CARTA BLANCA UNA PRECIOSA HISTORIA DE AMOR PARA EL QUE SABE ESPERAR
«Si te digo la verdad, no me atrevo a imaginar lo que pasaría si reaparecieras en mi vida. Creo que la pondrías patas arriba.
Allá donde estés, quédate, por favor.
Hasta siempre,
A.»
El arte, en cualquiera de sus manifestaciones siempre lo he interpretado como la búsqueda por transmitir emociones por parte de su autor. Da igual que sea una canción, un libro, una película, un cuadro o por supuesto, un cómic. Si el resultado final tras ser consumido es que guarda un lugar en la memoria y/o en su corazón habrá valido la pena las muchas horas de dedicación hasta dar con el encaje perfecto.
Carta Blanca, primer proyecto extenso de Jordi Lafebre como autor completo, va justamente de la más universal de las emociones, el amor. Y en torno a él construye una preciosa y arriesgada historia circular en el que arranca por el final con toda una declaración de intenciones: “¡Estás empapado! ¿Llevas mucho tiempo esperándome? 37 años…” y que mediante veinte episodios engarzados entre sí desgrana lo que sucedió durante esos 37 años que tuvieron que esperar Zeno y Ana para cumplir su sueño.
La historia no es novedosa, Zeno y Ana se conocieron de adolescentes y tuvieron un romance de una noche cayendo platónicamente enamorados el uno del otro. Un amor físico que no tendrá continuidad más allá de aquella noche pues perderán el contacto el uno del otro, esto no quitará que para mitigar el dolor, y sin saberlo, Ana escriba cartas a Zeno que se queden en el cajón al no tener una dirección a la que enviarlas y Zeno haga lo propio pero cuál marinero las meta en una botella y las lance al mar soñando que lleguen a su amor. Será justo la pérdida de un ser querido la que los vuelva a reencontrar en una escena magistralmente resuelta por Jordi Lafebre en el que Ana exclama un: “No, él no… ahora no.” Sabedora de que este reencuentro iba a poner su vida del revés, ella que ya se veía casada, embarazada de una hija y con el inicio de una prometedora carrera política como alcaldesa de la ciudad.
Más allá de los preciosos momentos que nos regala Jordi Lafebre entre Ana y Zeno la obra destaca por como establece la línea temporal de la historia, arranca en la actualidad con lo que ya sabemos que al menos hasta el beso acaba bien, después y parafraseando a la pareja: “¿Qué pasará después de este beso? No tenemos ni idea…” a partir de ahí, cada capítulo que viene a continuación es temporalmente hablando anterior al que le antecede, no solo eso, sino que por ejemplo, lo que se explica en el capítulo 19 es consecuencia del final del capítulo 18 y así sucesivamente hasta llegar a los dos últimos capítulos que cierran el círculo. Sorprende que siendo la primera obra larga de Jordi Lafebre como guionista haya apostado por un ejercicio tan arriesgado y a su vez tan bien ejecutado que se convierte en una de las características que definen a la obra. Si Jordi Lafebre no hubiese tenido suficiente con este ejercicio de suma dificultad decide deleitarnos con orfebrería fina con los dos últimos capítulos en los que cambia el sentido de las agujas del reloj hacia mitad del capítulo dos para concluir con toda una lección de saber hacer con el capítulo uno y final teniendo que ser leído en orden inverso, es decir, la viñeta con la que se cierra la obra es la primera y de ahí en orden inverso de viñetas y páginas. Se da la circunstancia de que además dicha viñeta final enlaza a su vez con la primera viñeta de la obra. Suena complejo pero no lo es, al contrario el autor se lo pone fácil al lector y convierte esos 37 años de separación entre primera y última viñeta en un precioso y romántico paseo en el que al final (o principio) de la historia los protagonistas dejan de pedir permiso de volar para por fin ser sencillamente felices, desde el más absoluto respeto a sus vidas pasadas pero felices a fin y al cabo.
Si maravilloso es la historia que nos cuenta, el cómo nos la cuenta y lo bien escogidos que están los diferentes momentos clave de la misma, hay que poner también foco en su trabajo como dibujante. Jordi Lafebre es sencillamente uno de los autores de cómic europeo más dotados para transmitir emociones, lo ha demostrado con obras como Lydie o Los buenos veranos, y ha tenido en su guionista, Zidrou al compañero perfecto para potenciar al máximo esas escenas íntimas en las que sobresale su trabajo. El autor además juega con el hándicap de al ser una obra que transcurre durante casi cuatro décadas ha de mostrar cómo el tiempo transcurre para los personajes protagonistas siendo estos perfectamente reconocibles, una dificultad de la que sale con nota. La paleta de colores utilizada por Clémence Sapin (Les beaux étés, Gus) y el propio Jordi Lafebre es de colores suaves estando al servicio de la historia pero siendo parte importante de la misma, el uso de colores cálidos aun le confiere más si cabe esa sensación de intimidad. Ha tenido que ser satisfactoria para ambos esta colaboración pues han repetido recientemente en el sexto volumen aún inédito en España de Los buenos veranos (Les beaux étés 6. Les genêts). Hay que destacar también la cubierta de la obra que con ese efecto espejo de los protagonistas en el agua sirve de antesala del tipo de historia que nos vamos a encontrar dentro. Una imagen tan icónica como preciosa.
La edición de Norma Editorial es casi perfecta, de buen tamaño (22x29cm), la portada cuenta con un hundimiento en las letras del título Carta Blanca que aún le dan más si cabe ese matiz de obra especial. Cuenta con lomo curvo y muy importante, el papel utilizado es offset que absorbe a la perfección los colores. No cuenta con material adicional a modo de extras algo que se habría agradecido dada la accesibilidad del autor aunque nunca es tarde para publicar una edición ampliada como en su día hicieron por ejemplo con Lydie.
El arte va de transmitir emociones, y si algo ha conseguido Jordi Lafebre con esta obra es justamente esa, he llorado, he reído, me he emocionado, he recordado situaciones similares y he volado con los personajes. La sensación que tengo con esta historia es que como romántico no me canso de ver películas como Mientras dormías o Un paseo por las nubes me va a pasar algo similar con Carta Blanca, una historia sobre la que terminaré volviendo no pocas veces buscando lo que mejor sabe ofrecer calentar el corazón al lector y consiguiendo que este termine completamente enamorado de la historia tan bonita de Ana y Zeno.
Lo mejor
• La arriesgada apuesta en el guion y lo bien ejecutada por Jordi Lafebre.
• Por supuesto, el dibujo de Jordi Lafebre capaz de emocionarnos con momentos cotidianos e íntimos.
• La preciosa edición de Norma editorial en la que han cuidado al máximo todos los detalles.
Lo peor
• Os invito a buscar algo, he sido incapaz de ello, es una obra redonda.
Guion - 10
Dibujo - 10
Interés - 10
10
Preciosa
Una bellísima historia, arriesgada en ejecución pero perfectamente llevada a cabo por Jordi Lafebre.
Gracias por tu reseña. Realmente, me has dado muchas ganas de leer esta obra. El prestigio del comic se expande con trabajos como estos.
La història en sí la veo bastante simple, no así la manera de contarla. Realmente el primer capítulo es el último y ya sabes el final y la intriga es ver como empezó todo. Personalmente no acabo de entender el «buenrollismo» del marido de ella.
Ya tenía bastante hypeado este cómic pero con esta reseña, ¡como para no comprarla! Gracias por la reseña, Raúl
La edición me pareció una preciosidad cuando lo ojeé en la tienda el mes que salió. Todavía no he podido hacerme con ella.
Una preciosidad de tebeo desde la portada.
Me encanta Lafebre y aquí está muy bien como autor completo (Zidrou se ocupaba de los guiones en todas las demás obras suyas que he leído).
Estoy de acuerdo con Eddie Brock en que la historia no es en sí misma muy compleja sino que ésta viene de la manera de contarlo.
Mi buen tebeo. Muy recomendable.