En 1667, John Gurney dejó Maldon (su ciudad natal, en Essex) y se estableció entre los cuáqueros de Norwich. John Gurney tuvo dos hijos: John y Joseph. A su vez, John tuvo dos hijos: John y Henry. Estos dos hermanos fundaron el Gurney´s Bank en 1770. El hijo de Henry, Bartlett, asumió el liderazgo en la siguiente generación; pero cuando Bartlett murió sin descendencia el poder dio un par de saltos atrás en el árbol genealógico y acabó en manos de Richard Gurney, hijo de Joseph, casado con la hija de David Barclay.
El hermano de Richard Gurney, John, tuvo trece hijos, de los cuales murieron casi todos. Entre los supervivientes se encontraban Elizabeth Fry y Samuel Gurney. A pesar de sus orígenes, Elizabeth tenía ideales muy próximos a lo que hoy consideraríamos comunismo o socialdemocracia. Luchó por la reforma social y se la llegó a llamar “el ángel de las prisiones”. Samuel compartía los ideales de su hermana, algo que no es de extrañar: desde los ya lejanos tiempos del primer John, la familia Gurney había seguido a rajatabla el credo cuáquero, entre cuyos puntos esenciales se encontraba la ayuda a los más desfavorecidos.
En 1812, Samuel asumió el mando del banco familiar, tras la muerte de su padre. En 1825, durante una gran crisis económica, Samuel se dedicó a vender créditos al resto de banqueros. Todos sus rivales contrajeron una deuda que los ataría a Samuel de por vida. En la década de 1840, Gurney se mostró como un fervoroso antiesclavista y financió la fundación de Liberia. Aportó cuantiosas (e incluso, decían algunos, descabelladas) sumas de dinero para la construcción de escuelas, hospicios y hospitales. Entre estos últimos se encontraba el Forest Gate Hospital, construido en las tierras propiedad de Samuel Gurney en 1855. Samuel Gurney murió en 1856.
Hasta 1908, el Forest Gate funcionó como hospital; pero cuando los miembros de The West Ham Guardians lo compraron, el inmueble se convirtió en una especie de hospicio para dementes y epilépticos. En 1919 (con la gripe española matando más gente que los proyectiles durante la 1ªGuerra Mundial), el Forest Gate volvió a convertirse en un hospital. Sin embargo, hasta 1956 setenta y cinco de las camas del hospital se utilizaron “para el uso de débiles mentales al cuidado del estado”. Dave Gibbons vino al mundo en 1949, bajo la alargada sombra de la 2ªGuerra Mundial y bajo los techos del Forest Gate, algunos de ellos todavía agujereados por las bombas alemanas.
Después de la contienda, la exhausta, golpeada y asediada Gran Bretaña había logrado entender que, si existía un tiempo para la guerra, debía existir también un tiempo para la paz. Que el Partido Laborista sucediera al Partido Conservador (el del Churchill de la sangre, el sudor y las lágrimas) venía a significar que el pueblo compartía un ansía por la nivelación y la regulación del terreno de juego social. Sin duda, los padres de Dave Gibbons (Chester, arquitecto urbanista, y Gladys, secretaría) agradecieron las ayudas sociales de lo que hoy en día venimos llamando Estado del Bienestar.
Pero aquella Inglaterra en la que vivió el Gibbons niño no era un lecho de rosas: el Estado del Bienestar se construyó a partir de la destrucción sistemática de las ideologías capaces de desestabilizar al Estado (ideologías que siguieron muy vivas en la Europa continental). Podría afirmarse sin temor a equivocarse demasiado que una las constantes en la producción de lo que en el futuro se conocería como Invasión Británica es la exploración de las tensiones entre un imperio colonial que se resistía a desaparecer y una nación (neo) liberal que se resistía a nacer.
Len Wein aterrizó en la Tierra en 1948, en una comunidad judía del Bronx, en Nueva York. Al igual que Gran Bretaña, Estados Unidos cimentó su posición de liderazgo mundial destruyendo los elementos sociales potencialmente peligrosos. Los americanos le regalaron a su Estado del Bienestar el sonoro epíteto de american way of life. Como Gibbons, Wein pertenecería a una futura generación de alborotadores capaces de insuflar (a menudo sin ser conscientes de ello) nueva vida a la eterna pelea entre el hombre y la autoridad.
Como muchos otros niños, Wein se encontró con los cómics en un momento de enfermedad. Aunque su familia (de clase obrera) no alimentaba en modo alguno su pasión por las historias, fue su madre la que le trajo su primer tebeo cuando estaba postrado en la cama. Por su parte, Gibbons describe así su primer encuentro con el cómic: “Cuando era muy joven, estaba expuesto a una especie de cómics infantiles con funny animals. En Inglaterra, teníamos un par de cómics llamados The Beano y The Dandy: revistas de humor bastante juveniles. Desde el momento en que vi esos cómics americanos pensé, guau, que personajes tan buenos y emocionantes; tenía color, a diferencia de los cómics británicos. Cuando comenzaron a importar cómics estadounidenses nuevamente a finales de 1959, se abrió todo un mundo. Porque lo fascinante no eran solo los personajes y las historias, sino la ventana a una cultura completamente diferente. Bicicletas Schwinn, Tootsie Rolls y todas las pistolas Daisy BB. Para mí, los cómics eran como artefactos de una civilización asombrosa del otro lado del mundo”. Y también: “La primera vez que vi un cómic estadounidense, lo abrí con la idea de tener una historia completa en un solo número. Cuando digo que vi por primera vez un cómic estadounidense en Inglaterra lo extraño fue que los cómics estadounidenses que vi en Inglaterra eran reimpresiones australianas de cómics estadounidenses, porque importar cómics estadounidenses había sido prohibido, pero los cómics australianos no estaban prohibidos.”
Por supuesto, las “prohibiciones” a las que se refiere Gibbons habían sido causadas por las muy escabrosas historias de terror y crímenes de la EC. Sin embargo, hay que destacar que Inglaterra contaba con una venerable tradición de procesos por obscenidad. Aunque los juicios en los que Ulises y El amante de Lady Chatterley se sentaron en el banquillo de los acusados suelen considerarse victorias definitivas para la causa de la libertad de expresión, no hay que olvidar que (en los cercanos 80`s) el cómic Fresca Zizis de Melinda Gebbie fue prohibido por obscenidad en el Reino Unido. El cómic ha sido un medio tradicionalmente perseguido y, lo que es peor, abandonado, a diferencia de otras formas de expresión socialmente más respetables.
Len Wein comenzó a crecer como escritor entre las brasas medio apagadas del legado de EC. A mediados de los 60`s, la editorial Warren (bajo el mando de Archie Goodwin) recuperó (en títulos de terror como Eerie y Creepy, y en títulos de guerra como Blazing Combat) el espíritu contestatario tan caro a EC. Para ello contrató a muchos de los veteranos de EC. Uno de ellos, Joe Orlando, se mudaría poco después a DC para resucitar varios títulos de terror: The House of secrets, The house of mistery y The witching hour.
Orlando llevó a las oficinas de DC a veteranos con muchos galones en el uniforme de combate (Alex Toth, Don Heck, Jack Oleck) pero también a novatos con pocos kilómetros en el tintero (Gerry Conway, Neal Adams, Mike Kaluta, Sergio Aragonés). En este último grupo se encontraban Len Wein y Bernie Wrighston. Wein apenas había escrito algunas historias cortas para Teen Titans cuando se puso a las órdenes de Orlando, pero con la inestimable ayuda de Wrighston hizo saltar la banca con Swamp Thing (el primer y más famoso spin-off de The house of secrets).
Marv Wolfman (el mejor amigo de la infancia de Wein: habían recorrido juntos el circuito de convenciones, habían peregrinado juntos hasta la casa de Jack Kirby y juntos habían entrado en la industria) le abrió la puerta a Len para entrar en Marvel. Wein fue contratado como ayudante de Roy Thomas y, en menos de tres meses y tras la marcha de Thomas, fue nombrado director editorial (un tal Chris Claremont fue contratado como su asistente) junto a Wolfman.
Len Wein plantó un par de banderas en Marvel (una recordada etapa en Hulk y la segunda génesis de La Patrulla-X), pero su paso por el bullpen fue más bien traumático. La política de los predecesores (Stan Lee y Roy Thomas) de Wein en Marvel había sido la de no-intervención mientras las ventas acompañaran; pero Wein no podía evitar volcarse en los títulos que estaban a su cargo. De forma paradójica, esta manera tan intrusiva de editar fue la que permitió que naciera la era más libre, corrosiva y subversiva de Marvel. Como no podía ser de otra manera, las intenciones de Wein chocaron de frente con los deseos de los mandamases de Marvel.
En una reunión para preparar el famosísimo crossover Spiderman/Superman, Wein le preguntó a Al Landau porque le había dado el proyecto a Ross Andru sin consultarlo antes con él. Al fin y al cabo, Andru era el dibujante titular de la colección estrella de la editorial: The Amazing Spiderman, colección que Wein escribía y editaba. Landau le dijo a Wein que no pintaba una mierda en la editorial. Wein se abalanzó sobre él y le dio una paliza. Roy Thomas y Stan Lee tuvieron que sujetarle.
Wein se justificó revelando que había estado consumiendo tranquilizantes para soportar la ingente cantidad de trabajo, pero no tardó en dejar la editorial por la puerta de atrás. Su puesto quedó en manos de Marv Wolfman y, cuando este se vino abajo, pasó a Gerry Conway, el antiguo amigo y compañero de piso de Wein en la época de House of Secrets (al entrar en Marvel Wein y Wolfman habían estado de acuerdo en apartar a Conway, el “niño prodigio de los cómics”, de los puestos de poder editorial).
Mientras tanto, en Nigeria. Un ejecutivo de Pikin (una agencia de publicidad nigeriana) viaja hasta Gran Bretaña. Contacta con la agencia Bardon Press Features para discutir la creación de un superhéroe africano cuyo objetivo sería difundir el amor por la literatura en Nigeria. Bardon Press llama a dos jóvenes artistas deseosos de entrar en el mercado. ¿Sus nombres? Brian Bolland y Dave Gibbons. Bolland y Gibbons se encargaban de dibujar números alternos. Otro jovenzuelo llamado Kevin O´Neill les echará una mano en una colección titulada, de forma cristalina, Powerman.
El superhéroe titular, quien a veces también respondía al nombre de Powerbolt, se encarga de proteger Nigeria de dinosaurios, robots y otras amenazas. A pesar de la delirante premisa, los autores hicieron un auténtico esfuerzo por acercarse a la cultura nigeriana. Pero cuando la serie se reimprimió en Sudafrica, The Comics Journal no dudó en acusarles de apoyar el apartheid. Gibbons y Bolland decidieron coger los lápices y mudarse a IPC, donde un par de hippies que llevaban por nombre John Wagner y Pat Mills querían inaugurar una revista contestataria que llevaría por título 2000 A.D.
Gibbons debutó en el Prog 01 (Febrero de 1977), de modo que su participación es incluso anterior a la irrupción del Juez Dredd (quien debutó en el Prog 02, de Marzo del 77). Gibbons dibujó 24 entregas de Harlem Heroes, un serial escrito por Pat Mills y Tom Tully cuya sinopsis era así de bizarra: “En el año 2050, el aero-ball ha invadido el mundo. Es como el kung-fu, el boxeo, el fútbol y el baloncesto todo en uno. Los jugadores vuelan por el aíre vistiendo jet-packs y marcando strikes aéreos metiendo la pelota en el marcador. El equipo estrella es el conjunto negro Harlem Heroes”.
En el Prog 25, Massimo Bellardinelli sustituyó a Gibbons, y este se incorporó de buen grado a la serie que el artista italiano dibujaba hasta el momento: Dan Dare. Gibbons también comenzó a dibujar Ro-Busters (una especie de parábola con robots que buscaba hablar de las políticas de destrucción de la mano de obra local emprendidas por el primer gobierno de Maggie Thatcher) y de este modo se convirtió en uno de los artistas más prolíficos de 2000 A.D, colaborando en 108 Progs de los primeros 130.
Para redondear ingresos, Gibbons dibujó algunas historias cortas de ciencia ficción en el serial Tharg`s Future Shocks. Fue su primera colaboración con un tal Alan Moore
En 1979, Wein concedió una entrevista a The Comics Journal (que puede leerse entera aquí). Roger Slifer (un guionista y editor con cierta relación con la franquicia de Green Lantern: escribió la primera serie de Omega Men después de que estos aparecieran por primera vez en Green Lantern #141 por cortesía de Marv Wolfman y Joe Staton; Slifer también co-creó a Lobo) le pregunta: «¿Qué crees que es una historia al estilo Len Wein?».
A lo que Wein responde algo que podría haber dicho el mismísimo Aristóteles: «Creo que es más una historia. En estos días, muchos cómics no solo carecen de sentido, sino de trama. Mis historias, espero, tienden a tener un comienzo, un desarrollo y un final. Alguien se refirió a mis historias como historias circulares. Eso es lo que trato de incluir en la historia. Intento presentarte a un elenco de personajes y dejar que los sigas a través de los pasos por los que decida ponerlos y, con suerte, resolver algún tipo de conflicto con los personajes al final de la historia. Es la forma en la que se supone que se hacen las historias. No es que necesariamente las haga todas tan bien. Estoy seguro de que hay quienes dicen que un argumento de Len Wein es un viejo argumento de Stan Lee refrito. Pero me gustaría pensar que en algún punto del proceso hago algo que es, al menos hasta cierto punto, original.»
En 1982, Len Wein estaba de nuevo en la cresta de la ola. No solo había colaborado con Marshall Rogers, Steve Englehart y Walter Simonson en una de las etapas más queridas y recordadas por los aficionados de Batman, no solo se había desquitado con Marvel escribiendo un cruce entre Batman y Hulk, y no solo había resucitado a su querida Cosa del Pantano: había llevado sus políticas de intervención hasta Inglaterra, donde sumó a su ejército de colaboradores a Alan Moore (para Swamp Thing), Brian Bolland (para Camelot 3000) y Dave Gibbons (para Green Lantern).
Wein se encargaba de escribir esta última serie, toda una veterana en la cosmología deceita. John Broome y Gil Kane habían creado a Hal Jordan en Showcase #22 (Octubre de 1959). Jordan solo comparte con su predecesor de la Edad de Oro (Alan Scott) el nombre, y su origen articula de forma inmejorable los sueños y las inquietudes del kennedyman: un guapo, valiente y aguerrido piloto que es elegido como defensor de la galaxia por sabios seres celestiales.
Sin embargo, Broome (un avezado psiconauta que acostumbraba a escribir sus guiones desde la terraza de hoteles en países exóticos, entre viaje y viaje psicodélico) no tardó en darle un giro a la vida de Jordan. En palabras de Grant Morrison (Supergods, p.184): “Hal Jordan había empezado sus aventuras como piloto de pruebas antes de dejarlo todo y lanzarse a la vida en la carretera, primero como vendedor de seguros y luego como agente comercial de la empresa de juguetes Merlín. […] Broome orquestó minuciosamente la representación de aquel hombre en busca del significado de las cosas mundanas tras ser reclutado por un cuerpo de policía extraterrestre (al igual que los astronautas que habían encontrado a Dios en órbita, Hal se estaba redescubriendo)”.
Y también: “El Hal Jordan de Broome y Fox era un beatifico vagabundo del Dharma, como Keruac; pero en las manos de Dennis O´Neil se convirtió en un representante de todos los polis imbéciles habidos y por haber. Desconcertado y en busca de su alma, se convirtió en el irreflexivo servidor de las autoridades geriátricas de una galaxia muy, muy lejana”. En efecto, para poder escribir y dibujar esa obra maestra que es Green Lantern/Green Arrow, Dennis O´Neil y Neal Adams tuvieron que obviar conscientemente a John Broome. Sus cómics se parecían más a Serpico o a French Connection que a Astounding Science Fiction, y aunque la epopeya de Jordan en busca del corazón de América (curiosamente un tropo que Broome ya había utilizado con un sentido distinto, y que Grant Morrison usaría después, de forma autoconsciente; quizás sea este un elemento indisociable de la leyenda de Jordan) solo duró trece números antes de ser cancelada, pero fue un hito: abrió las puertas a toda la Edad Oscura del cómic de superhéroes estadounidense.
Tras un paréntesis de cuatro años, la serie de Green Lantern volvió a los anaqueles en 1976. Julius Schwartz (quien llevaba editando el cómic desde 1959) dejó el puesto de editor en manos de Jack C.Harris. Harris encargó a Brian Bolland su primer trabajo para la industria americana (la portada de Green Lantern #127) y contrató a Marv Wolfman y Joe Staton como equipo creativo. Y tras Wolfman, y como venía siendo habitual entre los dos amigos, llegó el turno de batear para Len Wein.
La primera aportación de Dave Gibbons a la mitología de Green Lantern fueron historias de complemento de los Green Lantern Corps. La primera de estas historias (escrita por Robin Snyder y publicada en el #161 de la colección) se titula Storm Brother: trata sobre un viejo Green Lantern retirado y convertido en jardinero. Mientras planta sus flores un viejo enemigo aparece para reclamar su venganza final. El desenlace de la historia es insatisfactorio, pero la (irónica) imagen de dos ancianos peleando por nada bajo la lluvia tiene suficiente poesía como para considerarse un antecedente claro de los futuros intereses de Gibbons.
En el #162 (curiosamente en este número también se incluyó la primera historia profesional de un jovencísimo Kurt Busiek), Gibbons dibujó su segunda historia en la colección. Todd Klein escribió Apprentice, un cuento donde el escudero de un Green Lantern aprende a no querer hacerse mayor antes de tiempo. De nuevo junto a Klein, Gibbons dibujó la historia de complemento del número #164, Hero, un cuento sobre codiciosos piratas espaciales.
La siguiente historia (Green Magic, Test of will!, escrita de nuevo por Todd Klein) se divide entre los complementos de los números #165 y #166. Es un cuento sencillo que introduce un elemento muy atractivo y particular en la cosmología sci-fi de la serie: la magia. En el #167 Todd Klein escribió y Dave Gibbons dibujó una emotiva historia protagonizada por Green Lanters…caballos. En Successor un potro y su cría combaten por la posesión de un anillo de poder…solo para que sea el robot-mayordomo de la familia el que finalmente se lleve el gato al agua.
Todd Klein parecía tener una especial querencia por la fantasía, tal y como demuestra Deeter & Dragons (historia de complemento publicada en el #171). Gibbons ilustra una divertida pero en última instancia extraña historia en la que un Green Lantern (curiosamente, Gibbons no parece esforzarse mucho por diferenciar a sus lanterns humanoides: todos tienen la piel y el pelo naranjas; sin embargo, el lantern de esta historia luce bigotón) comparte con un niño la solución al “problema de las mujeres”. ¿Cuál es? Casarse con ellas.
En estos números la evolución visual de Gibbons no destaca demasiado. Su estilo sigue siendo deudor (sin que eso sea necesariamente malo) de 2000 A.D y de Una nueva esperanza; es decir, space opera crepuscular que gusta de sintetizar elementos culturales diversos. Pero su estilo (especialmente sus rostros) ya es muy reconocible.
Y así llegamos al #172, el primero de la colección escrito por Len Wein y dibujado al completo por Dave Gibbons. Como he señalado más arriba uno de las características psicológicas que mejor definen (gracias a John Broome) el carácter de Hal Jordan es la perdida de y la búsqueda de sentido. Quizás por su condición de hombre escindido entre la Tierra y el cosmos, Hal Jordan está condenado a buscar de forma cíclica el valor y la belleza en lo cotidiano. Condenado, por tanto, a volar a casa.
Wein se apropia de esta condición: al comienzo de su etapa Jordan vuela a casa después de un año de exilio en el espacio (los guardianes de Oa le habían exiliado porque pensaban que su amor por la Tierra ponía en peligro la tarea de Jordan como poli espacial; no se imaginaban cuánta razón tenían) y se somete a un juicio donde se deberá decidir si es digno de volver a su planeta.
Llama la atención (no tanto) que ya en esta época (1984) se presente a Jordan como un héroe viejo y cansado, solitario y crepuscular: son frecuentes los recuerdos nostálgicos por una vida mejor y por una era más inocente. Como vemos, Watchmen y El regreso del Caballero Oscuro son la sublimación y la superación crítica (no el comienzo) de una época triste que no parecía tener demasiado sentido para nuestros héroes.
Wein también se apropia (y actualiza) de otro elemento muy importante en la colección de Green Lantern: la exploración, la expansión y la incorporación constante de elementos mitológicos y cósmicos (en ese sentido, los relatos de complemento eran un gran campo de pruebas, y en ocasiones resultaban mucho más interesantes que la historia principal).
Además de la historia principal del #172, Gibbons también dibuja el complemento. Scavenger es una historia de fantasía (escrita por Todd Klein) donde un Lantern aprende que hacer lo correcto a veces no es la mejor solución.
El #173 de la colección lleva el muy apropiado título de Viejos amigos, nuevos enemigos. El nuevo enemigo se llama Jabalina, y es tan estúpido como su indica su nombre. Los viejos amigos son Carol Ferris (el eterno amor de nuestro protagonista) y Bruce Gordon/Eclipso, el viejo villano que solía hacer perrerías en los lejanos tiempos de la primera etapa de House of secrets.
Otro personaje relevante aparece en este número en modo cameo: se trata de El Monitor, una creación infantil de Marv Wolfman que de algún modo logró colarse en el Universo DC y convertirse (quizás) en el concepto más importante del mismo por detrás de Superman.
En el #174 se resuelve la trama de Jabalina y Hal monta un cohete cual vaquero de rodeo. Si, en estos números todavía encontramos algunas simpáticas estupideces de la Edad de Plata y es toda una experiencia comprobar como lo entrañable se mezcla con la nostalgia. Para algunos lectores, los detalles propios de la Edad de Plata serán una barrera infranqueable; para otros, serán precisamente el motivo de su amor por estos cómics. En cualquier caso, hay que tener presente que la Edad de Plata todavía está bien presente en esta época.
En el #175, Wein comienza a unir todas las tramas principales de su etapa. Por un lado, tenemos al poder industrial-militar estadounidense intentando controlar a Jordan. Por otro lado, tenemos a Carol Ferris intentando sacar adelante la empresa de su padre (Carol no parece tener muchos reparos morales en lo que al tráfico de influencias respecta, ya que contrata a Hal y hasta le permite acudir a las reuniones ejecutivas de más alto nivel sin que se sepa muy bien cuál es su puesto; cuando uno ve al pobre Hal con su chaqueta de aviador perdido entre tanto traje de tres piezas no cabe más que preguntarse en qué demonios estaba pensando Wein). Barry Allen también hace acto de presencia en este número: por aquel entonces Barry estaba a punto de ser juzgado por haber matado a su peor enemigo. “¡Ojalá nos volvamos a ver pronto!” dice Hal al despedirse de él, mientras piensa muy melodramáticamente “¡Y ojalá que no sea entre rejas!”.
El #175 acaba con una imagen que muy bien podría considerarse un icono de la época: Green Lantern abandonado en la calle con periódicos y noticias como único abrigo. Estos números no pueden pretender equiparse con Watchmen, El regreso del Caballero Oscuro o Born Again, pero su reflexión central es la misma: la muerte del héroe a manos de un mundo en el que ya no tiene un hogar. Sin duda, el Green Lantern de Len Wein y Dave Gibbons es un puente, un eslabón perdido, entre un tiempo inocente y un tiempo de oscuridad.
Una vez se produce la muerte, Hal (como Peter Parker en la futura Última cacería de Kraven) emprende un viaje espiritual. Sin embargo, en este caso concreto la travesía metafísica en busca de lo sublime y lo trascendente es cuanto menos curiosa. Hal acaba perdido en el subconsciente de Shark, el lugar donde acaban las víctimas de este terrible tiburón-hombre. A pesar de su ridículo aspecto, la descripción que Wein escribe para presentar a Shark remite con toda claridad a esos simbólicos monstruos surgidos de la fortaleza del tiempo que tanto obsesionaban a James Frazer, C.G.Jung, Joseph Campbell y Andrew George. En cualquier caso, y como no podía ser de otro modo, será el amor (el amor de Carol Ferris, concretamente) el que salve a Jordan en su hora más oscura.
El #177 de la colección es un paréntesis fabricado por varios colaboradores de excepción. En la historia principal nos encontramos con Chuck Patton y con nada menos que Dave Cockrum (con quien Wein había traído al mundo la Segunda Génesis de la Patrulla-X). La historia de complemento (Deberes finales) la dibuja Gil Kane, mítico ilustrador de las aventuras de Hal Jordan en la Edad de Plata. Wein y Kane narran el último día de servicio del Lantern Varrick. En dicho día, este poli espacial acometerá las tareas que, según dice el Génesis, Jehovah tuvo que emprender para traer vida a la Tierra.
El #178 vuelve a poner el acento sobre los principales polos de conflicto de esta etapa: una brigada de demolición (contratada por el gobierno) ataca Industrias Ferris y Hal no puede hacer nada porque es convocado por los Guardianes para salvar un planeta moribundo. El número en si no tiene en la superficie nada especial; pero si el lector sabe ver se sorprenderá por la mimetización casi perfecta de Gibbons con el estilo americano (por momentos, el arte del británico recuerda al primer John Romita Jr.).
En el #179 se resuelve el ataque de la brigada de demolición, y en el #180 se nos revela que Bruce Gordon/Eclipso ha quedado paralitico en la ofensiva. Carol no entiende que Hal decidiera poner un planeta entero por delante de su empresa, de modo que abofetea al buen Jordan. Green Lantern (preocupado hasta la extenuación por la imposibilidad de compaginar sus dos vidas) habla con colegas (Green Arrow, Flash, Superman) y finalmente decide abandonar el cuerpo de Green Lanterns. Este número cuenta con un complemento escrito por Todd Klein, dibujado por Dave Gibbons y ambientado en el planeta Rhoon, el planeta de la magia.
El número #181 consuma la renuncia (triste, airada y disgustada) de Jordan al servicio activo en los Green Lanters Corps. En este número se presenta a John Stewart y también a Ch´p (en el complemento cortesía de Paul Kupperberg y Don Newton), un Green Lantern roedor nativo de un mundo que podría haber salido de El retorno del Jedi.
En el número #182, Wein y Gibbons presentan uno de los momentos más icónicos de su etapa: un Hal Jordan avejentado y cansado frente a la tumba de Abin Sur (“Fiel hasta la muerte”, tal y como reza en su lápida) recordando los orígenes, los buenos viejos tiempos, bajo un cielo azul que se colma de nubes negras. Por su parte, John Stewart se enfrenta a sus primeros problemas como poli espacial.
La siguiente entrega de la colección tiene un par de cosas curiosas. Por un lado, un homenaje a Demonios, la mítica historia de Frank Miller en Daredevil.
Por otro lado, en la historia de complemento de rigor tenemos a Joe Cavalieri y Kevin O´Neill narrando una historia cristica. “El último jadeo. El último signo de aquel quien ha dado su vida…por su gente. Una última oleada de poder puro, una marea de voluntad que siempre trasciende la derrota y la desesperación. ¡Qué trasciende incluso la muerte! Todas las razas…todas las religiones…creen que en la hora de mayor necesidad se alzará un salvador.” Así articula Cavalieri el rito de paso por el que Yron of Grenda (Green Lantern de metal) traspasa el anillo a Stel (Green Lantern robot de Grenda).
El relato acaba con la siguiente advocación latina, un retruécano irónico: “De mortuuis nil nisi bonum”. Puede traducirse como “Los muertos no hablan” o bien “No hables mal de los muertos”.
En un futuro no muy lejano, Kevin O´Neill se convertiría en el único artista poseedor de un estilo prohibido por el Comics Code Autorithy. El detonante de la polémica sería la historia Tygers, escrita por Alan Moore, protagonizada por Abin Sur y utilizada por Geoff Johns para construir la trama de Blackest Night.
En el #185 la trama principal es el reclutamiento (narrado a modo de flashback) de John Stewart por parte del cuerpo de Green Lanterns. Las palabras que pronuncia un Stewart transportado a Oa a la fuerza tienen ecos de la época O´Neil/Adams: “¿Qué pasa con mi honor, qué pasa con mis derechos? ¿Por qué debo arriesgar mi vida por gente a la que ni siquiera conozco?”. A lo que una disgustada Katma Tui replica: “¡Perdemos el tiempo amigos! Este es como los otros de su raza. Arrogante. Egoísta”. Stewart estalla: “¡Espera un momento chica, suponiendo que lo seas! Toda mi vida he escuchado basura como esa…¡y me pone enfermo! No todos los negros tienen ritmo y no todos los terrestres son cobardes.” Poco se imaginan estos dos que acabarían siendo marido y mujer.
Katma Tui también protagonizaría el recordado Tales of the Green Lantern Corps #3, otra historia escrita por Alan Moore. En este cuento dibujado por un primerizo Bill Willingham, Moore se atrevió a formular lo que todo el mundo pensaba (pero nadie decía) desde los tiempos de Broome y Kane: lo que los Guardianes denominaban “función protectora” no era más que colonialismo galáctico. El simpático y tenaz kennedyman de los 60`s estaba a punto de encontrarse con el fantasma de sus propios remordimientos. Parallax no estaba demasiado lejos en el tiempo, y una vez el sueño se rompiera en mil pedazos ya no habría forma de recomponerlo (aunque Geoff Johns lo intentará con todo su corazón).
Paralelamente a todo esto, Bruce Gordon descubre horrorizado que Eclipso (el Hyde de su Jekyll) ha vuelto a salir a la luz. Quizás parezca extraño que un personaje tan oscuro como Eclipso regrese a la vida en una cabecera como Green Lantern, pero no hay que olvidar de donde venía Wein: su primer trabajo consistió en escribir historias de terror para House of secrets, la colección donde Eclipso había irrumpido por primera vez en su primera época. Quizás traer de vuelta a este villano sea solo un guiño privado, pero es difícil no ver (por ejemplo, en la recuperación de John Stewart como personaje titular) que el trabajo de Wein en Green Lantern es una (o un intento de) prolongación de un tiempo y unos ideales que ya no existen. De una juventud que se desvanece sin remedio.
El #185 se cierra con una historia de complemento escrita por Kurt Busiek y dibujada por Don Heck. En el #186 concluye la trama de Eclipso, justo a tiempo para que Len Wein y Dave Gibbons puedan dejar la colección y a John Stewart en manos de Steve Englehart y Joe Staton (tras un breve paréntesis escrito por Paul Kupperberg y dibujado por Bill Willingham).
¡Pero no se vayan todavía que aún hay más! Hay una historia de Alan Moore y Dave Gibbons sobre Mogo que quizás puedan encontrar interesante, aunque Mogo…bueno, Mogo no socializa. Comienza con Tomar Re (el Green Lantern con cabeza de pájaro especialmente conocido por haber sido incapaz de salvar el planeta Krypton) contándole historias a la joven Lantern Arisia sobre agentes “que no asisten a las reuniones. Leezle Pon, por ejemplo, es un virus de la viruela superinteligente. Dkrtzy RRR no asiste a las reuniones porque desde que es una función matemática abstracta solo los Guardianes notan su presencia. Y Mogo…bueno, Mogo no socializa.”
La última historia de Tomar Re (una historia dentro del cuento narrado por Alan Moore y Dave Gibbons) se centra en Bolphunga el Implacable, quien llega hasta un extraño planeta buscando derrotar al más temible y misterioso de los lanterns: Mogo… solo para salir huyendo aterrado al descubrir que Mogo es el propio planeta.
Aunque Mogo no socializa sea una historia muy menor dentro de la bibliografía de Moore y Gibbons, no deja de tener toques de genialidad e indicios de alguna de las preocupaciones posteriores de la dupla. En la brillante descripción topográfica de Mogo (“El follaje había sido obviamente talado por alguna forma de vida inteligente. Había claros de kilómetros de extensión muy bien definidos, lugares donde el verdor había sido cortado y convertido en vastas formas indescifrables”; cuando Bolphunga se aleja del planeta en su nave descubrimos que esas formas son de hecho el símbolo de los lanterns…grabado en toda la extensión de Mogo) encontramos ecos de Solaris, de las preocupaciones ecológicas de Swamp Thing, de la cuestión del diseño divino tan caro a Watchmen e incluso de la psicogeografía de la muy posterior From Hell.
Mogo no socializa acaba con una broma…o no: “Y algún día, Arisia, te contaré historias sobre los Green Lanterns realmente grandes”.
Por fortuna para los lectores españoles, esta etapa de Green Lantern es de los pocos cómics clásicos de DC que se han publicado en nuestro país, aunque de manera incompleta y errática. En 2018, ECC recopiló en un tomo en tapa dura los números #172-#176 y #178-#183 (los dos números donde concluía la trama de Eclipse se quedaron fuera). En 2010, Planeta DeAgostini publicó un simpático tomo con varias de las historias de complemento de las que hemos hablado (las dibujadas por Dave Gibbons entre el #161 y el #167). Las tres historias escritas por Alan Moore pueden encontrarse en varias ediciones, pero la más reciente es El Universo DC de Alan Moore (ECC Ediciones, 2012).
Poco después de dar por concluida su etapa en Green Lantern, Julius Schwartz le preguntó a Dave Gibbons si quería dibujar una historia de Superman. Gibbons dijo que sí, si podía escoger al escritor. Escogió a Alan Moore, y así nació Para el hombre que lo tiene todo. Paralelamente, Moore y Gibbons presentaron a Len Wein y Dick Giordano un proyecto protagonizado por los personajes de Charlton y así nació Watchmen…pero eso es otra historia muy distinta, y de momento baste decir que a comienzos de los 90`s ni Moore, ni Gibbons, ni Wein trabajaban ya para DC.
Gibbons estaba muy ocupado dibujando Martha Washington (la famosa serie de Frank Miller para Dark Horse). Wein persiguió un viejo sueño de escribir guiones para el cine y la TV. Acabó redactando textos para Disney y para los dibujos animados de X-Men y Spiderman. En 2004, completó un guion cinematográfico sobre La cosa del pantano para Silver Pictures.
A su manera, Gibbons también languideció, aunque supo asumir con dignidad su papel como “invitado estelar”. Después de Watchmen siguió colaborando con Alan Moore en un revival de The Spirit y en Albion, una serie diseñada por Moore a la medida de su hija Leah. En 2005, Gibbons escribió y dibujó su primera novela gráfica (The originals, una historia inspirada en los enfrentamientos entre moods y rockers en los 60`s). A pesar de su calidad, tuvo un éxito relativamente escaso.
El mismo año, Gibbons volvió por sus fueros galácticos escribiendo La guerra Rann-Thanagar (enfrentamiento entre los planetas de los héroes galácticos Adam Strange y Hawkman). También co-escribió Green Lanterns Corps: Recarga, un capítulo esencial en la épica, moderna y asombrosa saga espacial de Geoff Johns. Dibujó algunas páginas en La guerra de los Siniestro Corps, aunque su papel no dejó de ser el de reclamo publicitario.
En 2012, Gibbons ilustró Kingsman, la divertida serie de Mark Millar cuyo principal atributo es referenciar iconos british contemporáneos: la Corona Real Británica, James Bond…y Dave Gibbons.
En 2009, Len Wein fue al estreno de X-Men Orígenes: Lobezno, la primera película de acción real protagonizada por su creación más famosa. Tal y como nos cuenta Sean Howe, Wein describió así su experiencia: “No he visto ni un chavo de ningún material de Marvel ni tampoco tengo ningún crédito en la película de Lobezno. Hugh Jackman es una persona encantadora y en el estreno le dijo al público que me debía su carrera, y me hizo saludar. Fue muy gratificante y muy agradable. Hubiera preferido un cheque.”
En 2015, Wein tuvo que someterse a un quíntuple bypass coronario. Su mujer, Christine Valada, nunca se separó de su lado. Wein murió el 10 de Septiembre de 2017.
Dave Gibbons sigue viviendo en algún lugar de Inglaterra. En alguna ocasión quizás haya pensado en el Forest Gate, el lugar donde nació. Quizás haya querido dejarse llevar hasta aquel viejo edificio de fachadas blancas y paredes enyesadas. Quizás haya recordado entonces que el Forest Gate cerró sus puertas en 1985.
Que articulo mas magnifico. Me ha encantado! Lo habitual, vamos…
¡Muchas gracias, Drury Walker! 🙂
Lo mismo digo. Dan gusto estos artículos que ponen en contexto los cómics y las personas que los crean. Felicidades
Tambien te felicito por el articulo Pablo, por ahora no he podido leerlo entero pero tiene muy buena pinta. A ver si mas tarde o mañana lo acabo de leer
¿ Es en esta etapa donde un niño muere explotando en el espacio por descompresión con todo tipo de alevosía? Todavía tengo pesadillas con esa escena
Muy bien la redacción de biografías y el resumen de cada número además de repetir varias veces el ideario político del autor
¿Dónde está la crítica a la obra? ¿Dónde se realiza una disertación de la escritura de Wein o el arte de Gibbons?
ECC comete la tropelía de dejar inconclusa un arco argumental ¿y se pasa de puntillas?
Es increíble la decadencia de ZN. Ya sólo vale para dar palmaditas en la espalda a Clemente.
Gran articulo biográfico, pero de los que nos cuanta la obra, hay reseña?
Gran artículo Pablo, gracias.