Edición nacional/ España: Charlie Moon (Toutain, 1990).
Guión: Carlos Trillo.
Dibujo: Horacio Altuna.
Color: B/N.
Formato: tomo rústica 56 págs.
Precio: 750 pts.
En cuanto cerramos las páginas de Charlie Moon, la obra de
Cinco pinceladas líricas de juventud. Tal vez cinco despertares, o cinco intentos. Confrontaciones tímidas con el arrogante mundo adulto, teñidas de fatalidad y tristeza. Acaso basten. Un primer contacto con el ídolo con pies de barro, el mito que proyecta luz idealizada sobre la gris existencia, bailando en una buhardilla llena de sueños entre la ropa tendida. La civilizada brutalidad del hombre de negocios que ve morir, impasible, al jornalero que es tu amigo. El desconocido amable, un día cualquiera, sin una razón (o quizá demasiadas) para serlo. La chica con quien te quedas solo, turbado, balbuceando vaguedades. La comunidad que oculta sus vergüenzas bajo la alfombra perversa de la moralidad, el machismo o el racismo. Y, siempre, los silencios, las miradas, la insatisfacción. Sí, acaso basten.
Cuenta Altuna que Trillo y él se juntaban dos o tres veces por semana en un bar cercano para acordar las historias. Pergeñado en 1979, Charlie Moon, que iba a ser un mozo argentino cualquiera, acabó viviendo en los largos años de la depresión norteamericana para esquivar la censura del régimen militar. «Como héroe de ficción tiene algunos parientes ilustres: Huck Finn, Nick Adams y Holden Caufield«, observa en la introducción del volumen de Toutain el escritor argentino
Nunca como aquí la gramática de Altuna se acercó tanto al cine. La profundidad de la perspectiva y la minuciosa reconstrucción de época, la dosificación de acciones concretas en viñetas con idéntico ángulo de cámara, refuerzan el encantamiento. ¿Cuántas veces hemos visto pasar un tren en pantalla dejando a un solitario viajero en un andén? Así arranca el tercer capítulo. Esta transparencia expositiva se crece con los silencios. Sin textos de apoyo ni bocadillos de pensamiento, los personajes han de expresarse con palabras y gestos, con la inestimable ayuda -obvio es- del punto de vista para el énfasis y el ritmo. Tampoco se quedan atrás los recursos propios del noveno arte, como evidencia la ausencia del plano/contraplano en las conversaciones, suplido por argucias más propias del medio, los juegos con los títulos o el marco de las viñetas y, sobre todo, el claroscuro a ejemplo de los maestros del cómic USA tipo
Las pistas diseminadas en la obra nos sugieren el lapso de uno o dos años. «En una de las historias de este álbum aparece el cartel de un film que Carole Lombard estrenó en 1936. En otro episodio se ve una valla publicitaria que se vanagloria del más alto estándar de vida del mundo (el de EE.UU.) y que se remonta al 37. De manera que podemos decir que los episodios de la vida de Charlie Moon que aquí se narran transcurren en esos años, más o menos«, revela el dibujante en el prefacio a la edición de Planeta DeAgostini. Es lástima que Charlie Moon desaparezca tan pronto de nuestras vidas, con la misma rapidez y discreción con que asomó. Echaremos de menos su mirar limpio y desconcertado, su andar errabundo, su corriente subsistencia. ¿Se habría convertido, pasados los años, en un adulto indistinguible? Tal vez sea mejor dejarlo ahí, en una calle como cualquier calle, con la promesa de una vida por delante.
Pese a carecer del relumbre popular de otras obras del mágico dúo argentino (pensemos en El último recreo o Las puertitas del Sr. López), Charlie Moon ha sido publicada hasta tres veces en nuestro país: serializada en la revista Comix Internacional, en álbum publicado por Toutain en 1990 y en el nº 2 de la Colección Horacio Altuna de Planeta DeAgostini (2009).
Me parece recordar haber leído en alguna parte que la edición de Planeta DeAgostini tenia algun defecto o errata. ¿Alguien sabe algo?
Creo que te refieres a la edición de ‘Merdichesky’, de la misma editorial, donde faltaban dos páginas de historieta, con el consentimiento de Horacio Altuna, quien prefirió que no se publicaran al no contar con los originales. Al menos, así se dijo en su día.
Mi análisis lo he hecho con el ejemplar de Toutain, aunque también he ojeado la versión de Planeta, más que nada por los extras, sin detectar nada raro. En la edición de Planeta la única discrepancia que aprecié fue la separación entre capítulos, con fotografías que usó Altuna en la documentación, y dejar la palabra «fin» para el último episodio. En el tomo de Toutain, que recoge la serialización de Comix Internacional, cada entrega concluye con la palabra «fin». En cualquier caso, si alguien ha sido más riguroso en la comparación y tiene algo que aportar, será bien recibido. 😉
Me alegro mucho de que se haya reeditado recientemente esta joyita tan desconocida para la mayoría. Poco se puede añadir a lo comentado en esta reseña… Después de leer cada una de estas cinco historias, te queda la misma sensación mágica que al final de un cuento de Bolaño o de Matute. Y el cuidado en la composición y en el detalle de los dibujos (puedes pasar horas deleitándote en algunas páginas) denota que es una obra hecha con muchísimo cariño y dedicación. En fin, para mí, este tomo es una clase magistral de cómo hacer cómics.
Celebro cada una de tus reseñas de autores argentinos, Javier!
Muy agradecido, Mariano. Un honor para mí poder dar a conocer, desde mis humildes posibilidades, a estos titanes de la historieta por los que -junto a Alberto Breccia- siento orgullosa y confesa devoción. Tu tierra, tan castigada a veces, ha dado algunos de los genios incontestables de este medio.
Pues anda que menudo pedazo de deuda tenemos por estos lares con la Historieta Argentina…
Cuando el comic explosionó, así, a lo bestia, en Iberia, finales de los setenta y comienzos de los ochenta, antes de la invasión superheroica…
Todos aquellos Totem, Comix Internacional, 1984, El Vívora -por nombrar los más conocidos- ¿Qué hubiera sido de ellos sin Trillo, Altuna, Wood, Muñoz, Sampayo, Barreiro, Saccomanno, Oesterheld, Salinas, Alcatena, Breccia, Mandrafina, Risso, Solano López, Juan Giménez y «unos cuantos más» que siempre aparecían en los créditos un mes sí y otro también?
No creo que yo sea el único que empezó a tomarse en serio a «LA HISTORIETA», con mayúsculas, como maravilloso medio de expresión de la mano de todos estos señores, -(y otros muchos más claro, de todas partes del globo, pero eso es otra historia)- y más o menos por eso decía que… que menudo PEDAZO DE DEUDA que tenemos por estos lares con la Historieta Argentina.
Y además, siempre me he descojonado de risa con expresiones como «pelotudo», «conchudo» y «la concha de la lora».
En cuanto a «Charlie Moon», soy de los que opinan que lo bueno, si breve, dos veces bueno. Sólamente ver los nombres de Trillo y Altuna juntos, ya son sinónimo de muy buen hacer y muchísima calidad; hablando mal y pronto, «con buena picha bien se jode». -(con perdón)-
Por lo que a mí respecta, creo que me voy a ver otra vez Relatos Salvajes después de cenar.
Saludos a tod@S.
El venturoso día que asomen y se publiciten estudios serios sobre la historieta argentina entre 1950 y 1990, acompañados de las necesarias ediciones de sus obras maestras, nos vamos a quedar deslumbrados y patidifusos y, a continuación, habremos de revisar muchos estereotipos de lo que creemos saber en esto de los cómics…
Y en particular -(aprovechando que me estoy releyendo «El Condenado»)- la narración en primera persona de las andanzas de tipos más duros que Chuck Norris después de diez horas en un horno, y unos juegos de sombras, un dominio del blanco y negro, que ya les hubiera gustado poseer a muchos «chavalitos» que creen que han inventado el «Noir»… pero aplaudo el intento, oye, y que no decaiga. Pero…
Pero como decía mi avatar, el viejo Buitaker: «Y es que no hay color, chonis, no hay color…»
Poyeando por la red, me ha parecido ver que Francia lleva ya algún tiempo, no mucho, retomando este tipo de material publicado originalmente en revistas como Fierro y otras, y colocándolas en integrales de impecable edición y precio «pal que pueda», y la jugada no les está saliendo nada mal…
En fín, un abrazo, Maese Javier, y no se me haga daño usted con el «caloret», que ya tiene usted una edad y cada vez se acerca más a la mía…
Ojalá editen, algún día, ‘El loco Chávez’. Sólo digo eso.
Pero tú no estabas de viaje, sinvergüenza?
Cómo calla el muy golfo… bah, yo me sigo quedando con «Ficcionario». Y si nos ponemos «pelotudos», con «Ciudad» de Barreiro y Giménez…