En los 90 también había cómics mutantes de calidad
«Entonces habló. Y supe que estaba a salvo»
Si no eres seguidor de la franquicia mutante, el nombre de Cable tan solo te hará asociarlo a los excesos de los 90, Rob Liefeld, pisotones y, en general, falta de originalidad. Y algo de eso siempre ha acompañado al personaje, tampoco vamos a engañarnos. Ideado por Liefeld e introducido en Los Nuevos Mutantes #87 en 1990, nadie -ni el mismo Liefeld– tenía muy claro quién era este individuo con un ojo brillante y hombreras imposibles. Habría que reconocerle cierto mérito al guionista Fabian Nicieza por, en los tres años siguientes, ir dándole la personalidad e identidad por la que es conocido hoy Cable. He escrito antes “ideado” por Liefeld y no creado ya que sigo muy influenciado por una columna de Peter David en su But I Digress en la que intentaba esbozar una teoría sobre la creación de personajes en la que utilizaba de ejemplos a Veneno y Cable.
Cable era, como decíamos, un personaje hijo de los 90, un tipo duro, de oscuro pasado, armado hasta los dientes, cero profundidad psicológica. Nicieza cogió estas piezas y en la primera miniserie de este particular antihéroe (ilustrada por John Romita Jr.) y en los inicios de la serie regular que le acabaría concediendo Marvel (ilustrada en su primer año y medio por demasiados dibujantes, pocos ellos de calidad) fue desarrollando ideas si no enteramente originales, sí al menos llamativas. Cable acabaría desvelándose como Nathan Summers, el hijo de Cíclope y Madelyne Pryor, que fue llevado al futuro para evitar su muerte debido a un virus tecno-orgánico que le había inoculado Apocalipsis. El Cable ya adulto que vuelve del futuro es el personaje que ganó notoriedad en los 90 y que protagoniza este primer CES publicado por Panini hace una década.
El tomo incluye los #48-58 y el -1. Tras la marcha de Nicieza de la serie, tan solo la llegada de Jeph Loeb e Ian Churchill hizo que esta alcanzara cierto nivel (Loeb estaba obsesionado por convertirse en el guionista de X-Men y se nota que en Cable estaba intentando dar lo mejor de sí mismo en Marvel). En el #44, ya en 1997, James Robinson se convertía en el guionista de Cable. Robinson era uno de los escritores más prometedores del momento y personalmente siento que las expectativas que despertó su irreprochable obra maestra que es Starman en DC, nunca acabaron de cumplirse del todo en su carrera profesional. Pero el tomo que hoy reseñamos no está dedicado a Robinson aunque suyos sean los guiones de los #48-50. El trabajo se le acumulaba a Robinson y cuando le llegó la oportunidad de escribir el guion de una película –Freddy Vs Jason– contactó con un amigo suyo que trabajaba en una tienda de cómics y que él pensaba podría ser un sustituto más que digno. El nombre de este amigo era Joe Casey. El networking a veces da sus frutos, que diríamos. Marvel le pidió a Casey que escribiera un guion de prueba y, sorpresa, ese guion sin apenas cambios se convirtió en Cable #51. La relación entre Marvel y Casey siempre fue un tanto extraña. Por ejemplo, la editorial nunca le confirmó a Casey que se había convertido oficialmente en el guionista regular de la serie. Un tanto surrealista.
La demasiado extensa saga que inicia el tomo, La Caza del Club Fuego Infernal, peca del cambio de escritor justo a la mitad de la misma. Más raro es que la historia parece terminar con el climax del #50 para continuar de forma un tanto artificial en los números siguientes. Casey peca de novato con una cantidad desmesurada de exposición y la introducción de Master Man no aporta nada relevante al conjunto. Pero el debutante no tardará en coger el tono a la serie y al personaje. Lo primero que hace es dejar de convertirlo en un semi-nómada y darle una base de operaciones estable en Nueva York, convirtiéndole, en parte, en un héroe urbano -acabará compartiendo la cocina del infierno con Daredevil, nada menos-. Después le provee de un sólido grupo de personajes secundarios: la periodista Irene Merryweather -presentada por Robinson-; el recuperado Blaquesmith, mentor de Cable proveniente del mismo futuro distópico que el héroe; y sobre todo la camarera de un dinner neoyorkino llamada Stacey Kramer, futuro interés amoroso de Nathan.
Casey demuestra ser un dialoguista notable pero sobre todo, un escritor con una idea clara de adónde quiere llevar al personaje. Decide jugar con elementos del universo Marvel que trascienden a los mutantes y lleva a Nathan a Wakanda a luchar contra Klaw ayudado por Pantera Negra, crea una larga subtrama protagonizada por SHIELD y no dudará en usar a otros héroes para enfatizar la particular idiosincrasia de Cable como en el team-up con los Vengadores en el tomo 2. Y al mismo tiempo no descuida las raíces del personaje, juntándole con Domino y acentuando su condición de mesías de los Askani, una religión-secta del futuro del que proviene. El Cable de Casey sigue siendo un tipo duro, que no duda en utilizar sus poderes de formas poco éticas (ver lo que le ocurre a Master Man) y para el que, en ocasiones, el fin justifica los medios. Pero al mismo tiempo, el escritor nos permite ver aspectos de su personalidad más “humanos” como la compasión y la duda. En Casey encontramos a un joven guionista con ganas de experimentar como en el #56 que tiene a Irene como narradora o el #57 donde la acción se cuenta a través de un storytelling temporalmente deconstruido.
Pero nada de esto habría tenido ni la mitad de trascendencia que tuvo si el dibujante de (casi) todo esto hubiera sido otro diferente de José Omar Ladronn. Ladronn, mexicano, tendría una corta pero destacada carrera en el cómic USA que prácticamente se inició con Cable. Se le ha comparado, obvio, con el Maestro Jack Kirby por su estilo de dibujo con esos cuerpos angulados y la manera de ilustrar la tecnología (naves, máquinas, etc.). Curiosamente, a mí el estilo de Ladronn siempre me ha recordado también al manga, probablemente por su forma de dibujar la acción con una cinética tan particular pero al mismo tiempo tan reconocible. Y aunque es cierto que las caras pueden parecer muy semejantes, la expresividad con la que dota a las mismas consigue que entres en la historia al mismo tiempo que logra transmitir una sorprendente variedad de emociones. Casey escribe por momentos descaradamente a favor de los puntos fuertes de Ladronn y ciertamente es una gozada verle dibujar el número con Pantera Negra y Klaw y toda esa rarísima tecnología que parece más alienígena todavía cuando la dibuja el mexicano. Las cartas que, en la época, se publicaban en la sección de correo de la serie se dividían entre los que amaban y los que odiaban al nuevo dibujante. Difícil es, sin duda, que deje indiferente al lector.
Cable era la serie mutante que compraban también los que no tenían interés en otras series de mutantes. En Cable había peleas bigger-than-life pero también una página entera con el héroe bebiendo café (en los 90, en un cómic de mutantes, decidme si eso no es rompedor). El último número incluido en este tomo deja la puerta abierta para las líneas argumentales que Casey pretendía tratar en el futuro cercano -y lejano-. Un enfrentamiento con SHIELD y la recuperación de la subtrama de Los Doce en la que Cable jugaría un papel protagonista. Casey y Ladronn consiguieron, y podemos definirlo casi como un golpe de suerte, una de las colecciones mutantes más estimulantes y creativas de los 90.
Lo mejor
• El timing de Casey y el dibujo de Ladronn
Lo peor
• La saga del Club Fuego Infernal peca de mala planificación
Ladronn de Kirby
Perdón no me pude resistir XD