Capitán Meteoro Vol. 2 Cap. 9: Tunguska, Las Vegas (Parte 7, de 7)

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Por José Antonio Fideu Martínez con ilustraciones de Vicente Cifuentes

Capitán Meteoro, Archivos 8. Notas previas.

Título: “Tunguska, Las Vegas”



IX

-Dice ser una especie de enviado…

-Ya, pero eso no significa que lo sea, sólo que afirma serlo o, lo que es peor, que cree serlo…

-Para el caso es lo mismo. Tiene poder suficiente para borrar del mapa una ciudad entera de un plumazo y algo me hace pensar que no ha utilizado todo su potencial. Fomalhaut y el Doctor Nemo están haciendo mediciones…

-¿No se ha movido?

-No, ni un paso. El Capitán Meteoro se dio cuenta de que estaba ahí, plantado en medio del cráter como un pasmarote, justo después de que todo se fuera a la mierda…

-Y dices que fue a intentar hablar con esa cosa y que no volvió…

-No, no volvió… al menos la segunda vez. La primera le pilló muy cerca del epicentro de la explosión. Quedó muy malherido, pero consiguió sobrevivir… Ya sabes cómo es, siempre intentando echar una mano.

Seguramente se olía que esto podía acabar así, pero no le importó. Se dirigió hacia el Stardust para empezar la evacuación antes que nadie y para buscar alguna pista. Se llevó al Cazador y a Tabaki para que empezaran a rastrear ellos también. Te hablo de antes de que pasara nada. Fue de los primeros en llegar, vuela muy rápido…

-Volaba…

-Sí, eso, volaba… Es que todavía no me hago mucho a la idea –Taquión cerró lo ojos y zangoloteó la cabeza. Suspiró antes de seguir hablando. La madrugada había llegado y las primeras luces del amanecer comenzaban a dar color de nuevo al mundo, al menos a la parte de él que no había sucumbido bajo el fuego de la venganza. Por fin pudo verse claramente lo que había ocurrido, aunque muy pocos eran los que se atrevían a mirar directamente hacia el erial calcinado que antes había sido la ciudad de Las Vegas-. Verás, apenas habíamos empezado a organizarnos. No habrían pasado ni cinco minutos. Los héroes de la ciudad ni siquiera habían sido avisados. Me imagino que estarán todos muertos: Ruleta, Nevada, el Chico de Clark, Don Dinero, Neón, el Redentor…todos. ¡Pobrecillos…! Del Hombre de Cuarzo y de los demás que ya estaban pateando las calles, de los que vinieron de fuera como nosotros, me refiero, sólo el Cazador Escarlata y el Capitán sobrevivieron… y no te imaginas lo que esa cosa hizo con ellos. Meteoro quedó horriblemente desfigurado. Su ropa hecha jirones, su piel desprendida, la carne quemada… No me explico cómo podía moverse. Cada paso debió ser un suplicio increíble para él. ¿Recuerdas aquellas fotos de niños japoneses de Hiroshima que escondían los del gobierno? Me los recordó mucho…

-Pero él era inmune al fuego y a casi todo tipo de radiaciones, y jamás vi que su traje se deteriorase… Una vez me explicó que era una expresión más de su poder y que nada podía dañarlo…

-Sí, ya lo sé. Y sin embargo, se quemó… Casi ni le reconocimos… Hasta su voz cambió, era mucho más ronca, una voz de ultratumba… Sólo por su mirada quedé convencido de que era él…

-¿Quién más sobrevivió? El Cazador, has dicho…

-Así es, salió caminando entre el humo, media hora después. Ya no era él tampoco. Me pareció estar viendo a la mismísima Muerte… En realidad lo que entró en la ciudad fue un hombre, pero lo que salió no… Lo que salió de allí fue un esqueleto portando una guadaña roñosa. Es imposible que alguien en su estado se moviera, tan descarnado como estaba, todas aquellas lesiones eran, desde luego, incompatibles con la vida, y sin embargo lo hacía. No tenía rostro, ni pulmones, ni intestinos, ni músculos que movieran aquellos huesos… Llegó sin decir nada, quizás no podía, no tenía tampoco labios ni lengua, y se sentó en esa piedra de ahí.

Inmediatamente después comenzó a regenerarse… sus tejidos se repararon, al menos. Cuando volvió a tener ojos, me fijé en su cara, el cráneo ya empezaba a forrarse de nuevo músculo, y vi que continuaba mirando fijamente hacia el lugar en el que se inició la explosión. No podía apartar la mirada de ese sitio, de donde estaba el ángel. Tardó un par de horas en volver a tener un cuerpo humano completo, pero incluso cuando terminó el proceso, siguió ahí sentado, sin moverse, agarrado a su guadaña como un crío asustado… Quedó en un estado catatónico extrañísimo… Hace una media hora, el Doctor Svintus logró convencerlo, por fin, para que lo acompañara al hospital de campaña que han montado los marines…

-¿Y Meteoro? Cuéntame lo de la segunda vez… ¿Cómo murió?

-Meteoro llegó volando. Me imagino que, como la explosión no consiguió matarlo, se elevó hacia el cielo para buscar la energía que necesitaba para curarse…. Tú lo conocías mejor que yo, ya sabes que él tomaba su fuerza directamente de las estrellas… Imagina lo que debió pensar al ver que la energía que le había dado tanto poder era incapaz de sanar aquellas heridas…

-¿No se curó? ¿Viajó al espacio y regresó igual…?

-Sí. Lo que te he contado antes sobre su estado, de su aspecto, fue tras volver de la estratosfera… No le sirvió de nada. Ya te digo, estaba horriblemente deformado y le costaba respirar. Tosía y escupía sangre, y casi ni podía permanecer en pie… Estoy seguro de que habría muerto en un par de horas…

-¿Y qué dijo…? ¿Qué hizo?

-Nos dijo que estaba muriéndose, pero eso no hacía falta que nos lo contara, ya te digo, se veía… Dijo que iba a encontrarse con esa cosa, que iba a intentar ganar tiempo y nos pidió que, mientras, buscáramos una forma de derrotarla… Él fue el primero en morir después de la explosión. Ese monstruo alzó la mano, todo se iluminó, y lo siguiente que vimos fue el cuerpo tendido del Capitán a sus pies… Después se acercaron también el Halcón de Hierro, Núcleo, Ultracórtex y Adrian Nemo… La noche ha dado para mucho.

-¿Han muerto ellos también…?

-Núcleo y Ultracórtex, sí. No sé qué les pasó, fueron a comprobar el estado del Capi, pero tras pasar un rato frente a esa cosa, parecieron enloquecer. Ambos sabían de lo que era capaz, lo que había hecho con él, y sin embargo atacaron… Tenían órdenes de no hacerlo.

-¿Los otros dos han vuelto?

-Sí. Ellos y un capitán de artillería, un capellán, que se atrevió también a ir… Todos los que no atacaron han vuelto aquí vivos…

-Por lo que veo no hay radiación. Vais todos sin protección…

-No sé qué tipo de fuego era ese, pero no se trató de una explosión nuclear. Hemos colocado contadores Geiger por todo el perímetro y las agujas ni se han movido. Hay más radiactividad en el horno de la casa de mi abuela, seguro… Y sin embargo, Tozeur nos ha advertido de lo peligroso que es permanecer aquí mucho tiempo. Dice que pronto las plagas comenzarán a extenderse, y que lo harán desde aquí… Yo creo que nos da igual. Si no conseguimos parar a esa cosa, las plagas tendrán poca importancia…

-Bien, cuéntame más. ¿Qué sabemos? Cosas seguras o lo que os haya dicho ese bastardo luminoso…

-Aparte de lo que te he contado ya, sabemos que afirma ser una especie de Ángel Exterminador. Dice que es un enviado, que hemos sido juzgados como raza por su creador y que se nos ha encontrado culpables… Un error en la creación.

-Todo eso me suena muy mal: suena a Apocalipsis y a Antiguo Testamento… a Dios vengador, a becerro de oro y a rollo religioso algo caduco… A azotazo en el culo, vamos.

-Sí, eso pensamos muchos de nosotros. De hecho, al referirse a las Vegas, la llamó la nueva Sodoma…

-Bueno, por lo menos ya tenemos algo claro.

-¿Sí? ¿El qué…?

-Que no es un enviado de Dios, al menos del auténtico…

-Y eso, ¿cómo lo sabes?

-Muy sencillo… No me refiero al dios Cristiano, al de la barba y los mandamientos, ni a Alá, ni a ninguno de esos dioses particulares exclusivos de un puñado de seres humanos miedosos, me refiero al gran Dios, al motor primero. Si su jefe fuera Dios, el Dios de verdad, el creador que todo lo puede y todo lo sabe, no tendría necesidad de reparar ningún error. Dios es perfecto: no comete errores.

-Bueno, tal vez los hombres lo hayamos supervalorado…

-Tú has viajado mucho más lejos que yo por el espacio, Taquión… Has comprobado de primera mano la perfección de la creación… Sabes que no es así -Por primera vez desde que llegara, Conan Wild se atrevió a sonreír.

-Bueno, se trate del Dios verdadero o de un alienígena con aires de grandeza, el caso es que tiene poder para acabar con todos nosotros –Conan encendió un cigarro distraídamente, mientras el jefe de la Guardia Solar continuaba con su explicación. En realidad, en ningún momento perdió el hilo a las palabras de Taquión. Pudiera parecer lo contrario, que, cuando encendía un pitillo, no prestaba atención a ninguna otra cosa más que a su mechero, al papel y al tabaco, que nada le importaba en el mundo hasta no haber dado la primera calada, pero todos sabemos que no era así… desde luego que no-. Ese bicho nos ha dicho que su jefe creó a los hombres. En realidad está seguro de que creó todas las cosas. Dice que a las especies inteligentes se les otorga un tiempo para crecer, para evolucionar, y que cumplido el plazo, se selecciona un espécimen de la raza, uno muy especial, un profeta, y que ese ser es llevado hasta la presencia del Amo, donde se le instruye. Luego es devuelto al planeta al que pertenece para que predique y haga dignos de la salvación a sus descendientes… Lo ha llamado el Ungido, y ese ungido es nuestro problema…

-¿Por qué? –Conan dejó de prestar atención al cigarro y fijó su mirada en el rostro serio de Taquión-. ¿Cuál es el problema con ese Ungido…?

-Sólo él, o alguien de su sangre, puede detener el proceso una vez iniciado. Sólo el Ungido puede interceder por el hombre… Pero por aquí no ha aparecido ningún Ungido, ¿sabes…?

-Ya, ni creo que aparezca –dijo secamente Conan-, pero de cualquier manera, lo importante es buscar una manera de solucionar esto. ¿Qué habéis pensado?

-Todos los listos están dándole al coco… Hay varios planes: un campo de éxtasis de teleportación inmediata con vórtice inverso, una bomba de negatrones que está desarrollando Nemo y un par de teorías más en las que confío muy poco… Tozeur ha estado buscando un cetro de no sé dónde, que dice puede ser la solución… pero se reserva el último turno. Dice que el cacharro es un artilugio tan antiguo como el universo, una especie de llave de portal que traería a la tierra una legión de dioses oscuros con la que se enfrentaría a ese bicho. Por supuesto, esta es la opción del pataleo, la de morir jodiendo al que nos ha jodido, porque según dice, terminada la batalla, ganase quién ganase, nosotros perderíamos seguro…

-Una vez más los mitos se tornan en realidades –Conan y Taquión se acercaron caminando hasta el lugar en el que los esperaba Tozeur.

Como de costumbre, el Hombre de Ceniza se mantenía justo en la línea que dividía el bien del mal, esa frontera que separa lo vivo de lo muerto, sin terminar de decidirse por uno u otro lado. Miraba la cicatriz que tan claramente definida había quedado por la explosión, como tratando de hallar una respuesta en el contraste entre tierra quemada y suelo fértil, haciendo caso omiso al pandemónium de hombres asustados que se había formado a su espalda. Después de que la ciudad despareciera, aquel desierto se había convertido en un sitio muy concurrido. Comenzó a llenarse de gente rápidamente. Primero llegaron los héroes, los que habían sido convocados y un grupo muy numeroso sin cita. Se dejó caer también por allí algún villano con aires de grandeza y ganas de figurar… Me contaron que sobre las cinco de la madrugada se acercó el Kraken, en plan “sé de alienígenas más que nadie”, y que acudieron también el Gusano Eléctrico e Hiroshima, ofreciéndose para echar una mano… quiero pensar que en actitud sincera y desinteresada. Luego llegaron los soldados, cientos de ellos, miles, cargados con equipo especial y órdenes especiales. Acudieron como siempre, marchando según las ordenanzas, formando una larguísima hilera de luces que se perdía en la oscuridad de la noche. Pronto, todo el perímetro de la ciudad quedó rodeado. Como por generación espontánea, aparecieron tanques, baterías de misiles, camiones cargados con las tropas más exclusivas y otros con soldados de lo más vulgar, helicópteros y jeeps, tiendas de campaña, un par o tres de cisternas, laboratorios móviles, letrinas, centros de comunicaciones portátiles, tres o cuatro caravanas con los cuarteles generales, una cocina móvil que ellos llamaban centro de intendencia, generadores, kilómetros de cable, un radar y toda la arrogancia propia de los militares… y en un par de horas, transformaron todo aquel yermo en una fiesta de la confusión perfectamente ordenada para ellos, imposible de ser entendida por cualquiera ajeno a la milicia. Vallaron la zona devastada, quizás pensando que el mal allí contenido nunca se atrevería a contravenir órdenes de sus superiores, y se pusieron a hacer pruebas y a interrogar a todo el mundo creyéndose los amos del lugar. Tardaron varias horas en comprobar su propia inutilidad en todo aquel asunto, y hasta que no estuvieron seguros de que nada podían hacer sin ayuda, no consintieron en ir a consultar a los hombres de los trajes de colores. Sacrificaron una compañía de marines y varios carros blindados para darse cuenta. Vidas malgastadas que bien habrían podido costarnos muy caras, si el ángel se hubiera llegado a tomar a mal sus intentos de acercamiento. Por suerte, su programa de defensa establecía que sólo se eliminasen las amenazas, y en ningún caso contemplaba la posibilidad de tomar venganza de esos actos agresivos con el resto de la raza humana. Todos habríamos de morir, sí, pero sería en su momento… Resultó pues, que los superhombres, aparte de responder preguntas planteadas sin el menor tacto, podían aportar también ideas muy valiosas, en realidad, las únicas ideas valiosas… Sin embargo, los generales siguieron creyéndose al mando.

-Sí, amigo –contestó Wild apretando la mano enguantada de Tozeur-. La cuestión en este caso es saber de qué mito podemos echar mano. Tú eres el experto, pero yo creo que son muchos los que se ajustarían a nuestras actuales circunstancias… De cualquier manera quizás pueda hacer una sugerencia…

-¡Conan! –exclamó aliviado Tozeur-. Bienvenido… Te hemos echado de menos. ¿Encontraste la tumba de Odran?

-Sí, y no te imaginas qué otras cosas encontré…

-Sentémonos allí un momento –Taquión señaló una mesa plegable y un grupo de sillas de tijera, de tela verde-. No tenemos prisa por ahora… Allí hablaremos con más tranquilidad.

Los tres héroes caminaron juntos unos metros, en silencio, y tomaron asiento en el saloncito improvisado.

Aquella posición, unas horas antes defendida por oficiales del ejército en formación de desayuno, había sido tomada por los héroes tras abandonarla éstos. Se podía considerar todo el mobiliario, cafetera y tazas de hojalata incluidas, como un regalo del cuerpo de marines.

-Le estaba contando todo a Conan –dijo Taquión tomando asiento.

-¿Os apetece un café? Todavía está caliente… y es gratis, regalo del Tío Sam –Conan sacó una pequeña pastillita roja de su cinturón, la partió con cuidado en cuatro trozos y colocó tres de ellos, cada uno en el fondo de un tazón sucio. Envolviéndola con cuidado en su propio papel de plata, se guardó la cuarta porción. Luego, como un prestidigitador orgulloso, procedió a mostrar el interior de uno de los recipientes a su público y esperó a que ocurriera algo. En unos segundos los trocitos de oblea comenzaron un proceso de combustión espontánea muy rápido, provocando tres pequeños incendios que calcinaron la suciedad presente en el culo de cada taza-. Ya está. Limpias –tras sacudirlas un par de veces boca abajo para que cayeran los restos, y pasarles un trapo, sirvió café-. Con estas cosas hay que tener cuidado. Es necesario esterilizar bien. Son soldados y se nos podría pegar algo…No te das cuenta, se te estira el gaznate y empiezas a dar órdenes y a creerte indispensable a las primeras de cambio –Taquión sonrió, por fin.

-Tenemos hasta las doce de la noche –dijo dando el primer sorbo-. Luego ha dicho que se desplazará para castigar a otras dos ciudades. Creo que el número irá aumentando en progresión geométrica… si no logramos detenerlo antes…

-Cuéntame más cosas tú, Orham –dijo Wild-. ¿Qué sabes que necesitemos saber los demás…?

-Verás, Conan, hay algo sorprendente en todo este asunto…

-¿Algo? A mí todo este asunto me parece sorprendente…

-Bueno, pues digamos que hay algo más sorprendente que todo lo demás Es la naturaleza de ese fuego… Lo ha quemado todo –El Hombre de Ceniza daba vueltas a su taza, quizás para calentarse las manos, sin apartar la vista del interior, como si aquel mejunje maloliente fuera el oráculo que hubiera de ponerlo en el camino de la salvación. Parecía muy preocupado…

-Eso es evidente, pero no es extraño… el fuego quema, es su oficio y su vocación…

-En este caso sí que lo es Conan. Ese fuego ha quemado incluso a los demonios que habitaban en la ciudad… Y ningún fuego quema a los demonios salvo uno… Y tú sabes cuál es…

-Entonces, definitivamente, ¿nos quedamos con el mito cristiano…? –preguntó Conan Wild con cierta sorna.

-Quizás las religiones humanas no sean más que simplificaciones de una realidad mucho mayor, más compleja. Tú sabes lo que yo siempre he defendido…

-Sí, eso de que los demonios son seres naturales, habitantes de otras dimensiones que, por algún motivo, entran en contacto con nuestra realidad.

-Exacto. Tú sabes que la magia es, en el fondo, ciencia, una ciencia tan ajena y lejana que apenas llegamos a comprenderla. Los rituales y los hechizos son como fórmulas sencillas a través de las cuales, los hombres, pequeños seres ignorantes, accedemos a ese poder momentáneamente… Sabes que los objetos arcanos son máquinas y que los grimorios y los libros de encantamientos no son más que libros de recetas…

-Eso te lleva a pensar que quizás lo natural y lo sobrenatural no sean cosas tan radicalmente separadas –afirmó Taquión dejando la taza-. Si eso que dices fuera cierto, quizás los ángeles vengan de más allá de las fronteras de nuestro espacio, y quizás sea posible que Dios los envíe a juzgar a las especies indignas. Puede que todos los mitos tengan una base real y que ese bicho de ahí, o alguno de sus colegas, nos visitara en el pasado –miró a Wild esperando que éste diera un argumento de réplica que aboliese la horrible idea que acababa de concebir ayudado por la explicación del Hombre de Ceniza…

-Sí, lo que dices tiene sentido, y sin embargo sigo pensando que el jefe de ese malnacido brillante no es mi Dios… Escuchad…

Conan procedió entonces a relatar su aventura tibetana. Sin muchos rodeos explicó todo cuanto le había acontecido. Describió el objeto enterrado y a sus ocupantes -a los dos-, y, no sin adornarla un poco, la pelea con Orlock.

-Es extraño –dijo al final-. Ese bastardo nazi me dejó muy malherido. Calculé mal. Me sorprendió su ferocidad, su rapidez…Yo sangraba mucho y estaba seguro de que moriría allí junto a Odran… Me preparé para ello, pero tenía mucho miedo de que al morderme me hubiera transmitido su maldición. No quería despertar sediento de sangre y convertido en un vampiro, tengo una familia, y por eso traté de buscar algo con lo que incinerarme –un mohín de disgusto fue suficiente para escenificar su fracaso-… No tuve fuerzas. Me quedé tirado sin poder moverme y me abandoné a un sueño muy dulce… me rendí por primera vez, pero fue porque no tuve más opción…

-Con eso que nos cuentas todo cobra sentido –dijo Tozeur-. Ese hombre que encontraste allí encerrado debe ser nuestro popular Ungido… No hay duda. Y creo que ese angelito de ahí fue enviado para protegerlo, para escoltarlo, y en último término para eliminar a los hombres en caso de que sus enseñanzas no hubieran calado entre nosotros…

-Sí, puede ser, pero te aseguro que no había mucho de sobrenatural allí. Venía del espacio exterior en una nave, algo dañó los sistemas del vehículo, un disparo o un meteorito, pero algo muy real. Yo vi el agujero. Estuve en el interior de ese transporte que se precipitó sobre la Tierra y no era más que eso: un extrañísimo y sorprendente vehículo alienígena…

-Bueno, eso ahora es lo de menos –interrumpió Taquión-. Lo importante es que busquemos a ese Ungido, al judío de la nave, y lo traigamos hasta aquí…

-Eso va a ser complicado, amigo –dijo Conan torciendo el gesto.

-¿Por qué?

-Porque cuando desperté, aparte de encontrarme sano como una rosa, sin rastro de heridas ni de maldición vampírica de ningún tipo, me encontré sólo en medio de un páramo helado, acompañado únicamente por el cadáver de Odran y por mi fiel Maravilla… No quedaba ni rastro de la nave, sólo un gran hueco en el lugar en el que había estado, y aunque revisé el lugar, no hallé huellas que se alejaran para seguirlas. Cabe la posibilidad de que el judío me curara, me sacara de allí, regresara al interior de aquel cacharro increíble y se marchara… o a lo mejor está predicando en Sudamérica o en alguna aldea perdida de Oriente Medio… ¿Quién sabe? Lo cierto es que no nos va a dar tiempo a encontrarlo… y me parece que él tampoco tiene mucha prisa por venir. Creo que no le interesamos mucho…

-De cualquier manera hemos de intentarlo. Tendremos que viajar al espacio o a donde haga falta, pero debemos encontrar esa nave para asegurarnos. Si no lo conseguimos, será el momento de probar los inventos de los chicos listos y si eso falla también, la única opción que nos quedará será la de la batalla campal… Tendremos que prepararnos para morir e ir todos juntos a por ese bicho, y esa no me parece una opción demasiado inteligente, viendo lo que ha hecho con el Capi… Si eso tampoco resulta, solo nos quedarás tú, Tozeur…

La reflexión de Taquión fue bruscamente interrumpida en ese momento por la llegada de Retrocohete. El ex-astronauta descendió de las alturas con gran estruendo, enrareciendo el ambiente con el humo de sus turbinas a reacción y llamando la atención de Conan y sus compañeros de tertulia con gestos nerviosos.

-¡Taquión! –gritó sensiblemente alterado- Mira. Es ese capellán loco de los marines, el que fue antes a hablar con el ángel –el hombre cohete señaló con su brazo metálico hacia el interior de la zona devastada. Efectivamente, una figura solitaria, vestida de verde, caminaba sin prisas hacia el lugar en el que, impasible, esperaba el Ángel Exterminador-. Ha atravesado el perímetro y nadie se ha dado cuenta… Los soldados dicen que estaba dándoles la comunión y bendiciendo a la unidad y que, de repente, se ha dado media vuelta y se ha ido… con el cáliz en la mano. Ha dicho que ya lo entendía. Le ha pedido a su ayudante que siguiera con el trabajo y se ha metido en la zona restringida sin pedir permiso…

-Mirad, señaló Tozeur, van a mandar a un pelotón a por él.

Algunos soldados escuchaban atentamente las órdenes de su sargento sin haber pisado todavía la zona quemada. Era de esperar que inmediatamente fueran enviados tras el oficial rebelde…

-Creo que yo también lo he comprendido –dijo Conan Wild muy serio-. Escucha Taquión, sea lo que sea lo que intenta ese hombre, no puede perjudicarnos mucho. Démosle una oportunidad. Voy a ir con él. Tú evita que los soldados nos molesten…

-Pero –protestó desorientado el jefe de la Guardia Solar.

-Nada de peros. Hazlo… por favor.

Conan salió corriendo en persecución del capellán, saltó la valla de madera y se adentró en zona quemada. Antes de alcanzarlo, Taquión había organizado ya a los suyos para evitar el movimiento de los militares. Ajeno al revuelo que comenzaba a organizarse tras de sí, Wild llegó a la altura del sacerdote. El hombre se detuvo un momento y volviendo la cabeza advirtió a su perseguidor…

-No intentes detenerme, Wild –dijo en tono firme, señalándolo con el dedo-. Sé que tú no eres demasiado religioso, pero tienes que dejarme ir. Tengo que llevar la sangre del Ungido hasta el ángel o todos moriremos… Si estoy equivocado tampoco perdemos mucho…

-No pensaba impedírtelo –Conan sonrió con esa invencible sonrisa suya-. Al contrario, vengo a acompañarte y a echarte una mano si hace falta –señaló hacia el lugar en el que los superhéroes se habían plantado para evitar el paso de los soldados. En unos minutos, en aquel lugar podía formarse una buena bronca… A Conan le pareció divertido-. Has desobedecido órdenes, Capitán, te meterás en un buen lío. A tus jefes no les gustan estos ataques de libre pensamiento, ya lo sabes…

-¿Crees que a estas alturas me importa algo lo que opinen esos idiotas? Vamos, anda –dijo el sacerdote-. Si vas a acompañarme no te quedes ahí plantado. Camina…

-Encantado. Me llamo Cornelius Wild, pero tú puedes llamarme Conan…

-Yo soy el capitán Abrahams, tú puedes llamarme capitán a secas, capellán o como te salga de los cojones, siempre y cuando no me la juegues…

-¿Sabes? –confesó divertido Conan al poco de empezar a caminar al lado del capellán-. En realidad creo que estás loco, un poco más loco de lo que es habitual en un militar, me refiero, pero creo que entiendo lo que vas a hacer y pienso que tiene cierto sentido… En realidad he venido porque, si sale bien, esto va a ser lo más asombroso que haya visto nunca… No podía perdérmelo.

No podemos saber si fue por el efecto disuasivo que la Guardia del Sol, la familia Nemo, los Hombres Sintéticos y un par de centenares más de superhumanos pueden llegar a ejercer, porque los mandos militares se vieron superados por la rapidez y la envergadura de las circunstancias o porque unos y otros, ante la presencia tan cercana de la muerte, decidieron esperar a ver qué ocurría, si aquel capellán loco había dado por fin con algún tipo de solución, el caso es que todos se volvieron a mirar la escena y durante unos segundos nadie allí se movió… Esperaron, viendo alejarse las dos pequeñas figuras que caminaban al encuentro del Ángel Exterminador, sin atreverse nada más que a susurrar…

-Mirad -dijo un joven recluta-. Ya llegan…

Conan volvió la mirada atrás poco antes de alcanzar su destino. Le sorprendió comprobar que los hombres que habían quedado a su espalda, no se hubieran enzarzado ya en una pelea… Luego, fijó la mirada en el frente, en la figura luminosa que los esperaba sin haberse movido en ningún momento. Pensó que realmente parecía un ángel… Por primera vez desde que llegara de regreso de su viaje, sintió miedo. Por primera vez, al escuchar el canto de aquel ser, aquella rogativa hermosísima que llamaba a la ordalía, se sintió sobrecogido y asombrado… Todas esas sensaciones fueron rápidamente borradas de su cerebro por la visión del cadáver calcinado de su amigo, el Capitán Meteoro. Conan dice que me encontró tirado a los pies de aquel ser increíble y que deseó lanzarse sobre su garganta para hacerle saber a base de golpes lo mucho que lo detestaba, y que, si no lo hizo, fue por la esperanza que el capellán portaba dentro de aquel modesto grial… Esperaba que todo acabase pronto y, como no podía ser de otra forma, sus ansias de venganza pasaron a segundo plano ante la posibilidad de salvar al resto de la humanidad.

-Traemos la sangre del Ungido –gritó el sacerdote un par de metros antes de llegar. El hombre caminaba agarrando con ambas manos el cáliz que había transportado hasta allí, ofreciéndolo como si lo que ofreciera fuese, en realidad, la sangre de un Dios. La voz le temblaba… Paró de rezar para decir esa única frase. Durante todo el camino, había orado. Lo había hecho con todas sus fuerzas. En susurros, rezaba porque todo cuanto creía fuera cierto, porque su religión fuera la única y su Dios el verdadero, porque el milagro de la transustanciación se hubiera completado durante la eucaristía y aquel vino barato no fuera ya un licor, sino que se hubiera convertido en sangre, la sangre del Ungido… Él, que casi había perdido su fe por completo, un cura escéptico, cínico y pecador, con pistola al cinto, se sintió un elegido, un profeta, y sin ningún rubor se encaminó hacia el ángel, ofreciendo miles de años de superstición cristiana y de leyendas en una copa bañada en oro… Es extraño ver cómo la cercanía de la muerte hace que los hombres busquemos a Dios de manera tan desesperada e irracional…

-Bienvenido sea el Ungido y su sangre –dijo el ángel sin apartar la vista de Conan-. Acercaos… Dejadnos comprobar que realmente es así…

Durante unos segundos que ambos hombres coincidirían en describir luego como eternos, el ángel guardó silencio. Conan apenas pudo apartar la mirada del rostro pálido de aquel ser que lo miraba tan fijamente… Eran muy contadas las ocasiones en las que su mente analítica se dejaba llevar. En vez de buscar datos, signos que refutaran la afirmación de divinidad del enviado o pistas que ayudaran a derrotarlo en caso de fracasar aquella loca intentona, simplemente, se abandonó a la admiración y al asombro… Era extraño que un rostro como aquel, de piel pulida, escasamente coloreada, de rasgos tan levemente definidos, pudiera resultar tan hermoso, tan atractivo. No tenía pelo, y bajo su piel podían intuirse infinidad de pequeñas venas doradas formando arabescos hermosísimos, una suerte de tatuajes muy brillantes, que no paraban de cambiar de forma, fluctuando en perfecta armonía. En años posteriores, Conan nombraría siempre a aquel ser, como ejemplo de perfección y belleza, como el ser vivo más hermoso con el que se encontrara nunca… Al hacerlo, recordaría también lo mucho que lo odiaba por haber matado a sus amigos, al Capitán Meteoro, al Hombre de Cuarzo y a todos aquellos pobres desdichados que fueron condenados, simplemente, por estar en el momento equivocado en el lugar equivocado.

-Bienvenido sea el Ungido –respondió por fin el ángel. Y sus lágrimas relucieron como dos diamantes-. Vemos que no sois él, pero entendemos que habláis en su nombre… Portáis su sangre.

-Detén ahora mismo esta matanza –dijo Conan reaccionando con rapidez y sobreponiéndose a la sorpresa-, devuélvenos a los que ya has castigado en cuerpo y alma y sal cagando leches de este planeta inmediatamente…

-La tercera fase del programa ha sido interrumpida ya –al escuchar aquellas palabras en labios del ángel, el sacerdote alabó a Dios y se tiró al suelo, de rodillas, llorando como un convicto indultado y dando gracias, tirando el cáliz sin querer y derramando su contenido sobre las cenizas de la ciudad…

-Bien, pues entonces, devuélvele la vida a todas estas personas…

-Eso es imposible –respondió el ángel bajando el rostro.

-Hazlo –la furia de Conan Wild es legendaria, una furia casi siempre controlada que le ayuda a hacer grandes cosas, pero furia al fin y al cabo. Empezaba a mostrarse en su mirada de manera ardiente—. Hazlo, o te juro que dedicaré el resto de mi vida a buscarte para hacértelo pagar… tanto tú, como tu creador, tendréis un enemigo eterno que entregará gustoso su alma para enfrentarse a vosotros…

-Quisiéramos hacerlo tanto como tú, créenos, pero la información de la que estaban compuestos, lo que vosotros llamáis el alma, está ya en presencia del creador y no puede ser devuelta a este mundo…

-Habla con tu maestro, dile que lo haga él… Él lo puede todo…

-No, no lo comprendes… No nos escuchará… Él sólo escucha cuando quiere…

-Ni siquiera a ti –finalmente Conan se dejó vencer por la desesperanza. Cuenta siempre que se sentó junto a mi cadáver, por aquel entonces un tizón sin vida más allá de toda curación posible, y que dejó de mirar al ángel, que se abrazó a los restos calcinados de lo que había sido el cuerpo de su amigo y que maldijo al enviado y a su amo, deseándoles que alguna vez se encontraran con un jueces tan severos e inmisericordes como ellos mismos…

-Si te sirve de algo, te diremos que realmente creemos merecer tu maldición… sin embargo no podemos hacer otra cosa más que ser lo que somos…

-A nosotros nos habéis condenado por eso mismo, por ser lo que somos, aunque muchos de nosotros luchamos por ser de otra forma.

-Puede que lleves razón, pero esta discusión no tiene sentido ya. De cualquier manera, sí que podemos traer de vuelta a algunos de los que han perecido en este tiempo. El sistema permite recrear a todos aquellos cuya información fue asimilada por Nos…

-¿A él también? –preguntó Conan señalando mi cadáver.

-Sí, ese ángel custodio y Nos, fuimos uno, un instante antes de su muerte. Toda la información que era está contenida en nuestro interior…

-Pues déjate de cháchara –Wild se puso en pie-. ¡Ya tardas, hijo de puta…!

El Ángel Exterminador había sido un cazador tungus, un cabo de artillería del ejército ruso en Cheremjovo, un vendedor ambulante en Kizil, un maquinista de tren, un médico al que fusilaron en Ufá, un ladrón, una prostituta, un ministro, una abuela gitana que murió en el campo de concentración de Auschwitz-Birkenau e, inmediatamente después, un sonderkomando judío. Había asimilado también a un maestro de escuela, a un mendigo ciego y, al menos, a otras trece personas más. Todas esas personas fueron recreadas inmediatamente frente a Conan y a aquel sacerdote con rango de militar. Yo, aunque todavía no me explico cómo, regresé de entre los muertos también. No recuerdo qué ocurrió en el tiempo en el que estuve muerto, únicamente recuerdo una luz, un fogonazo terrible que me arrastró a la oscuridad, y luego, casi inmediatamente después, un nuevo destello que me trajo de vuelta a la vida. Entre medias no hubo miedo, ni oscuridad, ni frío, ni dolor, ni nada; sólo vacío, un vacío que no puede explicarse o describirse y del que sólo fui consciente al despertar… Sentí terror un instante antes de abandonar el mundo, un terror profundo y desconcertante que se agarró a la boca de mi estómago, y luego, un vértigo atroz a mi regreso, pero entre uno y otro, ya digo, no tengo recuerdo alguno… Si eso es la muerte, he de decir que no es mala, todo lo contrario: es compasiva y poco rencorosa. La vida, sin embargo, en su comienzo y en sus últimos instantes, se me antojó cruel y dolorosa. Si entre ambas hay un secreto y yo llegué a vislumbrarlo, fue borrado de mi mente al regresar… Nada recuerdo. Si estuve frente a la gracia de Dios, se me negó la posibilidad de volver trayendo una parte de ella en mi memoria…

X

Y este es el fin de la historia… Unos minutos después de que yo regresara al mundo de los vivos, el Ángel Exterminador abandonó nuestro planeta envuelto en luz. Taquión, El Enviado, Fomalhaut y La Guardiana Lunar trataron de escoltarlo hasta el borde de nuestro sistema solar, pero me contaron que les fue imposible igualar la velocidad de vuelo que alcanzó, que lo perdieron nada más salir de la atmósfera.

Con un nudo en la garganta y una duda muy presente en sus pensamientos, los soldados, casi todos ellos, fueron abandonando la zona en los días posteriores. Saberse inútil provoca mucho miedo, y por eso, los que estuvieron allí nunca volvieron a ser los mismos. He oído que casi la mitad de los oficiales abandonaron el servicio en los años siguientes… Los políticos aparecieron en televisión y se les escuchó por la radio casi inmediatamente después de que todo se resolviera. Dieron explicaciones increíbles sobre lo ocurrido que terminaron convirtiendo aquella terrible desgracia en un recuerdo patriótico, un recuerdo que pronto se convertiría en efeméride nacional… algo después en película de cine… La verdad ni llegaron a conocerla ni les importó demasiado. El pueblo, desde luego, nunca la supo. Se solucionó todo culpando a la propia naturaleza, siempre impredecible. Se dijo que un cometa había arrasado la ciudad e inmediatamente después comenzó a desviarse gasto del presupuesto nacional hacia un programa de defensa que evitara, en el futuro, que tal incidente se repitiera… Un cometa no piensa, no es un enemigo potencial, no asusta tanto como un planeta alienígena agresivo o un Dios enfadado y además, a un cometa no se le pueden pedir explicaciones, ni puede darlas…

Tres días después, enterramos al Doctor Odran, como se merecía, en su tierra natal… Me refiero al entierro privado. El otro, el público, el multitudinario, el de las banderas, las autoridades y los hombres de las capas de colores, el entierro al que acudió casi toda Irlanda, se había oficiado ya el día de antes. Al segundo acudimos muy pocos, la familia y tres o cuatro amigos elegidos. Cavamos una fosa a la sombra de un árbol en su finca, y mientras las gaitas de Galway lloraban a lo lejos por la muerte del más grande héroe que diera a luz aquella tierra verde, nosotros nos despedimos de él con un lamento callado. De aquella ceremonia recordaré siempre tres cosas: la cara triste y orgullosa de su mujer bajo la lluvia, las lágrimas, apenas disimuladas de Conan Wild, y su epitafio. Sobre una modesta lápida decorada con un trébol de cuatro hojas, dos frases: “Aquí descansa Declam Odran. Tuvo suerte hasta eligiendo a sus enemigos…”.

Conan me contó que esa misma noche soñó con el fantasma de Odran y que le dio las gracias por todo. Dice que lo encontró sonriente, aliviado, y que le dijo que, aún muerto, seguía siendo más guapo y listo, pero que él había demostrado no ser tonto del todo…

Yo regresé a las Vegas una semana después. Les pedí a los miembros de la Guardia y a alguno de mis mejores amigos que me acompañasen. Desde que resucitara, una loca idea me rondaba la cabeza y no quería desterrarla del todo hasta comprobar si era tan absurda como parecía.

-¿Qué hacemos, Capitán? –me preguntó la Exclamación.

-¿Qué poderes tienes hoy, chaval?

-Pues hoy –se rascó la cabeza antes de contestar, en un gesto muy suyo-, poca cosa… Afinidad mineral y esto –se arrodilló, cogió dos piedras el suelo, nos las mostró y luego con un movimiento despreocupado las juntó. Al entrar en contacto, ambas quedaron unidas, fundiéndose en una sola, formando una nueva figura.

La Exclamación me pasó su obra como disculpándose-. Yo lo llamo pegamento molecular… Una combinación algo rara, lo siento.

-Si los tienes será por algo -dije gratamente sorprendido-. Será que los vas a utilizar… ¿No funciona así lo de tus poderes?

-Bueno, si tú lo dices… Más o menos.

-¿Sabéis lo que vamos a hacer…? Vamos a buscar cuarzo…

Más cosas: Tesla… Existe una entidad incorpórea formada de energía eléctrica que responde a ese nombre. No sabemos exactamente cuando se formó, pero empezó a manifestarse a mediados de los años cuarenta. Es una especie de ser energético que nos ha ayudado muchas veces y que tiene hasta carné de la Guardia Solar. Mucha gente lo considera un superhéroe más, aunque yo no lo definiría siquiera como hombre. Raramente habla de su vida como humano, de sus andanzas en este mundo, pero cuando lo hace, afirma haber creado un rayo con potencia suficiente como para de destruir el planeta entero… La entidad Tesla afirma también que, en el fondo de la corriente eléctrica, en las ondulaciones que produce al desplazarse, incluso en las trayectorias de los electrones, ha encontrado una cadencia, una especie de mensaje en clave, que se repite en todo aquello que mira… Al fin y al cabo todo es energía. Dice que esa marca, da orden a los átomos… Es una teoría sencilla. Demasiado. Ha dictado un libro explicándola que le habría supuesto un Nobel de haber tenido cuerpo… y de haber tenido cabeza los sabios que debían otorgar el premio… Llama a ese orden Dios…

Una cosa más os queda por saber sobre esta historia si queréis juzgarla conociendo todos los hechos que la conforman. Se trata de uno de esos puntos oscuros a los que es difícil mirar, porque cambian, cuando lo haces, toda tu percepción del mundo; de los que hacen que se tambalee todo lo que crees seguro.

A los pocos meses, cuando casi habíamos llegado a olvidarnos de todo aquel horror, quedé una noche con Conan para tomar un café antes de salir de patrulla. Me contó que se había hecho una serie de análisis médicos y que los resultados lo habían dejado muy sorprendido. Estaba bien de salud, de hecho mejor de lo que se había encontrado nunca. Eso podía parecer raro teniendo en cuenta nuestras últimas aventuras, aunque en realidad no lo era demasiado. Lo extraño, lo realmente extraño, fue el resultado de unos análisis de sangre rutinarios a los que se sometió en el chequeo.

-Yo era cero negativo, Capitán. No creo que se pueda cambiar de grupo sanguíneo como se cambia uno de seguro de coche –Conan arqueó las cejas-. Bueno, pues ahora soy AB positivo… Desde que regresé de mi viaje al Tibet tengo otro tipo de sangre. ¡Increíble!, ¿no? Sé que no es tan sencillo como eso, pero es como si alguien me hubiera sacado toda la sangre y la hubiera sustituido por otra… En realidad hemos detectado que todo mi organismo ha cambiado.

-Ahora tienes el mismo grupo sanguíneo que Jesucristo… Mejor eso que beber sangre y dormir en un ataúd…

-Sí –dijo sonriendo-, soy como el Santo Grial, pero con patas y pelo en el culo…

-Entonces fuiste tú y no ese cura, el que detuvo el Apocalipsis. El hombre más descreído del mundo… Nunca dejarás de sorprenderme, Conan. Soy amigo del Ungido. Me siento importante…

-Escucha, Jerome, sabes que no me gustan los sermones, que no busco moralejas a la vida –la seriedad regresó a su rostro, su mirada se perdió en el horizonte, quizás más allá-, pero he pensado mucho sobre todo este asunto… He llegado a una conclusión. Al principio pensé que nos salvamos de puta casualidad… Piénsalo, toda esta historia es una increíble concatenación de asombrosas casualidades: Tesla, su rayo, la coincidencia del disparo con la trayectoria de la nave, la búsqueda de Orlock, su fanatismo, el viaje de Odran, nuestra historia de amor y odio… y por supuesto la resolución de todo… Toda la trama parece cogida por los pelos… Una sucesión de hechos insólitos cosidos con hilo muy fino… Pero pensándolo bien, me he dado cuenta de que hay un elemento común en todo esto, un leitmotiv que subyace bajo todo el asunto… Es como en la música de Haydn… Hay algo bajo las notas que da coherencia a la melodía transformándola en una secuencia gloriosa…

-Sorpréndeme, anda –dije impaciente.

-No es nada extraño, no creas… Estoy seguro de que tú también lo has pensado…

-A ver…

-Se trata de la fe… Creo que ha sido la fe, lo que nos ha salvado. Aunque no tuviéramos muy claro hacia donde caminar, ni en qué creer… Ya sabes de lo que hablo. No me refiero a la fe en Dios como la entienden la mayoría de religiones –Conan dio una calada al cigarro y me miró con una de esas miradas suyas que fundían el hielo-, me refiero a la fe con mayúsculas, al deseo de dar sentido a nuestras vidas… Todos los personajes de esta historia nos guiamos, de alguna manera, por nuestra fe, y esa fe fue la que terminó llevándonos a buen puerto…

-Si, estoy de acuerdo; creer en algo, en la ciencia, en el hombre, en los en los ángeles, o en el poder capilar regenerador del crecepelo Norris, es siempre algo bueno… Mi padre decía que la fe es una brújula que nos orienta cuando nos encontramos más perdidos…

-Un diez para tu sabio padre. Coincido con él al cien por cien. ¿Y sabes qué…?

-¿Qué?

-Que… me están entrando ganas de dejarme crecer la barba y de irme a predicar…

-Eres un poco imbécil, Ungido –dije, y los dos nos echamos a reír.

XI

Estos son los hechos tal y cómo yo los viví o según me los contaron. He tratando de ser lo más fiel posible a la verdad al la hora de relatarlos. Algunos, durante estos años, me han advertido del cariz religioso de toda la historia y han buscado y hallado tantas evidencias que apoyan su visión, que en ciertos momentos, no he podido por menos que darles la razón… Para respaldar su punto de vista, baste decir que morí el jueves veinte de febrero de mil novecientos sesenta y nueve, y que resucité un día después… Soy científico, sé que eso es aparentemente imposible pero, con los años, he aprendido que en ciencia existen solamente certezas y nunca verdades, y también que la tecnología que se aleja demasiado de nuestra cultura y nuestro conocimiento, puede ser tomada por magia, aceptada como materia milagrosa con facilidad… Yo, sinceramente, no he llegado nunca a decidir si lo que ocurrió fue una afortunada concatenación de milagros divinos, un plan forjado por inteligencias superiores para juzgarnos por nuestros pecados, o, simplemente, una aventura curiosa con protagonistas singulares y trama todavía más extraordinaria. Tomáoslo, en cualquier caso, como un cuento sin demasiado valor… aunque todo ello ocurriera realmente y afectara, como así fue, al destino de la humanidad entera. Yo, desde luego, no me siento profeta de ningún credo y si alguna vez se escribe mi evangelio -ojalá que sea para traer comprensión y paz entre los míos-, deseo que cuente la vida de un hombre sencillo, que recibió, no sé muy bien por qué, poderes extraordinarios, y que trató de usarlos lo mejor que pudo y supo…

Aunque es cierto: morí y resucité.

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Némesis
Némesis
24 noviembre, 2009 12:40

Fideu,

El final de esta saga es tan abrumador que no quedan palabras para expresar todo lo que podríamos decir. Si, como dice Conan Wild, se trata de hechos insólitos cosidos con un hilo muy fino, esta saga está tejida con un hilo de plata que hace relucir cada momento como pieza separada y como parte de un todo mayor.

Tantas cosas que comentar, tantos detalles magníficos y tantas relecturas que tenemos que hacer de un tirón con esta saga, que es un apasionante ensayo sobre la fe, la magia, la ciencia y la relación de éstas entre sí para dotar de sentido la existencia humana. Y dos frases que quedarán para la posteridad:

«Por supuesto, esta es la opción del pataleo, la de morir jodiendo al que nos ha jodido, porque según dice, terminada la batalla, ganase quién ganase, nosotros perderíamos seguro…» y «-Yo soy el capitán Abrahams, tú puedes llamarme capitán a secas, capellán o como te salga de los cojones, siempre y cuando no me la juegues…».

Un abrazo para los lectores del Capitán Meteoro y otro para Fideu y Cifuentes

gurguik
24 noviembre, 2009 13:03

No me puedo creer que ya haya terminado¿Para cuando la siguente?. Enhorabuena campeon!!!!

José Torralba
24 noviembre, 2009 13:30

JODER, José Antonio… JODER, José Antonio… JODER, José Antonio. Sólo me sale esa frase; sólo esa. No me creo capaz de comentar nada. Todo, todo es una maravilla. El comienzo, la trama, el nudo y este desenlace apoteósico, narrado con una maestría propia de un genio. Desde la sorpresa que causas en el lector a mitad de la conversación, cuando se revela que quien está manteniéndola es Conan Wild (ahí por mis muertos te digo que he soltado un «ja» como una casa) hasta ese final que en cierta manera deja abierta la puerta a la clásica interpretación ciencia/fe (¿fue la copa del capellán o la sangre de Wild la que obró el milagro?) pasando por las frases para la posteridad que resalta Némesis o el emocionante epitafio de Odran.

Todo, todo… JODER, José Antonio… el folletín literario vive y esta es la prueba palpable de que lo hace. Lo único malo es que esta saga te ha puesto las cosas muy muy difíciles de cara al futuro. No imagino cómo se puede superar esto que has hecho aquí. JODER, José Antonio.

Mención aparte merece, por supuestísimo, alguien de quien nos solemos olvidar: ese gran artista que es Vicente Cifuentes que ha sido capaz de plasmar en imágenes los mejores momentos de una saga ya mítica. Desde el dichoso Ángel Exterminador hasta Orlock y terminando con el precioso fresco irlandés que vemos hoy aquí. Mis parabienes para ti también, ¡maestro!

Ailegor
Ailegor
24 noviembre, 2009 15:01

Obra maestra!!! Cuántos libros  habrán publicados con menos calidad que este relato. Sin palabras!!! Me ha encantado de principio a fin, los personajes, la originalidad de la trama, la ambientación, etc simplemente genial. Qué película saldría de este Meteoro… Por cierto muy bueno el epitafio de Odran: «Tuvo suerte hasta eligiendo a sus enemigos… «.
Me ha hecho pensar, y sobre todo me ha divertido. Qué más puedo pedir!!!
Con qué nos sorprenderá Fideu el próximo número???
Un saludo a los lectores de Zona Negativa.

Fideu
Fideu
24 noviembre, 2009 19:33

Bueno compañeros, aquí acaba esta saga:
La verdad, me costó sangre, sudor y lágrimas el terminarla. La empecé a mediados del año pasado, la dejé y, a pesar de tenerla toda en mente, no la acabé hasta este verano. No estaba seguro de que una serie tan larga, con tantos personajes y en la que al Capitán aparece tan poco (una locura tan mía…) fuera a ser entendida… Visto el resultado estoy satisfecho del esfuerzo.
Así que os agradezco, como siempre, vuestras palabras, pero en este caso especialmente… La verdad no sabía si el final sería el adecuado. Aunque no escribo un relato hasta que tengo el final, siempre dudé de este… Eran tantos los cabos que tenía que atar… Así que me alegra que la cosa os haya gustado. Vuestros comentarios me dan fuerza…
Una vez más, mil gracias.
La semana que viene, superhéroes y algo de sexo…

Anika
30 noviembre, 2009 16:18

Hola a todos!!!Deseando estoy de leer la sigueiente entrega….porqu esta maravillosa…me ha encantado…no se si esto es superable!!!!Saludos para todos.

mag_jonas
mag_jonas
21 diciembre, 2009 12:32

Enhorabuena… He disfrutado todos y cada uno de los capítulos… Sigue así