Capitán Meteoro Vol. 2 Cap. 10: Venus (Parte 1, de 4)

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Por José Antonio Fideu Martínez con ilustraciones de Vicente Cifuentes

Capitán Meteoro, Archivos 9. Notas previas.

Título: “Venus” Parte 1 de 4

“Comprobamos que la popularidad del personaje descendía de manera alarmante, y lo peor no fue eso, sino que a su lado, el Capitán perdía también parte de su fuerza. No sé a quien culpar, pero lo cierto es que, entre todos, convertimos a Marie en un lastre para la serie, un personaje ñoño que limitaba las posibilidades de nuestro protagonista… Así que empezamos a buscar soluciones y un día Joe sugirió, medio en broma medio en serio, que nos la cargáramos. Lo recuerdo como si fuera hoy.

-Yo la mataría si pudiera –Dijo estrangulando una hoja de papel…

Por supuesto, no lo esperaba, pero le tomamos la palabra. Decidí que el personaje de Marie debía morir, y me puse manos a la obra. Escribimos varios bocetos de guión hasta dar con uno que nos pareció bueno. Queríamos, que la pobre tuviera uno de esos finales dramáticos que hoy se estilan tanto, pero que por aquel entonces eran tan raros. Pretendíamos que hiciera un último servicio a la colección, dejando este mundo a lo grande y, a tenor de lo dicho y escrito desde entonces, creo que lo conseguimos… La mayoría de los fans siguen acordándose de ella, y algunos de los arcos argumentales más aclamados en los últimos años, trataban, de alguna forma, de la relación de Meteoro con aquel primer amor…

Luego, otras mujeres llegaron a la vida del Capitán, y con el paso del tiempo, he recapacitado. Ahora pienso que Marie no era un secundario totalmente negativo, tenía sus virtudes, aunque, quizás no supimos explotarlas… De hecho, considero mucho peores a otros personajes femeninos con los que lo emparejamos con los años… Aunque he de reconocer que muerta, gana. Es uno de los zombies más hermosos que hayamos credo, y creo que ha generado más páginas buenas desde el otro mundo de las que habría generado quedándose con el Capitán…”.

El padre del Capitán Meteoro: conversaciones con Vincent F. Martin” de Wallace Earle Stegner. Edit. KWA Books 1975



Querida Marie… Te echo de menos… ¡Te echo tanto de menos que, a veces, no me explico cómo he podido vivir todo este tiempo sin ti! Muchas noches, al irme a dormir, tu sonrisa me viene a la memoria y me siento indigno por no haberte recordado a cada hora del día, a cada instante, por no haberte mantenido continuamente viva en mi memoria durante todos estos años… Me gustaría poder decirte lo mucho que te quise, lo mucho que te sigo queriendo, y como a pesar de todos mis poderes no puedo, uso este diario para simular que lo hago, para calmar un poco esta sed insaciable que me castiga. Juego a estar frente a ti, a pensar que algún día, en algún lugar, podrás recibir estas palabras mías… Me hago viejo, y en vez de olvidarte como sería normal, me acuerdo cada día más de tu sonrisa. Paradojas; puede que no recuerde lo que comí ayer, pero recuerdo perfectamente el sabor de aquella hamburguesa que me invitaste a tomar en nuestra primera cita. Jamás he vuelto a probar alimento tan sabroso: iba condimentada con pura ilusión, con la esperanza infinita que el amor y la juventud colocan en el horizonte de la vida… Por supuesto recuerdo también el sabor de tus labios y de tus pechos, aunque esos los conociera después… Recuerdo cada momento que pasé contigo, todas aquellas noches de verano observando las estrellas en las que me preguntabas por los nombres de los planetas -Venus era tu favorito; un buen lugar para jubilarse, decías-, y las de invierno, cuando nos acurrucábamos en un sofá, frente a la chimenea, cobijados bajo una manta vieja, para ver una película en blanco y negro, compartir lecturas, una copa de vino o, simplemente, hablar y reír…

No quiero mentirte, durante todo este tiempo he estado con otras mujeres y las he amado de verdad… a casi todas ellas. Sabes que siempre que me enamoro lo hago en serio, que soy uno de esos tontos que piensan, cada vez, que terminarán casándose con la chica. Mike Rata se reía continuamente de mí por eso. Me decía que yo estaba convencido de que todas las películas porno terminaban en boda… Contigo fue igual, y yo sé que no me tendrás en cuenta que lo fuera con las demás. De no haber sido por las circunstancias, todavía tú y yo seguiríamos juntos. Estoy convencido… Seguiría con mi primera mujer -tardé diez años en casarme-, si no me hubiera dejado por un prestigioso abogado de Reno, con la segunda de no haberse ido con aquel villano de tres al cuarto que le prometió un reino entero en una isla del Pacífico, y con la tercera, si su planeta no hubiera explotado. Esta última se marchó, guiando a su pueblo a otra galaxia, y yo no pude hacer mucho por evitarlo…

¿Sabes? Hay una chica que me persigue… Parece increíble, a pesar de las canas y los años, pero convertido en Meteoro no me mantengo tan mal. Muchas mujeres, del oficio y ajenas a él, me ven como un galán maduro y atractivo. En realidad sigo casi igual de bien que cuando todo empezó, cuando cayó el cometa. Mantengo una musculatura asombrosa y una cara muy parecida a mi cara de Jerome, pero sin los desperfectos que el tiempo ha ido esculpiendo en mi auténtico rostro… Tengo suerte, no soy un superhombre mutado, ni tengo poderes que puedan repeler a nadie: nada de pelo dónde no debe haber pelo, nada de miembros extra ni de rasgos animales, ni aletas, ni tentáculos, ni piel que quema, ni saliva ácida… nada de eso. Soy uno de los pocos superhombres bendecidos con la apariencia de un actor de cine. Sabes que la fama es un factor importante a la hora de atraer a las mujeres, y el poder también. Yo tengo de sobra de ambos. Espero no sonar demasiado presuntuoso, pero estoy convencido que, aún hoy, la mitad de las mujeres del país sueñan todavía con pasar una velada romántica conmigo…

Estamos conociéndonos, y la verdad es que me da más miedo que el Gusano Eléctrico, Hiroshima, y Zhortan El Neganauta juntos… Es muy guapa… y joven. Me pongo nervioso cuando me habla. Si lo racionalizo, me pregunto si estoy dispuesto a pasar por esto del amor otra vez -cuando se acaba duele mucho-, pero luego me encuentro con ella y me olvido de todo, de cualquiera de los razonamientos lógicos que hice la noche anterior. Por un momento creo que, una vez más, podría ser posible. La razón construye torres, en apariencia sólidas, que se tornan de arena frente al asalto de los sentimientos… Se parece a ti, tiene tu misma naricilla y tu misma sonrisa.

Perdóname por contártelo así, con esta franqueza. Mucha gente se extrañaría. Sé que resulta raro: hablo con una mujer, le digo que la amo, e inmediatamente después me pongo a alardear como un necio de mis conquistas más recientes… Bueno, en realidad me da igual que nadie más lo comprenda. Nosotros sabemos que nuestro caso es diferente y con eso me basta. Yo querría lo mejor para ti si tú estuvieras a este otro lado, desearía que encontraras un hombre bueno que te cuidara y te hiciera feliz, y sé que tú piensas igual. Una vez liberado de los egoísmos de la materia, un espíritu puro como el tuyo, que ha amado de verdad, no puede desear más que el bien del otro. Lo importante es que el amor que nos tuvimos permanece ahí, nunca desaparecerá. Es una perla de dicha que se mantiene protegida en mi memoria. La observo de vez en cuando, me emociono con su hermosura y su sencilla perfección natural, y luego la vuelvo a guardar. Doy gracias por haberla recibido. Es mi tesoro, uno que nunca compartiré con nadie, y aunque consiguiera joyas nuevas, siempre volvería a admirarlo.

Verás, hacía años que no me fijaba en ninguna mujer. Había llegado a pensar que la vejez me había imposibilitado también para eso. La última aventura que tuve resultó un fracaso total. Soy un hombre chapado a la antigua con demasiadas manías. La chica decía quererme y quizás hasta era sincera, pero yo le di de lado… por una palabra. Ya ves, me he vuelto un cascarrabias, un sibarita del amor, capaz de despreciar a una mujer preciosa por no usar el sustantivo adecuado en el momento preciso. Desde que lo dejamos he pensado muchas veces en aquella historia, en aquella muchacha, y en demasiadas ocasiones he llegado a la conclusión de que quizás fui excesivamente severo, excesivamente exigente… Me comporté como un viejo amargado.

Déjame que te cuente: La primera vez que la vi estaba yo sentado en la cornisa de Sieguel-Shuster con las piernas colgando como un quinceañero. Habíamos formado tertulia porque la noche era tranquila. Recuerdo que el Cazador Escarlata estaba de ronda y cuando es él el que está de guardia, las noches suelen ser más calmadas. Los maleantes saben bien con quién se juegan los cuartos y marcan con bolígrafo rojo en el calendario el día en el que mi colega de la capucha sale de caza… Habíamos abierto fuego comentando las andanzas del Íncubo. Todos los periódicos hablaban de él y de la denuncia que la mujer de un senador de Iowa le había puesto. Discutíamos si, a pesar de su peculiar manera de ganarse la vida, se le podía considerar, en realidad, un villano. Nunca había usado la fuerza contra nadie; tenía un poder extraño que provocaba la inmediata seducción de sus víctimas, todas las mujeres terminaran perdidamente enamoradas de él. Técnicamente hablando, todo lo que se había llevado de las casas de esas aburridas damas ricas, había sido regalado o donado a cambio de buena compañía… Lógicamente, una cosa nos llevó a la otra y no tardamos en terminar hablando de mujeres. Es bastante normal, un cincuenta por ciento de nuestras conversaciones, en ausencia de féminas, tratan sobre ellas. Cuando hace calor, ese porcentaje aumenta hasta el sesenta o el setenta, y si se habla del Íncubo, seguramente sube hasta el cien por cien. Son conversaciones inofensivas, la mayoría de las veces humorísticas y casi siempre utópicas. Repasamos, sobre todo, anatomías y uniformes, y fabulamos con improbables encuentros sexuales que jamás reconoceríamos en su presencia. Los tíos somos así de tontos… Luego, cuando una de las mujeres aparece, cambiamos rápidamente de tema, nos hacemos los dignos y nos ponemos a comentar el último gran combate del siglo como si se tratara de la final de la Super-Bowl. Las incluimos en la conversación como incluiríamos a cualquiera que pasara por allí y fingimos no darnos cuenta de que pertenecemos a sexos diferentes. La mayoría de mis compañeras me pondrían en su lista de archienemigos favoritos si me escucharan hablar así. No creas que no las valoramos, tanto como a cualquiera del equipo masculino -a algunas, más-, lo que pasa es que, a estas alturas ya no me debo a nada ni a nadie. No adopto poses políticamente correctas por convención. Soy sincero y trato siempre de expresarme con sinceridad, sin herir a nadie… todavía más contigo.

-Esa tía me pone el zompo loco –dijo Mike dando un salto. Sobreactuando como un actor de telenovela se lanzó al vacío haciendo ademán de suicidarse. En el último momento tuvo tiempo de agarrarse con la cola a la pata de una de las gárgolas, que nos escuchaba aburrida. Dando un giro perfecto regresó a la seguridad de la terraza…

-Eres un poeta admirable, Mike, aunque quizás demasiado exquisito para mi gusto -dijo sonriendo Conan-. Podías haber usado una expresión vulgar. Podrías haber dicho que te vuelves loco por meterle los pelillos o por echarle el grumo o por pinchártela, y en vez de usar una de estas expresiones tan zafias, has preferido referirte a una relación amorosa con ella, diciendo que te pone el zompo loco. Has usado una metáfora admirable….

-¡Joder, Cornelius! Escucharte haciendo el amor tiene que ser una experiencia sublime… pero, una de dos, o estas haciéndote el digno, o tu mujer tiene que estar más aburrida que una puta en un convento…

-No le hagas caso –dijo La Exclamación-. Va de cultureta, pero puesto en faena, seguro que se le suelta la lengua como a todo hijo de vecino…

-Sí –apostilló Comando Gamma-. Éste parece que no ha roto un plato en su vida, pero seguro que de vez en cuando se le escapa un azotazo cariñoso y algún taco… Eres humano Conan…

-Bueno, ¿y si no es así? ¿Y si yo estoy civilizado y vosotros no…?

-Pues en ese caso, tú te lo pierdes –dijo Mike señalándolo con la cola.

-Lógicamente, el tener dos rabos, una de ellos de metro y medio, afecta a tu funcionamiento hormonal. Quizás por eso te has convertido en un viejo verde y yo no –contestó sonriendo Conan Wild.

-Dicen que los dos le miden más o menos lo mismo –apostillé-. Las dos colas, me refiero.

-Anda, cerrad el pico, envidiosos. Ya me diréis cuando veáis a esa tía… No voy a ser yo el único con el zompo loco por el barrio…

Todos nos echamos a reír casi a la vez. Mike Rata es uno de esos tipos con gracia natural, capaz de sacarte una sonrisa en el entierro de tu madre…

-¿Está tan bien? –pregunté cuando la cosa se calmó-. ¿Mejor que la Guardiana Lunar…? Dice Dragón sombra que es una de las más guapas que ha visto por aquí en años…

-Dímelo tú mismo, Capi. Por allí llega…

He de reconocer que me impresionó ya desde esa primera vez. Apareció volando acompañada por la Nueva Antorcha y por Ámbar, remontándose sobre la línea del cielo como si la oscuridad estrellada fuera un océano y ella una sirena criada en él. Los rumores eran ciertos; la admiración de Mike merecida. Se desconocía su origen, ella misma lo ignoraba, pero todos admitían una supuesta procedencia alienígena nada más verla. Era tan perfecta, que una explicación más vulgar resultaba inconcebible. Vestía una armadura de placas de metal azulado, muy brillante, que parecía diseñada por un enemigo, apenas le protegía el torso y los hombros, dejando más pecho al aire del que cubría. Iba casi desnuda, una cota exigua, del mismo color, se atrevía a aparecer bajo la coraza, tapando huecos de manera muy tímida, apenas cubriendo la mitad inferior de su espalda. Llevaba unas botas del mismo metal que le subían por encima de la rodilla realzando la forma de sus piernas, subrayando la desnudez de sus muslos. Normalmente los recién llegados acuden a la cornisa del Shieguel-Shuster a presentar sus respetos a los veteranos y en su primera visita, casi todos, hombres o mujeres, se muestran tímidos y precavidos. La mayoría de las veces nos miran como si mirasen estatuas y apenas se atreven a hablar. En su caso fue diferente. No diré que se mostrara impertinente ni demasiado atrevida, supo llegar, aterrizar con una sonrisa e introducirse en la conversación de manera afable. La Antorcha la presentó, nos saludó uno a uno, y luego, esperó un rato hasta encontrar su oportunidad. Cuando se atrevió a hablar, lo hizo de manera inteligente. Su comentario resultó simpático y bastante acertado, una respuesta segura pero medida, que no se me antojó demasiado descarada ni demasiado forzada… Me pareció que se comportaba como si llevara años acudiendo a nuestras reuniones, una amiga que acabara de regresar después de varios meses de ausencia. Nos miramos y ya entonces sentí cierta tensión, un roce, que sin ser tal, me puso la piel de gallina. Se hacía llamar Anat, como la diosa caldea de la guerra y la fertilidad…

El sexo entre superhéroes merecería un estudio pormenorizado, mucho más extenso que el que yo pueda hacer en este modesto escrito. Quizás Rafael Kosgüorz se anime a escribirlo algún día. Los superhombres somos seres muy extraños en la mayoría de los casos. La mayor parte de nosotros sufrimos en silencio las consecuencias de poseer dones que nos alejan del resto de la condición humana. Ser radiactivo, tener fuerza suficiente para demoler una montaña de una patada o lanzar fuego por los ojos, son habilidades muy llamativas vistas desde fuera, pero es diferente vivir con ellas a diario… muy diferente. Como te he dicho, creo que yo soy un privilegiado en ese sentido, y sin embargo, a veces incluso a mí me cuesta trabajo convivir con mis propias particularidades. Imagino lo difícil que debe resultar tener una piel de piedra, de madera o de acero orgánico, ser de cuarzo o de coral, tener por corazón un reactor atómico, un motor de vapor o un agujero negro… Un poder puede resultar muy vistoso en las fotos de prensa, parecer brillante y espectacular en los avances de noticias, pero lo malo es que una vez apagados los focos, sigue ahí, acompañándonos en la oscuridad, haciendo guardia a nuestro lado incluso en los momentos de mayor soledad. Hay muchos de nosotros que se encuentran, simplemente, inhabilitados para el contacto con los demás, por supuesto también incapacitados para el contacto amoroso. Sería complicado definir cualquier superpoder sin utilizar términos médicos. La mayoría de ellos son aberraciones que no han resultado mortales por un capricho del destino. Se muestran siempre los resultados satisfactorios de los experimentos, pero nueve de cada diez, dan como resultado fracasos horribles, hombres deformados, horriblemente transformados, sin posibilidad de cura, que mueren a los pocos días de ser concebidos. De los que sobreviven, sólo un pequeño porcentaje termina siendo útil a la sociedad. La mayoría de los que acaban convertidos en monstruos no pueden soportarlo y pasan a formar parte de la, cada vez más extensa, nómina de villanos. En muchos casos, me resulta extremadamente difícil reprocharles ese alineamiento al margen de las leyes de lo convencional. Piensa en cómo te comportarías tú si tu boca se transformara en un manojo de tentáculos babeantes, si te atreverías a dar un beso, y lo que sentirías al ver a los demás gozando de ellos por la calle, en los parques, en los anuncios de televisión, en las películas de cine… Si de repente fueras consciente de que un abrazo tuyo tiene la capacidad de derretir a tus seres más queridos, si tus manos fueran enormes tenazas de cangrejo o si tu aparato reproductor se transformara en un apéndice verde de forma extraña, terminado en una glándula venenosa, puede que dejaras de considerarte humana, y por consiguiente, es probable que dejaras de sentir respeto por las leyes de los hombres… Nosotros, los que tenemos suerte, los superhéroes luminosos, ayudamos sin darnos cuenta a perpetuar esta imagen falsa de lo que significa tener poderes… Es cierto que no siempre son una maldición, pero, desde luego, cambian la vida del que los recibe, de forma radical, en todos los casos. Tomando el mejor de los supuestos, ignorando transformaciones anatómicas que hacen imposible el contacto carnal, la más mínima variación en la rutina habitual de la existencia natural del ser humano, ya complica el hecho de amar a cualquier superhombre. Incluso aquellos de nosotros que tenemos la posibilidad de mantener relaciones sexuales al estilo tradicional, nos vemos condicionados por factores como la dedicación nocturna a nuestro segundo trabajo, la necesidad de mantener nuestra verdadera vida en secreto, la presencia de enemigos deseosos de introducirse en nuestra casa para atacarnos desde dentro, o la lógica preocupación ante la posibilidad de que un encuentro amoroso se convierta en algo más, madure en un amor mucho más pertinaz y ello termine trastocando nuestra misión de salvaguarda y servicio social.

La gente se escandalizaría de saber esto que te cuento. Lo cierto es que, de salir a la luz, los detalles de las relaciones sexuales entre seres con poderes, terminarían molestando a un porcentaje de público demasiado elevado. Por eso existe una especie de acuerdo tácito entre nosotros para no tocar el tema. La gente piensa en esto también muy a menudo, estoy seguro, pero no se atreven a preguntar, muestran un falso recato y miran hacia otro lado ignorando la cuestión. ¿Quién no se imaginaría una noche de pasión entre Harén, capaz de desdoblar su cuerpo creando multitud de duplicados de sí misma, y su amante el Jugador? ¿Quién no pensó en silencio en los detalles del amor entre La Guardiana Lunar y el Centauri, con anatomías y formas de pensamiento tan diferentes una de la otra? Ella es humana y él un alienígena llegado desde un sistema solar vecino. Todos nos imaginamos una noche de sexo con protagonistas como La Soñadora y su marido, el androide Terminus, o una con Nereida la sirena y su consorte el Abisal, o una con Cronux y su hermana Crónula, ambos atados a las costumbres de una realidad alternativa en la que las familias, clanes enteros, se forman replicando un mismo individuo miles de veces. Yo mismo me he preguntado en infinidad de ocasiones cómo se las apañarían en la cama El Titán Negro y su amante, la actriz Elsa Angel, teniendo en cuenta que él es el doble de grande que ella, que pesa casi trescientos kilos y que es capaz de agujerear una cámara acorazada de un puñetazo. Me pregunto si Tabaki, el Sabueso y Mike Rata, por nombrar a tres de los más populares hombres bestia, sentirían cierta atracción por hembras de especies animales, de igual manera que la sentían por hembras humanas, y si Eva, La Mujer de Barro, utiliza sus dones metamórficos para su propia satisfacción sexual y el recreo de sus amantes. ¿Qué ocurrirá con los telépatas? Ser capaz de escuchar los pensamientos de una amante puede ser muy útil en la cama, pero, estoy seguro de que en ocasiones también ha de resultar muy frustrante… Es lógico hacerse estas preguntas, no creo que sea algo malsano pensar en ello. Imagino que yo me las hago de igual manera que el resto de la gente se interrogará sobre mi vida amorosa…

La demostración de que existe un alto grado de interés en estas cuestiones es la siguiente: a partir de los años ochenta comenzaron a circular por el mercado negro ciertas cintas de carácter pornográfico que mostraban escenas de sexo explícito ente seres dotados de poderes. Hoy en día, aunque están prohibidas, son cada vez más populares. Cuenta la leyenda que las primeras copias fueron distribuidas por un villano, muchos dicen que el padre de la idea fue el Doctor Incógnita, y es muy probable que esta opinión general sea correcta y que realmente fuera él el autor de la fechoría. En aquella primera cinta se veía al Segundo Patriota haciendo el amor de manera salvaje con La Chica de Titanio. Ambos eran prácticamente inmunes al dolor y por consiguiente, también al placer. Aquellos cuerpos blindados tan útiles en batalla, habían recluido sus espíritus en cárceles vivientes, convirtiéndolos en algo parecido a autistas, a los que les costaba cada vez más trabajo obtener cualquier sensación placentera procedente del mundo exterior. Nosotros sabíamos aquello, pero un hombre normal que viera esas grabaciones las entendería de otra forma… o lo que es peor, no las entendería. Era lógico que aquellos dos forzaran la máquina para hacerse sentir vivos. Se abrazaban con fuerza, se zarandeaban con violencia, terminaban incluso rompiendo los muebles, proporcionando sin saberlo un espectáculo asombroso de sexo febril, gritos y golpes, demasiado parecido a una función sadomasoquista de lo que ambos hubieran querido. Cuando aquella cinta salió a la luz, se terminó la carrera del Patriota, y a ella dejaron de llamarla chica… Pocos días después, el cuerpo desangrado del Doctor apareció flotando en el río con tres o cuatro orificios más de los que tenía al nacer, y casi todos –a los superhéroes, me refiero-, se negaron a buscar al culpable. La policía abrió una investigación sin obtener demasiados resultados y el caso terminó archivado al poco tiempo. Creo que Conan Wild buscó por su cuenta al asesino, se hizo muchos enemigos por aquello y, conociéndolo, estoy seguro de que termino encontrándolo. La mandíbula rota el día en que el Patriota anunció a la prensa que abandonaba el negocio, y la presencia vigilante de mi amigo Conan, en segundo plano, en todas las fotos, me hacen estar casi seguro de que dio con él…

Se estableció con aquel asunto un precedente muy claro, en el que se explicaba con descaro el coste que tendría rebuscar en la basura de los superhombres. Es triste reconocerlo, pero creo que la muerte de Incógnita sirvió para eso. Desde entonces, los que han querido entretenerse viendo follar a monstruos de todo tipo, han podido hacerlo, hay casi tantas grabaciones de gente con poderes practicando sexo como de gente sin ellos, pero lo cierto es que son muy raros los documentos de esta naturaleza en los que los protagonistas son superhéroes conocidos. Hoy este tipo de películas abundan, se han convertido en un subgénero de cine erótico muy buscado por los pornógrafos. Las llaman “Ultrapolvos” y algunos, como “Las Guarras Secretas”, “La Orgía Criy-Escrubb”, “El Condón del infinito”, “La Polla Asesina”, y la series del “Incansable” o “El Hombre Ladilla”, son bastante populares, títulos que reconocería cualquier americano, por poco interesado que se encuentre en el género. Hasta hace muy poco, los que participan en ellas solían ser desconocidos con ciertos dones de carácter menor, mutantes sin complejos, restos de laboratorio, drogadictos y alguna que otra vieja gloria sin más posibilidad de ganarse la vida. Últimamente, entre la comunidad mutante, el hacer grabaciones de este tipo se está convirtiendo en moda. Muchos afirman hacerlo para expresar así su singularidad, como forma de protesta, para enseñar al mundo que la diferencia es bella. Los mutantes comienzan a formar una cultura paralela a las leyes y costumbres tradicionales, y ésta parece ser una de sus fuentes de expresión más populares… De cualquier manera, estoy convencido de que, si no fuera un negocio tan lucrativo, serían muchos menos los que se prestarían para manifestar su originalidad sexual y genética ante una cámara.

Yo, por mi parte, he sido siempre muy precavido en este sentido. Tú ya me conoces, en cuestiones amatorias soy bastante clásico, y aunque entiendo que sexo y amor no tienen por qué ir siempre de la mano y aplaudo a las personas que tienen la valentía de separarlos gozando plenamente de ambos, yo sigo siendo un viejo romántico, de los que no se van a la cama con la chica en la primera cita. Sigo disfrutando mucho más cuando mezclo el sudor y la saliva con cariño…

El caso es que con Anat, pensé que la cosa funcionaría mejor, que llegaríamos a amarnos de verdad y que podría descansar por fin a su lado. No te olvidaría, desde luego, pero al menos, su compañía y su cariño ayudarían a mitigar este dolor que siento. No creas que fui deshonesto con ella, a pesar de seguir teniéndote en mente, creo que el amor es la materia más flexible que existe, que se puede extender a padres, hermanos, hijos, amantes y amigos, y repartirse con sinceridad entre todos ellos. Creo que el mismo espíritu puede contener suficiente para un primer enamoramiento de niñez y para una última pasión de vejez, sin escatimar cariño con ninguno de los dos.

Nada más vernos saltó una chispa entre nosotros y no me quedó más remedio que bajar la mirada. La atracción fue inmediata y el entendimiento rápido y mutuo. A veces me ocurre: al ver a una chica hermosa me imagino cómo sería mi historia de amor con ella. Por un tiempo, a veces días, caigo presa de un enamoramiento de laboratorio, mi imaginación se dedica a realizar simulaciones de nuestros encuentros, de nuestras conversaciones, de nuestra vida juntos… En la mayoría de las ocasiones, estas aventuras se disuelven con el tiempo sin dar más explicaciones. La chica baja del autobús y desaparece para siempre, o me presenta a su novio, o deja de trabajar en la tienda de la esquina, o habla y compruebo que sus ideas me parecen despreciables. Yo ya no corro a buscarlas, ni me muevo en absoluto, estoy muy mayor para eso. La cordura regresa a mi corazón casi inmediatamente y entiendo de repente lo ridículo que ha resultado, siquiera, haber pensado en ello. Si acaso, sonrío divertido, y sigo con mi vida, mi monótona y gloriosa vida de superhéroe. En aquella ocasión, sin embargo fue distinto. Nada más verla supe que había establecido contacto con un espíritu gemelo, ávido como yo por disponer un acercamiento mucho más estrecho, que nos sentíamos atraídos el uno hacia el otro. Puede que fuera por su manera de mirarme, o por alguno de sus movimientos, no lo sé con seguridad. Lo que sí sé es que el cerebro humano, al fin y al cabo un cerebro de animal, es capaz de descifrar pequeñas pistas ocultas en los gestos del otro, que te avisan de la posibilidad de seguir avanzando en la carrera del apareamiento. Hasta el último de los allí presentes quedó sorprendido por su belleza, pero creo que, de todos los que la conocimos aquella noche en la azotea, yo fui el único que regresó a su casa con un nudo en el estómago y su foto pegada en la memoria. No pude olvidarme de ella en toda la noche, ni al día siguiente, ni a la semana siguiente. Intentaba que no se notase por pudor, no me parecía decoroso caer prendidamente enamorado, a mis años, de una muchacha a la que triplicaba la edad y a la que acababa de conocer, pero siempre estaba atento a noticias sobre ella, me acercaba a los grupos que contaban sus primeras aventuras en la ciudad, y secretamente, trataba de propiciar situaciones en las que pudiéramos encontrarnos a solas… Al final lo conseguí. Nos juntamos un par de veces en la azotea del Sieguel-Shuster, creo que nos vimos otra en la casa de Wild, y una cuarta en una fiesta de la Guardia Solar. Yo no soy demasiado amigo de reuniones sociales, con los años cada vez me vuelvo más huraño, pero al saber que ella acudiría, reservé una entrada encantado… Pasamos casi todo el tiempo hablando en un rincón y bebiendo en soledad, rodeados de seres asombrosos que cantaban, reían y bebían, sin prestarnos demasiada atención. Hablamos de vernos al día siguiente, y unas horas después nos enfrentamos juntos al Taladrador. No nos duró mucho, lo utilizamos como excusa para pasar el resto de la noche juntos, y tratamos de no hacerle demasiado daño. Recuerdo que desde la comisaría central, tras entregarlo a la custodia de Stoddard, saltamos hasta la estratosfera, y que no nos detuvimos hasta que el mundo se volvió insignificante a nuestros pies. Allí suspendimos, continuamos charlando un buen rato. En ese momento ya sabíamos que acabaríamos haciendo el amor muy pronto, pero por timidez, quizás por miedo a estropear aquel prolegómeno mágico, no nos besamos hasta la noche siguiente. Terminamos viendo amanecer desde la luna, y luego nos separamos deseando que el tiempo transcurriera lo más rápidamente posible.

A la noche siguiente nos vimos de nuevo. Aquel día estaba de ronda El Halcón de Hierro, y la cosa parecía tranquila. Por si acaso, me aseguré de que la Guardia Solar estuviera también disponible al otro lado del teléfono. No quería que nos molestasen…

La primera vez que hicimos el amor nos encontrábamos a casi cien mil metros de altura, y no hablo de manera figurada. Volvimos a ascender y nos besamos por primera vez en la primera capa de fosforescencia, al poco de entrar en la ionosfera, rodeados de átomos de oxígeno e hidrógeno que al unirse celebraban nuestro encuentro reestructurándose en forma de moléculas: la luz solar les prendía fuego, ionizándolas y convirtiendo el cielo en una marea de colores que subía y bajaba a nuestro alrededor. Con el aumento de calor de la termosfera subió también el termómetro de nuestro deseo. Soy inmune al daño por exposición a temperaturas extremas, sólo cotas cercanas al cero absoluto o el calor del corazón de una estrella, pueden dañarme. Ella, me confesó, generaba un tipo de radiación desconocido, difícil de contener en su interior, que habría matado a un hombre normal de haberse derramado sobre él. Por primera vez en años, se dejó llevar, y yo acepté sus caricias y el fulgor procedente de sus células híbridas como si de una ducha refrescante se tratara. Fue despojándose de las piezas de su armadura sin ninguna prisa, dejándolas flotar a su alrededor, y yo hice desaparecer mi ropa con sólo desearlo; con los años he llegado a dominar mis poderes hasta ese punto… Pronto ambos flotamos totalmente desnudos, acariciándonos con fruición, recreándonos en cada roce, besándonos con pasión… Nada en su anatomía, si exceptuamos el azul profundísimo de sus ojos y de su pelo, señalaba su herencia alienígena. En realidad me pareció la representación perfecta de la mujer: músculos ligeramente marcados que apenas disimulaban su potencia bajo una capa de piel de terciopelo, una cantidad de carne que en ninguna otra me pareció tan justa, abundante en los pechos y en las caderas sin resultar excesiva, con curvas perfectamente definidas en toda su anatomía. Un rostro casi perfecto, como esculpido por un dios, y proporcionado, de labios carnosos, nariz moderada y mirada abisal… Sus besos me supieron a maná celestial; después de varios años de sequía -mi vida se había convertido en un desierto de amor-, cada uno supuso un sorbo de vida y entusiasmo que bebí deleitándome. Luego, hastiados de ese placer liviano, pero deseando más, pasamos a mayores. Fue entonces cuando ella cerró los ojos y sin dejar de abrazarme se rindió al placer del coito. Sentada sobre mis muslos me ofreció su vientre cálido y yo lo tomé. En ese instante fuimos uno sólo. Su cuerpo entero tembló y ambos nos abandonamos juntos al frenesí de la fornicación… Una explosión de energía azul, repentina y poderosa, pudo ser observada desde el suelo, a muchos kilómetros de distancia.

-Meteoro –me dijo al oído-. Eres todo cuanto he deseado…

Esa misma noche volvimos a hacer el amor otras tres veces. Parábamos para reírnos, para hablar un rato, jugueteando sin parar. Viajábamos por el cielo de la mano, buscando un nuevo lecho, otro lugar que nos pareciera adecuado, y luego volvíamos a entregarnos a la pasión como dos insensatos adolescentes. La arena de una playa en el caribe, un cálido lago en medio de una selva en Brasil y la tranquilidad del fondo oceánico, fueron los lugares que elegimos después. Tener la energía del universo respaldándote, en estas cuestiones como en otras muchas, resulta bastante tranquilizador. Como he dicho antes, lo de tener superpoderes no siempre es malo…

Poco antes del amanecer regresé a mi casa. Nos separamos prometiendo volver a vernos al día siguiente. ¿Sabes?, llegué contento, eufórico es la palabra más adecuada, y sin embargo, al poco de cerrar la puerta de mi habitación, ocurrió algo que me sacó de un tirón de esa espiral de entusiasmo en la que me hallaba perdido. Actué igual que lo he hecho en cientos de ocasiones, esta parte no haría falta que te la recordase porque la has vivido a mi lado, la conoces perfectamente. Ya en la soledad de mi laboratorio, tras asegurarme de que nadie me ha seguido, apago los últimos cacharros que todavía funcionan, el detector de inteligencias avanzadas, el localizador Hansen, los escudos de fuerza, el sistema de cámaras de vigilancia y tres o cuatro aparatos más que dejo al cuidado de la casa cuando salgo. El avisador de alarma de la Guardia Solar y una computadora que rastrea los canales de la policía en busca de noticias preocupantes, se quedan siempre encendidos. Luego, aunque ahora sé que no haría falta, digo las palabras, las mismas sílabas que llevo repitiendo durante más de medio siglo para atraer a mi cuerpo la energía del cosmos, y de la misma manera en que llega, el poder me abandona. Vuelvo a ser Jerome, el sencillo y débil Jerome, caminando con las primeras luces de la mañana hacia mi dormitorio con el pijama puesto. Suelo dormir unas horas cuando llego… Aquel día no pude… Entré en mi cuarto y me dirigí al baño. Ya lo sabes, tengo la costumbre de lavarme los dientes, siempre, antes de irme a la cama, aunque no estoy seguro de necesitar verdaderamente el cepillado. Es una rutina, otra más de las que mantengo en un intento por seguir unido a mi yo real, a mi parte más humana y, aunque parezca increíble, a mi pasado. Cuando estábamos juntos aprovechaba este rato para contarte lo que había hecho, contra quién había luchado o cómo había salvado el mundo aquella noche. ¿Te acuerdas? Entonces intentaba llegar siempre a casa un poco antes.

Verás, estaba yo apoyado en el lavabo, con la boca llena de espuma y el cepillo en la mano, empezando a enjuagarme, cuando mi mirada y la del viejo del espejo se encontraron por un instante. Me vi reflejado, y una mano invisible tiró de mi rostro, de manera que, aunque lo intenté, ya no pude evitar mirarme fijamente. Quedé preso de una suerte de hechizo malvado que me impidió escapar de la realidad. Ya te lo he dicho, he envejecido muy bien, debería parecer un arrugado cadáver andante de noventa años y apenas aparento unos sesenta. Creo que el poder de Meteoro ha evitado que me desgaste más rápidamente, y sin embargo al tiempo no se le puede engañar. Tarde o temprano te atrapa… Allí, en la soledad de mi cuarto de baño, me di cuenta de demasiadas cosas. La emoción del enamoramiento fue suplantada repentinamente por una tristeza profundísima que oprimió mi alma hasta dejarme sin aliento. Soy viejo, mi yo verdadero es viejo, y ella me había llamado Meteoro, siempre Meteoro, nunca Jerome…

Frente al espejo todos los recuerdos regresaron de golpe. Sólo entonces pude bajar la mirada, aunque todavía no se me permitió descansar, no creas; no se me concedería piedad con tanta facilidad. Puede que inconscientemente me estuviera castigando a mí mismo. Creo que todavía algo en mi interior me culpaba por lo que pasó contigo hace tantos años, reprochándome aquella noche de pasión que acababa de disfrutar. De un tirón regresé a mi juventud, al tiempo que pasamos juntos, y toda nuestra felicidad pasó por delante de mí en un instante. Dicen que cuando estás a punto de morir pasa eso, que las imágenes de tu vida se suceden una detrás de otra, de manera muy rápida, como en una película. Yo no me encontraba al borde de la muerte, desde luego, pero te juro que me ocurrió algo parecido. En un abrir y cerrar de ojos llegué al momento en el que tú y yo nos separamos para siempre. Volví a sentir el frío y el vacío del espacio profundo. Volví a sentir tu último beso. La imagen de tus labios, aquellos hermosos labios que ya empezaban a tornarse liliáceos por el frío, oscureció el resto del universo a mi alrededor. En ese preciso momento, sólo existió tu boca, tu boca de nuevo, intentando inútilmente romper el silencio del vacío sideral. Como ocurriera entonces, esta vez tampoco pude escuchar nada… Sólo los vi moverse. No hizo falta el sonido. Supe perfectamente cuales fueron tus últimas palabras.

-Te quiero, Jerome –me dijiste antes de explotar.

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José Torralba
1 diciembre, 2009 8:50

Lógico José Antonio… tras la épica de la saga anterior lo que Meteoro pedía era una historia intimista; una historia que no rivalizara con unos capítulos insuperables y que ofreciera algo distinto. Y como siempre has tenido éxito: nos ofreces aquí una trama preciosa, que no artificialmente edulcorada, al tiempo que ofreces un panorama diverso y completo sobre uno de los temas menos explorados en el mundo superheroico (Alan Moore y su excepcional Ritos de primavera aparte).

Y, como ya es habitual, no niegas diferentes lecturas y sugieres muchos subtextos secundarios: el lastre que supone para el tebeo superheroico el compromiso amoroso férreo (especialmente con unos personajes que se niegan a crecer y con un fandom que reverencia el statu quo), la pérdida de interés de las tramas amorosas cuando se pierde la tensión sexual inherente a la indefinición de las relaciones (que se lo digan a Luz de Luna) o la existencia en la vida de todo superhéroe con altos valores morales de una relación amorosa primigenia no próspera o con final trágico (de Lana Lang a Gwen Stacy).

Todo ello, sumado al anhelo de ser siempre amados por como somos y no por como nos mostramos (esa dualidad Jerome/Meteoro, cada día más parecida a una suerte de Jekyll/Hyde bondadoso con personalidades bien avenidas, y que siempre dejas muy indefinida en cuanto su naturaleza y funcionamiento). Lo dicho… una delicia calma que nos ofrece un respiro frente a la tensión vivida en la saga Tunguska, Las Vegas y que, además, demuestra tu versatilidad. ¡Hasta la semana que viene!

Némesis
Némesis
1 diciembre, 2009 13:16

Fideu,

Gracias por abordar un tema que, como muy bien dices, siempre se ha preferido dejar de lado aunque todos lo hayan tenido en mente en un momento u otro. Junto a una aproximación valiente y directa, que no soez, has narrado una suerte de relato coral en el que todos sus personajes hablan a través del escrito de Meteoro. Eso sí, no se puede negar que Conan Wild tiene su propio estilo incluso para hablar de estos temas.

Coincido con Torralba en que después de la impresionante saga anterior ahora se imponía un relato intimista que se centrase en aspectos menos conocidos de la condición superheroica. Así, ante los motivos del corazón ni siquiera la resistencia extrema al dolor o la superfuerza pueden hacer frente como nos recuerda Meteoro: «La razón construye torres, en apariencia sólidas, que se tornan de arena frente al asalto de los sentimientos…«.

Un abrazo para los autores y para todos los amigos lectores del Capitán Meteoro.

Mickel
1 diciembre, 2009 15:11

Un tema apropiado, intimista e interesante.

Primero, es bueno ver retomadas las conversaciones en el Siegel-Shuster.

Lo que sea que haya pasado con Marie debe haber sido dramatico y me deja queriendo saber mas.

Pero lo que no se me quita de la cabeza, ademas del tipico shock de la dualidad Meteoro/Jerome, es la historia del Segundo Patriota y la Chica de Titanio. Eran immunes al dolor y por lo tanto al placer… ¿es ese el precio de la invulnerabilidad?

Esperaremos ansiosamente al proximo martes para saber mas!

gurguik
gurguik
1 diciembre, 2009 19:05

Muy bueno, si señor cada vez mejor!!!

Ailegor
Ailegor
1 diciembre, 2009 22:01

Qué chulo!!! Nunca había pensado en las dificultades que pueden tener los superhéroes en algo tan sencillo como es enamorarse… Y la verdad es que es cierto: tener tentáculo no debe ser muy agradable a la hora de dar un beso.
Me ha gustado mucho porque dentro de la ficción, es totalmente real.
Un saludillo a todos los zonanegativa lectores.

Fideu
Fideu
1 diciembre, 2009 22:11

Hola neganautas:
Una semana más, seguimos aquí (al menos seguís mis más fieles: José, Némesis, Mickel, Ailegor, Gurguik… Sois mi Guardia Solar…) y no puedo hacer otra cosa más que agradecéroslo…
Bueno, hemos cambiado de tercio… por ahora. En realidad pronto llegarán las aventuras de nuevo, e intercaladas con estas, mis reflexiones sobre el sexo y el amor en un mundo con superhombres. En estos cuatro capítulos traté de explorar el tema, mirándolo desde varios puntos de vista (desde el del amor puro, desde el del sexo y las posibilidades amatorias que los superpoderes proporcionarían en este sentido, desde el del amor o el sexo como fuerza poderosa capaz de hacer el mal o el mayor bien…). Ya lo ireis viendo. Hoy a tocado un repaso general al mundo superheróico y a las relaciones amorosas, pero pronto llegarán también los villanos… No lo dudéis.
Y como telón de fondo la historia de Marie, la primera novia del
Capi…
Bueno, un saludo y buenas noches.
Nos leemos la semana que viene… Mientras tanto, haced el amor y no la guerra…

Lobisome
Lobisome
Lector
1 diciembre, 2009 22:44

Aún voy por «Secuelas de la guerra», pero no me podía esperar a llegar al último de turno para felicitar a los autores.

IM-presionante 😉

Anika
3 diciembre, 2009 17:15

Me ha encantado…esto me ha llegado al corazón!!!!Enhorabuena con tus habilidades literarias puedes tocar cualquier género…Saludos a todos.

Raul Lopez
Admin
4 diciembre, 2009 22:23

Lo se, llego tarde no tengo perdón… así que vamos por faena. El relato una vez más me ha encantado, una forma muy adulta de explicar como sería el amor y el sexo dentro de la comunidad superheroica, es más, narras a la perfección lo que sería el amor a una edad más madura. Sencillamente impresionante José Antonio 🙂 ahora a esperar unos días para la segunda parte, yo tendré la suerte de leerla dentro de unas horitas 😉

mag_jonas
mag_jonas
21 diciembre, 2009 12:33

Una de amor… a ver como sigue… Ánimo!!!

ElHombrePancho
ElHombrePancho
8 enero, 2010 9:35

Pues ya me he terminado las aventuras del Capitán Meteoro. Toda la noche leyendo ha merecido la pena, sí.
Felicidades! Ojalá hubiera llegado antes y hubiese podido tener mi propio homenaje aunque fuera como acto porno metahumano xD