Pocas veces nos puede sorprender un manga por la fuerza, que transmite a través del dibujo y del argumento. Es difícil que una obra pueda llegar a cuestionarte el porqué de la guerra y del drama que vive la población en la retaguardia. Cocoon es una de esas obras, que después de su lectura no te deja para nada indiferente. Tampoco es sencillo expresar todo aquello que te pasa por la cabeza a medida que vas leyendo cada uno de los capítulos, las sensaciones, que te provocan, al ver cómo la inocencia de la niñez choca abruptamente con la dura realidad y hace que las protagonistas de esta historia se enfrenten a una terrible cotidianedad, salpicada por los duros bombardeos de los aliados sobre las islas Ryukyu. La única salida para sobrevivir a toda esa barbarie es recrear un mundo de ensoñaciones cuyo epicentro se encuentra en el instituto, donde estudiaban antes de que la guerra llegara hasta sus vidas.
El guion narrativo nos lleva directamente a los últimos días de la Guerra del Pacífico. El avance aliado ha llegado hasta el archipiélago japonés y los bombardeos son continúos sobre Okinawa y el resto de las islas de ese archipiélago. Aunque la obra sea más o menos coral, las grandes protagonistas son San y Mayu, dos chicas, que estudian en una escuela femenina, donde parece que la guerra solo es un lejano susurro lejano hasta que esta llama a las puertas del centro escolar. Las chicas no están solas, sus compañeras de clase forman un grupo heterogéneo de amigas, cuyo deseo no es más que su pequeño mundo idílico sigue en pie pese a la cruenta situación, que están viviendo. Cada una de ellas intentan que sus palabras acaben transformadas en hilos transparentes para convertirse en una crisálida blanca a su alrededor y protegerse de todo dolor. Precisamente, esta es la gran metáfora de esta obra, las niñas son como crisálidas de las mariposas, creando un frágil caparazón con su forma de ver el mundo. No deja de ser un caparazon, un escudo que les ayuda a sobrevivir para poder despertar como bellas mariposas. Pese al mundo inocente en el que viven resguardadas Mayu, San, Yuri, Etsuko, Tamaki y Hina acaba resquebrajándose cuando deben abandonar el instituto y convertirse en jóvenes enfermeras del hospital de campaña de la retaguardia. Pese a su edad, sus jóvenes ojos no paran de contemplar la realidad de la guerra y de la crueldad de los bombardeos. Se ven continuamente abrumadas por los numerosos heridos y las muertes de las cuales son un escalofriante testimonio vital. Aún así, pese a la barbarie, son capaces de mantener ese mundo puro e idílico, gracias a la fortaleza de Mayu, la verdadera líder del grupo y la única capaz de tomar las decisiones necesarias para la supervivencia, sobre todo en el momento en que deben abandonar el hospital y refugiarse en la costa. Pero para ello deben cruzar los frondosos bosques de la isla. Las jóvenes intentan mantener viva la esperanza de un futuro mejor para ellas, lejos de la violencia, que están viviendo, y se escudan en el deseo de regresar al instituto y volver de nuevo al mundo de inocencia del cual han sido arrancadas cruelmente.
El viaje de las chicas es duro, ven la muerte demasiado cerca y poco a poco cada una de ellas va abandonado ese mundo, que han ido creando de una forma cruel, casi podríamos decir que despiadada, pero que refleja fielmente cómo debió ser la vida diaria bajo las bombas. Esta es la intención de KYO Machiko, la de imaginar cómo debió de ser la vida de la gente de la calle durante la II Guerra Mundial y refleja en este manga cuáles debieron ser sus pensamientos, sus anhelos y aquellos pensamientos, que les hacieron mantener la esperanza de ganar una guerra, que ya estaba dada por perdida. También es un reflejo de la política de la época y de darlo todo por Japón, hasta lo más preciado, que tenemos, la vida. A medida que vamos avanzando la lectura de este manga, se nos hace más duro seguir leyendo, cada una de las situaciones en las que se ven envueltas las jóvenes nos hacen cuestionar el porqué de la guerra y de su necesidad. Pero sobre todo en la arbitrariedad de la muerte. Acaba provocando en el lector un sentimiento de empatía, de conexión con cada una de las niñas, que hace incomprensible, que la autora haya podido ser tan cruel con el destino. Cada una de las víctimas no deja de ser un sinsentido, una sinrazón incomprensible, de unas muertes, que se podrían haber evitado, incluso puede provocarnos el deseo de no continuar con la lectura de esta magnífica obra, por no poder asimilar las decisiones de cada una de ellas. Las chicas tienen que sobrevivir en un bosque salvaje, lleno de peligros, cruzando la zona de guerra y esquivar tiroteos y campos llenos de minas. Pero aquí, el enemigo no son los occidentales, como podríamos suponer, sino los propios soldados japoneses, que como fantasmas acosan a las jóvenes enfermeras, buscando la salvación. Son retratados como seres blancos, desdibujados, que no paran de acosarlas para escapar de su propio infierno. Los bosques de Okinawa no dejan de ser una representación de un purgartorio, lleno de almas en pena en busca de paz. Un Hades del cual solo pueden escapar de una única forma que nos provoca tristeza y empatía por cada una de ellas. Nos provoca el deseo de que todo les salga bien pero el giro argumental nos muestra que esto no es posible, así que como lectores podemos sentir toda una serie de sentimientos contrarios, que nos permite llegar a la catarsis. Esta es la gran baza de este manga.
Es muy probable que esta sea la intencionalidad de KYO Machiko. La de provocarnos y la de trasladarnos hasta aquel mundo de horror para intentar entender que todas las guerras son inútiles y nos hace pensar que actualmente hay muchas guerras y que en este mundo aún viven muchas San y Miyu, que luchan por mantenerse vivas en un mundo sumergido en la más completa de las locuras: la de la violencia. En este sentido, también es importante tener en cuenta la calidad gráfica de la obra y de su edición por parte de Ediciones Kodai, editorial que ha sabido mantener la calidad del original japonés en una edición perfecta. El dibujo tan personal de KYO Machiko es la herramienta para ambientarnos en la atmósfera bélica, que se respira a lo largo de toda obra. Con suma sencillez es capaz de mostrarnos las escenas más dantescas, que nos podamos imaginar, nos horroriza e impresiona a la vez, e incluso puede llevarnos a una serenidad, representado por el mundo idílico, que se imaginan las jóvenes estudiantes. Los soldados japoneses aparecen casi desdibujados, como fantasmas o espíritus errantes que surgen en la profundidad de la noche, y que nos muestran la existencia real de la muerte.
Como humanos, no deseamos la muerte y en el momento de morir cada nosotros recordaremos los brazos cálidos de nuestras madres, deseando en los momentos finales volver a estar arruyados en sus brazos y sentir su voz tranquilizadora. No deja de representar el deseo de regresar al paraíso perdido del cual nunca más podremos volver a regresar. Todo este huracán de sensaciones no hubiera sido posible sin la ayuda de la una magnífica traducción, realizada por Maite Medinabeitia, que ha sabido mantener a la perfección el sentido original, que la autora ha querido impregnar en los textos de cada una de las viñetas, ya que la combinación semiótica entre texto y dibujo ayuda a expresar un mensaje profundo, a veces incluso esperanzador, de que siempre hay un futuro mejor. Este es quizás el mensaje final, que nos lanza la autora. Precisamente, es el en final cuando vemos el sinsetido absurdo de todo lo que hemos ido leyendo a lo largo de este manga. No quiere dejarnos con el sinsabor de la desesperanza y nos muestra en unas pinceladas un futuro esperanzador pese a la derrota y a la ocupación americana. Los supervivientes se dan cuenta del gran engaño de los políticos del gobierno, que habían dibujado a los occidentales como monstruos. Los ciudadanos de Okinawa se dan cuenta que en esta nueva era de paz, pese a la ocupación y a los campos de internamiento, viven mucho mejor que durante los peores años del gobierno ultranacionalista. He aquí la dura realidad de la historia, el sacrificio y el suicidio por Japón para escapar de los aliados fue todo un absurdo, un engaño de los políticos hacia el pueblo que acaba saliendo caro, demasiado caro. Al final nos damos cuenta que San en realidad fue una cobarde, que no fue capaz de cumplir su destino de morir por la patria, que en el fondo, su vitalidad y ganas de vivir no le permitieron el suicidio y a pesar de todo lo que ha visto y vivido rompió la crisalida y acabó por extender sus alas, pero fue incapaz de levantar el vuelo, como sus compañeras y decidió ser más pragmática y vivir. Consiguió regresar al paraíso perdido, sola. con el recuerdo de sus amigas, de aquellas primeras amistades, que nunca se olvidan, y así nos quedamos nosotros, los lectores, con una sensación agridulce por San pero la gran tristeza y vacío por el destino del resto de chicas, que quisieron salvarse de la tragedia.
Valoración
Guion - 10
Dibujo - 9.5
Interés - 10
9.8
La admiración y el primer amor de la adolescencia laten al son de los bombardeos y la muerte