En un panorama comiquero como es el estadounidense, en el que a menudo es complicado ignorar el hecho de que la práctica totalidad de los productos mainstream superheroicos son manufacturados siguiendo parámetros y filosofías totalmente alejadas del concepto de artesanía, Copra es un oasis de autenticidad.
Sin querer emitir juicios, es patente que la mayoría de lo que llega a las viñetas es parte de una cadena de montaje en la que los contenidos son decretados desde altas instancias para después por encargo ser redactados, dibujados, coloreados, entintados, rotulados, editados, impresos y distribuidos, siguiendo unas directrices más o menos rígidas. Esta faceta industrial del mundo del cómic puede privarle en una medida de su magia en cuanto nos paramos un segundo a considerarla. Incluso en las editoriales e iniciativas independientes, a pesar de surgir normalmente de los propios creadores las propuestas, uno no puede evitar pensar que la visión original del autor quedará alejada del producto final simplemente debido a la cantidad de manos por las que pasará el proyecto antes de materializarse y llegar a las del lector.
En contraste con todo esto,
Y es que Copra ha tenido una curiosa gestación que comenzó en la España de los años ochenta: resulta que un Fiffe que de niño vivió una temporada en ese escenario adquirió en un quiosco un número de la serie del Escuadrón Suicida que publicaba en castellano la nunca suficientemente valorada
Aquél tebeo cautivó a Fiffe y forjó su amor por el medio. Años después, en 2012, le dedicó en su página web personal un homenaje en forma de Deathzone, un cómic pirata de 16 páginas realizado como aficionado. En Deathzone, Fiffe enfrentaba al Escuadrón Suicida de aquella gloriosa etapa con sus archienemigos recurrentes, el supergrupo terrorista
Como ya hemos resaltado, Copra no es ni pretende ser ni más ni menos que un cómic de superhéroes con cierto toque grim ‘n’ gritty, como los que se hacían en los años ochenta, antes de que esta etiqueta pareciese quedar en la década siguiente contrapuesta a la mas mínima legibilidad. La principal influencia es por supuesto el Escuadrón Suicida de Ostrander,
Pero no nos quedemos con la idea de que Copra es meramente un simpático festival de alusiones a ese ala del mundo del cómic, cuyo único valor sea ese juego de proponer con complicidad un quien es quien al lector añejo, dejando de lado al que carece de tales referencias. Sin ser para nada pretencioso y siendo muy autoconsciente de su carácter de mero tebeo de entretenimiento, las virtudes de Copra se sostienen por sí mismas. Su trama podría ser, efectivamente, la de cualquier saga del Escuadrón Suicida: el equipo de seres superpoderosos marginales que cumple misiones para el gobierno es atacado tras obtener un misterioso artefacto alienígena que les es arrebatado. Además de esta crisis que les deja diezmados, los problemas se multiplican cuando, aprovechando la delicada situación en que ésta les deja, un adversario político les compromete delante de la opinión pública.
Todo esto es tratado con la máxima solemnidad, sin intención parodica alguna: estamos ante un cómic de acción con cierta carga de violencia y unos toques de intriga de espionaje que juega con esas fronteras en las que los universos superheroicos colindan con enfoques ligeramente más realistas. De nuevo debemos resaltar lo genuino de la labor de Fiffe, que ha hecho un cómic como los que a él le gustaban y que para tal propósito ha derrochado una palpable pasión en cada una de sus viñetas. Su estilo feista y con ciertas carencias como dibujante oscila entre lo underground y lo amateur. Pero lo que carece de rigor académico lo compensa con personalidad, con la narrativa que despliega en las notables escenas de acción, y con los experimentos gráficos con viñetas a los que se arriesga en momentos más, digamos, esotéricos. Por decir algo, es como si estuviesemos -salvando las distancias- ante un cruce entre
No puedo dejar de recomendar Copra a todo aquel que quiera leer un cómic de acción superheroica enormemente correcto, hecho por alquien que demuestra a cada paso pasión por lo que hace. Tampoco puedo dejar de cruzar los dedos porque las ventas acompañen a este -no demasiado barato, eso sí- volumen con los tres primeros números de la serie, y que podamos llegar a ver en castellano la totalidad de la serie. De verdad que lo merece. Necesitamos cómics como Copra, que demuestren que se puede hacer un divertimento de calidad jugando con las claves del género pero sin quedar ahogado por ellas. Aunque solo sea para que las majors tomen nota e incluso si prescindimos del enorme disfrute de su lectura.