As the war machine keeps turning
Han pasado ya tres años desde que Geoff Johns y Gary Frank estrenaron la que fue una de las novedades más ruidosas de su temporada: Geiger. Una aventura postapocalíptica palomitera que generó gran expectación por varios motivos distintos. En primer lugar, estábamos ante el primer trabajo independiente de dos autores muy importantes vinculados hasta entonces a DC Comics (especialmente Johns, que había sido incluso un alto cargo en la división audiovisual). En segundo lugar, porque aquello venía anunciado como el inicio de algo mucho más grande, un universo comiquero bautizado como Los Sin Nombre, que suponía además la primera piedra de Mad Ghost, el sello editorial creado por los autores, que a la postre acabaría creciendo con la llegada de otros artistas y convirtiéndose en lo que es hoy Ghost Machine.
Geiger llegó y personalmente no puedo negar que fue un poco decepcionante. A pesar de su innegable aura de blockbuster y del potencial de su premisa, el guion de Johns no dejaba de ser un sucedáneo de Fallout New Vegas con más ganas de molar que de contar una historia con un poco de profundidad. Pero la serie, por supuesto, fue un éxito de ventas considerable, y la rueda siguió girando para darle continuidad al proyecto con su siguiente eslabón, el cual ha resultado ser toda una sorpresa. Hablamos de Junkyard Joe, o como lo hemos conocido en España, Chatarra Joe.
Publicada originalmente entre octubre de 2022 y mayo de 2023 bajo el techo de Image Comics, Chatarra Joe nos llega un par de años más tarde a nuestro país de la mano de Planeta Cómic, la editorial que logró hacerse con los derechos de Geiger en un inicio (y que habrá que ver en el futuro si es capaz de extenderlos a todo Ghost Machine). La serie, una mini de 6 números, expande el universo de la serie original no solo en dimensión, sino también en el eje temporal.
Y es que debemos recordar que Los Sin Nombre, más que un universo, podría definirse como una cronología. Una particular línea de tiempo de la historia de Estados Unidos regada por las apariciones de distintos personajes históricos, tanto reales como ficticios, que conforman una serie de aventuras de fantasía, acción y ciencia-ficción y que se van cruzando unos y otros hasta (suponemos) terminar convergiendo en el inerte páramo radioactivo posterior a la Guerra Desconocida. Al personaje de Chatarra Joe lo conocimos brevemente en las páginas de Geiger, pero aquello no era más que un simple cameo. Es en esta miniserie donde Johns y Frank nos cuentan los orígenes del personaje.
La historia nos lleva hasta 1972, en plena Guerra de Vietnam, donde el joven soldado Morrie “Muddy” Davis se cruza con el recluta más inesperado, un androide de origen desconocido que ha sido integrado en su pelotón como un soldado más bajo el sobrenombre de Joe. Tras un final de servicio traumático, Muddy asume que aquello fue cosa de su imaginación y aprovecha la inspiración para crear Chatarra Joe, una tira dominical que termina convirtiéndose en una leyenda de la cultura estadounidense. Cincuenta años después, solo y cansado, un anciano Muddy se prepara para la jubilación cuando a su puerta llama el visitante más inesperado.
Menuda sorpresa más grata, la verdad. Chatarra Joe tiene todo lo que le faltó a Geiger, que bien podríamos resumirlo con una palabra: corazón. Frente a la acción palomitera descerebrada, para esta nueva incorporación a su universo Geoff Johns decide hacer las cosas de dentro hacia fuera, construyendo una historia en la que, sorprendentemente, el centro emocional de todo es su robótico protagonista.
Con muy poco, Johns consigue definir por completo a un personaje que sin tener diálogos logra una expresividad y una emotividad singulares. Mediante la Guerra de Vietnam, la gran herida bélica de la historia yanqui, Joe funciona como un sucedáneo de El Gigante de Hierro, cuyo poder destructivo se ve contrastado por su ingenuidad casi infantil, y que ante la falta de una misión se siente perdido. Mediante su relación con el huraño y gruñón personaje de Muddy, Johns logra a través de sus interacciones crear unas conmovedoras escenas de ese pobre robot encontrando su lugar.
Esa es, obviamente, la lectura más clara de la historia: la del veterano roto. Joe funciona como representación del militar que, de tan acostumbrado al horror de la guerra, no es capaz de encontrar su lugar de vuelta en la sociedad. Aquí hablamos por supuesto de una visión profundamente estadounidense, tan acostumbrada a sus mil y una guerras que han convertido a la figura del veterano en una constante de su entorno, y para ejemplo solo hay que ver los extras, en los que todos los miembros del equipo creativo comparten las historias de sus familiares con pasado militar. Los más anti-imperialistas quizás tuerzan el gesto, pero hablamos en última instancia de una historia con un considerable corte antibelicista, que se centra mucho más en el sujeto sufridor (el soldado desconocido) que en darle solemnidad al conflicto.
Completan la historia tanto los villanos genéricos de turno como la familia afligida de rigor, que componen quizás la parte menos reseñable de la obra. No hablamos de elementos mal escritos o que arruinen la trama, pues a fin de cuentas ayudan a llevarla hacia delante, pero son sin duda las partes menos inspiradas y más convencionales del cómic. Todo lo que rompe la bonita relación entre Muddy y Joe parece entorpecer la historia de la que como lector uno quiere saber más.
En términos artísticos, Gary Frank vuelve a demostrar su buen hacer, ya bien conocido por todos los aficionados de las viñetas. El autor de Shazam deja claro una vez más que tiene uno de esos estilos de dibujo digno de blockbuster, pero esta vez lo hace con una historia que no le deja tanto espacio para la espectacularidad, lo que a mi parecer aumenta su mérito. Más allá de las maravillosas páginas que tienen lugar en Vietnam, espectacularmente plasmadas, Frank logra también frenar el ritmo y darle la pausa y la sensibilidad necesaria a los diálogos de la obra. Especialmente meritorio es su diseño de Joe, que atesora la personalidad suficiente como para alcanzar la iconicidad, pero más aún la habilidad para dotarlo de expresividad únicamente a partir de sus gestos. El trabajo de Brad Anderson termina de darle vida a las páginas, con un color vibrante que sirve además para mantener la coherencia visual con Geiger, donde también se ocupó de ello.
En definitiva, Chatarra Joe es la obra que necesitábamos para mostrar verdadero interés por el universo de Los Sin Nombre. Geoff Johns y Gary Frank cambian la espectacularidad por la emotividad, dándonos una pequeña historia sobre la guerra y sus secuelas con mucho más corazón del que podríamos haber sospechado.
Lo mejor
• Johns escribe una historia antibelicista con mucho corazón.
• No hace falta leer Geiger, se disfruta de manera independiente.
Lo peor
• Sin ser negativos, tanto el villano como la familia de vecinos resultan más convencionales y menos interesantes.
Guion - 8
Dibujo - 8.2
Interés - 8
8.1
Entrañable
La segunda piedra del universo de Geiger mejora con creces gracias a una historia mucho más contenida y emocional.
No pensaba seguir con nada de este universo después de la decepción que me supuso Gegier, me pareció que iba de más a menos, pero, viendo que en todas las reseñas la ponéis tan bien, voy a tener que volver a darle un tiento; sobre todo, si es autoconclusiva.
Muchas gracias por la reseña.
A mí Johns me parece un guionista sobrevaloradísimo, cuya principal virtud era dar uso al peso de la leyenda de los personajes de DC, que terminaba cayendo en impactantes cliffhangers que se resolvían con poca chicha detrás. Lo que viene a ser el dicho de mucho ruido y pocas nueces.
Eliminados estos elementos de la ecuación en un universo propio estos cómics no son para mí