Vidas en el alambre.
«Vaya, lo mismo de siempre. Da igual como me ponga soy totalmente invisible.»
Con El buen padre (Sapristi)
En Chacales Nadia Hafid vuelve a poner encima de la mesa temas que ya abordo en su primer trabajo como la inmigración, el racismo, la falta de perspectivas de futuro, la desigualdad, la soledad o la depresión. En definitiva, la incapacidad de la sociedad y las instituciones para resolver los problemas, pequeños o grandes, que todos sufrimos a diario, en particular los miembros más desfavorecidos de la sociedad. Trata estos temas tan diversos a través de tres personajes de diferentes edades, circunstancias vitales y extracción social, pero que están unidos por padecer Trastorno Explosivo Intermitente (TEI). Una condición que los lleva a tener arrebatos de ira incontrolada que se le hace estallar en arrebatos de violencia física o verbal ante la frustración y rabia que les generan algunas situaciones que tienen que vivir. Tres “chacales” que no son hombres con quienes tradicionalmente se asocia la violencia, sino dos mujeres y un niño, que parecen no saber encauzar la manera de vivir en sociedad, pero que nos dejan ver que el problema no es solo suyo, también es de una sociedad cada vez más deshumanizada y falta de empatía. Sin embargo, no estamos ante un cómic que pretenda explorar el trastorno que padecen los protagonistas, ya que es la excusa argumental que la autora catalana usa para tratar los temas que realmente le interesa contar. Y lo hace sin caer en la tentación de envolvernos la historia en una trama más propia de un melodrama lacrimógeno.
Como ya vimos en su anterior trabajo, el estilo de Nadia Hafid es muy minimalista, repleto de líneas claras y limpias y colores planos. Algo que junto a sus viñetas y páginas plagadas de composiciones geométricas pueden transmitir en un primer vistazo la errónea y precipitada sensación de frialdad, aunque esa sensación se evapora al sumergirte en la lectura de la novela gráfica pero sí que consigue que haya una distancia que nos permite formarnos nuestra propia impresión de lo que leemos. Todo ese aparente orden de los escenarios en los que transcurre Chacales hace que sus páginas se conviertan en una cárcel de viñetas que nos deja ver la incomprensión y la soledad que experimentan los tres protagonistas en su vida cotidiana. Cada una de las imágenes que vemos está representado con las líneas justas, dejando la impresión que estamos antes un trabajo construido de manera milimétrica con una enorme economía en cada trazo para conseguir justo la imagen precisa. Una precisión que también es aplicable a los diálogos, que son tan escasos que parece que estemos ante una obra muda. Sin embargo, los pocos que hay están perfectamente medidos generando un impacto brutal que nos permite conocer las emociones de los personajes principales. Esos diálogos no son el único recurso que vemos para reflejar sus emociones, ya que también vemos como, a pesar de que en la mayor parte de las viñetas los personajes no tengan facciones, cuando está a punto de explotar vemos como la ira se va dibujando en sus rostros.
La obra nos presenta tres historias con varios puntos en común, pero bastante diferentes por el contexto de cada uno de los personajes, que se entrecruzan y en las que el uso de diferentes tonos de color nos permite ver diferentes acciones en común como el verde que identifica los momentos de autoanálisis. Cada una de las tres historias tiene una estructura en común que nos permite ver los diferentes estadios de la ira, vemos como se produce un suceso que hace que vaya creciendo, para pasar a la posterior explosión y finalmente vemos como va desapareciendo. Sin embargo, en los tres casos vemos que el suceso que provoca la explosión es simplemente la gota que colma el vaso y que los verdaderos problemas que afrontan los protagonistas están reflejados de una manera mucho más sutil, casi entrelineas.
La edición de Sapristi es similar a la que realizaron en El buen padre, aunque es de un tamaño algo mayor y también cuenta con un diseño precioso.
Con Chacales Nadia Hafid nos vuelve a presentar una historia muy dura que refleja la realidad de muchas personas que se tienen que enfrentar a diario contra una sociedad que es tremendamente hostil con quienes son diferentes. Un mensaje tan potente e impactante como lo es el estilo gráfico empleado que nos recuerda que todavía hay espacio en cómic para propuestas que conjuguen la vanguardia y la claridad narrativa, sin tener que dejarse por el camino la personalidad artística del creador.
Lo mejor
• La capacidad narrativa de Nadia Hafid que, desde un trazo profundamente minimalista y que puede resultar aparentemente algo frio, nos permite sentir como propias las emociones de los personajes principales.
• La milimétrica composición de cada página.
• Los escasos diálogos, pero que resultan afilados como cuchillos.
Lo peor
• El tiempo de espera hasta la siguiente obra de Nadia Hafid.
Guión - 8
Dibujo - 8
Interés - 8.5
8.2
Impactante.
Con Chacales Nadia Hafid se confirma como una de las voces más interesantes que han surgido en el cómic nacional en los últimos años, gracias a una historia dura como el pedernal y de una factura tan bella como una piedra preciosa que deja al descubierto muchos de los problemas que tenemos como sociedad.