sinnott, Vince Colletta, John Beatty, Josef Rubinstein
Color: Ken Feduniewicz, Glynis Oliver
Portada: Mike Zeck, John Beatty
Precio: 44,60 euros (tomo en tapa dura, octogésimo octavo de la colección «Marvel Héroes», de 672 páginas).

 
Prólogo: Mark Gruenwald, el enciclopedista loco de Marvel

Varias han sido las ocasiones en las que he tenido ocasión de reseñar alguna de las obras firmadas por Mark Gruenwald. Si han leído ustedes alguna de esas entradas, habrá quedado patente mi simpatía por las labores de este caballero que, desgraciadamente, nos dejó en 1996, a la temprana edad de cuarenta y tres años. Atrás, quedaron páginas y páginas en las que dejó patente su enciclopédico conocimiento del universo marveliano, su capacidad para convertir ciertos personajes de segunda fila en sustento de una serie regular -como en el caso de Quasar– y, sobre todo, por su larga etapa como guionista de la colección protagonizada por el Capitán América, que empieza a recopilarse en este primer tomo.

En España, la llegada de Gruenwald a la cabecera del Capi llegó justo en el momento en el que Forum, acreditando las bajas ventas de la misma, decidió pasarla a bimestral y a compartirla con otro vengador que llevaba varios años en el ostracismo, como era Thor (su serie había despedido al Walter Simonson dibujante, justo en el momento en el que Balder el Bravo era dado por asesinado). Esta situación, que salvaba los muebles a corto plazo, tuvo una serie de consecuencias que, al fin y a la postre, han llegado hasta el momento presente. Para empezar, la distancia entre las ediciones estadounidense y española empezó a hacerse más y más profunda, provocando que las participaciones del Capi en determinados eventos -como La caída de los mutantes o Actos de Venganza- debieran publicarse de distintas maneras -como complemento en La Patrulla-X o dentro de la serie Los Vengadores, respectivamente- y que ciertos arcos argumentales -como La saga de la gema sangrienta- acabaran en cabeceras como Marvel Héroes, o bien se convirtieran en series limitadas -como Jauría de lobos o Último combate-. Los dos tomos de la línea Grandes Sagas Marvel Calles envenenadas y Centinela de la libertad- acortaron distancias, pero levemente. En el momento en el que se anunciaba que Gruenwald dejaba su puesto a otro Mark, de apellido Waid, Forum publicó dos tomos en los que -en un cruce con los Vengadores que ya escribía poco Bob Harras y ya dibujaba mucho Mike Deodato Jr.- el guionista se despedía de un personaje al que dejaba al borde de la muerte. Quedaban, pues, inéditos, un buen puñado de números en los que el escritor había hecho equipo con los hoy también difuntos Rik Levins y Dave Hoover. En aquellos días, en los que Internet era aún rara avis en los hogares españoles, las secciones de correo de las publicaciones de Forum y los artículos de complemento en las mismas, permitieron tener noticia indirecta, mas no venturosa, de esa etapa. De una forma u otra, lo mejor que había dado Gruenwald al Capi se había visto ya por estos barrios, teniendo como punto culminante la colaboración con Kieron Dwyer. A partir de ahí y, más acusadamente, tras la etapa junto a Ron Lim, la serie había entrado en una lenta pero inexorable decadencia. Mi opinión sobre el particular es que, efectivamente, son los primeros cinco años del escritor en la serie los mejores, porque no se ahorran al protagonista dilemas morales -como el que veremos en este mismo tomo- y críticas escépticas a su figura. Steve Rogers tendrá su propia travesía en el desierto pero, una vez superada, Gruenwald no será capaz de crear desafíos comparables, haciendo que la serie entre en un bucle de aventuras entretenidas e insustanciales. Eso sí, también añado que, en contrapartida a la libertad de la que gozaba este buen señor como guionista, no contó con dibujantes estelares o, al menos, de cierto relumbrón. Cuando la cabecera -y la propia editorial- tengan que enfrentarse a la feroz competencia de Image Comics y entre de lleno en la era en la que el dibujo -o, mejor dicho, cierto tipo de ilustración, tan espectacular como engañosa- se imponga al guion, las aventuras del Capi se verán también seriamente afectadas. Sin embargo, aún es pronto para hablar de todo esto. De momento, toca centrarse en un tiempo en el que la casa de las ideas está inmersa en las segundas guerras secretas y un nuevo guionista toma las riendas tricolores de la serie abanderada.

Primer arco argumental de Mike Carlin
El Capi contra la Brigada Batroc

La transición entre J. M. DeMatteis y Mark Gruenwald

El tricentésimo número de la colección estadounidense cerraba la interesante etapa firmada por J. M. DeMatteis como escritor. Junto a Mike Zeck, había firmado una serie de números bastante entretenidos, en los que trabajó con algunos de los elementos que habían plantado Roger Stern y John Byrne durante su breve estancia en la serie. Cuando Gruenwald llega, Steve Rogers tiene un trabajo como ilustrador publicitario, una pareja estable -con la que se ha prometido para casarse- en la persona de Bernadette «Bernie» Rosenthal y unos cuantos amigos en su bloque de pisos, como el bombero Mike Farrell o el maestro Josh Cooper. En su faceta súper-heroica, tiene un nuevo compañero en la figura de Jack Monroe -el Bucky de los años cincuenta- que ha tomado la identidad de Nómada. DeMatteis y Zeck se habían encargado de desarrollar las ideas de Stern y Byrne pero, prontamente, veremos que el nuevo escritor va a llevar al personaje por derroteros diferentes, pero de forma justificada. Gruenwald no entrará como un elefante en una cacharrería, sino que moverá las piezas del tablero hasta situarlas en unas posiciones en las que el juego, tal y como ha venido siendo concebido, ya no puede continuar. Sin embargo, no debemos adelantar acontecimientos, ya que, antes de la conversión del editor en guionista, vamos a encontrarnos con una breve fase de transición, en la que será Mike Carlin, sustituto del nuevo escritor en sus funciones editoriales, el que haga de puente entre las dos largas etapas. Cuando Gruenwald tome las riendas, asistiremos, en definitiva, a un curioso cambio de sillas.

Carlin desarrollará apenas dos arcos argumentales, en los que el Capitán América se recupera de su último enfrentamiento con Cráneo Rojo -finiquitado en redondo número mencionado al principio del párrafo anterior-. Steve y Bernie hablan de boda, Jack intenta adaptarse a su nuevo estatus de adlátere del Capi y parece que las cosas han vuelto a la normalidad. El escritor de transición contará una primera historia en la que Batroc -mercenario francés y uno de sus enemigos respetuosos del Capi- hará lo posible para birlar el escudo a su viejo adversario. Para ello, reclutará a otros dos luchadores, de los que utilizan armas blancas, para la faena. El primero, Zaran, viene prestado de la difunta colección protagonizada por Shang Chi y es hábil con armas clásicas como arcos, cuchillos, lanzas, nunchakus o shurikens (aunque no le hace ascos a las armas de fuego); el segundo, Machete, es uno de esos pastiches iberoamericanos entre mercenario a sueldo y revolucionario greñudo, que hace aquí su debut. Este trío, comandado por Batroc, intentará satisfacer el anhelo de este, que no es otro que el de derrotar al Capitán América (aunque sin jugar del todo limpio, que para eso es de los malos), al tiempo que ocultan la existencia de un patrón, que es el que ha hecho el encargo de llevar a cabo el robo. El «mecenas» de la operación no es otro que Obadiah Stane que, en ese momento, es el dueño y jefe del antiguo consorcio de empresas de un Tony Stark que ha cambiado el despacho corporativo por la botella. El antiguo Hombre de Hierro ha caído en su segunda y más profunda crisis alcohólica -coincidente con la etapa de Dennis O’Neil al frente de la serie férrica- y su sustituto -y arquitecto a tiempo parcial de su caída- se pregunta cómo quedaría una armadura con la tecnología de Iron Man y la dureza del escudo del Capi.

La segunda de las historias firmadas por Carlin será un encuentro entre capitanes, ya que Rogers acabará viajando nuevamente al Reino Unido, con el fin de echar una mano a Brian Braddock, su contrapartida británica. El enemigo común será Modred el místico, el brujo medieval que acabó convertido en peón de Cthon -la deidad lovecraftiana de Marvel- y enfrentándose a los Vengadores -en la historia recopilada en el tomo Noches de Wundagore-. Recuperado para la causa del mal, el hechicero clamará venganza contra Merlín y dará para que el Capitán América luche contra el Capitán Britania (aunque en un enfrentamiento con trampa) y luego ambos hagan piña para poder meter en cintura a Modred. El único aspecto relevante de esta historia -más allá de la curiosidad de ver a dos capitanes anglosajones luciendo los colores rojo, blanco y azul- es que este paseo al viejo continente tendrá consecuencias laborales para Steve Rogers. Gruenwald aprovechará estas idas y venidas -inevitables cuando se reparte la vida entre dos identidades- para imponer la máscara sobre la persona.

Por lo que a la parte gráfica se refiere, Mike Zeck había abandonado la cabecera un poco antes -camino de Secret Wars- y, en su lugar, vendría el británico Paul Neary. En honor a la verdad, hay que advertir que el dibujante saliente participaría durante los años posteriores encargándose de las portadas pero, durante varios años -hasta el número trescientos treinta y uno de la serie, con alguna ausencia puntual- Neary será el encargado de los lápices en la colección, manteniendo cierta cohesión gráfica entre el final de la etapa DeMatteis y la primera parte de la de Gruenwald. Esto, no obstante, no será lo que se dice positivo, porque este buen caballero ganó aquí la fama de que su capacidad con el pincel -poniendo las tintas sobre los bocetos de Alan Davis, por ejemplo- era inversamente proporcional a su talento con el lápiz. En los correos de la época se recalcaban sus deficiencias y, en reseñas precedentes, yo mismo las he recalcado pero, leyendo con detenimiento estos tebeos, debo matizar que don Paul demostró en los mismos capacidad narrativa, dominio del movimiento y talento para dibujar las escenas de la vida cotidiana de Steve Rogers y familia. Cuando sus lápices se vieron complementadas por tintas fuertes -de profesionales que imponen su estilo, como el poderoso Joe Sinnott- el resultado es notable; cuando Vince Colletta se conviertae en el entintador cuasi-oficial, la combinación es horrenda. En esta primera fase, será Dennis Janke el encargado de los pinceles, haciendo una labor que no afea, pero que tampoco corrige. Igual calificación le corresponde a Ken Feduniewciz, el colorista.

El Nómada contra el Capi Loco
El primer número con guion de Mark Gruenwald

Justicieros, apátridas y ofidios

Una vez que Mark Gruenwald está ya aposentando, decide tomar los elementos que le prestan para convertir al Capitán América en la tarea a tiempo completo de Steve Rogers. El primer paso es el de hacer que pierda su trabajo como ilustrador publicitario, ya que su jefe ha concluido que una persona que no se dedica a tiempo completo a una labor jamás hará carrera. A cambio, y en uno de estas bromas que tanto le gustaban al guionista, el ahora parado Steven se postulará como dibujante para Marvel Comics -lo que sirve a Gruenwald para explicar que en el universo marveliano también se publican los tebeos de la casa de las ideas-. Paralelamente, su prometida recibe la noticia de que la renta por el alquiler del local en el que comparte negocio con una amiga, va a incrementarse desmesuradamente. Bernie toma la decisión de dar un giro a su vida y prepararse para volver a los estudios universitarios, más concretamente, los de Derecho. Sin que nos demos cuenta, el guionista ha sentado las bases para que los caminos de la pareja empiecen a divergir. En el número trescientos diecisiete, Steve y Bernie dirán adiós al bloque de pisos en el que se conocieron y vivieron su amor, dando por terminado su compromiso. La señora Rosenthal volverá constantemente a las páginas de la colección en los años venideros, pero ya estará bien lejos de la vital, enérgica y bohemia sopladora de cristal que presentaran Stern y Byrne a principios de esa década. La despedida se presenta a través de una carta que ella deja a él en un apartamento ya vacío. Las obligaciones como Capitán América -en esta ocasión, ayudar a Ojo de Halcón, en lo que parece una secuela de la serie limitada que Gruenwald escribiera y dibujara poco tiempo antes- han impedido que Steve vuelva a tiempo de participar en la fiesta de despedida y de ayudar a recoger. La emotiva misiva -en la que Bernie manifiesta su esperanza de que sus caminos vuelvan a cruzarse- que un melancólico Rogers lee entre las vacías paredes de un piso que ya no es su hogar, expresa el fin de una época y el principio de otra, en la que la identidad civil quedará reducida al mínimo.

Gruenwald da al Capi una habitación fija en la mansión de los Vengadores y una furgoneta último modelo de la factoría Wakanda, con el fin de que pueda pasearse por todo el país. La contratación por parte de Marvel Comics ha puesto a Rogers en contacto con informaciones que, remitidas a la editorial, buscan al héroe. Una rápida investigación y un encuentro con una de las creaciones del Pensador Loco, convencerán a Steve de la necesidad de no limitarse a Nueva York y recorrer su patria de costa a costa. Una oportuna puesta al día salarial -de sus emolumentos pendientes de los días de servicio militar- y la ruptura del compromiso, pondrán al Capi en el camino de intentar dar respuesta a todos los requerimientos, creando una red de colaboraciones e informantes que le apoye en su tarea. El hecho de que, en esos tiempos, Internet fuera una invención al alcance de unos pocos, deja patente el gran salto tecnológico vivido entre los noventa y los diez. La última tecnología del universo ficticio marveliano de los ochenta, queda deliciosamente desfasada, si la comparamos con lo que tenemos ahora. Con estos nuevos juguetes y una nueva filosofía de trabajo, el Capitán América se verá enfrentando a adversarios que van a poner a prueba sus convicciones y, de paso, demostrar que el modus vivendi de la era Reagan también puede llegar a los súper-villanos.

Una de las aportaciones más tempranas de Gruenwald a la colección, será la reunión de todos los personajes de apodo y / o poderes evocativos de la clase repitilia en lo que, en principio, parece una estrafalaria banda. La Sociedad Serpiente, sin embargo, supondrá la aplicación de la filosofía de los grupos de justicieros a quienes militan en el otro bando. Bajo la dirección de Crótalo -un villano con tecnología de tele-transporte y habilidad para los negocios- un puñado de criminales pasará a funcionar con los criterios de una entidad mercantil, demostrando los beneficios que dan la unión y la fuerza que esta hace. Este colectivo de apandadores escamosos aparecerá constantemente durante toda la etapa Gruenwald. Pronto, los caminos del abanderado y de estos oponentes -entre los cuales, se encuentra un viejo conocido como Cobra- se cruzarán, cuando uno de sus potenciales miembros decida reventar el proyecto en sus inicios y, poco después, cuando la sociedad empiece a recibir encargos. En uno de estos desencuentros, el Capi se tropezará con una persona que habrá de ser muy importante en su vida: Rachel Leighton, Iguana. El interés de ella por él quedará patente, tan pronto como haga su aparición un oponente que ha decidido arrebatar la vida a todo villano que se cruce en su camino: el Azote del bajo mundo.

La presentación del Azote se produjo a lo largo y ancho de casi todas las colecciones publicadas en esos momentos por parte de Marvel. Un villano de bajo perfil, de segunda división o repetidamente apaleado asomaba el hocico, indicaba su deseo de revancha y, sorprendentemente, recibía un disparo mortal y, a modo de despedida, la frase «¡se ha hecho justicia!». Editorialmente, su función fue la de limpiar de polvo y paja una galería de personajes que se había poblado mucho, prescindiendo de aquellos villanos que se habían convertido en una broma. En este tomo, se recopilan todas sus acciones, hasta llegar al brutal clímax en el que manda al otro barrio a varios de sus objetivos. Gruenwald pone al Capitán enfrente de un individuo que no se considera su adversario, sino alguien que hace lo que aquel no lleva a cabo. El vengador abanderado tiene -al menos, en esa fecha- un código que le impide tomar vidas o tomarse la justicia por su mano -ya nos lo ha recordado Carlin, al principio del tomo, cuando intenta hacer comprender a Merlín el mago de que hay leyes en la Tierra a las que Modred debería hacer frente-. Este nuevo enemigo es un reflejo de la figura del justiciero que no tiene inconveniente en usar la fuerza letal, ante lo que considera fallos del sistema. El Azote tiene un credo que no es muy distinto del de Paul Kersey (en su etapa «cannónica») o Marion Cobretti (el remedio contra la enfermedad que es el crimen). El desenlace del enfrentamiento dejará varios cabos sueltos, algunos de los cuales se resolverán a medio plazo -en el proceso por el que Steve luchará para recuperar su identidad como Capitán América- y otros, a más largo tiempo -en la serie limitada protagonizada por el U. S. Agente– Entre tanto, personaje y lectores se quedarán con el único dato fiable de que el Azote no era un solitario y que contaba con el apoyo de más personas.

Mientras el Capi empieza a tomar contacto con serpentinos y ejecutores, otra amenaza de largo recorrido hace su aparición. En el número trescientos doce hace su aparición Sin Banderas y, poco después, en el número 321, la organización terrorista ULTIMATUM, de la que aquel es cabecilla. Vestido con un atuendo en blanco y negro y armado con una maza de guerra, el caballero en cuestión se declara enemigo de fronteras, naciones y nacionalismos; su objetivo es la unión del mundo por la fuerza de las armas, ya que su experiencia vital le indica que la consecución de una unión global de forma pacífica es inviable. Los dos encuentros se sucederán en un corto período de tiempo, pero, en el segundo, el Capi se verá obligado a tomar un arma de fuego y matara uno de los agentes de la organización paramilitar. La portada del tomo refleja ese momento, aunque Zeck y Beatty presentan en ella a un Capi más próximo al Castigador que al que conocemos. Sus convicciones y su conciencia, determinarán que Rogers acepte su responsabilidad, sin renunciar al ideal de que toda la vida, aún la de un enemigo, es sagrada. Expresará esta convicción ante un Sin Banderas que le advierte de que salvarle la vida será un acto del que se arrepienta y, poco después, ante los medios de comunicación. El Capi de Gruenwald tiene una moral y unos principios muy sólidos, que contrastarán con otra de las creaciones que se incorporarán en los capítulos de este tomo: el Súper-Patriota.

En el número 323 hará su aparición un hombre y un personaje que habrán de tener gran importancia en el futuro inmediato de la colección y de su protagonista. El Súper-Patriota simboliza el modelo de hombre-bandera que parecen pedir los ochenta: amante de su país, pero sin miedo a usar los medios necesarios para conseguir el fin de defenderla. Es un personaje creado según los cánones de la época, con un representante y una poderosa campaña de publicidad. Steven Rogers, un hombre de los cuarenta, debe lidiar con un producto del país al que ha jurado servir y defender en todo momento, pero aquí veremos solo el prólogo de lo que será un largo enfrentamiento.

Al final del tomo, tendremos un enfrentamiento con Torbellino y el Trampero -encuadrado dentro del ataque a la mansión de los Vengadores por parte de los Amos del Mal del segundo Barón Zemo– y un cierre un tanto simétrico respecto del inicio, ya que tenemos de vuelta a Jack Monroe, el Nómada. El viejo compañero del Capitán América se asemeja más al individuo que gozará de cierta popularidad durante la primera parte de los noventa -y gracias al entonces prolífico y ubicuo Fabian Nicieza-. Aquí le tenemos tras la pista de Babosa, un traficante de drogas con el físico de Jabba el Hutt, que Gruenwald introduce en Florida, en unos tiempos en los que Corrupción en Miami era la sensación televisiva del momento. El Capi descubrirá que Monroe se ha vuelto más expeditivo y despiadado y habrá de lidiar con el hecho de que su compañero no está dispuesto a seguir su línea de labor. Veremos más de esto un poco más adelante, pero no será en este tomo.

El desenlace de la historia del Azote
El Azote comete una matanza

Epílogo: el pijama como oficio a tiempo completo

El extenso tomo que inicia la reedición de la etapa de Mark Gruenwald en la serie del Capitán América permite, con su lectura, tomar conciencia del importante papel que el difunto guionista tuvo en el desarrollo de la serie. El escritor rompe paulatinamente con el estado de cosas que le han dejado sus predecesores y arrambla con todos los aspectos civiles de la vida del Capitán América, convirtiendo a este en el protagonista principal, en detrimento de Steve Rogers y su mundo. Una vez ejecutada esta decisión, decide someter al héroe a todo tipo de pruebas, de las que intentan socavar los cimientos de su forma de pensar. Contra su condición de icono de un país, contrapone a un enemigo armado del nacionalismo; contra su respeto a la vida, establece a un justiciero asesino; contra el tradicional individualismo traicionero de los súper-villanos, establece una sociedad organizada con competencia y eficacia. Gruenwald se atreve con dilemas poco habituales en el tebeo de pijamas habitual. No en vano, en esos tiempos también está escribiendo la maxi-serie dedicada al Escuadrón Supremo -que se cruzará puntualmente con la del Capi- y planteándose qué pasaría si los súper-héroes tomaran el poder.

Gruenwald no ignora la historia precedente, ni se centra únicamente en aquella que tiene un valor sentimental para él. La emplea cuando tiene ocasión, para ir haciendo los cambios necesarios hasta que, en un tiempo relativamente corto, se hace con el control total de la colección. Este tomo constituye una ocasión ideal para empezar a leer al personaje y es, también, un testimonio de las aportaciones del autor a la editorial.

Por la parte que me toca, no puedo ocultar el cariño que tengo a los números recopilados en este tomo. El cruce con Secret Wars II fue un regalo veraniego y su continuación estaba en el tomo recopilatorio en el que la colección española pasaba a bimestral y recibía las andanzas de Thor. Unos números leídos y releídos, en las semanas previas a la realización de la prueba de selectividad. Una sonrisa de las de «parece que fue ayer cuando…» me ha acompañado durante la re-lectura pero, para mi sorpresa, he encontrado -una vez más- unas historias entretenidas que, quizá, habrían tenido más predicamento si hubieran contando con un dibujante con más talento. No obstante, hay que advertir que lo mejor está aún por llegar.

Los tiempos de la cenefa
El número del vigésimo quinto aniversario de Marvel (en su versión moderna).

  Edición original: Marvel Comics – febrero 1985 - enero 1987 Edición España: Panini Comics – junio 2018 Guión: Mike Carlin, Mark Gruenwald Dibujo: Paul Neary, Mike Zeck Entintado: Dennis Janke, Joe Sinnott, Vince Colletta, John Beatty, Josef Rubinstein Color: Ken Feduniewicz, Glynis Oliver Portada: Mike Zeck, John Beatty Precio:…
Guión - 8
Dibujo - 6
Interés - 7.8

7.3

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Carlos padilla
Carlos padilla
Lector
17 septiembre, 2018 9:21

Estoy contigo amigo Luis ,que recuerdos comprar aquellos marvel two in one de forum!este capi tenia un no se qué que me caló hondo y nunca pude olvidar.unos treinta años después puedo empezar a leer esa etapa desde el principio,ordenada y sin cortar!
Es lo más parecido a meterte en una máquina del tiempo!

Carlos padilla
Carlos padilla
Lector
17 septiembre, 2018 9:24

Ah!para aquellos que quieran leer um capi mas clasico pero se atraganten un poco con lee,colan o englehart…esta es su etapa!

Blackman
Blackman
Lector
17 septiembre, 2018 12:06

Yo también recuerdo los Marvel_2-in-1 de Forum, pero para mal. Primero, me sentó fatal que cancelaran la cole de Thor (en plena etapa de Walter Simonson) y me la metieran con El Capi, que no seguía. Encima, casi siempre eran episodio y medio del Capi por uno de Thor cada dos meses, lo que me atacaba los nervios. Además, la cole del Capi en esos primeros números no me gustaba nada: los dibujos me parecían horrorosos, estáticos y poco detallados, y en el guion el Capi soltaba unas parrafadas patrióticas que me exasperaban.

JuliusBCK1
JuliusBCK1
Lector
17 septiembre, 2018 14:35

Me ha parecido un tomo algo tedioso en su primera mitad. Luego parece que mejora algo con todo el tema de azote, sin banderas, etc… ademas el dibujo me ha parecido muy feo y simple.
Espero que la cosa mejore en los proximos tomos.

alienigena100
alienigena100
Lector
17 septiembre, 2018 17:52

Por cierto, recordemos que El Todopoderoso de la Secreto Wars II clonó el cuerpo del Capi por considerarlo un excelente espécimen…Por lo demás, no me gustó que se deshicieran del personaje de Bernie. Ahhh…muy curioso el encuentro «Batman»/Capi.

tronco
tronco
Lector
19 septiembre, 2018 12:48

Me lío con tantas versiones de la colección del Capitán América.

Yo me hice en su día con la Biblioteca Marvel del Capitán América completa.

Luego me he ido comprando los tomos de Marvel Gold del Capitán América.

Ahora sale esto de Marvel Heroes. ¿Se supone que este tomo continúa donde lo ha dejado la colección Marvel Gold?

Un saludo y muchas gracias.