Edición original: Marvel Comics – enero-mayo – 2011
Edición España: Panini Comics – mayo – 2012
Guión: Mark Waid
Dibujo: Jorge Lucas
Entintado: Karl Kesel, Scott Hanna
Color: Frank D´Armata
Portada: Bryan Hitch
Precio: 11 euros (tomo de 120 páginas de la línea 100% Marvel)
La continuidad, a veces más sacrosanta, a veces más choteada, es uno de los temas recurrentes de discusión en el seno de la afición. Tómese como ejemplo la polémica que ha acompañado al relanzamiento orquestado por DC para recuperar el favor de los lectores. Sin embargo, no debe olvidarse que la principal competidora de la anterior también ha desarrollado periódicamente distintas labores de ajuste para conciliar el hecho de que, si bien las aventuras narradas en sus comics acontecen en la actualidad, el universo marveliano en su encarnación actual carga ya con medio siglo de historia a sus espaldas. Así, hemos visto cómo Afganistán sustituyó a Vietnam en el origen del Hombre de Hierro, en tanto que las referencias a la URSS, el bloque del este y los malvadísimos rojos que poblaban algunos de los guiones de Stan Lee se han ido diluyendo en el tiempo, porque después de todo han pasado veinte años desde la caída del muro. Que Marvel no se haya embarcado -¿aún?- en una operación de reseteo quizá venga dada por el hecho de que ha ido haciendo explosiones “controladas” a lo largo de estas cinco décadas. La llegada de las versiones cinematográficas que no eran de serie B también trajo consigo la necesidad / oportunidad de que los tebeos se adaptaran a lo que el público veía en la gran pantalla. Quizá por eso los personajes representativos de las principales franquicias se hayan convertido en arquetipos que no evolucionan y que de unos años para acá van de evento a evento y tiro por que me toca.
En el caso del Capitán América, la longevidad del universo marveliano ha supuesto que su condición de hombre fuera de su tiempo haya sido potenciada mediante un sucesivo engrosamiento del número de años que pasó en animación suspendida, el consecuente alejamiento de los días de su infancia y juventud. Así, en el número 4 de Los Vengadores Stan Lee y Jack Kirby arrojaban al atribulado Steve Rogers a un mundo que le añoraba y a unos años sesenta donde el optimismo inherente a los días de Camelot había sufrido un golpe mortal como consecuencia del magnicidio de Dallas. Ahora, en esta miniserie titulada El hombre fuera del tiempo el buen Capitán ha pasado más de cincuenta años en la nevera y encuentra un país mucho más avanzado en el plano tecnológico pero igualmente anclado en el pasado en lo que a derechos sociales y marginalidad se refiere. En su fuero interno está recién salido de una guerra que para el mundo pasó hace mucho tiempo y, contemplando el aspecto actual de la ciudad en la que vivió se pregunta si realmente se ganó. El conocimiento de la historia de su país durante sus años de sueño forzado le hunde en un estado de profunda decepción y le hace añorar doblemente el pasado perdido y no vivido.
La miniserie recopilada en un nuevo tomo de la colección 100% Marvel viene a ser una versión extendida –y no poco- de la ya mentada cuarta entrega de la colección original de los Vengadores, a la que se añade el relato de la complicada adaptación del Capitán América al mundo que ha contemplado su despertar. En la primera parte se mantiene el esquema del tebeo realizado por Lee y Kirby, bien saturado de teléfonos móviles y con la sustitución del entrañable hombre espárrago por una suerte de extraterrestre de rostro pisciforme. En la segunda vemos cómo Rogers intenta recuperar alguna traza de su pasado y adaptarse al presente, al tiempo que se plantea una posibilidad que de seguro algún que otro lector habrá imaginado a lo largo de estos cincuenta años. El resultado final es un tebeo de actualización que no pasará a la historia ni por su novedad ni por sus aportaciones, pero que puede servir perfectamente para que lectores de nuevo cuño conozcan algo mejor el origen del vengador abanderado.
El equipo responsable de la miniserie incluye unos cuantos nombres ilustres del panorama creativo estadounidense. Para empezar, tenemos a un experto en las lides de recuperar el sabor clásico de los personajes con los que trabaja, Mark Waid, cuya presencia ya es un dato positivo para la parroquia que sigue las aventuras del Capitán América, pues fue el responsable de una breve pero memorable etapa de las mismas a mediados de los noventa. En la parte gráfica tenemos a un competente Jorge Lucas que se ve secundado por dos profesionales del entintado como son Scott Hanna y Karl Kesel, del que ya se ha hablado por aquí a la hora de tratar algunos tebeos ambientados en el pasado marveliano. Las portadas son obra y gracia del británico Bryan Hitch, que fue el responsable de dibujar la “muerte y resurrección” de la versión “ultimatera” del abanderado.
Siendo, para mí, Waid uno de los tres mejores guionistas que ha tenido el abanderado, me parece hasta arriesgado por su parte encargarse de este tipo de miniseries menores.
Supongo que la idea es enganchar a los nostálgicos que piensen que esto va a ser el broche a su gloriosa etapa (que no sé por qué defines como breve, ya que si omites el paréntesis de Heroes Reborn y sumas sus dos etapas, fueron bastantes números), pero las comparaciones van a ser inevitables.
Es como los números que hizo David tras Jones en Hulk o los esporádicos retornos de Johns a Flash, a veces es mejor dejar las cosas como están.
Por eso me temía que este comic me iba a decepcionar y tu reseña me ha terminado de convencer de no pillármelo, Luis. Espero que Waid vuelva a trabajar con Rogers en algún proyecto más interesante que un retcon de su origen.
Sip, a mi me gustó el primer número pero luego la cosa acabó malamente…Esperaba más de Waid que tiene una etapa del Capi, para mi, más atractiva que la de Mr. Brubaker…En fin…
esto.. el capi oyendo radiohead? si, ya, y yo me lo creo…
¿El Capi escuchando Radiohead? ¿Cómo he podido dejar escapar este cómic?
El tebeo tiene un par de cosas que chirrían un poco: lo del Capi escuchando a Radiohead (como signo de su intento de adaptarse a «la moelnidás») puede ser una. Sin embargo, una de las escenas que me ha desagradado es una en la que don Steve tiene una charla con la cuidadora de uno de sus amigos. La chica, inmigrante, viene a decirle que no le importa fregar retretes porque está en América. Siempre repatea un poco ese patrioterismo de todo-a-un-euro que se casca el estadounidense medio, pero viendo que aquello que tienen es aquello a lo que vamos, a veces creo que su sueño es más bien una especie de pesadilla.
«La moelnidás»
Mi nuevo palabro favorito del mes.
Técnicamente son dos palabros.