Tres amigos, un mono y muchas carreretas.
«¿Qué decir de alguien a quien no has llamado en cinco años y que de repente quiere que seas tú quien esparza sus cenizas?»
Los más jóvenes del lugar posiblemente conozcan a Álvaro Ortiz (Zaragoza, 1983) por su actividad en redes sociales, donde además de quejarse amargamente de múltiples cosas y ser un admirable activista del voto antifascista, también publicó esas dos maravillosas sátiras que son El murciélago sale a por birras (¡Caramba!. 2020 ), un maravilloso oasis de humor durante la pandemia, y Prdro y Maili (¡Caramba!, 2021), que cada vez tiene más pinta de convertirse en toda una profecía de lo que está por venir en futuras elecciones. Incluso lo más pequeños puede que le conozcan por ese delicioso cómic infantil que es La pequeña genia y la partida de shatranj (Astiberri, 2022). Sin embargo, los que ya peinamos canas, o ya no tenemos que peinar, todavía recordamos los altos niveles de excelencia que alcanzo en Rituales (Astiberri, 2014) y Muderabilia (Astiberri, 2015), dos novelas gráficas que dejaban ver todas las cualidades y un riquísimo mundo creativo que ya había mostrado en Cenizas, su primer cómic editado por Astiberri en 2012 y que ahora cuenta con una nueva edición. Un trabajo que originalmente vio la luz gracias a la beca de Alhóndiga Bilbao en la Maison des Auteurs de Angoulême, una beca que, por suerte, han vuelto a retomar tras un tiempo sin convocarla, ojalá hicieran lo mismo con otras actividades relacionas con el cómic, un medio que lleva demasiado tiempo abandonado en esa institución.
Polly, Moho y Piter son tres amigos de juventud que ya han entrado en la treintena que, tras muchos años sin tener contacto, se ven obligados a emprender un viaje en coche a un lugar desconocido para los tres, pero que está marcado con una cruz en un mapa en donde deberán tirar las cenizas de Héctor, un amigo mutuo, para cumplir su última voluntad.
Resulta realmente sorprendente como Álvaro Ortiz consiguió mezclar en Cenizas referencias tan dispares como las historias de carretera, los libros de Paul Auster, las películas de David Lynch, los hermanos Coen y Wes Anderson, las historias de fantasmas, las de búsquedas de tesoros, las de piratas, la mitología, multitud de referencias musicales… todo un batiburrillo del que consigue sacar una historia tan fresca como divertida y adictiva en la que vemos como tres treintañeros que se ven obligados a repasar sus sueños y aspiraciones incumplidos confrontándolos con su realidad y las mentiras que muchas veces nos contamos a nosotros mismos a quienes nos rodean, mientras están embarcados en un viaje incierto e imprevisible que los llevara por moteles de carretera, bares de nombres tan raros como El perro chingón o Hamburguesas y horror, mansiones extrañas o cementerios de barcos mientras se cruzan con personajes tan surrealistas como los barbudos y divertidísimos hermanos Smirnov. Un trepidante periplo tan surrealista como tremendamente divertido para los lectores y repleto de sorpresas que hacen que la lectura sea imprevisible.
Los tres personajes principales son muy diferentes entre sí y sus formas de ser parten desde arquetipos muy conocidos. Polly está enfadada con el mundo, Moho es un sinvergüenza al que no puedes evitar querer y Pieter es el típico grandullón con el corazón de oro. Pero con el transcurrir de la historia les vamos conociendo en más profundidad y descubrimos que son mucho más complejos y llenos de humanidad de lo que aparentan y que son de esa clase de personas que pese a no tener casi nada en común serán amigos toda la vida, aunque están años sin verse. Esa forma de presentar y construir a los personajes sobre todo gracias a unos diálogos fantásticos y a unos breves flashbacks que nos muestran el pasado de cada uno es una de las grandes cualidades de la historia.
Esos flashbacks de los protagonistas, junto a alguno protagonizados por Andrés (un auténtico robaescenas) y algún otro personaje secundario sirve como incisos en la narración principal que también intercala extractos del libro Breve historia de la cremación de Lázaro Vitro de forma que Cenizas se convierte en un puzle formando por piezas breves que terminan por encajar a la perfección creando una historia con las dosis justas de acción, drama, surrealismo, humor y costumbrismo.
Narrativamente estamos ante un cómic que bebe mucho de la estructura habitual de las road-movies con muchas escenas de los personajes hablamos en espacios cerrados, pero en lugar de tener viñetas repletas de texto, Álvaro Ortiz opta por emplear en esas escenas una retícula de muchas viñetas que le permite descomprimir esos diálogos y evitar las cabezas parlantes que no hacen nada que vemos en otros cómics donde hay una gran cantidad de bocadillos por viñeta. Esa versatilidad y mutabilidad de la retícula hace la obra no tenga una estructura de página cerrada y la narrativa, que quizás peca de ser demasiado cinematográfica, no sea aburrida y repetitiva.
Gráficamente estamos ante un estilo diferente al que emplea actualmente el autor zaragozano muy deudor de los autores de la nouvelle BD y al que favorece que las viñetas sean muy pequeñas porque nunca ha sido muy detallado. Pero esto no es óbice para que no veamos un magnífico trabajo en los lugares que recorren los protagonistas con ciudad y pueblos muy característicos y una representación de los espacios naturales llenos de vida y color. Quizás el mejor ejemplo lo tenemos en la página doble en la que vemos el cementerio de barcos. Pero el uso del color no es solamente descriptivo ya que también sirve para separar escenas y espacios temporales, además de resaltar emociones y dotar de mayor intensidad a algunos momentos concretos de la obra.
Además de contar con una nueva portada para esta edición especial por el décimo aniversario que nos permite ver la forma en la que ha evolucionado el arte de Álvaro Ortiz, también incluye 32 páginas en las que podemos ver varios extractos de sus cuadernos previos en los que vemos los diseños previos de los personajes, las páginas que presento al proyecto, el proceso de realización de algunas páginas y un par actos de sabotaje de Alfonso Zapico.
A pesar de los divertidos que son algunos de sus últimos trabajos, volver a leer Cenizas, un trabajo que estuvo nominado a la Mejor Obra de autor español al Salón del Cómic de Barcelona en 2013, nos recuerda lo mucho que echamos de menos al Álvaro Ortiz capaz para reflejar como pocos las emociones humanas más complejas como la amistad, enfrentarse a la muerte o la certidumbre sobre el futuro, sin resultar pretencioso, y sin perder de vista la parte más lúdica de los cómics. Ojalá que en un futuro vuelva a atraernos historias como las tres magnificas novela gráficas que firmo entre 2012 y 2015. Mientras nos quedan la posibilidad de redescubrirlas en cualquier momento o en volver a ver al murciélago salir a chuzarse, que tampoco es mal plan.
Lo mejor
• Lo bien que maneja el Álvaro Ortiz el ritmo de narración gracias a su valor para atreverse de llenar las páginas de las viñetas que demanda la historia.
• Los diálogos que escribe Ortiz.
• Todos los personajes, pero, sobre todo, El mono Andrés.
Lo peor
• Que la carrera posterior de Álvaro Ortiz haya transcurrido por unos caminos que le han alejado de obras como esta.
Guión - 9
Dibujo - 8
Interés - 9.5
8.8
Cómic de carretera.
Con Cenizas Álvaro Ortiz abrió una nueva etapa en su carrera que nos dejó ver a un autor más maduro, pero sin perder la capacidad para sorprender y divertir al lector.