Edición nacional / España: Ciudad. Colección Sillón Orejero. Mayo 2015, Astiberri Ediciones, recopilando material anteriormente editado entre 1982 y 1991 por Toutain, entre otros.
Guión: Eduardo Barreiro.
Dibujo y tinta: Juan Giménez.
Formato: 192 páginas en blanco y negro editadas en cartoné.
Precio: 24 €.
Poco hemos hablado en esta casa de la obra de Juan Giménez. Mal. Esto es algo que esperamos poder corregir a lo largo de los próximos meses. Lo ideal sería coger el toro por los cuernos y para el lector más joven confeccionar una reseña de corte bio-bibliográfico, con el fin de que hasta el más perdido se haga una idea de quién es este enorme autor. Al tiempo, los datos concretos llegarán.
Pero antes me gustaría hacer otro tipo de acercamiento a la figura de Giménez. Una de seguro más personal, egocéntrica, hasta ombliguista, pero que servirá para explicar no sólo los valores de una obra que afortunadamente sigue creciendo, sino la manera en la que esta ha calado en el imaginario colectivo de un fandom que ya peina canas, y que, imagino que como me pasó a mí, descubrió a Giménez en el despertar de su adolescencia.
Allá vamos: finales de los años ochenta. Si existe una década resabiada para la nostalgia, es esta. Esta generación perdida que ahora pretende acceder a puestos de responsabilidad pero que sigue deambulando por las cloacas del universo laboral, empezó a sentir los estragos de las hormonas y la incertidumbre del qué dirán durante los años en los que Sabrina y Samantha Fox luchaban por mostrar cada cual más cacha y los spectrum renqueaban mientras tardaban la tarde entera en cargar un juego. No soy partidario de defender tiempos pasados como mejores, máxime cuando están enfangados por el filtro del recuerdo, anteojos siempre mentirosos. Los ochenta y noventa estuvieron tan llenos de hallazgos como de miserias. No creo que los niños de ahora crezcan ni peor ni mejor. Pero sí existieron diferencias: los quioscos. En los de mi ciudad, entre revistas porno y biblias del corazón, colgaban los tebeos de Forum o de Zinco. Y mucho antes de Novaro o de Vértice. Pero, entre medias, entre disfraces de colores y después del auge de las portadas de López Espí, surgieron aquellos álbumes en rústica de la editorial Toutain. No eran tintines de tapa dura y línea clara; no vendían aventuras retro del tipo Flash Gordon; sus imágenes estaban más cerca de la imaginería pulp, con aires, luego lo sabría, del tebeo más experimental. El lector más perspicaz verá que estoy mezclando épocas, años y estilos. Pero así de traicionera es la memoria, que todo lo compacta, que con su pátina tajante nos mezcla los meses, nos bate los años. A lo que voy es al impacto tremendo, al impacto de aquellas portadas, más adultas, más audaces, más sugerentes, que mostraban aquellos tebeos, editados por Toutain, rescatando a veces contenidos del Zona 84 o del Comix International. Aquellos tebeos, de nombres sugerentes como Zora, Mundo Mutante o Kraken, no podías comprarlos porque tu edad te delataba. Pero si tenías la suerte de tener un hermano mayor con buen gusto y mucha curiosidad –como es mi caso-, aquellos contenidos llegaban a casa. Entonces, despuntando nuestras primeras novias –o cuanto menos, todo lo novias que podían llegar a ser esas niñas con las que tratabas de juntarte cuando tenías trece años-, de pronto, la mente efervescente de los muchachos quedaban tocadas por esas féminas desnudas recorriendo escenarios de ciencia ficción. Claro, la biología manda, y eran aquellos pechos prohibidos, aquellas carnes al aire, lo que primero llamaba la atención de aquellos tebeos. Esa mezcla sugerente que apelaba tanto al Eros como al Tánatos, donde vida y muerte se conjugaban en una sola y estilizada imagen. Sexo y muerte como principal reclamo para las mentes más perturbables, pobres de nosotros. En definitiva, aunque los diseños eran fantásticos, y las historias lo eran aún más, aquel componente erótico daba latigazos a los ojos del joven lector, que protagonizaba entonces los temores del nefasto Wertham sin saberlo. Pero, afortunadamente, el lector crecía. Y en ese momento, gran cantidad de aquellos relatos, gran cantidad de aquellos mundos imaginarios, se quedarían en su retina por la fuerza de su originalidad y, en muchos casos, generaría un interés por la literatura de género que si bien arrancaría con la Dragonlance y Tolkien, derivaría en la mayor parte de los casos a apreciar a Clarke, Asimov, Huxley, Bradbury o Ballard. Así, Toutain, probablemente sin saberlo, sirvió como puente para el desarrollo del gusto literario de una generación que lleva ya años dando frutos tanto en la forma de grandes autores –de tebeo y novela- como de grandes lectores, seguidores con gusto que fomentan salones del cómic y jornadas literarias de género.
Toutain bebió y vivió del cyberpunk, las distopias, el horror y la especulación, sin hacerle ascos a la space opera e incluso a la comedia. Pero trató, a través de su catálogo, con respeto adulto al lector. Y el lector juvenil que tuvo la suerte de disfrutar de aquellas ediciones vio como su criterio se abrió a miras más allá de Marvel. Asistimos entonces, desde finales de los setenta con auge en los ochenta, a una eclosión de autores que si bien muchos llevaban ya dando guerra desde los sesenta, no fue hasta esa década que se convirtieron en estrellas en el país. Hablo de Richard Corben o Bernie Wrightson, pero también de Azpiri o este Juan Giménez, autores más o menos de la misma quinta cuyo trabajo fue expuesto en los quioscos del país para violar las mentes de los lectores más aprensivos. ¡Alabado sea el Señor, repito!
Con esta mezcolanza de estilos e incluso épocas trato de sacar a la palestra a una generación de autores y a la par de lectores que entendieron el fantástico como algo más allá del mero divertimento infantil que supuso Star Wars. La fantasía de Lucas sigue siendo estupenda, nos sigue arrancando sonrisas, pero el fan más espabilado ansiaba historias más afiladas. Pues bien, los títulos Toutain, con sus portadas cargadas de tecnología futurista, sus monstruos de zarpas sangrantes y sus féminas de músculo visto fueron maná para esos lectores ávidos de su ración de fantasía al límite, aquellos que se debatían entre las salas de juegos recreativos, los multicines recién estrenados y la TV de dos canales. Juan Giménez vino de Argentina con su carpeta plagada de diseños, con un tebeo ya publicado allende los mares (ese primerizo As de Pique) y con una capacidad para el dibujo que lo equiparaba ya desde el arranque con el dios Moebius. Ya fuera con guiones propios o bajo la tutela argumental de plumas como las de Carlos Trillo o Eduardo Barreiro, Giménez desarrolló una carrera de tremenda belleza, con títulos como Estrella Negra, Cuestión de Tiempo o Basura, con un pie siempre en la ciencia ficción y una querencia por el estudio de la tecnología, ya fuera desde un punto de vista estético –sus viñetas son odas a las alegrías y las pesadillas de la ingeniería- como desde una visión especulativa, por lo general deprimente. Pero sus planchas no dejaban de ser almíbar para los ojos del lector. Abigarradas, repletas de detalles, tendentes al virtuosismo, como si tratara de rascarle verosimilitud a sus mundos a través de la concreción de los adminículos que definen un entorno, Giménez se convirtió con rapidez en un autor a seguir. Quizá visto a día de hoy, alguno de sus álbumes poseen un aire naif, sus planteamientos han quedado obsoletos o han sido superados. Algo lógico y habitual en cualquier ejercicio de ciencia ficción especulativa, donde los progresos científicos crean nuevas vías de a la imaginación al tiempo que ningunean caminos anteriormente tomados.
Ciudad, tebeo creado junto al mencionado Barreiro peca de todo lo anterior, para bien y para mal. Tenemos aquí ejemplo de la querencia de su dibujante por las máquinas, ya sean de guerra o de paz, por las féminas de aspecto neumático, por la ciencia ficción distópica, por el apocalipsis y por cierto horror. Sus relatos, enmarcados en una ingente Ciudad donde llegan a parar náufragos de todas las eras y de la que no existe escapatoria, dan pie a homenajes de todo pelaje a géneros variados del fantástico. En la batidora de referencias caben desde Lovecraft hasta los monstruos de la Universal, desde Mad Max hasta el Eternauta. Ciudad no es un ejemplo perfecto de un survival al uso, pero pone sus cimientos en ese tipo de premisa: dos de esos náufragos deambulan por una ciudad cambiante en busca de una salida. Mientras, se enfrentarán a serpientes marinas, conocerán a sosías del flautista de Hamelin y padecerán los escarnios del consumismo asesino del futuro, entre otras aventuras. El tebeo supone pues una plataforma para ofrecer una coctelera de referencias y homenajes, de géneros y tendencias narrativas, que saltan del divertimento más evidente a la reflexión más sesuda, sobretodo en su tramo final.
Crucemos dedos y recemos a los señores de Astiberri para que esta nueva edición de material de Giménez no sea una piedra en medio del mar. Y tú, atiende, si no tenías ya esos álbumes de Toutain, ¿qué haces comprándote el enésimo crossover de turno?
Guión - 6
Dibujo - 9
Interés - 8
7.7
Ciudad es un ameno conjunto de relatos de homenajean el género fantástico desde el horror a la ciencia ficción más especulativa con un Giménez en estado de gracia.
Excelente reseña Raúl. Yo también soy de esa quinta que veía como frutos prohibidos esas revistas y álbumes que comentas, aunque en mi caso no tenía un hermano mayor que me diera acceso a dicho material y no lo pude catar hasta más adelante cuando su impacto yo fue mucho menor. De todas formas, bienvenida sea esta iniciativa para recuperar el trabajo de Juan Giménez, un artistazo increible que merece ser descubierto por las nuevas generaciones y disfrutado de nuevo por las antiguas.
Creo que iré poco a poco reseñando material de Juan Giménez, Alejandro. Únete a la causa! Y gracias por el piropo, que últimamente ando escaso.
Yo podría reseñar As de Piqué, que me gustó mucho y creo que tengo El Cuarto Poder por algún sitio.
Y tu sigue así con las reseñas, que no pierdo ni una, que siempre recomiendas cosas muy interesantes
Me sumo a las felicitaciones por la reseña, y bienvenidas sea hablar más de Juan Giménez!
Acá, por su presencia en la Convención Crack Bang Boom como homenajeado, se editó esta misma obra y también Basura. Podría sumarme desde la sección de Latinoamérica a reseñar ese libro 😉
Pues adelante! Cuanto más se hable de Giménez, mejor.
Magnifica reseña, aunque yo al guión le subiría un punto ya que si bien todas las historias no están al mismo nivel en general hay más buenas que regulares. Lo que me gustaría ver editado son sus historias cortas de Cuestión de tiempo, Juego eterno y otras en un tomo recopila-torio, son de lo mejor de este autor.
Buena reseña Raúl. «Ciudad» es, junto con «Torpedo», de las mejores obras que he leído este año. Un magnífico dibujo y una trama apasionante. Si bien es verdad que hay historias mejores que otras, en general es un libro estupendo.
Espero que Astiberri, o alguna otra, se anime a publicar otras cosas de Juan Gimenez, como «Basura». Y por favor, que la editorial haga un buen trabajo, ya que sigo horrorizado con la reducción de «La Casta de los Metabarones»
Sabeis si contiene extras esta edicion?
No tiene extras.
Es una edicción con papel de gran gramaje, una reprodución buenisima y tapa dura con un tamaño superior a la anterior de Toutain.