«Las bombas son para los cobardes»
Paranoia, sufrimiento, desconcierto, realidad fragmentada… pero sobre todo desasosiego; Esto es lo que nos ofrecen en
Desasosiego es lo que experimenta Jimmy Girard que sabe que sus acciones como agente de policía no tienen utilidad para evitar un posible atentado, pero que no sabe canalizar adecuadamente sus iniciativas; desasosiego es lo que sufre Vincent Louyot, cuya esposa ha muerto en un atentado terrorista y desasosiego es lo que vive su hija Lisa que combina el duelo por su madre con la siempre incómoda adolescencia.
Martin Quenehen nos ofrece una historia contemporánea, perfectamente encuadrada en la realidad actual y que huye de los maniqueísmos ideológicos e identitarios tan frecuentes cuando se trata de hablar del terrorismo. El guionista expresa perfectamente el dolor del absurdo que se abate sobre las personas golpeadas por este tipo de tragedia; nos enseña cómo – tras el dolor – se apodera de ellas la rabia y el desconcierto; como para muchos es más fácil buscar explicaciones sencillas, pero falsas, que asumir el sinsentido con el que a veces nos noquea la vida.
La historia se sitúa en el hermoso y tranquilo pueblo de Roissan, de la región de Isère en Francia. En este ambiente casi bucólico la muerte está presente desde el inicio por el reciente fallecimiento del padre de Jimmy y en este aparente oasis de calma llegan, procedentes de París, Vincent y su hija adolescente Lisa para intentar asimilar la muerte violenta de su esposa y madre.
Sin embargo, de forma subterránea se mueven sentimientos mal asimilados como la rabia, la paranoia, la obsesión y el racismo que impiden a los protagonistas asimilar el duelo de manera natural. Son tres personajes desconcertados que expresarán su dolor de la única forma que pueden, huyendo hacía adelante, sin saber su destino e intentando fútilmente escapar del dolor.
El guion de Quenehen es bastante ambiguo y está lo suficientemente abierto para que la sensación final se parezca a la que experimentamos en estos casos; desconcierto, desasosiego y descontrol. La figura del héroe justiciero es desmenuzada con precisión y expuesta de manera delicada pero exacta, con todas sus contradicciones.
Bastien Vivès nos regala otro de sus grandes trabajos. La capacidad de este artista para crear una obra gráficamente redonda es asombrosa.
En Catorce de julio, Vivès usa exactamente la misma estructura de página que en sus dos obras anteriores; Una hermana y La blusa. Su esquema básico es de tres tiras con dos viñetas desiguales cada una. Muy a menudo la tira se compone solo de un cuadro de formato más panorámico y reserva para momentos más álgidos las páginas con viñetas más grandes. Su descripción de los personajes puede resultar minimalista pero es extraordinariamente precisa; los principales están perfectamente caracterizados y a los secundarios los acaba definiendo con los elementos indispensables para que puedan adquirir personalidad propia. El autor de Polina usa un blanco y negro muy contrastado que matiza con masas de grises sabiamente colocadas. No le asusta llenar la páginas de blancos resplandecientes ni de negros espesos que aumentan el dramatismo de la escena. Su narrativa es ágil, clara y exacta; describe con nitidez los acontecimientos y se centra en sus repercusiones en los personajes. El detalle de las gafas de sol de Jimmy para ofrecernos la faceta “oficial” del protagonista es un recurso simple pero muy eficaz.
Martin Quenehen nació en Francia en 1978. Su infancia la pasó en Normandía.
Es licenciado en historia y ha trabajado durante siete años como profesor de geografía e historia en un instituto de las afueras de París. Ha sido reportero y productor para la radios públicas France Inter y France Culture y también redactor del Huffington Post. En 2011 publicó su primera novela titulada Jours tranquilles d’un prof de banlieue y editada por Grasset, donde explica de manera paródica sus experiencias como enseñante. Su primera incursión en la BD la firma en 2020 junto al artista Bastien Vivès, se titula Quatorze de juillet y esta editada por Casterman. En castellano la publica Diábolo Ediciones con el título de Catorce de julio.
Por su parte, Bastien Vivès (1984) nació en París. Cursó estudios de artes aplicadas en l’Institut Sainte-Geneviève y también en l’École supérieure d’arts graphiques Penninghen. Durante dos años, siguió las clases de cine de animación en la Escuela de la Imagen Gobelins.
Vivès es lo más parecido a una estrella en el panorama del cómic alternativo del país vecino. Con su serie Lastman (2013-2019), ayudado por Yves Biguerel “Balak” y Michäel Sanlaville, se ha situado en una especie de mainstream galo que le jalea la ocurrencia de crear un manga afrancesado y lo premia con unas ventas bastante aceptables.
Sin embargo la reputación le viene por sus álbumes en solitario donde suele ser encuadrado en el grupo de artistas de la nueva novela gráfica franco-belga. Su estatus es similar al de gente como Frederik Peeters, Joann Sfar, Christophe Blain y otros aunque conviene recordar que Vivès pertenece a una generación posterior.
A sus 36 años el autor francés puede acreditar una carrera muy densa poblada de obras muy notables. Se dio a conocer con su cuarto álbum titulado El gusto del cloro (2008) un experimento gráfico de muchos quilates donde empezaba a exhibir su dominio de los matices, de las impresiones leves, de una narrativa sensorial donde casi podemos oler las viñetas, sentirnos mojados por el agua de una piscina y oír el chapoteo de pies y manos. Con Por el imperio I, II y III (2010-2011) junto a Merwan en el guion, Vivès se divierte con un péplum de autor donde presta toda su capacidad narrativa y evocadora en describir la trayectoria de un escuadrón de élite de las legiones romanas en pleno apogeo del Imperio Romano. Una epopeya desmitificadora que el dibujante desmenuza con un arte más pictórico que bélico.
Polina (2011) es la gran obra de la primera parte de su carrera. Conmovedora, dura, lúcida… nos muestra el largo camino de aprendizaje de una niña hasta ser una gran bailarina y su relación con un duro profesor de ballet clásico. Con un trazo grueso, sensual y libre compone unas páginas maravillosas y poéticas. Finalmente en 2015 publica el segundo álbum de la serie dedicada a tres ladronas titulado Olympia que junto a La gran Odalisca (2012) forman un díptico aventurero creado junto a Jérôme Mulot y Florent Ruppert. Una hermana (2017) y, especialmente, La blusa (2018) lo sitúan en lo más alto del panorama artístico y autoral de la historieta francófona, estatus que refrenda con Catorce de julio (2020) realizada a partir de un guion de Martin Quenehen.
La edición de esta obra a cargo de Diábolo Ediciones sigue las mismas premisas que las otras dos anteriores que han editado de Bastien Vivès; Una hermana y la excepcional La blusa. El álbum es en tapa dura, el papel es bueno y la impresión excelente. Esta edición no aporta ningún texto complementario, ni tan siquiera la biografía de los autores. El precio es muy razonable.
Catorce de julio supone el estreno de Bastien Vivès en el difícil género del suspense. Un debut magnífico que nos sumerge en una espiral de paranoia y dolor, perfectamente delimitada por su trazo preciso y precioso. La historia urdida por Martin Quenehen analiza la figura del vengador solitario y nos la presenta con todas sus debilidades y contradicciones, dejándonos a nosotros la responsabilidad de emitir el veredicto sobre un fenómeno que nos desconcierta, aturde y repele de tal manera que raramente lo miramos de frente.
La obra de Quenehen y Vivès nos ofrece los suficientes elementos para que nosotros pongamos el resto de nuestra parte. No se le puede pedir nada más a una obra como esta y no se le debería pedir nada menos.
Salut!
Guion - 8.5
Dibujo - 9.5
Interés - 9.5
9.2
Desazón
Un thriller contemporáneo, absorbente y desasosegante magníficamente realizado por Bastien Vivès
Nueva obra de Vivès, nuevo libro en la lista de la compra. Y eso que «La blusa» a nivel historia no me dijo demasiado (a nivel de dibujo, como siempre, excelso), a ver si al tener un guionista la cosa mejora.