Edición original: Marvel Comics – enero – abril 1989
Edición España: Comics Forum – abril 1994
Guión: Ann Nocenti
Dibujo: Rick Leonardi
Entintado: P. Craig Russell
Color: Glynis Oliver
Portada: Rick Leonardi, Terry Austin
Precio: 675 pesetas (tomo en formato prestigio de setenta y dos páginas)
Las últimas entregas del primer volumen de la colección prestigio de
Pongámonos en situación: a finales de los ochenta, se hacía patente que varias colecciones marvelianas peligraban en lo que a su presencia en el quiosco se refería. El Capitán América y el Hombre de Hierro pasaban a bimestral, recuperando a personajes como el Capitán Marvel (para publicar las historias que Jim Starlin realizara como autor completo) o Thor (cuya memorable etapa de la mano de Walter Simonson no le había librado de la cancelación, tiempo atrás). Entre los candidatos a la reconversión, aparecieron los Nuevos Mutantes. El éxito y popularidad de la Patrulla-X no alcanzaba a sus hermanos pequeños, por mucho que el guionista de unos y otra fuera el mismo. Así pues, la editorial española decidió reforzar la nueva apuesta bimestral de los bebés-X con las aventuras en solitario del más popular de sus contrapartidas adultas: Lobezno. A finales de 1988, Marvel se había descolgado con una colección antológica semanal, Marvel Comics Presents, donde el mutante de las garras ocuparía un papel muy destacado. Cuatro aventuras de ocho páginas cada una en la que se combinarían historias en solitario y seriales más o menos largos. Un terreno experimental en el que se ponían a prueba las fortalezas de posibles candidaturas a una serie regular (Claremont sentaría las bases de la colección de Lobezno en esta cabecera); se recuperaban equipos de autor y personaje que habían llamado la atención en el pasado (como los de Shang-Chi y Doug Moench o Don McGregor y Pantera Negra) o se daba la alternativa a jóvenes más o menos talentosos. En sus siete años de andadura, la cabecera albergó seriales memorables (como Arma-X, de Barry Windsor-Smith, por citar un único ejemplo) y mucha morralla, pero los mutantes en general y Lobezno en particular siempre ocuparon un lugar destacado. Esas primeras entregas de las aventuras individuales de “los patrullosos” (perdón por el nostálgico apunte) fueron, en definitiva, el complemento para los Nuevos Mutantes. Personajes populares con equipos creativos sólidos. Así, tras Salvar al Tigre (con Lobezno, Claremont y el maestro John Buscema) le llegó el turno a
Tierra de Dios cuenta la historia de un viaje que Piotr Rasputín realiza por un páramo campestre de su tierra de adopción, los Estados Unidos de América. Debemos recordar que, en el momento en el que este tebeo vio la luz por primera vez, la Unión de Repúblicas Socialistas Soviéticas y el bloque del este aún existían. La guerra fría parecía haber entrado en un período de deshielo, pero el muro aún no había caído (lo haría pocos meses más tarde) y los rusos eran percibidos como unos rojos perversos que ansiaban destruir las libertades individuales. Coloso era un joven campesino que había abandonado Siberia para poner su talento al servicio de un mundo que no estaba llamado a apreciar un gesto semejante. La Patrulla-X concebida por Len Wein y Dave Cockrum iba a ser internacional y, en cierto sentido, continuaba la senda marcada en Star Trek en la década anterior, de una alineación multinacional y multiétnica en la que los conflictos nacionales y los ideológicos habían sido superados (no sabemos cómo, porque nunca se abordaban cuestiones tan incómodas como ésa). Piotr parecía llamado a desempeñar un papel similar al de la Cosa en los Cuatro Fantásticos: el forzudo desinhibido, la estrella del equipo. Sin embargo, la llegada de Chris Claremont y la posterior aparición de John Byrne, cambió la situación: el detestado Logan empezó a ganar protagonismo y profundidad, en tanto que Rasputín se revelaba como un alma sensible, un gigantón inocente al que la oportunidad de estar en una academia exclusiva había abierto la puerta oculta de su talento artístico. En la retórica de la guerra fría, Coloso había alcanzado la prometida tierra de la libertad, el hogar de los valientes y de una nación temerosa de Dios. Había dejado atrás al imperio del mal pero ¿realmente era el mundo tan sencillo? Ann Nocenti se encarga en este serial de indicarnos que no. Piotr es un extraño, un extranjero, un “ruskie”. En la caleidoscópica sociedad estadounidense, las noticias llegan más tarde a las comunidades rurales y Rasputín es recibido con desconfianza y hostilidad. Una familia con la que traba conocimiento se convierte en testigo involuntario de una ejecución autorizada desde las interioridades del Estado. Los intentos del mutante blindado por protegerles topan con la desconfianza de sus mismos defendidos. Sus peticiones de ayuda a la representación de la ley se traducen en visitas al calabozo. El sueño americano presenta notables similitudes con los sambenitos predicados contra el adversario que habita en el frío y un hijo de ese odiado y temido régimen parece ser el único hombre íntegro que se alza para defender a una familia olvidada y castigada por diversos males frente a unas fuerzas que actúan con el beneficio de la impunidad. Todos los personajes del drama se mueven a lo largo de una difusa frontera, en la que Nocenti también busca que la parroquia sienta cierta empatía por los ejecutores de los testigos indiscretos. Su bonhomía permite a Coloso empatizar con sus adversarios y encontrar en alguna de ellos el atisbo de una humanidad que, en el exterior, parecía perdida.
En el apartado gráfico hay que destacar la presencia de un ilustre conocido de la parroquia mutante: Rick Leonardi. El sustituto de cabecera de los dibujantes-X (tanto en La Patrulla-X como en Los Nuevos Mutantes) realizó aquí un trabajo solido, acompañado por un entintador de excepción como
Veinte años después de la reedición de esta colección, resulta interesante echar una mirada y comprobar que las trayectorias de autores y personaje han discurrido de forma diversa. Así, Ann Nocenti, que fuera una de las guionistas más y mejor valoradas del final de los años ochenta (gracias a trabajos como éste o el desempeñado en Daredevil) se esfumó para volver hace pocos años y firmar una serie de olvidables trabajos en la DC post-Flashpoint. De Rick Leonardi ya se habló en el párrafo anterior y respecto de Coloso, digamos que fue uno de tantos personajes afectados en su desarrollo por los vaivenes de los procelosos tiempos post-claremontianos. Despojado de su familia, convertido en adlátere de Magneto, recuperado para Excalibur, ha mantenido una relación de acercamiento y alejamiento con Kitty Pryde y quizá, sólo quizá, habría que destacar el trabajo que Joss Wheddon hizo con él en Astonishing X-Men para mencionar algo memorable en este cuarto de siglo.
Esplendor en el campo. Nocenti en su salsa y Leonardo a lo suyo, deslumbrar.
http://2.bp.blogspot.com/-_ViznDuemmI/U6sB4XCsRAI/AAAAAAAAVTw/Lb0v0pLd_Rw/s1600/plot+1.jpg
Esta imagen me parece una de las más espectaculares del serial.
Extaño eso de ver una serie de Coloso,quizas algun dia la den una maxiserie para el solo,siempre me a parecido un mutante que puede dar mucho de si.
Pero bueno viendo que tiene desaprovechado a ciplope,no se si algun dia le daran esa oportunidad.
Gracias por la reseña Luís Javier, me encanta este repaso semanal por cómics de esa época.
Leonardi es un dibujante que me encanta y siempre era una alegría encontrarlo de sustituto en alguna de las series en las que participó. Por supuesto, tal como comentas en la reseña, su mejor obra fue Spiderman 2099 pero yo siempre pensé que hubiera sido un gran dibujante para Hulk.
Bueno, Leonardi dibujó una corta etapa en la miniserie Rampaing Hulk que publicó Fórum en dos tomos (y en la BM también)
http://www.universomarvel.com/fichas/hulkdesf_v1.html
Muchas gracias por el apunte. Esta serie se me pasó en su día pero por lo que he podido ver el dibujo de Leonardi encaja bien con el personaje